LA HISTORIA DE UN LIBRO por Tharl

Portada de EL JUEGO DE ENDER

Es probable que lo más interesante de “El juego de Ender” esté en el libro, como objeto material y mundano, y no en su contenido. Miquel Barceló cuenta sorprendido las dificultades que atravesó el libro para editarse en España. Corría el año 1985, España aún se encontraba inmersa en la Transición; el ciberpunk era la corriente predominante en la Ciencia Ficción; y no hacía mucho que Card había dejado la misión en “La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días”. Y entonces, a los críticos y editores españoles les llegó “Ender’s Game”.

Estos críticos crecidos con libros de la Edad de Oro del género y entregados a ese subgénero extremadamente duro, negro y crítico de la CiFi que es el ciberpunk, lo rechazaron; no podía ser de otra manera. Les acusa Barceló de haberse dejado llevar por sus prejuicios. No es para menos. “Ender’s Game” era la obra de un mormón recalcitrante, escéptico con el darwinismo y duro opositor al matrimonio homosexual. Más tarde, en 2006, el que se consideraba un declarado demócrata urgiría a sus lectores a votar por los republicanos para evitar la llegada de Hussein Obama al poder y se declaraba “enemigo mortal de quien quiera desprestigiar la sagrada institución del matrimonio a través del matrimonio homosexual”. Creo comprensible que, en un género dedicado precisamente a las ideas, este curriculum despertara las alarmas de los expertos de la época.

Un año después, en 1986, el PSOE acaparó el gobierno de España y con él quedaron abortadas todas las luchas y reivindicaciones políticas de la Transición; “Ender’s Game” recogió los premios Hugo y Nebula; se publicó con éxito “Speaker for the Dead” y Ediciones B encargó la preparación de la sección de ciencia ficción al joven Miquel Barceló. Era evidente que los críticos y expertos españoles se habían equivocado. Se estaba gestando un cambio.

Barceló insistió en la publicación de “El juego de Ender” nada menos que con el número 1 de la nueva colección de bolsillo Libro Amigo. Los otros candidatos eran los reconocidos Jack Vance y Clifford D. Simak, pero Barceló incluso amenazó con dejar su puesto si no aparecía el desconocido Card con el número 1; tal era su seguridad en él. El resto es historia conocida: el éxito de ventas del libro, el encumbramiento de Barceló como principal gurú de la ciencia ficción en España, la exitosa publicación de “La voz de los muertos”, la nueva numeración en la colección Nova donde “El juego de Ender” tendría el fundador número 0, y la incontinente publicación de nuevas entregas de la saga de Ender-Bean.

Estas peripecias del libro me causan el mismo vivo interés que cualquier otro momentos de cambio ¿Qué ocurrió en torno a estas fechas para que novelas como “Ender’s Game” pudieran remplazar a la Ciencia Ficción dura y el ciberpunk? ¿Qué cambios de valores posibilitaron este desplazamiento que tiene un correlato más amplio en la sustitución de la CiFi por la fantasía? ¿Qué condicionantes materiales y culturales hicieron de un mormón como Scott Card y un editor como Barceló las nuevas eminencias del género? Los interrogantes que articula el libro como objeto logran aquello que se le escapa a la novela: la fascinación de las historias en donde se encuentra alguna clase de verdad.

Soy consciente de que esto nos lleva a un tipo de lectura que dista mucho de estar entre mis favoritas, a saber, atender a la ideología desplegada por el texto más allá de su valor estrictamente literario. Pero, por una vez, me parece una propuesta de lectura más interesante que cualquier otra ceñida a las capacidades literarias de Card. Todo el mérito es suyo.

A continuación apunto algunas ideas para una lectura de éste tipo. Lo hago a partir de lo que recuerdo de mis lecturas de la saga Ender-Bean que me ocuparon varios años de mi adolescencia (más de lo que me gustaría confesar) y a partir de lo que la lectura de “Guerra de regalos” me ha refrescado. Recuerdo especialmente el pretencioso tratamiento de todos los grandes temas -religiosos, (meta)físicos, políticos, psicológicos y sociales- para los que Card tiene respuestas tan grandes como su ingenuidad. Entre tanto, claro está, no pierde la ocasión de transmitir sus valores sobre la familia, el individuo, la “vida interior”, la política, etc. Un ejemplo: el establecimiento de una intervencionista hegemonía mundial llevado por una élite de “los mejores” y que combina la implacabilidad en la acción con una preocupación por lo humano y las emociones de todos, y por la tolerancia religiosa, política, cultural y racial. Lo gracioso es que las respuestas a todos los conflictos geopolíticos a escala (inter)planetaria no pasan, como admite el autor, de ser representados a modo de una partida de Risk. Recuerdo especialmente otra constante de la obra de Card: la preocupación por la formación y la educación de un líder, o mejor, de un salvador. Los puntos clave en esta formación son la inteligencia innata, medible y omnipotente pero amoral, y la contrapartida de la educación emocional para gestionar con humanidad las propias capacidades innatas. Entre un Peter y una Valentine, Ender. Estoy seguro, se me escapan muchas más cosas entre las brumas de la memoria. No obstante, la lectura de “Guerra de regalos” me ha convencido de que el pensamiento que subyace a toda esta ideología corresponde bastante bien a la ingenua psicología norteamericana hegemónica. Incluso se cita algún “descubrimiento” de estos psicólogos. La misma psicología, por cierto, que actualmente se entrega a ese refrito entre autoayuda y “cientificidad” en que consiste la psicología positiva y que financian encantadas compañías como Cocacola.

Me parece que si “El juego de Ender” se hubiera publicado en otro momento, cuando los lectores españoles que la rechazaron eran los predominantes, por ejemplo, habría pasado absolutamente desapercibida. Si no lo hizo, tal vez sea porque aquel proceso que supuso el desplazamiento del ciberpunk por la ciencia ficción de Card se produjo en el seno de otros desplazamientos más amplios: en el mundo editorial, entre los lectores, las actitudes políticas y los valores de la sociedad y, tal vez, en un cambio de modelo económico. Algo se perdió en esas fechas. Volver a leer a Scott Card de esta manera puede contribuir a apuntar algunas respuestas y a comprender hacía donde estamos caminando, a ciegas.

Escrita hace 8 años · 5 puntos con 6 votos · @Tharl no lo ha votado ·

Comentarios

@Faulkneriano hace 8 años

Planteas, Tharl, en tu acertada reseña toda una "historia de la recepción" de la obra de Scott Card que me ha resultado de suma utilidad. Yo leí a este autor bien adulto y no me hizo mucha sensación. Ni siquiera recuerdo muy bien qué entrega leí, supongo que la primera: un montón de chiquillos jugando a los marcianitos (con todo mi respeto para su legión de admiradores) Desde luego, no soy un lector de la primera hora, sino de una época en que Scott Card estaba encumbrado en lo más alto del star system de la sf, una vez desvanecida la ola ciberpunk (que, por cierto, nunca me atrajo demasiado, quizá porque cuando empecé a leer ciencia ficción empecé por lo más granado y clásico del género)

Insisto: una reseña muy útil para colocar todo un fenómeno editorial en su contexto. Desde luego, su lectura no forma parte de mis prioridades. Yo lo atribuyo, probablemente, a la edad, pero puede que la calidad literaria de Scott Card no iguale a la de Jack Vance o Clifford D. Simak, ya que los citas,a propósito de ese famoso número 1 de Libro Amigo.

Barceló, gran entusiasta y evidente animador, tiene, en mi opinión, unos gustos falibles. Su posición me recuerda (soy ya un poco talludo) el papel que tenían Carlo Frabetti o Domingo Santos en la ciencia ficción española de los 70 y 80, que fue cuando yo me inicié. ¿Alguien se acuerda de ellos? Dúdolo. Este mundillo es bastante proceloso y es muy difícil separar el grano de la paja.

@Volsung hace 8 años

Me gusta el paralelismo que haces entre la caída de la sci fi más oscura/crítica, socialmente, y la aparción de una línea editorial que puso Ender's Game (palabras bonitas, pero al final todo se resuelve a tiros) con el auge actual de la fantasía sobre la sci fi.

Ciertamente, vivimos en un mundo mucho más parecido a la ciencia ficción que a fairyland, no es de extrañar, pues, que un género sea mucho más incómodo (por su cercanía, por su realidad) que el otro.

@Faulkneriano hace 8 años

Cierto, Volsung. Ya lo he dicho alguna vez: la fantasía es mucho más anestesiante que la sf.

@Poverello hace 8 años

Pues a mí sí que se me ha pasado ya el arroz. Ni la peli me atrae. Serán los años.

He tenido buenos amigos mormones. Un poco raros, vaya, aparte de republicanos hasta la médula. Pero si en Utah no hay ni bares que vendan alcohol. Eso sí que es sci-fi.

Muy buena reseña, Tharl.

@Tharl hace 8 años

Me alegra que os haya gustado la reseña. No sabía si subirla o no, como no trato asuntos estrictamente literarios… Pero es que según iba leyendo la introducción de Barceló a “Guerra de regalos” e iba leyendo los datos (rechazo inicial, relevo generacional, 1986, etc.), me parecía tan evidente que allí hubo algo interesante… Una introducción, por cierto, malísima: de una simpleza absoluta, con repeticiones (juraría que incluso copia y pega las mismas oraciones de una apartado al siguiente), limitándose en algunos apartados a lo que parece un copia y pega de la contraportada de cada novela de la saga pff…

Los géneros dan mucho de sí. Se puede hacer ciencia ficción anestesiante, las space operas, por ejemplo, que más tiene que ver con la fantasía que con otras lecturas del género; y se puede hacer fantasía ideológicamente cargada, como algunas de marcado tono alegórico. Pero es cierto que la ciencia ficción tiende más a cuestionar el presente desde el futuro mientras que la fantasía tiende a naturalizar el presente al proyectarlo en mundos imaginarios. Algo que, por cierto, también hace la mala novela histórica.
A mí la fantasía que más me gusta es la que tiene voluntad de crear nuevos mitos o deconstruir los antiguos y reencantar el mundo. Pienso en el cómic de Siegfried, que me volvió a reconciliar con el género; pero lo mismo podría decirse de El señor de los anillos (¿será casual que ambas estén influidas por Wagner?) El mito tiene la fuerza de dar significado y emoción a cualquier experiencia. Con la ciencia ficción aun no estoy del todo reconciliado, ya sabéis. No me gusta la literatura de ideas. Pero tengo mis candidatos para un nuevo rencuentro.


La película, poverello, es mucho mucho peor que el libro. Card, dentro de lo que cabe, no es un mal escritor. Y tiene una obsesión por el mal, la violencia y la compulsión de un padre por golpear e incluso matar al hijo que, por momentos, lo hacen incluso interesante. Su principal problema es que siempre escribe igual, correctamente pero igual, y con un repertorio de técnicas muy escaso. Y, sobre todo, que nunca se cuestiona así mismo ni a su ideología por la escritura. Todo tiene una única respuesta y es la suya. Guerra de regalos ha sido la novela más plana, carente de ambigüedad y monofónica que he leído en mucho tiempo. Y encima se trata de una ideología muy restrictiva. Quiero insistir en esto. El problema de Card no es su ideología. Muchos de los grandes escritores, al menos los que más me gustan, son conservadores, puede que hasta la mayoría (Céline, Proust, Vargas Llosa, Cela…); el problema de Card es que no sabe hacer otra cosa que crear fábulas morales sobre su ideología. La da tanto por sentado como la única Verdad, que es lo único que mueve los hilos en sus historias. Así que no me he creído absolutamente nada de la novela. Y siempre narra la misma historia.

Gracias a todos por pasaros