LA HUMILDAD DE LA BONDAD por Poverello

Portada de LOS MISERABLES

Me suele dar escalofríos descubrir un reloj de pulsera en la muñeca de algún que otro figurante en un péplum (excepto si lo han dirigido los Monty Python, en cuyo caso acepto hasta naves extraterrestres; véase “La vida de Brian”). Lo que puede resultar una verdad de Perogrullo tiene también sus vertientes, y es que lo más chocante en mi caso no es el evidente anacronismo, sino que uno no se lo espera porque para que esas cosas no sucedan existe un responsable, y chirría. Mucho. Sin embargo, para una criatura de tres años y medio el asunto pasa absolutamente desapercibido y puede que tan sólo se dedique, con la mirada fija en la pantalla, a disfrutar de los gladiadores. Yo mismo reconozco que a pesar de mis soberanos esfuerzos por ver esa sombra de avión que la leyenda urbana asegura que aparece en la carrera de cuadrigas del “Ben-Hur” de Wyler he sido incapaz de centrarme y descubrirla, pues al final acabo metiéndome de pleno en la escena por mucho que pueda considerarla en muchos aspectos una película sobrevalorada. El caso es que las evidencias que consideramos que lo son pueden no serlo para todo el mundo y, en el ángulo inverso, aquello que nos arrogamos el derecho de exigir puede ser un contrasentido al contemplar verdades de perogrullo que somos incapaces de saber que lo son esperando lo que sería anacrónico esperar.

¿Y a qué esta parrafada hablando de la obra inmortal de Hugo? “Los miserables” es una novela enmarcada dentro del movimiento romántico francés de la segunda mitad del siglo XIX, ya con algunos pasos aventurados hacia el realismo, y del mismo modo que no me imagino a Beethoven componiendo el “I want it all” de Queen (y disfruto lo mismo de uno como de otro) no he de exigirle a Hugo, ni a ningún autor, un imposible; menos aún si dentro de las características tipo de la literatura romántica y habida cuenta de que olvidar de que todos somos hijos de nuestro momento histórico es como insultar al tiempo, “Los miserables” es una novela inmensa, sublime. Hablar de la obra de Hugo es hacerlo sobre todo de Jean Valjean, el personaje al que el escritor y poeta francés decide otorgarle el protagonismo de la novela. Todos las criaturas que surgen en la literatura obedecen a un fin determinado de su autor y Hugo deja cristalina su idea desde la predilección empleada en el propio título, desde las primeras páginas de “Los miserables”: “las faltas de las mujeres, de los hijos, de los criados, de los débiles, de los pobres y de los ignorantes, son las faltas de los maridos, de los padres, de los amos, de los fuertes, de los ricos y de los sabios. [...] Si un alma sumida en las tinieblas comete un pecado, el culpado no es en realidad el que peca, sino el que no disipa las tinieblas.” ¿Se puede ver esto como puro maniqueísmo o es en buena parte verdad y hacer patente esa realidad -entre otras muchas realidades- es el fin al que tiende Hugo en el desarrollo de su novela y del personaje principal alrededor del que fluye la trama?

Decía Boff, uno de los teólogos fundamentales en el desarrollo de la teología de la liberación que la justa es la causa de los pobres no los pobres en sí, que de todo hay, como en botica. Se habla con determinada asiduidad de Valjean, y usando una terminología no exactamente empleada por E. M. Forster, como un personaje unidimensional, sin matices, digamos. En realidad, el ensayista inglés hablaba más concretamente de personajes redondos y planos, y yo me siento incapaz de considerar a Valjean como un personaje plano, ateniéndome tanto a las propias consideraciones de Forster como a los apuntes posteriores de Gaasland en base a los grados de complejidad, profundidad psicológica, transmisión de sentimientos individuales del personaje... ¿Acaso es menos creíble la bondad de Jean Valjean que el cáustico nihilismo del Ferdinald de “Viaje al fin de la noche”, la desesperanza insoportable de Rimbaud en “Una temporada en el infierno”, el caos vital de Chinaski en “La senda del perdedor”, la esperpéntica existencia de Ignatius en “La conjura de los necios”? Por mi parte debo pronunciar una rotunda negación, otra cosa es lo que más nos guste o en lo que más decidamos creer. Todos son personajes redondos, redondísimos, más allá de que conozcamos a personas con su particular idiosincrasia, porque lo que les da credibilidad son las páginas por las que discurre su existencia y en definitiva el amor que ha de sentir un autor por su criatura y que es capaz de transmitir al lector haciéndole comprender el por qué de sus actos por inusuales que al principio nos puedan resultar. Hugo ama a Valjean, por supuesto que sí, como Dostoiveski a Aliosha, Hawthorne a Hepzibah o Dickens de Pip, pero no más de lo que Ferdinald ama al otro Ferdinald, de lo que Rimbaud se comprende a sí mismo, de lo que Bukowski abraza en su alter ego Hank, de lo que Kennedy Toole siente por Ignatius. Amo a Valjean, porque Hugo consigue que lo ame y este logro requiere un cierto análisis.

“Los miserables” es en buena medida una novela dicotómica que a través de numerosos modelos e imágenes nos muestra la lucha eterna entre el bien y el mal representada de manera extraordinaria en la conciencia de Valjean y en la extrema diferenciación entre el héroe y su deseoso verdugo, Javert, símbolos del choque muchas veces insalvable entre el espíritu y el mundo. Javert representa el concepto humano de justicia, Valjean la idea sobrehumana del perdón. Cabría preguntarse tras cerrar la última página del libro, ¿quién de ambos es más miserable? Tal vez dependa exclusivamente de la acepción de la RAE a la que decidamos acogernos: desdichado o abyecto. Desde mi subjetiva visión más desgraciado que ser un condenado como Valjean es aquel que se siente incapaz de asumir sus propias miserias, y Javert es tan “justo” que no puede ni perdonarse a sí mismo una bondad. Pedro y Judas. Hugo es un conocedor excelso del espíritu humano y así lo muestra en dos aspectos fundamentales del carácter de Jean Valjean: quien se siente perdonado de manera inmerecida (convertido desde lo profundo, que es lo que le sucede al protagonista), ¿puede seguir odiando y no amar? Quien se siente indigno y el más pecador de los seres humanos, ¿puede no perdonas las debilidades de sus congéneres, polvo y barro al igual que él? Estos dos hechos, de profundidad insondable, son fundamentales para llegar a entender y aceptar las decisiones que acaba tomando a lo largo de la novela. Jean Valjean, como el George Bailey de Capra, excepto cuando de forma voluntaria toma el papel de Madeleine no quisiera actuar de la forma en que lo hace, de ahí sus profundas crisis, desgarros y autojustificaciones ante al injustamente condenado, ante sus celos por Cosette, ante su última confesión... En situaciones extremas decide con equidad y responsabilidad aunque no quiera hacerlo (conciencia, libertad de elección, libre albedrío...), simplemente porque no puede actuar de otra manera, se siente incapaz de no hacer lo correcto.

Y la parte menos ágil y dúctil de lectura también existe, no seamos lerdos. Esa miríada de datos históricos, políticos y sociales tan presentes, recurrentes y hasta comprensiblemente odiosos para algunos a lo largo de la novela, a los que Hugo dedica capítulos enteros y que, cuanto menos, pueden conseguir que nos crispemos al desviarse metódicamente de la trama principal. Pero el escritor sabe por qué lo hace, precisamente porque es escrupulosamente metódico, tanto en lo expuesto como en la pulcra descripción de la historia de cada uno de los personajes que pululan y confluyen de alguna manera en la vida de Jean Valjean: los Thénardier, Fantine, Marius, Éponine, Gavroche, Enjolras... No es sólo el objetivo de acercar la sociedad francesa de la época, sus cambios drásticos y profundos a los posibles lectores, es un ir mucho más allá, algo necesario, imprescindible para entender la forma de actuar de cada una de las criaturas que expurgan sus penas a lo largo de las páginas de la novela: ¿es posible entender la conversión de Jean Valjean sin conocer la personalidad de Monseñor Bienvenieu tan magistralmente dispuesta en los primeros capítulos? ¿Sería viable captar la esencia del perdón que es capaz de otorgar Valjean sin conocer profusamente la realidad de los barrios bajos y la forma de vivir e incluso de hablar y relacionarse de los grupos marginales de París? ¿Entenderíamos las decisiones sociales de Marius, Enjolras o del propio Valjean en las barricadas, en su intrincado deambular si Hugo no se hubiera detenido de manera radical en la evolución socio-política de la Francia de la primera mitad del siglo XIX? El lector llora con Valjean porque comprende a Valjean, sabe por lo que ha tenido que pasar y más valor aún se le otorga por intentar salir del fango en medio del mismo fango.

Las mismas páginas de las que consta la obra serían necesarias tal vez para alcanzar a aprehender todos sus significados, pero seremos humildes, a pesar de la inusitada extensión -para mi habitual deseo- de esta parcial reseña, y tan sólo pido ser capaz de asumir mis miserias, las más crueles y estrambóticas, desde la realidad de sentirme amado tantas veces de manera inmerecida y casi injusta, al igual que Valjean, como el modo único de perdonar y elegir la bondad más allá de toda lógica.

Escrita hace 11 años · 4.8 puntos con 13 votos · @Poverello le ha puesto un 10 ·

Comentarios

@Tharl hace 11 años

Podríamos escribir cada usuario de la web una larga reseña sobre LOS MISERABLES y, aunque no nos repitiéramos, jamás agotaríamos los temas, personajes y profundidad. Es curioso como en una obra tan vasta, cada uno de nosotros -o nosotros mismos en distintos momentos vitales- nos centramos en unas u otras dimensiones.
Yo me quedo con una cita del mismo Hugo perfectamente aplicable a LOS MISERABLES: “El conjunto de mi obra será siempre un todo indivisible. He hecho […] una Biblia, no una Biblia divina sino una Biblia humana. Un libro múltiple que resume un siglo.” Al margen de si Víctor Hugo tenía o no abuelita, me parece una afirmación ambiciosa pero cierta, pues este genio logró su propósito. Además, es interesante la comparación religiosa -dimensión muy presente en su obra-, el interés que muestra por lo humano y la reivindicación de una unidad en obras que muchos lectores aseguran estar llenas de paja. Pero sobretodo la idea de que su obra resume su siglo, algo absolutamente cierto. Eso fue lo que tanto adoro a día de hoy de Los Miserables, la forma en que a través de sus páginas disfruté, viví, amé y comprendí la Francia posnapoleónica…

Jean Valjean es, efectivamente, un personaje formidable, un héroe de la literatura con una tremenda complejidad. No creo -ya lo comenté en la reseña de NUESTRA SEÑORA DE PARIS, otra obra maestra del autor- que los personajes de Hugo sean planos, en absoluto, pero sí es cierto que a veces son unipolares, definidos por una característica que encarnan. Es una decisión estética perfectamente válida, nada fácil y mucho menos simple, que permite profundizar y reflexionar ampliamente sobre ese atributo en cuestión (redención, justicia implacable, maternidad, ambición y deseo, etc.). Esto no es algo propio de Hugo, sino de toda la literatura decimonónica -el egotismo de Stendhal sería una excepción-, no obstante, el autor de LOS MISERABLES fue uno de los mejores maestros en ello.

Muy buena reseña Pove. Valjean y Hugo se la merecían.

@nikkus2008 hace 11 años

Excelente, más que excelente reseña, y con un párrafo final muy hermoso Poverello, sobre la mejor novela que he leído en mi vida, la más poderosa, la más profunda y la que deja una huella más honda. Tenés razón en cada punto. Hay uno en particular que quisiera tocar brevemente. Cuando te referís a "esa miríada de datos históricos, etc,", y luego decís que el autor sabe por que lo hace, tenés absoluta razón y me alegra tu sinceridad, por reconocer que esos pasajes son algo ríspidos, aunque siempre interesantes, aclaro; y digo que coincido con tu comentario porque esas innumerables líneas no son supérfluas, sino que como bien has dicho, ayudan a formar una gran idea, a completar y rellenar con cada detalle, por nimio que parezca, la mole inmensa que resulta esta novela. A ver, voy a poner un ejemplo idiota, pero que creo podría dar una idea aproximada: los detalles, los nombres, los datos históricos, las fechas, las increiblemente extensas digresiones que emplea Hugo, son tan necesarias, como un los brazos de una bella mujer (perdón por el ejemplo, pero estoy pensando en las partes que uno elige en una linda mujer, y que si somos sinceros, no estamos hablando de las orejas, ni el codo, ni las rodillas) o la clara de un huevo frito. Más allá de los delirantes ejemplos, espero se entienda lo que quise decir. ¿Tendría sentido un par de senos o una buena cola, o un rostro maravilloso, sin el resto del cuerpo?. Hugo nos acribilla con esos datos, para dar mayor relieve a las partes dramáticas. Imaginemos esta obra reducida (hay ediciones reducidas, horriblemente reducidas) a unas trescientas o cuatrocientas páginas, dejando la esencia unicamente. No tendría la misma fuerza. Uno siente, cuando acaba este libro, además de una emoción infinita (lloré como dos horas, y no exagero, solo, en mi cama, a las diez de la mañana, con los ojos rojos del sueño y de la emoción), la certidumbre de haber concluído algo excepcional. Se siente la tristeza del fin, del haber terminado alguna cosa que ya formaba parte de nosotros. Eso es "Los miserables"; se mete adentro de uno, y los personajes, planos o redondos, convivirán para siempre en nuestra memoria y de alguna manera, morirán con nosotros, cunado nos llegue la hora...
Menos mal que iba a ser breve...

Grande Poverello, y grande Tharl, por tus comentarios acertadísimos. Además decirte que me dejaste las ganas de empezar "NUESTRA SEÑORA DE PARIS". También amo a Valjean, como vos, como Poverello, como Hugo...

@Poverello hace 11 años

Hola a ambos y gracias por vuestros amables comentarios.

Respecto a lo de los personajes unipolares, pues yo no sé vosotros y en qué sentido empleáis ese término, pero si me atengo a su significado más objetivo podría decir que la inmensa mayoría de las personas que conozco son/somos unipolares y en gran medida previsibles, lo cual no es malo e incluso nos ayuda a sobrevivir y relacionarnos. De hecho, precisamente existe un trastorno, como bien sabes, Tharl, que es el bipolar, referido a aquellas personas que pasan de un extremo a otro del espectro a nivel emocional lo que los convierte en seres inestables y hasta peligrosos, sobre todo para sí mismos. Valjean es una persona buena, lo cual es decir mucho, lo que le hace comportarse de manera honrada, justa, generosa, sensible a las necesidades de los demás, pero eso le exige reflexión y renuncias al no surgir de forma espontánea, lo que sucede con muchas de las personas más cercanas a mí. Mis amig@s generos@s se esfuerzan en serlo y por norma general no me sorprenden, sé que si se les da tiempo (como a Valjean) siempre actuarán de manera generoso y ausente de egoísmo, y mis herman@s amargad@s, por mucho tiempo que les des, a menos que surja un cambio de chip, se comportarán habitualmente de forma presuntuosa incluso con la propia familia. Mi abuelo, por ejemplo, era un bicho, incapaz de acostarse un sólo día sin perpetrar una maldad. Todos tenemos una cualidad que nos define y hace que nuestra personalidad gire en buena medida en torno a ella. Evidentemente el ser humano y su mente son mucho más complejos, pero estamos hablando de lo que estamos hablando aunque toda generalización es en sí misma un error.

Y sí, nikkus, el final de "Los miserables", y no ya sus últimos capítulos, sino a partir de la renuncia total de Valjean, es inmenso. Sólo de recordarlo se me vuelven a saltar las lágrimas. Por otro lado, en cierta medida, las digresiones de Hugo, me recuerdan en su necesidad a las que emplea Tólstoi en "Guerra y Paz". Otra obra que sin ellas -y también existen incomprensiblemente ediciones reducidas que se centran en la trama principal- no alcanzaría tamaña magnitud literaria.

Muchos abrazos.

@Tharl hace 11 años

Mmmmm me temo que yo no conozco a nadie tan coherentes como algunos personajes literarios. Predecibles, más o menos, pero no coherentes. Dudo que actualmente haya muchas personas contribuida con una única causa, con un único atributo hasta tal punto.
Pero si puede ser que en el XIX las cosas fueran diferentes. En una sociedad como la nuestra -la modernidad líquida que diría Bauman- caracterizada por la instabilidad, el cambio continuo, y el debilitamiento de la voluntad, creo que las cosas son bien distintas. La identidad ya no es “esencial” como en el romanticismo, sino líquida, híbrida y cambiante.

Me hizo gracia lo de los bipolares, jajaja, el trastorno se refiere a cosas distintas, como tu dices, a los cambios emocionales. De hecho, todas las teorías esencialistas de la personalidad se centran en varios rasgos/polos.
No voy a entrar un debate que ya me persigue demasiado durante mí día a día, solo confesaré que mi interés por la clínica psicológica tira por otros derroteros, y lo único que me atrae de la psicopatología de los trastornos mentales, y esto sí que me atrae enormemente, está en libros como sopadelibros. sopadelibros. o como mucho sopadelibros. Creo que soy un mal psicólogo.

Con el resto de lo que comentáis de esta obra maestra estoy de acuerdo. Aunque personalmente, las digresiones de Tolstoi se me hicieron más reiterativas en los temas (Historia sobre todo) y menos ambiciosas.

@Poverello hace 11 años

Tienes parte de razón en lo de la coherencia, de hecho algo de ello comentaba en algunas partes que eliminé de la reseña porque se me estaba yendo de las manos. Pero la coherencia es un proceso, no algo estático. Hay personas que tardan más que otras en optar en virtud de la coherencia. Valjean toma determinadas decisiones para que se mantenga a su lado aunque no sea lo más justo y esto dura bastante tiempo, años incluso. Tras sospechar de las intenciones de Marius en el parque no es muy coherente con la bondad y sí más respecto al amor que siente por Cosette, aunque en ese momento no piense tanto en ella como en sí mismo.
Y claro que no existe una sola causa, pero sí unos valores que nos hacen abrazar una o varias causas y tender nuestra vida a aquello que deseamos ser. Lo malo es nuestra débil naturaleza que nos hace inconstantes en el proceso y renunciar a lo difícil.
Lo del trastorno bipolar era un punto de exageración para ejemplificar un poco lo que quería decir respecto a la habitual tendencia a quedarnos en uno de los polos. Más directo que técnico, ji. Por otra parte los mejores psicólogos que conozco son los peores.
Lo del concepto de identidad es que es un poco peliagudo, ¿no? Seamos filósofos y preguntemos pues como haría Sartre: vale. ¿pero la esencia sigue siendo "esencial"? Porque Valjean ¿es más esencia o identidad? Para mí esencia, sin duda, y la esencia es menos cambiante, por mucho lustre que queramos darle.

Abrazos mil, Tharl.

@jjsj hace 6 años

lamento no leer toda tu reseña @Poverello, el dios crono no me lo permite...
pero está en mi lista de lecturas pendientes.

@Poverello hace 6 años

Y eso que es supercorta, jeje.

Bienvenido/a @jjsj.

@jjsj hace 6 años

Gracias, ya comenzaba a sospechar que no se frecuentaba mucho el sitio. He visto otros más bonitos, pero este aunque más simple parece más acogedor.

@Poverello hace 6 años

Ahí le has "dao"; simple (ya explicó @Angelillo sus limitaciones como desarrollador), pero familiar. Por eso seguimos, y entrando -yo lo hago a diario y me consta que muchas y muchos compis también- pero el internet y el Me gusta nos ha hecho un poco vaguetes a la hora de participar y poner algo más sesudo. Siempre nos queda @Guille, gracias a Dios, que no se cansa, ji.

@nikkus2008 hace 6 años

El tiempo, creo, tiene mucho que ver en esto, Pove. Twitter, Facebook, son para, como bien dijiste, poner el "me gusta" y pasar de largo o bien dejar algún emoticón o comentario breve. Sopa de libros siempre será la mejor página en lo referente a reseñas y comentarios. Hay otras donde las críticas son de una línea, o poco más... algo así: "Buen libro. Me gustó. Lo recomiendo". Y ahí termina todo. Hace mucho que no puedo leer las críticas de esta página, justamente por la calidad de las reseñas y el tren de comentarios, casi tan notables como las mismas reseñas.

Pero siempre estará en mi lista prioritaria a la hora de analizar una futura lectura... acá encuentro argumentos, más allá de estar de acuerdo o no al final, y eso es lo que me parece interesante. Saludos a todos!.

@nikkus2008 hace 6 años

De hecho, estos comentarios fueron escritos hace diecisiete días!!... es decir, hace más de diecisiete días que no entraba acá!. Una pena, realmente. Ya cambiará la cosa...

@Poverello hace 6 años

Por eso no tengo tuiter ni féisbuk, hermano argentino. Ni instagram, ni guásap... Pasa lo mismo con los emoticones; ya no hace falta mostrar los sentimientos de verdad: con poner una carita o unas palmas vamos "sobraos".

Me alegra leerte. Y pongo una carita: :-).

@nikkus2008 hace 6 años

Jajajaja, yo sí tengo Facebook (no entro casi nunca) y Whatsapp... este último lo uso bastante, porque me parece una herramienta interesante, no solamente de comunicación rápida, sino también de transmisión de datos (fotos, archivos, videos, links, textos, etc.). Que pena que no tenés Whatsapp, amigo. A ver, el que tenga que lo pase por privado, así whatsapeamos un rato en lugar de leernos como antes, jajaja.

Ya volverán las buenas épocas de reseñas frecuentes e intercambios y sanas discusiones en esta bendita página.

A mí tembién me gusta leerte, amigo. Y dejo una carita por mi parte :)

;) LOL, etc., etc.

JAJAJAJA

@nikkus2008 hace 6 años

Otra post data: ¡Que adictiva la saga de Canción de hielo y fuego"!... ya voy a empezar el tercer tomo, y por el ritmo que estuve metiendo en los últimos años, ya es mucho decir. La mezclo -a la saga- con Richard Ford y con Peake y hasta con Dante; según el humor, claro.

Saludos, amigos!.