Sinopsis
Llegaron a Jerusalén, Jesús entró en el templo y se puso a echar a los que vendían y a los que compraban allí, volcando las mesas de los cambistas y los puestos de los que vendían palomas; y no consentía que nadie transportase objetos atravesando por el templo.
Luego se puso a enseñar diciendo:
- ¿No está escrito: «Mi casa será casa de oración para todos los pueblos? Pues vosotros la tenéis convertida en una cueva de bandidos».
Los sumos sacerdotes y los letrados se enteraron; como le tenían miedo, porque todo el mundo estaba asombrado de su enseñanza, buscaban la manera de acabar con él (Mc l 1,15-18).
Marcos vinculará más tarde la muerte de Jesús con la desaparición del templo.
... Jesús, lanzando un fuerte grito, expiró, y la cortina del santuario se rasgó en dos, de arriba abajo (Mc 15, 37-38).
La cortina del santuario sólo la podía traspasar el Sumo Sacerdote, nadie más tenía acceso. Ahora la cortina se ha rasgado, el templo es incapaz de contener a dios, él es para todos, mujeres y hombres, y para todos los pueblos. El dios que muestra Jesús no es propiedad de ninguna religión ni sacerdocio y nadie puede reducirle a una verdad única, porque él se muestra en el amor de unos a otros, en la entrega de la propia vida.
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