RELIQUIAS DEL PASADO por Faulkneriano

Portada de LA CELOSÍA

Me he pensado mucho escribir una reseña sobre esta novela, tan famosa en su tiempo, porque supongo que hoy tiene pocos lectores. Ha pasado mucho agua bajo los puentes, y el experimentalismo a ultranza del nouveau roman (de Robbe-Grillet, bien conocido por los aficionados al cine, pero también de Natalie Sarraute, Michel Butor y Claude Simon, por citar solo a los más recordados) ha perdido fuelle: la narratividad lo ha inundado todo, exaltando a la trama por encima de la forma significante. Y precisamente la trama es lo que menos interesa a Robbe-Grillet and friends.

Pero vamos con La celosía, título polisémico donde los haya, uniendo los mecanismos que regulan la luz (tan importante en la novela) y el sentimiento de los celos. Lo chocante no es que esté escrita en presente (una opción estilística justificada por el transcurrir monótono de la existencia, sin cambios aparentes, de una plantación en algún lugar de los trópicos, un mundo estático poblado de objetos inmutables descritos una y otra vez) sino que el personaje central, el protagonista, no existe. O, mejor dicho, se identifica tan completamente con el narrador objetivo (una especie de cámara que registra las conversaciones y acciones de los demás pero que nunca se enfoca a si mismo) que desaparece completamente: nunca sale en la foto. Hasta pasadas varias páginas, en la primera escena, el lector no advierte que se ponen tres cubiertos a la mesa porque van a comer la mujer, el vecino y el narrador mismo, que ocupa el centro de la escena sin nombrarse nunca a sí mismo ni intervenir en nada. A este respecto, los momentos en que el narrador se queda solo en el bungalow colonial son escalofriantes: lejos de entregarse a la introspección, se limite a vagabundear por las estancias vacías, registrando con minucia los restos de la presencia de su mujer, de quien sospecha que le es infiel. Los días se suceden con la misma secuencia monótona, dando la impresión de que son siempre el mismo día, a lo que ayudan lo poco una serie de leitmotifs (la huella de un ciempiés en una columna, el comentario de una novela, el proyecto de un viaje, las ceremonias del aperitivo y de la cena, el rumor de los grillos, el sol avasallador). Solo en determinado momento el narrador imagina algo que no sabemos si será real y que no desvelo por si algún degustador de rarezas se animara a leer la novela en cuestión, corta, concisa, hipnótica... y gélida como pocas, habida cuenta de la total ausencia de empatía que el lector puede sentir por un personaje que le es escamoteado hasta hacer que repensemos la noción misma de personaje. Esta novela de la luz de los trópicos incidiendo sobre unas figuras calcinadas refugiadas en gestos repetidos, desprovistos de sentido, supuso en su día toda una novedad. Hoy puede contemplarse como un camino lateral que sale de una densa autopista: un cordel lleno de maleza, porque ya no se recorre, orillado de la corriente principal por décadas de olvido.

Es curioso que tuviera que leer la novela en una edición de Barral de la década de los 60: no encontré otra.

Escrita hace 8 años · 5 puntos con 3 votos · @Faulkneriano le ha puesto un 7 ·

Comentarios

@Poverello hace 8 años

Pues me ha llamado poderosamente la atención, Faulkneriano, y está en la biblioteca en una edición mucho más moderna, de los 70, ji.

@Faulkneriano hace 8 años

Hombre, mucho más moderna.... La modificación, de Michel Butor, está al menos en Letras Universales de Cátedra: eso sí llamo yo una edición reciente. En las bibliotecas puede que esté. en las librerías, lo dudo.

@Tharl hace 8 años

“El sujeto no pertenece al mundo, sino que es un límite del mundo”. Tu reseña, Faulkneriano, -breve, concisa, sugerente; bravo- me ha recordado a la genial concepción del sujeto de Wittgenstein. Él no concibe el sujeto -léase el “yo” o “el narrador” si se quiere- de manera psicológica, menos aún como una sustancia con un alma o algo parecido. El sujeto carece de todo contenido y no es transparente a sí mismo como quería hacer Descartes en la introspección. No es más que el límite de nuestro mundo: la perspectiva desde la que se abre un horizonte para la acción y para la comprensión del mundo, la posición de una cámara si se quiere, siempre fuera de campo; nada más. Y nada menos.

Por lo poco que conozco de la nouveau-roman, siempre de oídas, lo mejor y lo peor del movimiento es su relación con la teoría. No parece que se pueda comprender bien el movimiento al margen de la lingüística estructural. Barthes, Greimas, y compañía y, porque no, Wittgenstein. Ambos movimientos nacieron y se disolvieron juntos según tengo entendido.

El experimentalismo radical es necesario, ero hacen falta muchos experimentos fallidos para tener éxito en alguno. `Y suele agotarse al poco tiempo, sobre todo cuando depende tanto de una teoría. Entiendo de tu reseña que eso es lo que pasó con la nouveau-roman. Mi pregunta es, ¿desapareció sin más o fueron sus innovaciones reintroducidas en la narratividad? Para eso están los experimentos, ¿no?, para desechar los fracasos y reintroducir los descubrimientos en la vida.

Tienes la culpa de haberme despertado el gusanillo por este movimiento, por ésta novela por lo menos. Estamos en paz, jeje.

Gracias por reseñarla

@Faulkneriano hace 8 años

Dos cosas. Uno: cierto que la teoría es el punto fuerte del nouveau roman. El débil, la falta de conexión con el lector (la gelidez que mencionaba) Desde luego, quien quiera reflexionar sobre narrador, narratorio, voz narrativa... etc, que lea a esta gente. Quien quiera emocionarse, que lea a Dickens. Esto, claro, es una simplificación, pero espero que se me entienda.

Dos. La sombra del nouveau roman se proyectó largamente sobre experimentalismo que sucedió al socialrealismo, pongo por caso, en España. Vamos, que Benet y compañía se los leyeron a todos. Lo que quedó, en mi opinión, del nouveau roman en la corriente principal de la literatura del siglo XX es una mayor exigencia a la hora de plantearse el hecho de la narración (y no recurrir a la avasalladora primera persona o a la no menos absoluta tercera del narrador omnisciente) y un gusto por los objetos que iba mucho más allá de la tradicional descripción de paisajes urbanos o rurales. Y supongo que más cosas...

Ayer terminé La modificación, de Butor, que une a su gran exigencia estructural una encarnadura novelesca más lograda, en tanto que Butor, al menos, no renuncia, como Robbe-Grillet, a la expresión de las emociones. La novela describe un viaje de veintiuna horas entre Paris y Roma realizado en solitario por Leon, un ejecutivo que piensa en abandonar a su mujer Henriette e irse a vivir con Cécile, la amante ocasional de sus viajes a Roma, una francesa que desea volver a Paris. El tiempo del viaje, claro, es el presente, pero Leon es una especie de Jano que mira hacia el pasado y al futuro, hacia Henriette y hacia Cécile, hacia Paris (la realidad) y hacia Roma (el deseo); en consecuencia, los tiempos verbales se suceden: el futuro entra en la narración como una especie de imaginados (y luego veremos que falsos) flashforwards, el pasado se modula en infinitas graduaciones y el presente, tan objetivista, marca el lento devenir del tren entre las dos ciudades. En realidad Leon mezcla los recuerdos de viajes previos, hechos en compañía de Cecile (se conocieron en el tren) y de Henriette (fueron a Roma de viaje de novios y volvieron tres años antes del presente a comprobar que su matrimonio se había deteriorado gravemente) y el mismo lector no sabe muy bien qué viaje en concreto rememora el protagonista y debe aprenderse, tan bien como Leon, el sucederse de las estaciones y recordar la estación del año para saber de cuál se trata. En el curso del viaje presente, pero teniendo en cuenta los sucesos de los viajes pasados, Leon toma su decisión.

Para complicar más las cosas, la voz predominante es un "usted" que se dirige a Leon y que crea un curioso efecto distanciador. En cine, se me ocurre el magnífico ejemplo de la voz en off de Max Von Sydow en Europa, de Lars von Trier, que nadie que haya visto la película puede olvidar.

Vamos, que estos franceses se lo curraban.

@Guille hace 8 años

Cómo me has picado con esta novela y con la de Butor, autores totalmente desconocidos para mí y, según he estado indagando en distintas librerías, también para el gran público.

@Faulkneriano hace 8 años

¿Has encontrado en librería obras de esta gente? Tengo curiosidad...

@Tharl hace 8 años

Nunca se me ocurrió relacionar el experimentalismo español con la nouveau roman. Joyce, Faulkner y Dos Passos, sí. Tiempo de silencio, Volverás a la región y La colmena, están marcadas por ellos.
Se podría remontar al inicio del modernismo y de las vanguardias el haber problematizado la figura del narrador. Conrad, mismamente. Lo cierto es que no he leído suficiente de cada movimiento como para tener claras las diferencias entre modernismo, experimentalismo (la nouveau roman, por ejemplo) y posmodernismo. A ver si me animo con estas lecturas y saco algo en claro. Porque esta reseña y tu comentario sobre Butor me han interesado mucho.
Yo, del movimiento, lo más parecido que leí fue El amante de Duras. Y ella nunca quiso alinearse con los autores de la nouveau roman.
Tengo ganas de leerlos.

@Faulkneriano hace 8 años

Tharl, dada tu curiosidad teórica, te recomiendo los ensayos de crítica literaria de Butor, Robbe-Grillet y, sobre todo, La era de la sospecha, de Nathalie Sarraute, verdaderas declaraciones de intenciones.

Luis Martín Santos y Benet son los jefes de fila de la novela experimental de los 60, pero hay otros muchos autores, hoy más olvidados aún que Butor. Un ejemplo: La circuncisión del señor solo, de J. Leyva, muy nouveau roman. Hay más: Grosso, Mariano Antolín Rato, Germán Sánchez Espeso. Todo un territorio sin desbrozar que yo conozco mal, de muy antiguas lecturas.

La Colmena, tradicionalmente, se asocia más con la obra de John Dos Passos. Cela tiene una trayectoria extrañísima, pasando por todos los ismos. Es casi un género en sí mismo.

El modernismo en novela (nada que ver con la poesía modernista,, que empieza antes) es más antiguo y bebe de los grandes como Proust, Faulkner, Woolf y otros, desde la época de entreguerras. El experimentalismo es de los 60, como bien señalas y se prolonga hasta los 70, en todo caso. Luego vienen las procelosas aguas del posmodernismo, que nadie sabe muy bien qué puñetas es.

Duras, como señalas, nunca se identifico con el grupo nouveau roman y sus postulados, aunque en ocasiones puedan tener cierta similitud formal, no coinciden.

@Guille hace 8 años

Lo que sabéis, cachis en la mar. ¡Ala! Más autores de los que no tenía idea.

Pues no, Faulkneriano, no he encontrado nada, por eso digo que deben ser tan desconocidos para mí como para el público en general.

@Kodama hace 8 años

Aprovechando mis vínculos bibliotecarios, y viendo el interés que ha despertado Robbe-Grillet, he mirado a ver si tenemos algún título suyo y he visto que contamos con 3.
El más "moderno" es una edición de Anagrama de 1986 de una novela llamada "Las gomas".
Los otros dos títulos ya son de Seix Barral; la comentada por Faulkneriano "La celosía" (edición de 1965) y El mirón (edición de 1969). Alguna ojeada les haré sabiendo que están a mano.
Gracias a todos por ir descubriéndome futuras lecturas.

@Tharl hace 8 años

Vaya cantidad de recomendaciones para apuntar, Faulkneriano. Voy apuntándolas, aunque apenas tienen fichas en la web. De Nathalie Sarraute no encuentro gran cosa y, desde luego, no el título que sugieres. En la biblioteca de mi facultad, en las librerías no hay manera, encontré "La era del recelo ensayos sobre la novela". Supongo que es lo mismo.

Una pregunta. ¿El experimentalismo, al menos el de la Nouveau Roman, comparte el mismo antipsicologicismo que el estructuralismo del que toma la teoría? El modernismo, por lo que sé, es todo lo contrario: un intento de representar mejor el yo y la psicología de los personajes. Es una diferencia interesante. Me pregunto si no se deberá a eso la “frialdad” de que le acusas. Me pregunto también si acaso puede funcionar una novela que rechace tan de pleno la psicología de los personajes.

@Faulkneriano hace 8 años

Agradecido por vuestra información, Guille y Kodama. Me confirma en mi sospecha: los autores del nouveau roman no se reeditan mucho que digamos. Leí La celosía en la segunda edición de Seix Barral, de 1967. Las gomas, un peculiar policíaco, es la primera novela de Robbe-Grillet y, según dice, la más fácil de leer.

Tharl, tienes razón: es La era del recelo. Y sobre lo antipsicológico, cierto lo del modernismo. Joyce, Faulkner o Virginia Woolf consideran insuficiente la expresión del pensamiento de los personajes en la novela clásica y se entregan a toda clase de búsquedas para dotarles de un órgano más apropiado:el flujo de conciencia. El behaviorismo literario, por su parte, opera de modo contrario: quiere reflejar la realidad sin intervención alguna del narrador, que se limita a transcribir las acciones y sobre todo los diálogos de los personajes sin inmiscuirse en su conciencia. Si has leído El Jarama, de Sánchez Ferlosio, sabes de qué estoy hablando. Robbe-Grillet es un poco así. No tanto Butor, más psicologista (de hecho, La modificación describe todo un proceso mental de Leon que le conduce a su decisión final, aunque por unos vericuetos un tanto distintos) No conozco lo bastante a los novelistas del nouveau roman para saber si son todos (y siempre) antipsicologicista: sí lo son respecto al modo tradicional (Fulanito pensó que....; en el fondo, Menganito sabía que no era cierto...) Es un asunto complejo. La celosía no refleja los pensamientos de nadie porque el narrador se comporta, como he dicho, como una cámara, y solo registra objetos, ambientes y figuras. Es una opción muy difícil y sostenible solo a golpe de disciplina literaria. El resultado no es cierta "frialdad" sino una auténtica "gelidez" ¿por qué te crees que no le pongo más nota?

@Poverello hace 8 años

Pues anda que no ha dado para nada este autor semi-desconocido.

Lo de la edición 'mucho más moderna' era irónico, vaya. Daba a entender lo que se comenta de la dificultad para encontrar a estos autores. Claro, que me gustaría casi que se encontraran aún peor, porque la biblioteca provincial tiene también el de Butor, que me ha llamado la atención más si cabe. Otro para la saca. Ya no hay vida.

@Tharl hace 8 años

No se hable más, hay que rescatar la nouveau roman. El año pasado estaba realmente fascinado por el behavieurismo en literatura (y cine). Me apunto también El Jarama. Ahora sólo toca ponerse a la lectura. Leer a los estructuralistas franceses, junto con la nouveau roman y la novela experimental española, me parece un proyecto entusiasmante.

@Faulkneriano hace 8 años

Cuidado con el nouveau roman: es una selva intrincada donde hay cosas más o menos legibles. Por curiosidad, he leído una novela de la Sarraute, una de los cuatro mosqueteros (el cuarto sería el muy interesante Claude Simon, del que ya leí algo en su día) y la única que no conocía. Y me he topado con una antinovela difícil de leer y a ratos incomprensíble. Imaginen el argumento: una serie de personajes sin nombre o difícilmente identificables cuentan o rumian sus más o menos sesudas opiniones sobre una novela imaginaria, Les fruits d'or, de la que nada sabemos, más allá de lo que nos dicen esos anónimos corresponsales, críticos oficiales o de ocasión. El argumento, absolutamente tenue, consiste en las variaciones emocionales e intelectuales que la creación literaria provoca en un medio letrado, sin que existan personajes stricto sensu ni ninguna acción que no se derive de sucesivos parlamentos, que pasan de considerar la novela en cuestión como una obra maestra a una especie de bluff literario. Las 180 páginas consisten en eso. Casi ná.

@sueconart hace 4 años

Y que opinan de Rayuela?