FELIZMENTE PERDIDO Y ENGAÑADO EN EL LABERINTO por Tharl

Portada de EL ALEPH

Antes de abrir EL ALEPH, tenía ya una idea concreta de lo que imaginaba tener entre mis manos. Baste decir que estaba equivocado en todo, casi (se sostiene la creencia en un Borges capaz de plasmar en la “narrativa de ficción” (?) contenidos habitualmente de otros géneros como el ensayo, bajándolos de su pedestal y devolviéndoles su estatus de ficción humana). Borges no es un autor hermético, es tan difícil como el lector quiera, no es un autor pedante, ni barroco, ni denso ni pesado; no es un autor metafísico, ni ambiguo, ni un filósofo que escribe ensayos disimuladamente colándolos por cuentos. No sería correcto decir que Borges es un genio, aunque, al menos en sus cuentos, es Dios (por lo menos, un dios). En ellos es todas las cosas (y ninguna): es autor que sueña la historia y editor que la publica, es narrador y protagonista soñados, guía didáctica y lector tan confundido como nosotros. Borges es uno de los autores más interesantes que he leído, con una idea del arte y la literatura que me atrae y comparto, pero hoy por hoy, no creo que se convierta en uno de mis autores predilectos. Borges, desgraciadamente, es Borges.

Los cuentos de Borges antes que alegorías, laberintos o enigmas, son buenas historias que se pueden disfrutar sin más pretensiones. Son directas, sencillas, casi siempre atractivas y autosuficientes. Son también, un complejo laberinto. Las más de las veces el mismo Borges nos presenta este laberinto en forma de enigma, de misterio; las menos, no aparenta ser tal cosa.
En el segundo de los casos, yo, lector, recorro la historia como si fuera un lindo pasillo sin giros. El paseo es, agradable y llano, pero hay algo que no encaja. Los bloques de piedra que me ha lanzado Borges y la colocación que me ha sugerido no encajan bien del todo. Hay algo extraño, pero no acierto a atisbar qué es. El cabroncete me la ha jugado. Releo el cuento, y nada, la sensación de extrañeza se ha acentuado, sé que estoy en un laberinto (al fin y al cabo, es Borges), pero ni tan si quiera soy capaz de percibirlo. En estos cuentos el laberinto debe construirlo el lector para tratar de dar sentido a una historia que aparentemente ya la tiene. Para mí, se trata de la situación más complicada. Requiere dar un salto gigante del nivel de lectura superficial y concreto (la historia) a otro más vasto y cada vez más abstracto. Emma Zunz es el ejemplo por antonomasia.
Pero la mayoría de las veces Borges nos plantea abiertamente el enigma situándonos en el laberinto, y se agradece. En estos casos es frecuente que él mismo actúe de guía por el laberinto, y nos suele mostrar diversos corredores, de los cuales, casi siempre, opta por una salida, generalmente “metafísica”. Puede parecer un error esta forma de cerrar el relato dando la respuesta mascada al lector, pero no lo es, y en ocasiones el mismo Borges (¡si es que no lo puede poner más fácil!) lo señala. En estos cuentos, aparece una posdata, una nota, un paréntesis, o una confidencia del propio narrador, que ponen en tela de juicio su respuesta. Dice en Pedro Damián, tras proponer dos conjeturas: “…la verdadera (LA QUE HOY CREO verdadera)…” y termina el relato diciendo que esa opción le fue dada por una lectura, ergo tampoco es cierta, no más que las otras al menos. Borges me ha vuelto a engañar, será cabrón. El argentino no juega con la ambigüedad, sino con la recursividad. Devuelve al lector la opción de coquetear con las otras respuestas que barajó el narrador. Pero si el lector es listo no tropezará con la misma piedra: no debe fiarse de Borges. El lector hábil prescindirá de las soluciones borgeanas, de esos esquemas y laberintos que ha propuesto Borges para resolver el laberinto mayor que ha propuesto en la historia, y tratará de crear su esquema propio, su laberinto personal. Pero esto no es tarea fácil.
Yo, confío en Borges y en sus cábalas. No por exceso de confianza, ni por gusto, sino porque mis carencias culturales mi imposibilitan desafiar la palabra de este hábil manipulador de historias. No soy capaz, ni por asomo, de entrar en el juego que propone. Bastante que soy consciente de ello, bastante que en la visita guiada por Borges a su propio laberinto logro atisbar galerías laterales, bastante que mientras asiento con la cabeza como buen acólito una vocecita en ella dice “sí, sí, que te lo has creído”; pero que nadie me pida que dentro de este laberinto en que me pierdo construya el mío propio, bastante tengo con luchar por dar sentido al laberinto que incluye los de Jorge Luis. Estoy seguro que habrá lectores, pocos, que son capaces de hacerlo, ojalá yo pueda hacerlo en una relectura algún día (apuntado queda FICCIONES). Para esos afortunados, EL ALEPH debe ser un libro 10, para mí también; pero mi lectura, tristemente, es de 7-7.5 como máximo. Lo es porque aunque me pierda, aunque Borges me engañe, aunque me vea incapaz, disfruto tratando de jugar, escuchando la fácil voz de este narrador y dejándome llevar por sus embustes.

El estilo de Borges ya dije que no es (o no me parece…) barroco en absoluto, es más, lo situaría en las antípodas. Como bien dice poverello en su reseña (aunque discrepo en que Borges sea un filósofo con vocación de escritor y no lo contrario; discrepo desde la misma distinción), la escritura de Borges es fluida, grácil y nada forzada. Me gusta esa concentración que tiene: ni una palabra de más, ni una de menos; cada palabra escogida cuidadosamente y colocada con premeditación y alevosía; aunque supere mi capacidad para penetrar en su significado. Quitando, eso sí, un vocabulario -tal vez sea por ser hispanoamericano, o por decisiones léxicas muy premeditadas- que a veces tengo que buscar en el diccionario, EL ALEPH se lee muy fácilmente.

Es imposible hablar de los cuentos de Borges sin comentar mínimamente su contenido, su gusto por paradojas y oxímorons, pero trataré de ser breve. Se suele calificar a los cuentos de Borges como “cuentos metafísicos”, algo incorrecto salvo si añadimos varias matizaciones. Borges no pretende imponer una metafísica -aunque como todo ser humano por científico que se crea acaba haciéndolo-, al contrario, partiendo del escepticismo más absoluto, juega en sus cuentos, en el terreno de la ficción, con la teología cristiana, islámica y del Indostán, con la metafísica y la filosofía. Su intención es precisamente desacralizarlas, no importa una u otra, todas (o ninguna) son ciertas. El valor de todo pensamiento, de toda teoría, está en cómo contribuye a dar sentido a la “historia”, a la “realidad”, teniendo en cuenta que ésta dista mucho de ser real. En esta actitud, que considero sana y acertada, solo echo en falta que dé la misma importancia y ponga al mismo nivel ficticio-real a la prepotente ciencia moderna.

Dicho esto, solo me queda dejar una cita de Hume-Borges, que se puede aplicar perfectamente a sus historias.
“El mundo es tal vez el bosquejo rudimentario de algún dios infantil, que lo abandonó a medio hacer, avergonzado de su ejecución deficiente; es obra de un dios subalterno, de quien los dioses superiores se burlan; es la confusa producción de una divinidad decrépita y jubilada, que ya se ha muerto.”
Como diría Borges, la imposibilidad de desentrañar el laberinto del universo, no quita que tratemos de darles sentidos, como humanos. Lo importante es que no nos tomemos estas respuestas -vengan del campo que vengan- demasiado en serio. Aunque las proponga Borges.

Y, por favor, no me pidáis que los ordene, pero mis cuentos favoritos son: “El Inmortal”, “Emma Zunz”, “La Casa Asterión”, “Deutches Requiem” y “El Zahir”. El Aleph, aquel más estudiado del libro y que da título a la colección, me dejó un poco frio.

_______________________
A falta de una buena edición comentada y prologada, recomiendo a modo de hilo de Ariadna el siguiente artículo: http://www19.homepage.villanova.edu/silvia.nagyzekmi/spa3950/Jaime%20Alazraki%20Borges.pdf . Yo lo leí a posteriori, pero puede ser una buena guía/introducción para quien se acerque al autor por primera vez (incluye Aleph y Ficciones), por supuesto, sin sacralizar lo que ahí se dice.

Escrita hace 11 años · 4.8 puntos con 6 votos · @Tharl le ha puesto un 8 ·

Comentarios

@nikkus2008 hace 11 años

Alcanza con ese atisbo a sus galerias laterales para intuir todo el laberinto querido Tharl, y aunque no complete aun este libro, BOrges para mi siempre es y sera un placer.y tal vez no sea un genio (lo es) pero seguro es un Dios. Excelente, y muy completa reseña (encontré la eñe y el acento).

@Poverello hace 11 años

Amén a todo excepto a lo que me toca, claro, jajaja. Pero por el sentido que le das a tu reseña comprendo lo que dices sin compartirlo. Cada persona es algo por encima de todo lo demás, aunque ese ser le impulse por necesidad vital a tocar otras artes, y como comento en mi reseña -dentro de un contexto que no se debería extrapolar pues parte de cuál puede ser la dificultad de abordar a Borges, como puede pasar con Sartre- Borges no es lo que suele llamarse un escritor al uso, como si ese concepto existiese. Pero para no repetirme, que ya me costó lo suyo hacer la reseña, se puede recurrir a ella y sobre todo al dios (perdón las minúsculas, Tharl y nikkus) al que ignora la muerte.

Abrazotes a ambos.

@lucero hace 11 años

Por todos los acertados motivos que das, coronando con "Borges es Borges", es por lo que no es mi autor preferido tampoco. Borges es una escalera hacia el laberinto personal, el espejo a uns realidad ajena pero propia. Meterse en la laberinto propuesto por Borges, pero sin su guía...porque es allí donde pergreña la venganza, como en el Aleph.
Es como el mejor vino, el mejor perfume : poco y de vez en cuando.
Gracias por tu estupenda reseña.