LA FALSÍA DEL PRECONCEPTO por Poverello

Portada de LA CIUDAD Y LOS PERROS

No es un plato de gusto, no. El inicio, digamos. Entre varios cadetes agarraron a la gallina, si bien podría decirse de igual forma en base al léxico peruano del autor y del niño que narra la secuencia que la han cogido, con todas las letras. Es pulcro en detalles describiendo el evento, en esa especie de monólogo interior que introduce, aun sin desearlo, al lector en la escena. Tan pulcro que la naturalidad y el realismo con que se expone la pieza transmite una crudeza espontánea que hace verter bilis.

Pero es justo decir en el otro extremo que Teresa, la enamorada de uno de los cadetes, se pinta con tiza las rozaduras de sus blancos zapatos, que se muestran impolutos y relucientes durante un breve e inmediato tiempo posterior. Y que el cadete, en una escena de ternura infinita, se ha dado cuenta, y pide dinero de prestado, con cargo e inseguridad, para comprarle tiza, y entregársela cariñosamente una tarde cualquiera sin atreverse siquiera a decirle que son un regalo para ella, tan sólo acierta a soltar que se las han dado y él no va a usarlas.

Así es “La ciudad y los perros”. Una especie de dolor inmenso, duro y seco como las bravatas y exigencias a las que el honorable y recto teniente Gamboa somete a los alumnos en el colegio militar Leoncio Prado, o como el que los propios cadetes infligen en asumida cadencia a los perros de tercer curso. Y en el polo opuesto nos encontramos frente a una novela de exquisito sentir, de necesidades y de amistad, de absurda, pero en ocasiones, precisa fidelidad, de tan profunda sensibilidad que es capaz de revertir la angustia y el asco en comprensión y en afecto; paso a paso, como sin darse cuenta, hasta llegar a un final tan sorpresivo como esclarecedor que hace casi olvidar las horribles directrices y severa disciplina que se llevan a efecto en el colegio Leoncio Prado y de las que nos hacemos indeseados espectadores a lo largo de sus primeros capítulos. Posiblemente la influencia de Flaubert sobre Vargas Llosa sea muy notoria en esta doble vertiente a la hora de abordar a los personajes, mas he de dejar semejante exposición a alguien más versado y con más conocimiento de la obra del escritor francés.

Lo que sí me atrevo a afirmar es que mucho le debe esta obra en estilo y estructura narrativa a aquel de quien el propio Vargas reconoce “que fue el primer escritor a quien leí con una pluma en la mano y un papel al lado del libro”: William Faulkner. La historia comienza de una manera simple con el robo de unos exámenes por parte de alguno o algunos de los cadetes que forman parte del Leoncio Prado. A partir de ahí, lejos de toda estructura común y lineal en un relato, Vargas Llosa disecciona con la eficacia de un bisturí y usando algunos de los recursos más marcados en la prosa de Faulkner (fluir del pensamiento, monólogo interior, saltos en el tiempo, narración en primera y tercera persona, ambigüedad en la información respecto a los personajes, retención de datos...) el pasado, el presente y el futuro de cada uno de los personajes que pululan a golpe de desgarro y asunción del espanto, por las páginas de esta obra necesaria para entender el devenir de toda la literatura latinoamericana desde mediados del siglo XX. La educación en la violencia, la falsa hombría, la obediencia ciega, el miedo o la observancia farisaica de la ley sirven al novelista como excusa para desgranar nuestro propio interior, el clasismo, nuestros propios prejuicios y preconcepciones a la hora de mirar y entender la vida y andanzas de los cadetes del Colegio Militar, e incluso nuestra forma de leer y concebir una historia. Vargas Llosa nos engaña, nos hace repeler determinadas actitudes y sentimientos, nos permite encontrar un destino justo y merecido para cada uno de los niños que se comparten o nos hablan de sí mismos: el Boa, el poeta... no he de nombrar más para al final darnos en toda la boca, con conciencia y en medio de aquello en lo que habíamos creído o interpretado a lo largo de cada uno de sus capítulos, pues cuando se pierde y se destroza la inocencia (simbolizada metódicamente en la muerte del cadete que menos líos busca), una vez decididos a escoger la rebeldía de la verdad quizá todos tengamos pleno derecho a tener un futuro gozoso y sobrevivir. Pues cualquier ser humano, llámese el Jaguar o el Poeta, es capaz de lo más noble y de lo más plebeyo, aún cuando no seamos muy capaces de percibirlo.

No sé si Vargas Llosa, durante su estancia en el Leoncio Prado recibió contundentes patadas en el culo mientras permanecía en pompa, pero habremos de agradecer que su padre decidiera someterle a un régimen tan excesivo como estricto, pues gracias a los años que permaneció internado en el colegio militar floreció su vocación de escritor para jamás marchitarse.

Escrita hace 11 años · 4.6 puntos con 9 votos · @Poverello le ha puesto un 10 ·

Comentarios

@lucero hace 11 años

Tengo que releer esta obra....se me escapan muchas cosas de las que mencionás, y ni hablar de lo literario. Epoca compulsiva y adolescente de lectura, en la que se me escaparon muchas cosas.
Elocuente reseña como siempre. El peso emotivo que le das excede el estilo y el argumento. Es un plus, digamos. Saludos amigo

@Tharl hace 11 años

Me ha encantado tu reseña Poverello. Tengo pendiente a Vargas Llosa desde que me leí LOS CACHORROS (obra que por cierto me recuerda esta que comentas). Tengo ya en casa LA GUERRA DEL FIN DEL MUNDO, pero me apunto también éste.
Un abrazo

@Poverello hace 11 años

Gracias a ambos por vuestros comentarios.

Poco más voy a decir aparte de lo expuesto en la reseña, aunque es una novela exigente y no es demasiado dúctil de leer en ocasiones la considera imprescindible para gozar la literatura. No obstante recomiendo que leáis la otra reseña de la obra escrita por Nastenka donde expone algunos argumentos por los cuales se le hizo difícil su lectura en un principio y a lo que no le quito su parte de razón.

Abrazotes.

@nikkus2008 hace 11 años

No es común en vos, Pove, poner un diez, en serio es para tanto?, me sorprende, realmente. Nunca leí a este autor. Con reseñas como la tuya y la de Nastenka, dan ganas de animarse. Un abrazo a todos...

@Poverello hace 11 años

Hola, nikkus. Bueno, tampoco hay que disparatar, alguno pongo y creo que tengo bastantes, je, soy menos cruel que tú con las pelis. El último fue a Los miserables y se parecen bastante poco el uno al otro. El caso es que si aúno lo que me supone literariamente la obra más aquello que me transmite o emociona pues le pongo un 10 y me quedo bien ancho. No son dieces exentos de errores, pero me salen, así, e incluso alguno he puesto después de meses, como me pasó con Viaje al fin de la noche de Céline.

Abrazos, hermano argentino.

@nikkus2008 hace 11 años

Sabés Pove, ahora que mencionas el "Viaje...", estoy tras la traducción "argentina", porque la otra tiene palabras que no entiendo bien, aunque las intuyo, y como ya ni tengo internet, me jode un poco. Tengo uno apuntado, pero espero vender el que tengo primero; estoy seguro que todo esto valdrá la pena al final.

@nikkus2008 hace 11 años

Abrazo amigo, y buenas noches/días, jeje...

@nikkus2008 hace 11 años

Abrazo amigo, y buenas noches/días, jeje...

@nikkus2008 hace 11 años

Abrazo amigo, y buenas noches/días, jeje...

@Poverello hace 11 años

Gracias por tus tres despedidas, nikkus, jajaja.

Ojalá la traducción argentina sea al menos la mitad de buena que la que yo leí en castellano.

Cada vez manejas mejor el móvil, ja.

@nikkus2008 hace 11 años

Jeje, detesto la tablet, pero es lo único que tengo amigo. Espero que la traducción argentina tampoco tenga modismos muy criollos. Que diablos es diñar, o leches, o bueno, no recuerdo, pero ese tipo de cosas. Tampoco me gustan los argentinismos, es decir, me chocan; aunque se trate de lunfardo, prefiero algo neutro. Pelotudos y gilipollas, para las películas o las charlas entre amigos. Pero es muy probable que me equivoque, y que en definitiva no sea tan importante.

@Nastenka hace 11 años

Poverello, mejor que no le hagan mucho caso a mi reseña, porque, como dice lucero, a mí también se me escaparon muchas cosas y yo no tengo excusa, que no fue ni lectura adolescente ni compulsiva...
Lo malo es que tampoco me apetece una relectura para encontrarlas...

@Poverello hace 11 años

Bueno, nikkus, en libros como éste o el de Céline donde la forma de expresarse es muy importante a la hora de entender la personalidad del personaje no creo que sean fáciles las traducciones. Como Vargas Llosa es peruano más fácil lo tenemos pues leemos el original, aunque no entendamos algunas palabras, pero con Céline o Bukowski, por poner un caso, la cosa es más brava, claro.

Nastenka, no digas eso que como sólo le hagan caso a la mía no tengo a qué agarrarme.

Abrazotes a l@s tres.

@Faulkneriano hace 11 años

En la reseña de Nastenka terminé por desafiar a florete a no sé quién, así que mejor no digo nada. Ya lo has dicho tú, y muy bien, Poverello.

@Poverello hace 11 años

Qué agresivo, Faulk, Y además a florete, como Scaramouche, cuando lo suyo sería a patadas en el culo, como en el Leoncio Prado.

@Faulkneriano hace 11 años

Y luego, incontinente,
caló el chapeo, requirió la espada
miró al soslayo, fuese y no hubo nada.

@Poverello hace 11 años

De una pieza me dejas. ¿Pero tú no decías que la poesía no era lo tuyo a nivel lector? Aunque Cervantes no es un poeta al uso, desde luego.

@Tharl hace 8 años

Me ha gustado mucho mucho, poverello, tu reseña sobre esta novela sobresaliente. En cierto modo se trata de una novela de formación (bildungsroman). Los cadetes, y nosotros con ellos, nos encontramos con un mundo absolutamente gris, como el humo de las colillas o la neblina de la mañana en el Leoncio Prado. Un mundo donde el oficial que humilla por sistema es el único honesto; donde los padres se engañan entre sí; donde el matón puede ser el mayor enamorado y el esclavo el mayor insumiso; donde el héroe protagonista está más confundido que ninguno y sus actos más tiernos y de mayor valor responden a motivos espurios como el olvido, la debilidad o la culpa y pueden girar en acobardamiento cuando toman un aire más “oficial. Un mundo de descripciones grotescas (los adultos son descritos como inmundos y los chavales como animales; los espacios como decadentes), que no oculta lo feo, que no idealiza la pobreza y la miseria, donde la violencia, las humillaciones, la cobardía y el bestialismo se dan la mano con la ternura, la necesidad de afecto y el valor. Un mundo, en definitiva, verosímil, honesto. Allí no es fácil realizar juicios y resuena con toda sabiduría ese “quien esté libre de pecado que tire la primera piedra”. Un mundo, en fin, donde quizás podamos comprender las mayores atrocidades y, porque no, perdonarlas.

Y más. El detalle a las relaciones, a las instituciones, al ejército y la escuela, a la ciudad y las pandillas, a las diferencias de clase y aun de raza, tal intrincadas en Latinoamérica; todo ello permite relacionar toda esta violencia, injusticia, incomprensión, traición y sufrimiento con el mundo, histórico y construido, en que se producen. Tal vez, si fueran diferentes, Ricardo Arana, Richi, el Esclavo, seguiría con nosotros. Tal vez podamos perdonar a su asesino, mirar ironía ni cinismo único final feliz de la novela y dejarle descansar con su enamorada y, en lugar de ello, tratar de cambiar las cosas para que su muerte no sea en vano.

“La ciudad y los perros” es una lectura maravillosa.

@Tharl hace 8 años

Al final yo también pongo un 10, ¡ja!

@Poverello hace 8 años

En realidad se trata de una novela de de-formación, Tharl, jeje. Por reírme algo, vaya, que ni pizca la gracia que tiene Vargas Llosa.

Dicen las malas o buenas lenguas, que el acertado título -que mucha referencia hace a lo que comentas de que todos se comportan como perros agresivos sin dueño- en realidad es de un amigo y editor, de cuyo nombre no logro acordarme.

Me alegro de que te haya gustado tanto, aunque esta obra -y el autor- levanta pasiones de lo más contrapuestas. Para mí, una novela inolvidable.