Notas sobre Un amor por Tharl

Portada de UN AMOR

Dejo aquí unos comentarios sobre Un amor, aunque sea en forma de notas.

El título es una pasada para esta historia de una urbanita que se muda a un pueblo de mala muerte y comienza a ser víctima de una violencia estructural; se enamora de la persona menos atractiva del pueblo y entra en una especie de trama de degradación y descubrimiento simultáneos. Al final, accede a una nueva forma de saber que antes desconocía.

He leído comentarios estúpidos diciendo que eso no es “amor”, que es “obsesión”, que es tóxico, que es enfermizo, etc. Pero la novela se llama “Un amor”, no “El amor” porque hay otras formas posibles de amar y otras relaciones que vivirá Nat, la protagonista, pero sí “un amor” de muchos posibles. Y es un problema. Este título es un gesto que condensa la ética de Sara Mesa: se niega a todo puritanismo que expulsa lo incómodo o lo desagradable, de una concepción del amor que no pueda tener nada de inquietante, de la que haya que expulsar todo elemento extraño, y sólo así puede tratar un amor de frente.

*****

'Un amor' pertenece a un subgénero posible que llamaremos "mujer reacciona a cosas", a saber: el retrato íntimo de la subjetividad de una mujer que se articula a partir de su reacción ante su emplazamiento en un entorno determinado, preferentemente hostil y cotidiano. De ese choque surge el examen de sus vulnerabilidades, fortalezas y cierta denuncia. Nat es vulnerable en el pueblo de La Escapa por la soledad en que se encuentra, por su ignorancia sobre la vida rural, por haber perdido el empleo, por ser mujer… por haberse abandonado. Bajo el personaje se insinúa una falta indeterminada, una culpa kafkiana que reclama un castigo, que la hace aceptarlo todo.

Esto funciona de maravilla en la novela por un enorme estilo indirecto libre, muy cercano.

La novela es una historia interior. Una novela psicológica de otra clase a los retratos femeninos de la novela decimonónica, pues su materia no es la personalidad de Nat ni tampoco su flujo de conciencia, sino que Sara Mesa mantiene una distancia psicológica intermedia entre lo macro y lo micro. La materia novelesca son sus ideas y percepciones concretas, sin fragmentar como en Faulkner sino ya totalmente formadas, traspuestas en el habla del narrador.

Además la narración en un presente verbal articulado por fragmentos crea un efecto fascinante. Una suspensión de la historia ante nuestros ojos, como un objeto en vivo y encapsulado a examinar. Es fantástico porque de alguna manera, aunque la materia novelesca sean mayoritariamente fragmentos y sensaciones subjetivas, se percibe como si fuera una película. Una subjetividad hecha película.
De los fragmentos me molesta esa necesidad de Sara Mesa de “cerrar” cada fragmento con una frase lapidaria.

*****

Como las novelas que me gustan, ‘Un amor’ es fácil de leer pero difícil de comprender. Es superficial de una manera agradable. Sencilla y clara, íntima, sin trucos ocultos. Pero con una profunda complejidad moral y misteriosa. Cuando uno se para entre esa escritura fluida surgen mil preguntas ¿Por qué Nat se deja degradar en ese entorno nuevo para ella? ¿Por qué no se larga del pueblo de mierda? ¿Por qué no enfrenta a su casero? ¿Por qué acepta aquella extraña transacción con el alemán? ¿Por qué se enamora de él? ¿Por qué, en cambio, esa hostilidad soterrada hacia el hippie?

El libro es una construcción excesivamente lingüística e intelectual. Como dice un amigo, es antropología en el mal sentido: el sentido intelectual que prefiere ciertos tropos estructurales como la víctima sacrificial, las sustituciones y el concepto de pensamiento mágico en lugar de la preocupación por conocer al “otro”, a comunidades diferentes.

El pueblo ficticio de La Escapa, que por ciertas marcas léxicas (“sieso”, “jarta”, la absorción de la “s” al pronunciar “Andreas”) y el ambiente desértico parece ser un pueblo andaluz, remite a la España vaciada; pero a Sara Mesa realmente no le importa la España rural si no la imagen de la España rural. Toda la novela, que tiene siempre un suspense doméstico acojonante, crea expectativas sobre la España vaciada y sobre la violencia hacia las mujeres que Sara Mesa constantemente subvierte, creando un poderoso extrañamiento hacia los lugares comunes. Este juego con los “códigos” que tanto me suele molestar aquí me funciona porque no se trata únicamente de jugar con las ideas preconcebidas, sino de extrañarlas, de encontrar algo otro en esos lugares comunes, un misterio. “Un amor” es ante todo una novela misteriosa.

Me gusta mucho la comunidad de La Escapa. Es una mezcla de western y de Dogville, y me encanta el juego con los sobrenombres, que le da una dimensión mítica a la novela. Todo personaje tiene su nombre y su mote: Píter, el hippie; Andeas, el alemán; la vieja loca Roberta, que es al mismo tiempo Casandra y una pobre mujer con demencia. Son lugares comunes que Sara Mesa no desmitifica, sino que extraña. Píter existe como individuo particular pero tiene algo que inexorablemente lo ata a su sobre nombre “el hippie”. Hay algo otro entre su nombre y su sobrenombre que es un misterio. Todo está en esa relación entre ambos nombres, que en este caso será irónica y ambigua.

*****

Como decía, la construcción de la novela es excesivamente intelectual. Todo está conectado no hay respuestas a las preguntas de más arriba, pero cualquier respuesta posible se encuentra bien articulada por un juego de reflejos. Nat se identifica en su perro Sieso en un juego de proyecciones y de sustitución, con sustitución de la víctima sacrificial incluida. Ella cuida a Sieso como sustituto de su cuidado de sí, mientras ella se empequeñece.

Para comprender la elección amorosa de Nat hay que extraer la estructura triangular de diferencias de los tres hombres que la acecha: el casero, vulgar y violento; Píter el hippie, cortés, prototipo del mansplaining, líder de la comunidad; Andreas el alemán, directo, plano, intraducible. Mientras que el casero y Píter encarnan dos formas de dominio masculino hacia las mujeres bien determinadas; Andreas presenta su deseo sin subterfugios, ni violencia y hasta con cierto reconocimiento de Nat. Esa transparencia le convierte en un misterio para ella, del que no podrá escapar.

Nat es traductora. Trata de dar a cada signo (incluidos gestos y personajes) un significado. Por eso colapsa cuando se encuentra con un texto tan superficial: una obra de teatro, una comunidad, una persona, el monte Glauco, el perro Sieso, el propio deseo de Nat. ¿Qué hacer ante algo otro que no puedes conjurar con un nombre, cuando no hay nada que interpretar? Te obsesionas, te pierdes, ¿amas?

*****

La clave de la novela la da el concepto del pensamiento mágico. El pensamiento mágico no es irracional, sino todo lo contrario: una razón mágica, la proliferación fortísima y delirante de la causalidad. Cualquier causa puede producir cualquier efecto. El pensamiento racional occidental consiste precisamente en reducir el rango de causas que producen efectos.

Ante lo liso y lo superficial, lo ininterpretable, la reflexiva Nat se lanza al pensamiento mágico -varios momentos de la novela, como aquél acerca del veneno que Andreas dejó en ella reflexionan, sobre esto. De pronto para Nat cualquier causa puede producir cualquier efecto. Y así accede a un nuevo saber, al dominio de lo mágico-afectivo. Esa lógica, mágica pero real, que le lleva a volver al final de la novela a escalar el Glauco para sobreescribir su visita con un antiguo amor: para limpiar el recuerdo, para dominar sobre él. Y así termina la novela:

“Alcanza cierta forma de paz, una revelación. Entonces, de improviso, el robo que cometió en el pasado adquiere todo su sentido. Ahora sabe leerlo. [la falta indeterminada se vuelve concreta y por tanto conjurable]
Comprende que no se llega al blanco apuntando, sino descuidadamente, mediante oscilaciones y rodeos, casi por casualidad [por una lógica no racional]
Ve con claridad que todo conducía a ese momento. Incluso lo que parecía no conducir a ninguna parte”. [ahora domina ese saber mágico-afectivo que le permite tener control sobre los aspectos indescifrables de la vida]

*****

Todo esto es lo que da una estructura y entidad de novela a ‘Un amor’, pero si la disfruto es porque no resulta en absoluto algo intelectual. Porque Sara Mesa es una excelente observadora y describe con pocos apuntes a personajes y gestos que se quedan grabados. Porque sobre esta construcción tan intelectual se está articulando y examinando algo tan vivo como el deseo.

Escrita hace 3 años · 5 puntos con 3 votos · @Tharl le ha puesto un 8 ·

Comentarios

@Poverello hace 3 años

Vaya, parece que saliste de tu indolencia y te atreves a llamar a esto notas. No tienes vergüenza. Notas las que voy a poner ahora en las tiras de Calvin y Hobbes.

Magnífica reseña, Tharl, que me lleva de nuevo, como sucediera con los comentarios de @arspr, a querer leer a Sara Mesa.

@arspr hace 3 años

Buaf, brutal, me ha encantado. Y tu reseña también, aunque hay dos puntos en los que no coincido contigo ni de lejos.

El primero es estético y formal: lo de novela "intelectual". No sé exactamente a qué te refieres, pero me da que no coincidimos. A mí me ha parecido una novela diáfana, dura y directa. Y si acaso la definiría como intelectual solo tangencialmente en el sentido de que hay que saber escribir muy, pero que muy bien, para sacarse de la chistera una novela tan aparentemente sencilla. Porque conseguirlo es realmente muy pero que muy complicado y loable. No sé, yo llamaría "intelectual" a otras obras, más relamidas (sin que quiera ser peyorativo), más alambicadas o simplemente más claramente didácticas o reflexivas en sí mismas. Por ejemplo, y sin que tenga nada que ver con este libro, como decía en La Casa Verde de Vargas Llosa. Eso para mí sí es una novela intelectual, porque está claro que es un ejercicio literario expreso que obliga al lector a estrujarse los sesos por el mero ¿placer? de hacerlo y, en mi caso, la verdad es que lo que consiguió fue alejarme de la propia novela. En este caso, sería intelectual pero solo por lo absolutamente "simple" que parece para poder llegar sin ninguna traba a cualquier lector que se acerque a la novela con un mínimo interés. Y eso solo se consigue poniendo mucho "intelecto" (y capacidad) detrás aunque no se vea a la primera.

Y el segundo aspecto en que discrepo contigo yo creo que es hasta coyuntural de estos tiempos. Y es la supuesta "violencia contra las mujeres" que indicas. Especialmente en el Alemán. Yo ciertamente no la veo, pero es que ni de lejos. Es más, como decía, me parece un síntoma un poco loco de estos tiempos. Es decir, para mí el núcleo de la novela es simplemente una determinada fase vital de una persona débil y autodestructiva (aunque muy real y aunque ciertos aspectos y momentos pudieran ser aplicables a cualquiera empezando por mí mismo). Y por supuesto que hay personajes violentos (el casero) y verdaderamente repugnantes que, en cierto momento, y por ser como son, sí protagonizan hechos de "violencia machista". Pero no es en ningún caso un libro que trate sobre ello ni que tenga más al respecto. Y es más que probable que si el protagonista hubiese sido un hombre pues no habría sido "violencia machista" sino "paliza porque sí", "dejarle la cabeza de un cerdo en la cama" o a saber cualquier otra lindeza porque el Pisuerga pasa por Valladolid. Porque la España (y la Francia, y la Alemania, y la ...) profunda, (y no tan profunda), dan asco y punto pelota.

Pero el resto de personajes y situaciones no son en ningún caso "violencia machista". Es más, para lo mal que le podrían haber salido las cosas a Nat dado su débil carácter, demasiada suerte tiene con toparse con el enigmático Alemán, que al final es moralmente intachable. Que por muy impermeable, o impávido, o poco empático que sea, tiene todo el derecho a ser como le dé la real gana, faltaría más, exactamente como todo hijo de vecino comenzando por la propia Nat. O con que su vecina, por muy superficial que sea, pues realmente sea verdad que tampoco quería joder por joder. Es que hay cierto diálogo de dicho Alemán con Nat sobre la "superficialidad" de sus quejas que es que es incontestable: tenemos demasiados problemas, (todos sin excepción, yo incluido), del primer mundo y afuera hace mucho pero que mucho frío. Y Nat, (como todos en general), tiene cierta gran tendencia paranoica a considerarse el ombligo y diana del mundo cuando el realidad al mundo le importamos en general un maldito bledo.

En realidad se trata de que la vida es así. Punto. Siempre hay sus injusticias e hijoputas y sus correspondientes hostias gratuitas que afortunadamente en la inmensa mayoría de casos, (como en todos y cada uno de los que se narran en este libro), tampoco son "tan" graves aunque nos lo parezcan. Y las reciben tanto las mujeres como los hombres. Pero es que últimamente parece que cuando la leche de turno cae sobre alguien del sexo femenino, (y más si el que la da es del sexo opuesto), siempre es porque hay detrás una conspiración estructural paterno-masónica de violencia machista en la sociedad... Y a mí, este enfoque políticamente correcto según las tendencias actuales, la verdad es que me aburre inmensurablemente.

Total que al final, para mí, (y más teniendo en cuenta que el libro está escrito por una mujer), el libro es simplemente el desarrollo de una etapa vital en una persona un tanto débil. Y punto. Y aunque el libro es desagradable y opresivo en ciertos momentos, resulta finalmente hasta optimista porque a) por el canto de un duro lo que podría haber pasado en todos los aspectos podría haber sido infinitamente peor y b) parece acabar en cierta forma en tono ascendente donde la propia protagonista comienza a asumir sus vivencias y su responsabilidad (o incluso su no-responsabilidad) en ellas, aprendiendo algo del camino recorrido.

En cualquier caso se confirma que me encanta Sara Mesa. Leeré más de ella seguro porque, como digo otras veces, es que consigue hacer interesante hasta su declaración del IRPF y además sin que parezca haber ningún artificio ni esfuerzo detrás.

@Tharl hace 3 años

Gracias a ambos por pasaros. Me alegra que os haya interesado la reseña, a ver si me animo con un poco más de frecuencia.

No quiero que pienses, arspr, por favor, que caigo en algún tipo de puritanismo de lo políticamente correcto. Yo mismo en mis notas elogiaba a Sara Mesa por romper con todo puritanismo y mirar de frente a eso tan incómodo de lo que va la novela y que sólo puede llamarse “Un amor”. Hay cierto progresismo bárbaro y puritano, pero sin efectos reales así que tampoco deberíamos rascarnos las vestiduras porque en twitter haya gilipollas para todos los gustos. Y tampoco deberíamos confundir críticas reales y legitimas como las (micro)estructuras de poder hacia las mujeres con las reacciones más bárbaras al respecto.

A lo mejor he sido yo un poco frívolo -las prisas- al hablar de “violencia hacia las mujeres”, pero lo hacía en un sentido muy genérico, no jurídico. En tanto que la novela trata principalmente del sexo y el deseo y que éste siempre incluye cierta violencia, pues consiste de pro-poner y hasta imponer un deseo a otro, creo que el término es válido pero de una manera completamente ajena al código penal. ‘Un amor’ es una novela moral, no directamente política. Y en tanto que en ese proponer un deseo a otro existe una clarísima asimetría de género, creo que es correcto hablar de “violencia hacia las mujeres”. Siempre y cuando lo entendamos así, de manera muy lata.

O dime tú, arspr, si alguna vez te has sentido en la necesidad de decir tras una visita a la casa de al lado: “El vecino se quitó la chaqueta. Nat se abrocha la suya, se despide y se marcha”. Hay una asimetría que es estructural y que yo creo que es fundamental para disfrutar la novela.

Fíjate que ‘Un amor’ va de ello. Sara Mesa construye una estructura de relaciones que giran completamente en torno a Nat como objeto de deseo; definiéndose la subjetividad de Nat precisamente por la posición subjetiva que adopta en esta estructura. Es esto lo que hace la novela tan deliciosa y compleja en términos morales (entiéndeme moral como el arte de vivir, por favor, y no como dogma).

Un breve repaso de estas relaciones. Hay un triángulo fundamental: la relación con el casero, la única abiertamente denunciable; con Píter, que oscila entre el deseo de Nat de ser deseada sin desear realmente a Píter y el mansplaining; y la relación con el Alemán. Creo que es en contraste entre estas tres formas que uno debe enfocar la elección de Nat hacia Andreas. En mi opinión en las dos primeras relaciones hay algo de violencia directa o indirecta, que a Nat le repele; mientras que en la tercera hay la expresión de un deseo sobre ella tan clara y abierta, sin subterfugios como en los otros dos casos, que es capaz de penetrar en su mente.

Y hay más relaciones. El marido de la vecina, el abuso sexual que Nat sufrió de niña y que se comenta en un momento. Y su relación con su antiguo jefe, del que ella no quería depender porque la ponía en una situación de vulnerabilidad hacia él. Creo que sin poner al personaje en esta red de relaciones no se comprende bien la delicada construcción que hace Sara Mesa de Nat.


Y exactamente a esto me refería con que es una novela muy intelectual. Se puede ser claro y sencillo y ser intelectual. Que lo cortés no quite lo valiente. Pero por supuesto me refiero a algo distinto de la narrativa experimental, que se disfruta con lápiz y papel al lado (tipo La casa verde) y, desde luego, de la novela de ideas.

A lo que me refiero es que hay un plan novelístico muy claro. En la disposición de estas relaciones en torno a un tema, en la manera de entender la antropología como un conjunto de tropos, en que Nat sea traductora y reflexione constantemente sobre el lenguaje, en que el interés de Mesa por la España vaciada no sea la realidad sino la imagen que tenemos en la ciudad del “campo”… En todo esto no hay nada real, es todo construcción. Todo es lenguaje. En cierto modo, todo es un juego lingüístico.

Pero como decía en mis notas, a mí la novela me gusta mucho porque creo que sobre este plan novelesco se está articulando algo muy vivo, que creo es lo que nos engancha a ambos (pues no compartimos el análisis de esta estructura novelesca), como es la subjetividad de un personaje fascinante como Nat. Podríamos decir que me gusta lo que hace de Mesa una gran escritora de cuentos (aunque no he leído ninguno) mientras que tan sólo me interesa la Mesa autora de novelas.

@arspr hace 3 años

Lo de la parte intelectual te lo compro. Aunque me da que, por propia incapacidad, yo disecciono las novelas bastante menos que tú. Yo solo sé que me gusta Sara Mesa porque consigue que me beba y crea hasta el fondo cada una de sus palabras y personajes sin que aparentemente haya construcciones espectaculares o tramas trepidantes o extremadamente originales.

Lo de la parte de asimetría entre hombre/mujer también la compro. Porque, le pese a quien le pese, es claro que XX y XY hacen su trabajo de manera distinta a saber por qué. Pero lo que sigo sin comprar es lo de que esa asimetría se corresponda con violencia hacia un lado u otro.

Es decir, y usando "clichés" como tú mismo indicas para simplificar, para ir rápidamente al centro aunque sea a lo gordo. Sí, es cierto lo que dices de que Nat se va incómoda porque la están mirando "babosamente" y esa situación típico-tópica es más frecuente en sentido hombre a mujer que al revés. Pero si eso es violencia, ¿por qué lo echa de menos cuando ella misma reflexiona con que ya se está quedando fuera de mercado?

Y también, si eso es violencia, ¿cómo calificas la tortura de control psicológico que, también de manera tópico-típica pero en este caso desde el lado femenino más que del masculino, empieza a aplicar Nat sobre el Alemán, donde diga lo que diga y haga lo que haga siempre será usado en su contra? (Hasta que este obviamente revienta).

No sé, las relaciones interpersonales siempre tienen fricciones. Entre amigos donde uno siempre parece estar más dispuesto a todo y otro es más pasota y "se aprovecha". Laborales: donde la línea entre la exigencia justa del empleador/jefe sobre el trabajador respecto al abuso es muy tenue, o viceversa: del trabajador que ejerce sus derechos contundentemente respecto del jeta que no quiere pegar un palo al agua. Etc. etc. Pero estar viendo esto como violencia, como alguien claramente atacando a otro, no es del todo sano. Vivimos todos juntos (hombres-mujeres, amigos, familias, trabajadores-jefes, jóvenes-viejos, etc.), somos diferentes y además es muy fácil que en cuanto yo mueva un brazo porque legítimamente quiero conseguir algo a lo que aspiro y deseo lo meta en el espacio vital de otro. Pero no podemos caer en la tentación ni de calificar todas y cada una de dichas invasiones como violencia, ni, por supuesto, en el contrario de todo vale y así se joda el invadido que mi derecho va primero. Pero no sé por qué, (o sí lo sé pero como decía me aburre sobremanera), cuando esa relación se articula en el eje masculino-femenino hay una común tendencia a que las fricciones masculino a femenino son todas violencia XY y las femenino a masculino también, por omisión de no haber anticipado el movimiento XX. Y, ojo, sin que toda esta perorata justifique o ningunee en ningún caso los dos mil hechos que ha habido, y que sigue habiendo, de machismo o violencia real indiscutible, (que aquí más de uno y más de dos aprovecha y tergiversa lo del Pisuerga y Valladolid a la que te descuides).

Resumiendo. Sí coincido en que es un libro que retrata ciertas asimetrías hombre-mujer porque
simplemente es realista e incluye a hombres y mujeres. Pero no porque su objetivo sea retratar esas asimetrías per se, ni mucho menos las componentes más chungas (violencia machista) de las mismas. Sino, en mi opinión, tan solo relatar la vivencia personal de Nat donde se lleva su alícuota de inmerecidas hostias vitales, (o ni si quiera eso, en su gran mayoría collejas vitales diría yo), como por otro lado todo hijo de vecino.

@Tharl hace 3 años

Acabo de revisar la única frase en que mencionaba la expresión de "violencia hacia las mujeres", arspr, y fíjate en el contexto, que yo ya no recordaba:

«Toda la novela, que tiene siempre un suspense doméstico acojonante, crea expectativas sobre la España vaciada y sobre la violencia hacia las mujeres que Sara Mesa constantemente subvierte, creando un poderoso extrañamiento hacia los lugares comunes.

Te habrá pasado como a mí que durante la lectura sentías un suspense ominoso que te impulsaba a seguir leyendo, sospechando que iba desembocaría en un final trágico y violento. Un poco a lo Dogville. Según mi lectura, esa sensación de amenaza es inseparable de que Nat sea mujer y de esas asimetrías que comentábamos.
Lo maravilloso es que, como también dices, la novela termina mucho mejor de lo que podría haber pasado. Es la propia atmósfera de amenaza y deseos y rechazos lo que construye el discurso en este sentido, no los acontecimientos en sí. Me gusta mucho esto porque no se trata de una novela de denuncia con mensaje, sino de una búsqueda, un problema. Y aquí vuelvo a traer la mención al título.
Del mismo modo, Nat es objeto (!) de una serie de relaciones de deseo. Pero Mesa no acepta soluciones fáciles y relata cómo Nat acepta y se deja someter por algunas de ellas y cómo necesita sentirse deseada. No estoy seguro de si habría pasado lo mismo con un protagonista masculino o sí él habría sido más agente y menos objeto.
Creo que en este relato tan fino que hace Mesa de Nat se perciben muy bien las consecuencias subjetivas, algunas bastante graves, que tienen las maneras en que la sociedad ha articulado las dichosas asimetrías. También creo que el concepto de “violencia hacia las mujeres” permite seguir como un heurístico ese juego de expectativas que hace Mesa y ese examen sobre cómo aquellas relaciones de que una mujer como Nat es objeto la afectan por dentro. Pero lo importante es que se puede leer desde otros lugares. Y lo que la hace una novela tan chula es que haciéndolo así, tú y yo hemos disfrutado igualmente el libro.