DE RATONES Y HOMBRES por Atticus

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¡OJO, CONTIENE SPOILERS...DE LOS GORDOS!



El viejo Candy (lisiado al que le falta una mano) trabaja en una granja del sur de los Estados Unidos durante la Gran Depresión. Con él siempre va un perro no menos viejo; un perro medio ciego y apestoso cuya presencia irrita a algunos de los hombres que comparten barracón con el viejo debido al olor que desprende (algo que dificulta permanecer en la estancia sin sentir cierta repugnancia).

Llegado el día, Carlson (uno de los hombres que habitan en dicho barracón) le plantea al viejo la posibilidad de sacrificarlo "por el bien común". Algo a lo que el viejo se niega. Pero la insistencia de Carlson, la falta de miradas cómplices buscadas por el viejo para reafirmarlo en su negativa y una edad y estado físico que hacen de él alguien sin demasiada voz ni voto, lo hacen ceder. Carlson se lleva el perro afuera. Se oye un disparo. Poco después el viejo Candy se arrepentirá para siempre de no haber dado muerte a su compañero él mismo. Seguro que éste así lo habría querido: abandonar el mundo al lado de aquel que había hecho menos solitario y más llevadero un día a día miserable (probablemente la compañía mútua era lo más preciado que tenían ambos hacía ya demasiado tiempo).

Ésta historia, secundaria dentro de este De ratones y hombres, es importante (por otro lado como las demás existentes en el libro) para entender el universo solitario, de sueños irrealizables y de mala vida por el que se mueven la práctica totalidad de los desamparados personajes que por éste pululan (puntualizar que la miseria de la mujer de Curley –el dueño de la granja- no sería del tipo relacionado con unas condiciones pésimas de vida, sino más bien de tipo algo perverso: ella tiene poder para someter y manipular, y lo emplea; aunque por otro lado sí es cierto que su miseria sería equiparable con la de los otros, y es lo que me hace incluirla en la misma categoría de desgraciados, en el sentido de desdicha: también es alguien infeliz y solitaria en busca de calor humano; Curley, aunque a su modo también desgraciado -pues no deja de ser un acomplejado, celoso y frustrado al cual su ira ciega-, sería ya harina de otro costal).

Sin embargo, si he elegido hacer referencia a Candy para iniciar este comentario, es por el mero hecho de entender que su historia, de alguna manera, está ligada metafóricamente con la de los protagonistas. Especialmente, ésta se me vino a la cabeza al terminar la lectura para dejarme un rato pensando sobre el hecho de que George decidiera matar a Lennie.

Supongo que entender, para cualquiera que lo haya leído, que George, con todo lo terrible que ello implica, ejerce de brazo ejecutor por el amor de la amistad, es algo más o menos descifrable. Al menos así interpreto yo el desenlace. Pero es al pensar en la historia del viejo y el perro cuando la acción de George cobra un significado más emotivo aún, por representar George al viejo, y el apestoso perro inadaptado, que necesita ser vigilado y cuidado y que muchas veces podía suponer un incordio y ser un foco de problemas del que sería más cómodo desembarazarse, al propio Lennie. Lennie es, salvando las distancias, el perro sacrificado “por el bien común”. Imagino que George sintió que esa responsabilidad era suya y de nadie más y que lo contrario sería traicionarse a él y a su amigo. No quería que le pasara lo que a Candy. No iba a permitir el linchamiento. No lo iba a dejar morir solo, como al perro.

Finalmente, el pedazo de tierra anhelado por George, Lennie, Candy y Crooks (el hombre negro marginado del resto por el mero hecho de ser negro), ese que simboliza la felicidad, siempre fue algo inalcanzable. Y creo que, por tal y cómo está contado, así debía de ser para mantener la coherencia crítica respecto de la tragedia de una época que pagaron, mayormente, los pobres diablos de siempre. De todas formas, su crudeza (potenciada por una acertada falta de edulcorantes innecesarios; por ejemplo: que George no se suicide después de matar a Lennie, algo que hubiera sido de una poética algo frívola), no impiden ni están reñidos con el hecho de disfrutar de un humanismo enternecedor, o de la belleza hechizante y abrumadora (ésa alejada de todo y que siempre parece portadora de temibles secretos) que suele rodear a cualquier drama de ambientación sureña que se precie.

No sé si lo he dicho alguna vez, pero es un contexto que adoro para que me cuenten historias, y ésta se lee sin parpadeos. De un agridulce muy disfrutable.

Escrita hace 9 años · 4.3 puntos con 3 votos · @Atticus le ha puesto un 8 ·

Comentarios

@Tharl hace 9 años

Steinbeck es un asignatura que llevo pendiente desde hace ya demasiado tiempo. Le tengo descolocado cuando trato de situarlo junto a sus compañeros de generación: Hemingway, Fitzgerald, Faulkner, Dos Passos... Un autor de los pobres y oprimidos, del campo y América, desde un realismo medido con detalle, lejos de las ciudades, de París y New York, de experimentalismos y de la perspectiva de la burguesía... Tu reseña me recuerda que va siendo hora de que lea algo suyo.