LA LECTURA COYUNTURAL por nikkus2008

Portada de LAS CAMPANAS

Estoy seguro de que además de la capacidad, la técnica, el estilo y el encanto de los escritores, para conquistar la atención de los lectores (quiénes dan a sus obras tan múltiples y disímiles interpretaciones) hace falta, para redondear el éxito de sus obras, del alma, del corazón de cada uno de estos puesto de lleno en ellas.

Un libro no es nada sin un lector, y depende exclusivamente de cada uno de ellos que esos papeles atestados de símbolos, que separados sólo son una sucesión de puntos devenidos en líneas, se conviertan mágicamente en una fuente de pensamientos y sentimientos, muchas veces tan intensos, tan conmovedores, que hasta pueden provocar dolores físicos e importantes bajones anímicos, o alegrías desmesuradas y carcajadas en plena calle, o en un transporte lleno de gente.

Y cada lector, a su vez, experimenta a los largo de su vida, un sinfín de situaciones de diversa naturaleza. Durante estos períodos, tan dispares, y que generan lógicamente pasiones, tanto desfavorables como beneficiosas, acompañamos nuestros días (esas caprichosas divisiones del tiempo, tan inasibles, tan abstractas) con la costumbre, ya enfermiza en muchos de nosotros, de leer algunos libros, de ver películas, de escuchar música. Y dependiendo del momento, de la realidad vivida en esa porción de tiempo que nos ocupa el consumo de las hojas del libro o del film en cuestión, dependerá el juicio que se emita sobre ella. Es inherente; una cohesión inapelable.
En definitiva, juzgar una obra, siempre depende invariablemente de una opinión subjetiva, la cuál estará determinada inexorablemente por nuestro humor, y hasta con nuestra salud, más que con nuestro intelecto.

Las campanas, de Dickens, no es una obra de las más conocidas, pero no por esto es una obra menor. En la época en que leí esta pequeña novela, durante un lluvioso y gris invierno, tuve que viajar por la mañana al bario de Lanús (para quiénes no conozcan dicho barrio, resulta este un lugar bastante marginal, pobre y abandonado en muchas partes) a recoger a una chica con problemas mentales y llevarla a un colegio especial. Había que madrugar. El viaje era largo, y me daba el tiempo necesario para leer algo por el camino. Quién manejaba era mi padre.
Y todo lo dicho al principio, tiene que ver con las impresiones exteriores recibidas mientras leía el libro: la temperatura, los olores, el paisaje, la meta del viaje, etc. Todo se imbuía dentro del libro, se filtraba, se aglomeraba.
Vi, por ejemplo, un hombre que vivía bajo un puente, en compañía de su perro (nadie más fiel que un animal), todo mojado y flaco y pulgoso y lastimado, como él mismo, desvencijado, arruinado, empapado y caído, y leía luego un trozo de esta novela, tan parecida a lo que veía. En el comienzo del libro, hace frío, el viento sopla sin piedad y se filtra con ruido lúgubre por los edificios y por las iglesias; afuera, en la “vida real” el viento soplaba y se filtraba por las puertas del coche. Leía sobre pobreza, sobre la puerca desigualdad, injusta desigualdad entre los hombres, y veía, al levantar la cabeza del libro, un auto genial, con un conductor escondido detrás de los vidrios polarizados de su coche, dulcemente calefaccionado (el mío no tenía o estaba rota, hacía un frío de los mil demonios) y confortable; minutos antes, ese despojo humano y su pobre perro pasado por agua, tenían destino de dormir, muy pronto, tres metros bajo tierra.

¿Y por que digo todo esto?, porque ya lo habrán entendido, más que seguro, y lo habrán experimentado además. Un libro, no es independiente de lo que nos ocurre. No puede ser independiente de lo que sentimos, de los que vivimos. Seguramente, una comedia tendrá más efecto si la leemos en una buena época, en un momento de alegría, donde hasta lo más estúpido nos puede hacer sonreír; y lo mismo ocurre con todo. No me imagino escuchando a Liszt o a Rachmaninov o a Chopin un día en que necesite a Judas Priest o a Helloween o a Maiden. Sería una tortura. En realidad, lo he hecho. No se lo que digo.

"Las campanas" es una simple historia, maravillosamente narrada por el melancólico Dickens; es una fábula moral, con un final tan movilizador, tan bello, por lo simple (y hasta ingenuo tal vez) de su ejecución y por la profundidad solapada, por la crítica risueña aunque demoledora, realizada hacia los miserables, hacia los desalmados, hacia los egoístas, hacia los que “tienen”. Es de corta extensión, es fácil y agradable, hasta en lo desagradable del tema. Y el final, el final. El final me hace llorar siempre. Lo hizo en aquellas mañanas grises. Lo hizo hace un tiempo, mientras estaba contento. Y lo hace hoy; lo hizo hace un rato, apenas.

No he hablado de la trama de la novela; primé la pasión por sobre el argumento de la obra. Espero no haberme equivocado.

¡Ah!, Trotty, ¡como te amé!

Escrita hace 12 años · 4.3 puntos con 4 votos · @nikkus2008 le ha puesto un 10 ·

Comentarios

@Poverello hace 12 años

El final de tu reseña sí que es brutal. Será que yo también me dejo llevar por el impertinente músculo del pecho, ja ja

@nikkus2008 hace 12 años

Hola Poverello, si no la leíste todavía, ese impertinente músculo del pecho va a tener trabajo extra, me supongo, como así también las glándulas lagrimales. Te va a gustar, es un lindo libro, sin más pretenciones que las mencionadas.

@Poverello hace 12 años

Creo que estoy saturado de lecturas intelectuales. Tengo el bombo hasta dañado y mi próximo libro cuando termine La Náusea deseo que sea este (si lo encuentro) o algo cortito de Steinbeck, Melville... De no pensar si no quiero, vamos.
Desde que leí tu reseña me apeteció mucho leerlo.

@nikkus2008 hace 12 años

Siempre es bueno y sano intercambiar estilos ¿cierto?, bien, creo y espero que te guste como a mi, aunque dejo en claro que el momento y la situación en que leí esta obra tal vez haya influido en el resultado, aunque se que es una linda historia, emotiva y típica de Dickens, no estoy seguro de que a otro le pueda parecer todo lo hermoso que me pareció ami, en aquella época.
Espero que lo encuentres y lo disfrutes, yo también creo que voy a leer otra cosa, después de la perfección técnica de Salambó y Herodías, y la intensa "Las palmeras salvajes", me parece que vuelvo a refugiarme en el siempre amable y cálido Robert Ervin Howard; ando con ganas de mazazos reventando cráneos, espadas cercenado cabezas y todas esa bonitas cosas que propone el efectivo Howard. Empecé a leer "La lechuza ciega" pero pinta depresivo, pero depresivo "mal", así que veré que hago. Por lo pronto me voy a leer alguna comedia que me queda de Moliere, así me divierto un rato.

@Poverello hace 12 años

Maravilloso, nikkus... Corto y pego: ¡Ah!, Trotty, ¡como te amé!

Diría que es curioso el sentimiento que va naciendo mientras disfrutas de "Las campanas". Claras reminiscencias a "Canción de navidad" y esos personajes maniqueos tan característicos de Dickens, apenas realistas con los que tan sólo pretende "defender" la causa de los pobres... Pero es que con Dickens todo te da igual, porque te emocionas y como bien dices, ¡se agradece tanto la emoción, por falsa que sea, que otorga sana esperanza! Por desgracia, cada semana me encuentro a las puertas de la oficina de Cáritas familias como la de Trotty, condenadas al desamparo, y solo entonces, en marcadas ocasiones, descubro que tal vez Dickens extrajera con exceso de celo las bondades de los pobres y las maldades de los ricos, pero bien es cierto que conozco algún Trotty, no exento de defectos, pero que es capaz de la risa y la solidaridad en medio del desastre.

La de veces que repite nuestro querido protagonista aquello que los honrados y estúpidos caballeros ricos les hacen creer: "¡No, no. No podemos ir bien y hacer el bien. No hay nada bueno en nosotros. Hemos nacido malos!". Me jode, mucho, conocer a personas que asumen con un convencimiento absurdo la verdad de que los pobres merecen serlo. Debe ser que a lo largo de su vida no han tenido que sufrir necesidad y es bien cómodo y consolador creer que si ellos se merecen ser pobres es porque nosotros nos merecemos ser ricos. Un despropósito.

En contadísimas ocasiones odio saber que Dios -al igual que Dickens- no castiga. Leer "Las campanas" es una de ellas.

Nikkus, gracias de nuevo por invitarme a este corto deambular por la bondad del género humano.

@nikkus2008 hace 12 años

Gracias a vos amigo por escribir, y me alegra mucho que te haya gustado este bonito libro. Los personajes de Dickens, maniqueos, planos, poco creíbles, son entrañables e inolvidables. Dickens exagera, es cierto, pero su error no está en tomar dos personas opuestas, enfrentar sus cualidades y distinguirlos, sino en no agregar algo, una pizca de algún sentimiento opuesto en cada uno. Los malos son malos, los buenos son buenos. Bien, esto parece inocente y es así, pero ¿creen ustedes que no hay en el mundo aunque sea una persona así, que sea todo maldad?, yo creo que las hay, mucho más de una, donde casi no hay asomo alguno de piedad ni de luz en sus almas. Y alguien todo amor, todo dulzura, si bien es más difícil, lo habrá, en alguna parte del mundo. Bien, Dickens, con toda impunidad, toma estos dos polos opuestos y los enfrenta, magicamente, y nos sugiere que en cada esquina hay de estos casos. Nos quiere dar la impresión de que estos personajes, son tomados de cualquier parte, al azar.
Pero el fondo de la cuestión, siempre es loable.
Después la sigo, tengo que ir al laburo...
Un abrazo querido Pove...

@Poverello hace 12 años

Llevo dos días esperando que termines tu diatriba, nikkus, ja ja.

Como digo, he conocido personas reales muy similares a Trotty y la realidad es más difícil de sobrellevar -por ser real precisamente- que las historias de Dickens. He de decir, en extremos, que conozco a más personas excelentes que viles. Afortunadamente.