NO ERAN TIEMPOS DE GIGANTES por Guille

Portada de EL HOMBRE DEL BRAZO DE ORO

La novela me ha gustado, sí, no tanto como sus principios parecían presagiar pero lo suficiente como para decir que es una buena novela, aunque flojee en ciertos momentos y tenga cierto reparo con su tesis.

Y no lo tenía fácil. El lirismo que envuelve el lenguaje barriovajero seguramente fue un valor mucho más importante en su tiempo y en su idioma original, aunque su tratamiento aquí me ha parecido más que correcto; es uno de esos libros que crearon personajes arquetípicos que después hemos visto en multitud de ocasiones y formatos no siempre, todo hay que decirlo, con igual fortuna que en esta novela; y la novedad que supuso en su momento el abordar ciertos temas -los estragos que causa una guerra en aquellos que la sobreviven, la corrupción policial, la justicia penal, el sistema carcelario, la pena de muerte, la prostitución, las drogas, el alcoholismo- ya no nos escandalizan hoy en día, si bien es cierto que, desgraciada o irremediablemente, siguen siendo temas de actualidad. Lo que posiblemente sí llame la atención más ahora que en su tiempo sean los comentarios políticamente incorrectos sobre el género, la raza o el origen geográfico.

“Si la quiere, ¿que importan unos golpes? Si un hombre te dice que eres suya... ¿qué más dan unas cuantas bofetadas?”

Pero, por encima de todo ello, la novela de Algren es un canto en favor de los desafortunados en el reparto de cartas de la vida, un relato a la vez áspero y compasivo de la lucha impotente por no perder la dignidad. Impotente, sí, porque esta es la gran tesis del libro: no hay escapatoria a la mala suerte en la lotería de dones y, sobre todo, de circunstancias.

Por callejones, habitaciones oscuras y bares de mala muerte corren sin llegar a ningún sitio buscavidas y pierdevidas, drogadictos y camellos, putas y chulos, truhanes y canallas, gente que no encuentra el rumbo a su vida, gente que necesita a otra gente, gente que le sienta mal a otra gente. Seres débiles, dependientes de un grano de morfina, de la botella, del calor de alguien a su lado aunque ni quererse sepan. A todos ellos, Algren los trata de una forma compasiva, con el respeto que se merece todo ser humano solo por serlo, aunque su respuesta a la situación en la que viven no sea digna de elogio...

“Vivían en la cárcel de una manera muy parecida a como vivían fuera de ella, vagamente satisfechos la mayor parte del tiempo, sin esperanza ni desesperación, sin desear otra cosa que un sitio donde dormir y una bandeja de hojalata con algo que comer, tanto daba qué, un par de veces al día. Ni les desvelaba el futuro ni se arrepentían del pasado ni les preocupaba el presente.”

... con mucha crítica social...

“Nunca les habían dado una buena razón para aplicar sus fuerzas a algo útil. Así que acababan renegando de ellas mediante todo tipo de autoengaños.”

... y con el sabor amargo de aquel EEUU que se estaba formando a todo galope a caballo de las mafias y en el que convivían la opulencia más inmoral con la indigencia más miserable a la que eran arrojados sin solución miles de americanos.

“En los barrios bajos ni siquiera los nativos tenían la sensación de haber nacido en América. Les daba la impresión de que simplemente habían emergido del lado equivocado de las vallas publicitarias.”

Y a pesar de todo el drama que encierra, también hay hueco para el humor, aunque sea un humor de la desesperación. Como el caso de esa prostituta a la que le gustaban las historias de sexo intelectual...

“ella va con un tío, esa es la parte del sexo. Luego se casan, y esa es la parte intelectual.”

... o aquella historia sobre la fabricación de ataúdes estándar incapaces de albergar los cuerpos de esos desgraciados que no consiguen sobrevivir a la cárcel y cuyas dimensiones corporales exceden a la media y que Nelson sentencia con una gran frase: “Ya no eran tiempos de gigantes”.

Escrita hace 8 años · 5 puntos con 3 votos · @Guille le ha puesto un 7 ·

Comentarios

@Poverello hace 8 años

La película de Otto Preminger me pareció muy adelantada a su época también, dura y particularmente realista. En el séptimo arte, por aquél entonces aún post bélico, no era normal el realismo en Hollywood ni hace leña del desastre social en el país. En literatura la cosa era algo distinta.

Parece que la novela es en la misma línea.

@Guille hace 8 años

No he visto la película, Poverello, pero tengo entendido que Algren la detestaba, ignoro las razones.