MORAL EN 1947 por Tharl

Portada de LA PERLA

“Hermann Broch repetía: descubrir lo que sólo una novela puede descubrir [des-cubrir] es la única razón de ser de una novela. La novela que no descubre una parte hasta entonces desconocida de la existencia es inmoral” (Milan Kundera).

1947. Tantos cuerpos, tantos mitos, ideologías, intereses, trampas al descubierto. Tanta ruina. Tanto por excavar aún, por descubrir, por reconstruir. Es 1947 y Steinbeck escribe “La perla”. Steinbeck aparta la mirada.

“En la ciudad se relata la historia de la gran perla, cómo fue hallada y cómo volvió a perderse. Hablan de Kino el pescador, de su esposa Juana y del pequeño Coyotito. Y como la historia se ha relatado tantas veces, ha echado raíces en la memoria de todos. En ella, como en todos los relatos eternos que viven en los corazones del pueblo, sólo hay cosas buenas y malas, blancas y negras, santas y perversas, sin que se hallen jamás medias tintas.
Si esta historia es una parábola, acaso cada uno sepa darle la interpretación que le hace falta para leer en ella su propia vida. Sea como sea, cuentan en la ciudad que…”

No lean más. Todo está aquí, en este bonito prefacio. Y aunque uno podría pensar que el problema es que sólo hay cosas buenas y malas (blancas y negras, santas y perversas) sin medias tintas, no lo es. La parábola en sí misma es el problema. La ciudad no tiene nombre porque está fuera del espacio y del tiempo: una Arcadia melancólica y moderna de pescadores. En ella la moral impregna cada elemento de la narración. Todo tiene una causa y una solución moral: la violencia, la tragedia y, sobre todo, la pobreza. Incluso la naturaleza responde a dictados morales y canta la canción del bien o la canción del mal. Allí la pobreza no es un problema estructural (económico-social) sino moral (con las propuestas, como arrojar la perla, y consecuencias políticas que esto implica). Hay buena y mala gente. Seres ingenuos, buenos y felices y seres envidiosos, codiciosos, que viven por y para el dinero. La riqueza, como la perla, está maldita y corrompe. Y aísla a quien la posee. El pobre desafortunado que se la encuentre es desposeído de lo poco (o mucho) que tenía -su ingenua felicidad, la “Canción Familiar”, la conexión con la naturaleza- a cambio de la amargura, lucha sin fin, “Canción del Mal” y soledad que conlleva la maldita perla.

Esto no quita que sea un relato violento, como las auténticas leyendas populares. Pero pese a la aparente frustración y tragedia, esta Arcadia melancólica es un bonito refugio fuera de la Historia al que huir en 1947 o 2016. Y se siente en la misma forma del texto, en su encantamiento. “La perla” es una leyenda popular -un relato eterno que vive en los corazones del pueblo- y así está narrada: con una estructura que va de lo general (bonitos amaneceres, atardeceres, panorama de la ciudad, belleza del mar) a lo particular, con una cadencia encantadora, bonitas y concisas descripciones de la naturaleza, metáforas gastadísimas, personajes estereotipados, nombres tiernos y simbólicos como Coyotito... El relato es, en una palabra, naif. No es un error, ha sido voluntariamente trabajado con toda la habilidad de un artesano para que así sea. Es el estilo y el tono exigido por esta Arcadia y que alcanza el mayor interés en las descripciones de la violencia. En cualquier caso y aunque no descubra nada, “La perla” es un bonito, tierno y logrado simulacro contemporáneo de las leyendas populares. Volviendo a Broch: una buena novela kitsch.

Es 2016 y, aquí y ahora (aún o probablemente más que nunca), hay tantas ideologías, morales, trampas y mitos por desenmascarar, tanto por des-cubrir, por conocer; y es tan urgente hacerlo… que algunos relatos se descubren como lo que realmente son:

La novela “La perla” de John Steinbeck es decididamente inmoral.

Escrita hace 8 años · 5 puntos con 5 votos · @Tharl le ha puesto un 1 ·

Comentarios

@Faulkneriano hace 8 años

Coooooño. Y yo que pensaba que era duro con la novelita de marras. Aunque razón no te falta, Tharl.

@Guille hace 8 años

Ostras!!! Pues habrá que volver en algún momento a ella y ver en verdad todo fue culpa de nuestra juventud inconsciente.

@Poverello hace 8 años

Yo debo de ser de esos que ha de leer la novelita de nuevo, porque me gustó en su día. Las cosas esas de juventud de las que habla Guille, digo yo, ji.

No obstante, en tu reseña planteas dos cuestiones totalmente distintas: una la oportunidad (o inoportunidad) de la novela, considerándola algo kitsch, y otra el aspecto literario, en el que criticas algunas cosas, como el dualismo en cierta medida, los buenos y los malos (no lo recuerdo del todo así), algo de lo que si nos ponemos tampoco se salva del todo Las uvas de la ira, aunque ambas hablan de un aspecto más común a Steinbeck que son los dilemas morales, pero te parece que en general está bien escrita.

Obviamente estoy de acuerdo con que la sociedad americana estaba atravesando un momento socio-político en el que se podían hablar de cosas bastante más importantes que el problema de unos campesinos que encuentran una perla y no saben qué hacer con ella, pero no creo que fuera fácil en la posguerra hacer cosas distintas, y a los hechos me atengo. El propio Chandler, que publicaba cada año hasta 1942 alguna que otra novelita del buen Marlowe y su cínica visión social no vio publicada otra novela hasta 1949, justo el año en el que se publicó también El hombre del brazo de oro, que hace poco reseñaba Guille y que hacía referencia al desastre social del país. En cine, salvando la gloriosa excepción de Los mejores años de nuestra vida (1946), ni un puñetero director se atrevía a hacer nada que pusiera en entredicho las bondades del sistema y las consecuencias de la guerra. De hecho la obra de Wyler estuvo vigilada por McCarthy con ojos más que avezados. El máximo exponente del cine de finales de los 40 es Capra y su Qué bello es vivir.. Un kistch en toda regla que a mí me encanta.
Hasta la década de los 50 no se rompió el molde y tanto directores como escritores comenzaron a ver las cosas desde otra perspectiva a pesar de la censura o los problemas que le pudieran suponer a nivel político y de prohibición. En esa época escribe Steinbeck Al este del Edén.

Vamos, que si La perla es una vaina de novela puede ser, pero es una obra de momento, de transición, y yo no recuerdo que estuviera mal escrita, y los valores que transmite eran los que tenían que ser entonces, so pena de que te cortaran la cabeza.

No sé, es un tema complejo esto de escribir... e intentar ser coherente en mitad de un desastre.

@Tharl hace 8 años

Entiendo tu comentario, Poverello, sobre la dificultad de escribir en esa época. No lo había pensado y tienes toda la razón. No obstante no critico a “La perla” por su mensaje político. Ya sabéis que nada me gusta menos que la literatura social. Volviendo a Kundera -su texto sobre Kafka es uno de mis textos de cabecera-, creo que
«el enorme alcance social, político, “profético” de las novelas de Kafka [o cualquier otro autor que merezca leerse] reside precisamente en su “no compromiso”, es decir, en su autonomía total con respecto a todos los programas políticos, conceptos ideológicos, prognosis futurológicas. Si en lugar de buscar “el poema” oculto “en alguna parte ahí detrás” [eso des-cubierto y por des-cubrir de lo que hablo en mi reseña], el poeta se “compromete” a servir a una verdad conocida de antemano (que se ofrece de por sí y está “ahí delante”), renuncia a la misión propia de la poesía.»

El fallo de la “La perla” es, en este sentido, doble. Se compromete con una moralina ingenua y, además, lo hace huyendo de su realidad presente. Lo que no le perdono y lo que hace a esta parábola paradójicamente inmoral es su esterilidad. No descubre nada. Nada. Nada.

Este reproche tiene, no puede ser de otra manera, una dimensión formal: lo kitsch, que tiene poco que ver con la oportunidad o no de la novela. Kitsch es aquella obra que no trata de hacer un buen trabajo -de descubrir algo diría yo-, sino de resultar agradable, bonito, tierno, etc. La obra kitsch sustituye la ética -la descrita más arriba por Kundera en mi opinión- por la estética en el mal sentido de la palabra (lo bonito). Lo importante en una novela kitsch es su efecto, como por ejemplo ese encantamiento tan trabajado en “La perla”. El ejemplo actual más terrorífico y evidente de lo kitsch está en las redes sociales, especialmente en Instagram: todas esas fotos bonitas hechas con réflex y con mucha posproducción de atardeceres, nubes, paisajes, bodegones de mercancías, etc. y que pueblan Instagram por niñatos que se creen fotógrafos por haberse gastado un pastón en una cámara y sin necesidad de ningún proyecto estético propio.

El estéril simulacro, muy bien efectuado, de una leyenda popular que resulte tierna y encantadora: eso es lo que reprocho literariamente a “La perla”. Y se corresponde, evidentemente, con su contenido. Lo que crítico es, por tanto, el proyecto estético en general que he descubierto en esta novela. Huir del presente a una Arcadia moral y enternecedora (donde los niños, como señala Faulkneriano, se llaman Coyotito) regresando a formas populares y naifs que resulten agradables en lugar de plantarse en su tiempo y descubrir qué demonios está ocurriendo ahí detrás.

Evidentemente no es una cuestión de leer la novela en la juventud o no (quiero pensar que yo sigo siendo joven, jeje). Sino de mis obsesiones personales y mi forma de entender la literatura, que puede ser o no compartida.

@Poverello hace 8 años

Básicamente estoy de acuerdo con tus argumentaciones y comentarios, Tharl, y a eso me refería con lo de kitsch y poner como ejemplo clave al respecto Qué bello es vivir. ¿Hay algo más bonito y que conduzca a la evasión que un tipo que se como es muy buena persona toma decisiones generosas que le impiden llevar a cabo determinados sueños y cuando se va a suicidar se le aparece un ángel en mitad de la nada para salvarle la vida haciéndole ver lo importante de sus decisiones si él no hubiera existido? Pues pocas cosas se me ocurren. Es absolutamente tierno y encantador... Vamos, tan edulcorado que la ponen religiosamente todas las navidades como si fuera el sorteo del gordo. Que eso es huir de la realidad, pues puede ser, que eso es inmoral... ahí ya es hilar muy fino y no me atrevo a hacer tal juicio, que no digo que no pueda ser parte de verdad, pero no lo sé. En la década de los 40 muchas pelis y obras se dedicaban a intentar conformarse con la realidad como única forma de sobrevivir a ella, y dio resultado. Es como la fabula de la zorra y las uvas, vaya... Que sí, que no estaban verdes, pero quitó el agobio de impotencia a la raposa.

Hay literatura de evasión, que a mí es verdad que no suele gustarme, pero la hay muy bien escrita y cuando uno quiere no pensar en nada no viene mal. Como las pelis de superhéroes, jeje.

Abrazotes.

@FAUSTO hace 8 años

¡Sacrilegio! ¡Blasfemia! Jeje, menuda “perla” nos has dejado, Tharl. Menos mal que no se puede valorar con el cero o puntos negativos.
Bromas aparte, me parece muy interesante tu punto vista, y aunque mi valoración es diametralmente opuesta a la tuya, algunas de tus impresiones (puede que las lleves demasiado al extremo) si que coinciden con lo que recuerdo de esta gran novela corta.

Primero tengo que confesar que mi lectura es muy lejana, al igual que Guille y Poverello (coincido totalmente con su opinión) fue en la juventud, no obstante me niego a creer que fuera un pecado de la inconsciencia. Tienes razón en el maniqueísmo y en los personajes estereotipados (igual que en “Las uvas de la ira” y “De ratones y hombres”), pero que están justificados al tratarse de un relato simbólico, una parábola como bien anuncia el principio de la novelita, que, por cierto, yo si animo a continuar con la lectura hasta el final y que sea el propio lector quien juzgue si ha merecido la pena y valorar su calidad y provecho.
Todo lo que cuentas de “relato eterno” y leyenda popular, para mí, hace que no esté fuera de la Historia como tú reprochas; precisamente esa cualidad hace que sea una historia sempiterna que el ser humano está condenado a repetir como el mito de Sísifo. La denuncia de Steinbeck no es sólo contra la pobreza, es un alegato contra la impotencia del hombre ante todo tipo de poder, y más si ante esta lucha está solo y no se tiene las herramientas básicas para poder afrontar las injusticias.
Y sobre la moralina, puede que lleves también razón, no obstante no recuerdo (puede que esté equivocado, no llega mi memoria hasta ahí) que el autor tome partido por los personajes débiles o juzgue los hechos, simplemente expone la tragedia. Lo que sí es seguro es que no plantea ninguna solución o posible remedio.

@Tharl hace 8 años

No recuerdo con tanto detalle “Qué bello es vivir” como para pronunciarme al respecto. Recuerdo, claro, el argumento. Pero no he querido basar mi crítica a “La perla” en el argumento, sino en los aspectos más literarios. Por eso insistía en que el fallo no es el maniqueísmo ni los personajes estereotipados (no, por lo menos, en sí mismos), sino todo el proyecto estético en que se insertan y que me parece kitsch: el simulacro de una leyenda popular que pretende agradar en lugar de buscar una verdad, ampliar el conocimiento, descubrir algo, etc. (como prefiráis decirlo). Es como la diferencia entre un cuadro de Turner y una postal (la típica que hoy encontramos en un kiosco de playa: atardeceres y photoshop): aunque el contenido pueda ser el mismo, estéticamente surgen de proyectos radicalmente distintos.

La comparación es exagerada. Y hay dos cosas que me han resultado interesantes en la novela: la narración de la violencia, que ya mencioné, y la impotencia de los pobres personajes que señala Fausto. Cómo a pesar de intuir que se están aprovechando de ellos, no pueden tener ninguna certeza porque no son capaces de contrastar su situación al no saber leer, al no poder viajar y al estar engañados por una falsa diversidad (muy actual por cierto, con todos estos medios de (sobre/des)información).

Sobre otras cosas que comentáis. Un relato eterno, como un mito, válido en cualquier momento histórico es, por necesidad, ahistórico. Y eso no lo hace ni bueno ni malo: me encanta el mito de los nibelungos por Wagner, por Alex Alice y aun en esa rescritura ñoña que ha sido “La canción del mar”. En el mismo prefacio que cito creo que Steinbeck manifiesta, sin avergonzarse por ello, su toma de partido con los pobres (compárese si no su descripción con la del nefando doctor). No creo que esto haga mejor o peor un relato: Víctor Hugo lo hace en “Los Miserables” y me gustó al leerlo. En una estructura como ésta donde un equilibrio es roto por un acontecimiento (escorpión, perla) y restablecido por un acto (arrojar la perla de vuelta al mar), este acto se me presenta como la solución a los problemas que ha traído la perla. ¿Solución insatisfactoria y pesimista? Puede y, desde luego, inquietante en tanto que muestra una pobreza idealizada que debe renunciar a su inocencia y felicidad o resignarse a seguir siendo pobre y explotado. En verdad si alguno de mis argumentos contra esta novelilla tiene algún peso es, tan sólo, el de su falsedad y su esterilidad. No he encontrado ninguna verdad en él. Y aquí me ha calado Poverello: hay literatura de evasión, alguna muy bien escrita que sirve para no pensar en nada de nada, para matar el tiempo. Como las pelis de superhéroes, como La perla. Y es injusto que me trague tantas películas vacías y de evasión (con la literatura, y dado el tiempo que exige la lectura sobre el cine, suelo ser más selecto) sin darle más importancia y que sea tan duro con La perla. Eso sí, George Lucas no es Premio Nobel.

@FAUSTO hace 8 años

Bueno, parece claro que estamos en otra controversia literaria de las que ya hemos tenido unas cuantas: Holmes, Alan Moore, novela fantástica, novela policiaca… Aunque esta vez estoy en desventaja, pues el tiempo transcurrido desde mi lectura me puede pasar factura, tanto una “idealización” de mi impresión como faltarme “pruebas” para reforzar mi reflexión. En cualquier caso sólo voy a exponer unos cuantos aspectos más.

Para mí es muy discutible, por no decir imposible, que Steinbeck no exprese con este relato una verdad y descubra una realidad atemporal. En cuanto al final (se te ha colado el “descubrimiento” del desenlace), yo no lo veo como una solución o un remedio, simplemente es la confirmación del status quo, del poder del inmovilismo interesado. Como única enseñanza sólo advierto que el camino emprendido por el protagonista con esas “alforjas” está condenado al fracaso: es una vía muerta que le lleva al mismo sitio que al inicio, pero con una situación mucho peor que al principio de ese viaje tan esperanzado como quimérico.

Y por último, ya que no lo dije antes, tampoco estoy de acuerdo con vuestros comentarios que sea una literatura de evasión o para “matar el tiempo”, aunque sobre esto es más opinable, ya que es un aspecto sui generis de cada lector para calificar este tipo de literatura. Desde luego no se me ocurriría recomendar “Rebelión en la granja” o “La metamorfosis” como lectura ligera por poseer un lenguaje sencillo y ser una fábula o una historia de “animales y de bichos”.
Pero lo que más m’ha matao ha sido tu comparación con George Lucas. Dado mi criterio literario y gusto cinematográfico me ha sonado a insulto y no lo digo porque el escritor tenga el Nobel, pues no creo que sea un premio relevante (seguro que discutiríamos sobre el merecimiento del galardón que recayó en Hemingway).
En cuanto a la pintura, yo asociaría (pura especulación mía) a Steinbeck con Gustave Courbet, Millet y Diego Rivera.

En fin, un saludo para todos y, Tharl, a ver si en la siguiente reseña que nos encontremos coincidimos más, sin embargo, y como siempre digo: las diferentes opiniones y los diversos puntos de vista enriquece más la lectura o afianza más nuestros juicios.

@Shorby hace 8 años

Toma ya!! jjjajajajaj
Bueno, no estoy de acuerdo, soy de las encantadas con la novela (sí es cierto que solo la he leído una vez, hace mil, y quizá cambie de parecer en relectura o quizá no), pero la reseña me ha encantado =)