Houellebecq, con su perfecto aire de prosista de ordenador, afectando ese papel de outsider y, como la mayoría de gente que escribe en Internet, abusando de la primera persona, se acomoda en el cada vez menos exigente gusto del público con esta novela. De pronto me da la impresión de que al público lector le basta cualquier cretino que afecte subversión para identificarse con él, deshacerse en halagos y, así, encontrar una justificación para el propio malestar social. No entienden que el malditismo y la trasgresión ya no tienen lugar en un mundo totalmente permisivo, donde ya nada sorprende. Pienso,... hace 14 años con una nota de 4