Desierto por Tharl

Portada de DESIERTO

Es uno de esos libros que te fuerzan a aprender a leer de otra manera así que me alegra haber leído Desierto hasta el final, aunque no me faltaron las ganas de abandonarlo.

No me ha gustado por su abstracción; si bien dudo de que éste sea el mejor término para una novela de postulados simbolistas (bajo el influjo de Lautréamont, dicen), pues durante la lectura el desierto está ahí, se sienten la arena, la luz, el calor… solo que no es el desierto (del Sáhara), sino Desierto. Así, sin determinante. Un concepto, un símbolo, una experiencia.

Si me hubiera fijado mejor en el título podría haber imaginado su corolario. Si el libro es Desierto,

se narrará en presente indefinido o en pretérito imperfecto;

apenas habrá historia, sino bloques de tiempo;

los personajes serán poco más que un foco dramático desde el que percibir el mundo y el símbolo;

etc.

El Desierto -espacio, concepto y novela- está hecho de presente, está hecho de tiempo.


Es una novela simbolista en el sentido de que Le Clézio trata de presentar la experiencia del desierto en lugar de representar una historia y un lugar, y desarrolla una poética propia para alcanzarlo. Esto es: un estilo impresionista y circular en el que los mismos términos van y vienen como las dunas del desierto o las olas, siempre idénticos y diferentes. El sol, la arena y el mar, la luz del Desierto y la oscuridad de Marsella, la tierra roja, los hombres de bronce y azul, el vacío, el cielo, las avispas y otra vez la arena.

Las figuras claves son: la repetición, la comparación y la sobreimpresión. Se trata de asir el instante en la materialidad de las palabras. Y así, el presente deviene símbolo. Helo aquí, el hambre:

«Nadie había olvidado el sufrimiento, la sed, el ardor terrible del sol sobre las piedras y la arena sin fin, ni el horizonte que retrocede sin cesar. Nadie había olvidado el hambre que consume, no sólo el hambre de alimentos, sino toda hambre, el hambre de esperanza y de liberación, el hambre de todo lo que falta y abre el vértigo en el suelo, el hambre que empuja hacia adelante en medio de la nube de polvo que envuelve los rebaños alelados, el hambre que impulsa a remontar la dura pendiente de las colinas hasta ese punto en el que es preciso descender otra vez con decenas, centenares de nuevas.»


Los dos itinerarios de la narración son una experiencia de purificación por el Desierto.


Sé que si Desierto fuera una película diría todo esto eufórico. Quizás, lector de novelas, no soy igual de sensible al tiempo en la literatura. Sucede también que en este momento me interesan más las realidades materiales y determinadas que el simbolismo impuesto por un autor a priori. O dicho de otro modo, que si en el asentamiento marroquí donde vive Lalla celebran el ramadán deseo conocer sus particularidades y no que se reduzca, sin nombrarlo siquiera, al término “la fiesta”. O también: que me jode que la resistencia anticolonial se interprete como una idealizada “travesía del desierto”.

Muy agradecido en cualquier caso por esta experiencia literaria del tiempo.


* Se me olvida contar dos cosas: que la temporalidad se precipita, más o menos, a los dos tercios del libro cuando Lalla llega a Marsella, y que la metafísica de la mirada divina del desierto que propone Le Clezio me parece poco más que una variante sofisticada de lo que espero de Paulo Coelho.

Y aquí un último botón de muestra sobre cómo esto también deriva en la mistificación del cuerpo de la mujer y del nacimiento:

«El tiempo discurre lento ahora debido al dolor, late al ritmo del corazón, al ritmo de los pulmones que respiran, al ritmo de las contracciones del útero. Lentamente, como si alzara un peso inmenso, Lalla incorpora su cuerpo apoyándolo en el tronco de la higuera. Sabe que sólo el árbol puede ayudarla, como el que ayudó antaño a su madre, el día de su nacimiento. Por instinto, va dando con los gestos ancestrales, esos gestos cuya significación le rebasa, sin que nadie haya tenido que enseñárselos… El árbol oscila un poco, dejando caer una lluvia de gotas de rocío. El agua virgen le corre a Lalla por la cara, y se la bebe con fruición pasándose la lengua por los labios.»

Escrita hace 2 meses · 5 puntos con 1 voto · @Tharl le ha puesto un 5 ·

Comentarios

@Poverello hace 2 meses

Eso de acabar comparando la metafísica de La Clézio a una variante más sofisticada de Paulo Coelho es la mejor estocada para matar las ganas de leerlo, jeje.

Una pena no tenerlo en la lista de pendientes para, al menos, experimentar la dicha de saber que de los doscientos, ese, no lo tengo que leer.

@Tharl hace 2 meses

El caso es que es un escritor interesante. Solo que no es para mí en este momento. A lo mejor tienes que hacer hueco a un 201 jaja