BURGUESES por sedacala

Portada de PERSUASIÓN

No tenía ninguna intención de reseñar este libro cuando iba por la mitad, pero ha sido acabarlo y ponerme a escribir enseguida. La razón de este cambio sobre la marcha, es que leí cómodo y bien la primera parte, pero sin encontrar la motivación necesaria para escribir. Esto fue cambiando a lo largo de la segunda, de tal manera que antes de terminar ya había cambiado de opinión.
¿Quiere eso decir que hay razones que justifiquen cierta desmotivación, al leer esta novela? ¿Qué podría llevar al lector actual a contemplarla como algo frío o distante? Naturalmente, no todo el que se enfrente a su lectura va a reaccionar así. Pero, creo que mi reacción, con todos los matices diferenciadores que se quiera, debe ser relativamente frecuente. Si se analiza, no resulta tan extraño porque los doscientos años que cumple, son ya una edad considerable para cualquier obra literaria. Una edad que hace aconsejable que el lector se mentalice, que vaya comprendiendo que tras esta historia había una sociedad rígida y clasista, en la que los individuos se movían siguiendo unas pautas de comportamiento adaptadas a unas circunstancias, que eran muy diferentes a las nuestras. Como ejemplos de la distancia que nos separa de esta trama, se pueden entresacar de sus páginas detalles reveladores. Algunos figuran ahí porque Austen quiso que actuasen como dardos dirigidos contra su sociedad, los incluyó porque quiso criticarlos y hoy no nos molestan, porque refuerzan nuestra lectura y nos identifican con su mensaje crítico. Pero también incluyó otros, que eran una exhortación al cumplimiento de la moral entonces vigente; estos últimos los vemos hoy desfasados, recordándonos, más de lo que nos gustaría, que estamos leyendo un libro magnífico en lo literario, pero un poco anacrónico en lo que se refiere al desarrollo ético y moral de aquella sociedad.
Por ejemplo, se valoraba a las personas por su posición en la escala social, por su dinero, y por lo esmerado de su educación, y sólo cumplido todo eso, se entraba a considerar su calidad humana. Otra cuestión es el carácter sumamente convencional de su argumento, basado en una sucesión de equívocos y coincidencias, que, tal vez, resulten un poco forzados por un manifiesto deseo de crear enredos próximos al vodevil, lo que traslada al lector una imagen ciertamente superficial. Está también, la constatación de la estanqueidad del marco social; son muy pocas las posibilidades de ascender, por el rechazo de la clase superior, y muy pocas las de venir desde abajo, por los obstáculos que oponían al que lo intentaba. En relación con esa cuestión, el ascenso en la Armada, era una de las pocas formas de ascender en la escala social, el novio de Anne, antes rechazado, es fácilmente admitido, en el círculo de la protagonista, al reaparecer como capitán de navío. Y nada importa que se hubiera hecho rico por el saqueo de barcos enemigos, extrañando que ese origen un tanto espurio del dinero, no merme el prestigio que la riqueza le aporta. Me chocó la frase que revela su doble moral, en la que alguien lamenta mucho, que no haya una nueva guerra a la vista, para que el capitán aumente su fortuna, y dicho con una naturalidad escandalosa, sin rubor, y sin darle un tono que hiciera pensar que considera criticable el desear una guerra. Hay detalles absurdamente machistas, como que la herencia del padre de Anne, no estuviese destinada a sus hijas, como sería lógico, sino a un primo ¡al que casi no conocen!, sólo por el hecho de ser varón (esto ya ocurría en “Orgullo y prejuicio”).
Muchos de los mensajes de Jane Austen, sobre todo los relativos al matrimonio, lo que realmente buscan es un compromiso entre la bonhomía de sus mujeres protagonistas, y las normas de decencia y buen comportamiento obligadas por la moral vigente, es verdad que ella predica el matrimonio por amor, pero también exige los tres requisitos que he enumerado antes, posición, dinero y educación, que incluye en la novela a modo de obligatorio código ético, y siendo así… ¿por qué opción se decanta, por el amor o por la conveniencia? Podría parecer que por el amor, pero como tampoco nos olvidamos de su idea de que el matrimonio es prioritario para cualquier mujer, no tenemos certeza, podría ser el compromiso que decía antes. Y, por cierto, ella no se casó, pero siempre quedará la duda de que no lo hiciese porque no tuviera con quien. En fin, las demás cosas las valora, pero menos, la caza, los paseos campestres, la música, la literatura, el teatro y, según se aprecia en esta novela, también viajar, y hacer algo de turismo, son cosas que contribuyen a hacer más agradable la vida, pero nada más, son, meros alicientes (en su caso, es obvio que la literatura sí era importante). No pretendo negar aquí, que Austen transmita mensajes críticos encriptados en sus historias, lo que digo es que son leves y que están inscritos en la lógica social contemporánea, no son mensajes radicales ni transgresores, son sensatos, incluso conservadores, o todo lo más, ligeramente reformistas.
Resumiendo, hay un cúmulo de razones que pueden hacer pensar que ésta es una lectura presidida por la banalidad y los prejuicios, y quien lo crea, no debe desanimarse ni echarse atrás, porque la banalidad y los prejuicios son propios de aquella época, hay que asumirlos si se quiere leer con ecuanimidad, entonces eran normales aunque hoy no lo sean. Evitar que estas percepciones perturben el rendimiento a extraer de esta obra puede ser difícil, porque a veces la afectación es de carácter subconsciente, y no se identifica bien la causa, pero conviene no desanimarse porque, al menos en mi caso, la frialdad percibida en la primera parte, se diluye en la segunda, y no porque cambien las circunstancias causantes, que no cambian y hasta puede que se acentúan con la alta sociedad y los deseos de figurar de los visitantes de Bath, sino porque aquellas percepciones se empiezan a diluir, y el lector se va habituando a todo aquello, hasta que, inopinadamente, se produce el efecto de montar en un tren que arranca y se le siente moverse hasta que con la velocidad vuelve a parecer quieto y lo que entonces se mueve son los árboles, el paisaje, las vacas, o lo que sea que pasa por la ventanilla cuando corre veloz. Es como si el lector se subiese en marcha al tren del relato y las referencias cambiaran con su incorporación, el estiramiento, las rigideces y los prejuicios, dejan de sentirse y el interés del lector aumenta paulatinamente, concentrándose en la resolución de la trama con la ayuda del texto y las grandes dotes para resolver gratamente estas situaciones, que tenía Jane Austen.

El libro comienza, cuando la narradora nos anuncia que ocho años atrás, Anne Elliot, la protagonista, renunció al matrimonio con la persona que amaba, persuadida por las fuertes razones que desaconsejaban su casamiento, y por la presión subsiguiente que sus allegados ejercieron sobre ella, hasta doblegar su voluntad (de ahí la persuasión del título). Dicho con otras palabras: se retractó porque el candidato a marido no tenía ni la pasta, ni la posición social de ella; aunque, posteriormente, el paso del tiempo le hizo tener muy serias dudas del acierto de aquella decisión pero… a lo hecho, pecho. Con estos antecedentes, la acción empieza cuando, en el pequeño círculo social de Anne, aparece inopinadamente el que, ocho años atrás, fuera pretendiente rechazado y ofendido, presentándose ahora como un enriquecido capitán de la Armada. Cuando lo ve y se cerciora de que es él, comprende horrorizada que no tiene más remedio que sobrellevar el trance adoptando un semblante digno y sereno en presencia del hombre al que rechazara antaño, acometiéndole el temor de no poder controlar sus nervios, y llevándose un sofocón más que comprensible.
A partir de esa circunstancia, que tiene lugar en las primeras páginas, el lector comienza su labor de procesamiento de datos, de identificación de cada personaje, nombre, título, relación, parentesco, papel que cumple en la trama, y varios más de este estilo, y aunque cuesta, porque son muchos, el lector se acaba situando. En esa misma línea se percata de cómo viven, de cómo se relacionan con sus vecinos, o establecen nuevas amistades, planean grandes paseos, organizan cenas y reuniones, y frecuentan a amigos, vecinos y parientes. Es evidente que vivían bien, muchísimo mejor que los ciudadanos de clases sociales inferiores a la suya en el Reino Unido, que obviamente tenían que trabajar duramente para vivir y no se lo pasaban ni la mitad de bien. Lógicamente la aristocracia vivía aún mejor, pero no creo que ahí la diferencia fuera tanta. Precisamente en esta novela, se da la circunstancia, única en la obra de Austen, de que la protagonista pertenece a la nobleza por ser hija de un “baronet” con tratamiento de sir, lo que la aproxima a esa clase superior, aunque vemos que no demasiado, porque el texto nos explica enseguida que las relaciones de la protagonista con su padre y su hermana Elizabeth, son frías y distantes, y pone de vuelta y media, a sir Walter y a Elizabeth, por su estupidez, su ambición, su banalidad, y su egoísmo, dejando a ambos bastante desconectados del resto de personajes de la trama. Éstos últimos, que no se consideran parte de la nobleza, comparten un estrato social, acomodado, orgulloso, un tanto puritano, exigente en sus hábitos y costumbres, y pensando siempre en la economía; para decirlo pronto y claro, son la personificación de la burguesía. Se puede así afirmar, que Jane Austen toma como protagonistas casi únicos de sus novelas a los burgueses del Reino Unido, ni más, ni menos.
Y llama la atención a ese respecto que, por aquellos días, los burgueses europeos, incluidos los ingleses, miraran hacia Francia observando atentamente los acontecimientos revolucionarios. ¿Por qué razón la burguesía de Francia volvió al Estado del revés, mientras que sus equivalentes ingleses vivían en la plácida situación que describe esta novela? ¿No había en Inglaterra desigualdades que movilizaran a los burgueses contra la aristocracia, como lo hicieron en Francia? Es sabido que la Revolución francesa fue llevada a cabo por el estamento burgués, que, una vez enriquecido, no permitió más tiempo el sinsentido y la amoralidad de una monarquía y una nobleza despilfarradoras e instaladas en el más rancio absolutismo. El mucho menos conocido proceso revolucionario inglés (“English Civil War”), ya había tenido lugar en el siglo XVII, incluyendo un corto paréntesis republicano y el corte de cabeza del rey Carlos I, y una de las consecuencias de ese adelanto fue que, en la época de esta novela, Inglaterra disfrutaba ya de instituciones parlamentarias y representativas, aun sin haber suprimido el estamento monárquico, que, a pesar de la decapitación de Carlos I, se recompuso y continuó incólume hasta el día de hoy.
Jane Austen debió ir gestando en su mente la trama de sus novelas en los últimos años del siglo XVIII, entre los veinte y los veinticinco años, en un tiempo que, casi coincide con el proceso revolucionario en Francia. En esa época su familia trasladó su residencia a Bath, la ciudad que, como su propio nombre indica, acoge las termas y baños romanos, muy próximos al armonioso y geométrico arte gótico de la impresionante Abadía, el llamado gótico perpendicular, con sus espléndidas bóvedas de nervaduras en abanico. Y cómo Bath no está lejos de la costa sur de Inglaterra, Austen viajaba con alguna frecuencia a la cercana población costera de Lyme Regis, donde se dice que conoció a un posible pretendiente que posteriormente falleció, sirviendo lugar y circunstancia, como inspiración para la trama de “Persuasión”. La primera parte de la novela se desarrolla en las casas de campo del lugar de residencia de la mayoría de personajes; después, a mitad de la novela, viajan a la mencionada localidad de Lyme Regis, donde suceden los episodios decisivos, y ya por último, la acción se traslada al escenario neoclásico y urbano de Bath, en medio de un ambiente, muy distinto al anterior, de lujo, distinción y animada vida social, y con el desarrollo de una serie de episodios con los que la trama alcanza su culminación.
Resulta muy curioso, cuando aparece la palabra FIN, encontrarse con que quedan aún dos capítulos más, que, inicialmente, fueron los últimos y contenían el desenlace; pero la autora, insatisfecha, reconsideró su decisión y sustituyó esos dos capítulos finales por otros tres, en los que incluía un desenlace diferente que consideró más satisfactorio y que dejó como definitivo. Básicamente, el final es el mismo en ambas propuestas, cambia el mecanismo de la resolución, recurriendo a la conjunción de diferentes circunstancias de lugar, tiempo y personajes que, sin embargo, confluyen en lo mismo. Se podría discutir la idoneidad de incorporar, acabada la novela, la alternativa sustituida. Por un lado, añade un artificio metaliterario que permite especular con el posible acierto o error de la autora en su decisión, y en ese sentido resulta atractivo, aunque por otro lado, surge la duda de si es correcto plantear las dos opciones en la misma edición, cuando Austen tomó ya su decisión al respecto y, acaso, esa decisión debería ser respetada presentándola de la única manera posible: la definitiva.
Ocurre en esto, que la autora empieza a estar ya en una distancia temporal, que, históricamente, no es excesiva, pero, literariamente, sí lo es; lo que hace que el tratamiento de sus ediciones se enfoque de manera minuciosa y con una meticulosidad propia de un hallazgo arqueológico, que hubiera que estudiar desde todos los puntos de vista posibles, en planta, en alzado, en sección, y en perspectivas isométrica, y caballera, como si fuera una estatua antigua que conviniera escanear, o aplicarle el carbono 14. Doscientos años tampoco es tanto tiempo, pero viendo los criterios que manejaban en su época, parece que hayan pasado cinco siglos, y eso que seguramente aquella sociedad inglesa era de lo más avanzado de su época.
En todo caso, esta es una buena novela; no una novela extraordinaria, como sí lo es “Orgullo y prejuicio” que con su estructura casi perfecta, logra un producto redondo. “Persuasión”, no llega a esos niveles de perfección, aunque puedo decir abiertamente que me ha gustado más que “Sentido y Sensibilidad”, pero reconociendo que ésta se me atravesó, sin saber por qué. Creo que “Persuasión”, tiene la particularidad de ser un exponente prototípico de la mecánica empleada por Jane Austen para construir sus novelas y es perfectamente representativa del conjunto de su creación novelística, y esa sí que es una buena razón para reseñarla y, ya de paso, hablar también de la manera de escribir y generar las tramas, que tenía Austen, y de su relación con la sociedad de la época y la evolución de los acontecimientos políticos y sociales de aquel momento.

Escrita hace 8 años · 5 puntos con 3 votos · @sedacala le ha puesto un 8 ·

Comentarios

@Poverello hace 8 años

Impresionante reseña de nuevo, sedacala. Si al final voy a tener que leer a la Austen.

Por cierto, eso tan trasnochado de "por ejemplo, se valoraba a las personas por su posición en la escala social, por su dinero, y por lo esmerado de su educación, y sólo cumplido todo eso, se entraba a considerar su calidad humana", me parece de lo más actual, ji.

@sedacala hace 8 años

Eso y todo lo demás que critico por anacrónico, podría decirse que sigue vigente y, por tanto, no debe ser tan anacrónico. Es verdad. La cuestión es que sabemos que esas cosas existen, pero no están bien vistas, y eso hace que la diferencia sea muy grande; hace doscientos años eran el catecismo a seguir, eran las normas del “establishment” y conformaban un mensaje ortodoxo. Hoy son, simplemente, una faceta más de las debilidades humanas.

No veo justificado tener en el currículum una laguna llamada Jane Austen; no obstante, conociendo tus gustos, tengo ciertas dudas de que te guste esta autora, no sé…, tengo dudas.

@Faulkneriano hace 8 años

Si la bondad de un escritor (o una escritora) se mide por su capacidad para crear un microcosmos coherente que resuma un mundo (su mundo), Jane Austen es una escritora muy buena. Cosa distinta es el tamaño de ese microcosmos hecho literatura: el de Austen, sin duda, es pequeño, pero terriblemente eficaz. También el mundo de las Bronte es pequeño, pero no menos avasallador.

@Poverello hace 8 años

La única justificación es esa que dices del temor infundado a estas mujeres británicas del XIX. Me pasó lo mismo con Charlotte Brönte, hasta que leí tu reseña de Jane Eyre y rompí el maleficio. Me encantó.

Ni Eliot ni Gaskel ni Shelley... No sólo una mota en el currículo, sino una mancha del tamaño del océano Pacífico.

@sedacala hace 8 años

Sí, lo que pasa es que Eliot y Gaskell son más recias, más fuertes, más… mira, es como comparar la música de Wagner con la de Strauss (Johann), hay valses magníficos, pero en la comparación no hay color. Por eso dudo que a un faulkneriano (admirador de W. Faulkner) como tú, le guste Austen, es un poco… blandita. Pero vamos, que está muy bien.

@Poverello hace 8 años

Puede que tengas razón. Pero siempre se puede encontrar un buen momento para escuchar a Strauss. Del mismo modo que no en cualquier momento me pongo a leer a Faulkner, no te vayas tú a creer.

Ya contaré.

@Tharl hace 8 años

En mí curriculum lector me temo que las manchas son más mis lecturas que las que tengo pendientes. Todos los clásicos que he leído no son más que unas islitas en el océano de lecturas pendientes. Jane Ajusten siempre ha estado perdida en este océano para mí. A ver si pronto me lleva el bote a ella.
El XIX inglés es curioso. A Orwell la fascinaba su naturaleza "amateur", en comparación con Francia, de una literatura mucho más cargada de teoría literatura. Claro, que luego llegaría los Bumbsbury... Antes de ellos novelas como las de Dickens o las Bronte tenían algo especial. Estoy seguro que Austen no es para menos

@sedacala hace 8 años

Hablaba Poverello de aquella generación de escritoras inglesas del XIX y ahora vas tú y mencionas…, a ver cómo era, sí, el XIX inglés. Es decir, habláis de Jane Austen, escritora inglesa que nació en 1775 y murió en 1817 con cuarenta y dos años, y tomáis sistemáticamente la referencia del siglo XIX, ¿por qué? Y hago esa pregunta porque para mí no hay ninguna duda, Jane Austen es un personaje claramente ubicado en el siglo XVIII y si tengo que buscarle afinidades se las encuentro, en el plano estético, con el neoclasicismo, con la música de Mozart, con los pintores Constable y Turner, con los vestidos de corte imperio y los peinados con moño y ricitos, (poco favorecedores, por cierto) y con la arquitectura de columnas y frontones que abarrotaban las ciudades inglesas, como era el caso de Bath, y en el plano político, con la revolución francesa y el auge de la burguesía, movimientos propios de finales del XVIII. No he mencionado con qué la relaciono en el plano literario, que es lo que más nos atañe, porque no tengo referencias de otros escritores neoclásicos de esa época (en todo caso ella misma conforma aquel espacio) y no veo que tenga ninguna relación con el movimiento romántico de Mary Shelley o de Walter Scott, a pesar de que este último fue prácticamente coetáneo y admirador suyo.

En fin, que no tengo dudas en el sentido de que Austin es un genuino producto de la Ilustración y por tanto del siglo XVIII, a pesar de que su posición en el tiempo, y su coincidencia con otros personajes nítidamente catalogados como decimonónicos, haga pensar en otra cosa. Desde luego, la generación de Dickens, Gaskell, Elliot, y las Brontë, hacen una literatura absolutamente diferente, aparte de no haber coincidencia temporal porque todos ellos nacieron en la misma década en que moría Jane Austin, y su pertenencia al siglo XIX es indiscutible.

@Tharl hace 8 años

Pues mi confusión no tiene otra excusa que la ignorancia. Aunque considero todo lo que viene en Europa tras la revolución francesa como parte del XIX. Hay siglos más largos que otros. En cualquier caso y sin haber leído a ningún ilustrado inglés, asoció antes a Australia con las Bronte, Thakerey, Gaskell, etc. que con Samuelson, Defoe y demás. Ni idea del porqué. Tal vez por ser mujer, tal vez por su estatuto de precursora del realismo inglés, seguramente por mis lagunas en la materia.

@sedacala hace 8 años

Desde luego que hay siglos más largos que otros. Yo no tengo obsesión por dejarme llevar por las fechas, hay acontecimientos ocurridos en los últimos años del siglo XVIII que se pueden considerar como parte avanzada del siguiente siglo, y hay otros de 1810, o 1820, que siguen estando en la dinámica del siglo anterior. Encorsetar las cosas en periodos rígidos de cien años no tiene ningún sentido y si existe la tendencia de hacerlo así es porque todo lo que sea encuadrar, esquematizar y organizar, ayuda a visualizar la historia, pero siempre que se haga con una flexibilidad que no impida el movimiento.
Comparto contigo ese esquema que tienes en la cabeza que te lleva a fijar como decimonónico todo lo que viene después de la revolución francesa. Es un esquema que ayuda mucho a tener una rápida comprensión de los acontecimientos. En mi caso, es una idea que arrastro desde la época de estudiante de bachillerato, cuando nos decían que en la revolución francesa terminaba la EDAD MODERNA, y empezaba la EDAD CONTEMPORANEA. Nada menos. Claro, con un salto tan brusco, lo que venía después era siglo XIX, sin duda. Pero luego vino la historia del arte que estudie en la carrera, la historia de la arquitectura, los viajes, el cine, la música clásica, los libros, la afición a estos temas, y así hoy, aun conservando aquel esquema del colegio, no puedo ver las cosas de una manera tan rígida. Los matices están por todas partes porque la realidad es compleja y difícil de clasificar.

@Faulkneriano hace 8 años

Es mejor fijarse en el concepto "Antiguo Régimen": el Antiguo Régimen acaba en Francia, efectivamente, en 1789, pero tiene un curioso experimento imperial y una breve recaída con la restauración borbónica, hasta 1830. En Inglaterra, en cambio, el Antiguo Régimen se formulaba de modo distinto, pues los cambios sociales, políticos y, sobre todo, económicos, se verificaron de forma gradual a lo largo del siglo XVIII. Francia necesitaba una revolución para deshacerse del absolutismo; Inglaterra, no, porque ya había hecho su peculiar revolución en el siglo XVII. En España, el Antiguo Régimen se arrastra, con algunos brotes liberales, como 1812 y 1820, hasta la muerte de Fernando VII en 1833.

Jane Austen vive en un régimen burgués conseguido de modo gradual e incruento que bien puede entenderse como siglo XIX. Coexiste con Byron (nacido en 1788) y Shelley (1792) pero, en el terreno de la novela, está sola. No conocerá la eclosión romántica en la novela. Frankenstein (1818) se publica un año después de su muerte. Tampoco conoció, por poco, las principales novelas de Walter Scott , el otro gran romántico. Austen, por inclinación, es neoclásica (lo que te hace pensar, sedacala, en el siglo XVIII), pero al ambiente social en que se mueve es claramente nouveau regime, con todas las matizaciones que se quieran. Es, claro, un punto de vista.

Por cierto, estoy con la obra que me quedaba por leer de Charlotte Bronte, un novelón de más de 700 páginas en la que la buena mujer probó a abandonar la autobiografía y a escribir, mientras se le morían uno tras otro los hermanos, una obra más "profesional", con muchos personajes masculinos, la firmaba, claro, como "Currrer Bell, el autor de Jane Eyre"; pero esa es otra cuestión.

@Poverello hace 8 años

Tenéis razón. No sé por qué asocio a Austen con el resto de escritoras del XIX, cuando el estilo posiblemente sea muy distinto. Tal vez por el aislamiento ese que la hace no poder meterse con otras de su especie, o que toda su obra fuera publicada en dicho siglo... El caso es que lo mismo por eso me gustaría todavía menos al estar fuera del movimiento romántico. Incluso mis pocas incursiones en sus obras llevadas al cine no me apasionaron como lo han hecho otras de autoras de finales de siglo, y ahora caigo, desde luego, que quizá se deba al enfoque erróneo de meterla en un saco que no es el suyo.

Por mí, desde luego, no va a quedar e intentaré limpiar uno de los infinitos borrones literarios.