Me ha empezado a gustar de veras el libro pasado el primer tercio, con el capítulo de Norma, pero tremendo viaje desde allí. Es sórdido sin afectación ni sadismo, hasta ponerte mal cuerpo, con una honda comprensión de la violencia y la sexualidad y de la relación entre ambas y tiene la generosidad de encontrar en la fealdad destellos de belleza. Me desarma la ternura del pinche Luismi buenoparanada o la milagrosa fragilidad de su encuentro con Norma.
Los primeros capítulos son como una larga introducción con la que sentar el tono (Cap. 1), el pueblo de La Matosa y una primera impresión de los personajes (Cap. 2) o el núcleo dramático, familiar y sexual del triángulo Norma-Luismi-Brando bajo la sombra de Chabela (Cap. 3) antes de lanzarse al auténtico festín. Pero no importa porque ya están atravesados por esa tensión que da ritmo a la novela -que no deja de ser una novela criminal- y su vertiginoso descenso al corazón del mal se devora como en las historias de Stephen King (referencia confesa de Fernanda Melchor).
‘Temporada de huracanes’ es también su estilo: un torrente de impresiones, oralidad e imágenes sorprendente. Como esta: “el manojo de llaves tintineando entre sus palmas pálidas como cangrejos lunares”. Yo lo prefiero cuando se abisma en historias dentro de la historia (el cuento de Los dos jorobados y las brujas) y cuando sin abandonar la voz traspuesta abre un espacio para las escenas y los diálogos.
De todos modos, yo necesito ese algo al que más allá del estilo debe referir cualquier novela y aquí lo encuentro en la historia y sobre todo los gestos de Norma y de Brando (y Luismi); en la penetrancia con que Melchor escarba en el daño causado por los abusos sexuales y en la génesis de la violencia y en ese personaje bigger than life que es Chabela, madre putativa y carismática iniciadora al mal, pariente lejana de John Silver el Largo y simpatiquísima corruptora de menores.
Escrita hace 2 meses · 5 puntos con 1 voto · @Tharl le ha puesto un 8 ·