AUTODESPRECIO MAYÚSCULO por Guille

Portada de ALGO HA PASADO

El libro tiene más de 600 páginas pero no se demora ni una línea en entrar en materia, y ¿cuál es esa materia?: el autodesprecio.

Bob Slocum, padre de familia y trabajador estimado, no puede disfrutar de su vida porque el miedo le atenaza; miedo a su familia, a sus compañeros de trabajo, subordinados y jefes, miedo a todo lo que se esconde tras una puerta cerrada (durante toda su lectura no pude evitar imaginármelo como el personaje que encarnó William H. Macy en Fargo).

Un hombre débil, cobarde (y, por tanto, peligroso), como él mismo dice, sin naturaleza propia, viviendo en un mundo (su mundo, por otra parte) de débiles y fuertes (hombres todos, naturalmente, las mujeres llegan como mucho a ser un premio y quizás no de los más importantes), donde a los primeros se les desprecia y a los segundos se les teme y admira.

“Kagle ya no me inspira temor. (La verdad es que creo que podría amedrentarlo cuando quisiera, que es débil en comparación conmigo y que soy fuerte en comparación con él. De tanto en tanto, mientras me hace confidencias, tengo esta tentación horrible de chocar inesperadamente y derribarlo para siempre mediante algún insulto brutal e inesperado, o de darle un puntapié en la pierna defectuosa. Es una mezcla extraña de ira ofendida y de odio cruel que empieza a surgir en mi interior y que hay que reprimir, y no sé de dónde viene ni cuánto tiempo podré dominarla).”

“Mi mujer en realidad es una buena persona, o por lo menos lo era, y, a veces, siento lástima de ella. Últimamente bebe durante el día y también flirtea, o trata de flirtear, en las fiestas a las que asistimos por la noche, aunque en verdad no sabe hacerlo. (Es muy mala en el flirteo, la pobre). No es una mujer alegre, salvo en ocasiones especiales y, por lo general, cuando está por lo menos ligeramente ebria tras tomar vino o whisky. (No nos llevamos bien). Cree haber envejecido y ser ahora más gruesa y menos atractiva que antes (desde luego, tiene razón). Cree que a mí me importa, y en este aspecto se equivoca. No creo que me importe. (Si supiera que no me importa, probablemente se sentiría aún más desgraciada). Mi mujer no es fea. Es alta, viste bien y tiene buena figura, y a menudo me siento orgulloso de tenerla a mi lado. Cree que ya no la quiero y también puede que tenga razón en esto.”

La narración es machacona; una y otra vez retrata las obsesiones, los miedos, el autodesprecio de este Bob Scolum, un ser obsesivo; obsesivo con sus "compañeros" de trabajo, obsesivo con sus hijos, obsesivo con sus recuerdos, obsesivo con sus miedos, obsesivo con sus debilidades y las de los demás; como no va a ser repetitivo en su discurso, igual que aquel que cierra la puerta 20 veces antes de salir a la calle... y vuelve a subir a los cinco minutos para volver a cerrar la puerta otras tantas veces antes de irse definitivamente. La forma se amolda al fondo, lo complementa, lo macera en el recipiente adecuado.

No es fácil que te caiga bien este hombre, no, como mucho se puede sentir compasión (yo la siento, aunque solo sea por acompañar al grosero despliegue de la que él mismo siente por sí mismo). Y le compadezco porque es una persona que ha decidido no vivir; prefiere flotar sobre la existencia y dejar de sentir.

“Hago todo lo posible por recordad en qué términos nos hemos despedido esta mañana, o nos dormimos anoche, con el fin de saber si sigue aún enojada conmigo por algo que dije o no dije, o no hice y que ya no recuerdo... Ha estado bebiendo otra vez, y noto, por su aire deprimido de furtiva incertidumbre, que también ella está tratando de recordar si esta noche somos amigos o no.”

“Existe un animal rastrero en alguna parte dentro de mí que trato de mantener oculto, pero lucha por salir, y no sé qué es, ni a quién quiere destruir. Sé que está cubierto de verrugas. Podría ser yo mismo. También podría ser a mí a quien quiere destruir.”

Pero dejar de sentir en una tarea ingrata e inalcanzable. Se ama así mismo, y a su hijo, al que siente como a sí mismo, se proyecta en él, y qué terrible es ser la pantalla de alguien como Scolum y qué terrible es tener un hijo que parece multiplicar todos tus miedos y debilidades hasta el infinito.

“Nunca pude soportar que se aprovecharan de él. Era como si yo mismo soportase la impotente humillación de que me engañaran, de que me tomaran por tonto. Mi propio orgullo y ego sangraban, heridos, al reconocerse. Era entonces cuando me sentía más furioso con él, cuando quería aplastarlo y aniquilarlo, en esos momentos en que he sentido, en un ardiente brote de amargura casi incontrolada, que permitía que lo hicieran víctima y lo mandaron los otros chicos. En vista de ello lo hacía víctima y lo mandaba yo.”

No es fácil ser tan sincero con uno mismo, estar tan a disgusto con uno mismo, ser tan infeliz. Cómo no compadecerse de él y cómo no compadecerse de su hijo, de alguien capaz de tener una duda como la que expone a su padre:

“Si estuvieras nadando y creyeras que estás a punto de hundirte, ¿llamarías al socorrista y dejarías que todo el mundo en la playa viera como te salvan? ¿O te ahogarías?“

Uffffff.

Al final, sí, algo pasa y no creo que sorprenda a nadie si digo que nada bueno. Pero en el fondo pienso que hubiera dado igual que no pasara nada; simplemente no tendríamos explicación para aquello que empuja a Bob Scolum a esta larga, caótica, autoflagelante, cruel, desagradable, perturbadora, desesperanzada, desordenada, deprimente, obscena, desesperada y ultramegasupersincera confesión.

No es un libro para una lectura sencilla ni acomodada; como se suele decir, no hace concesiones al lector, al que enfrenta a infiernos propios que no son nunca fáciles de asumir. Pero qué mejor objetivo y fin puede tener el arte que removernos por dentro. Este libro lo logra y de forma espléndida y terrible.

Escrita hace 9 años · 5 puntos con 2 votos · @Guille le ha puesto un 9 ·

Comentarios

@Faulkneriano hace 9 años

Qué casualidad lo empecé justo anoche y cayeron las primeras cien páginas. ¡Y qué paginas!

Por decirlo en términos de alta crítica literaria: tiene una pinta que te cagas.

Sigue carta.

@Guille hace 9 años

No es casualidad, vi que lo habías empezado y decidí traer aquí lo que escribí sobre ella hace ya un tiempo.

No seas tan duro contigo, tu alta crítica literaria llega a mi misma conclusión tras leer toda la novela y lo haces con muchas menos palabras.

@salakov hace 9 años

Otro libro más que apuntar a la lista de pendientes. A la buchaca.
Malditos seáis.

@Faulkneriano hace 9 años

Mira, una palabra nueva: buchaca. Me gusta. Y burjaca también.

@arspr hace 9 años

Pues si Catch-22 es uno de mis pocos 10, creo que inmediatamente me apunto este.

Además tiene pinta de que no va a ser "repetición" del anterior.

@Guille hace 9 años

@arspr, nada que ver con Catch-22, lo que, según dices, no sé si es buena noticia para ti.

@Faulkneriano hace 9 años

Durante décadas, se dijo que Heller había escrito uno de los mejores libros de la segunda mitad del siglo XX (ese Trampa 22 de la que habláis) pero se corrió un espeso velo de silencio sobre el resto de su obra, al menos fuera de Estados Unidos (aunque allí, parece, tampoco le fue mucho mejor). Dede luego, merece hablarse de Bob Slocum, su protagonista: voy por la página 250 y me siento tan atraído por su sinceridad como asqueado por sus pensamientos y actos, en los que, sin embargo, fatalmente me reconozco una y otra vez.

@Guille hace 9 años

Faulkneriano escribió:
"me siento tan atraído por su sinceridad como asqueado por sus pensamientos y actos, en los que, sin embargo, fatalmente me reconozco una y otra vez."

Valla @Faulkneirano, lo has vuelto a hacer. Qué facilidad para decir lo mismo que yo pero mucho mejor y con muchísimas menos palabras.

@Faulkneriano hace 9 años

Más vale que no diga en qué me reconozco... Quizá no sea tan malo como Slocum (qué voy a pensar yo), pero, desde luego, no soy ni la mitad de sincero... El que trabaje, sea padre, marido o hijo (vamos, todos) que lo lea y hablamos.

@Poverello hace 9 años

Pues por ser menos original diré al morral.

Como no lo he leído no sé si Slocum es sincero consigo mismo o con los demás, que hay una gran diferencia. Yo pensando para mí soy la mar de sincero a veces conmigo mismo, lo jodido es soltarlo y quedar como lo que uno es. Decía Groucho aquello de mejor callar y parecer tonto que hablar y despejar todas las dudas.

@Faulkneriano hace 9 años

Pues muy certeramente has dado con la clave del asunto: Slocum es sincero consigo mismo, pero no con el resto de los personajes; mas, al ser el narrador, el lector tiene la suerte de contemplar en primera fila sus interioridades; sus obsesionantes mecanismos mentales quedan desvelados en toda su turbadora complejidad.

Ahora, Guille, habría que explicar la cuestión de los paréntesis (y de lo que va entre paréntesis: ¿el grado dos de la sinceridad?) Desde luego, es lo que más llama la atención de la novela. ¿Cómo lo ves?

@Guille hace 9 años

Pues creo que lo entendí como lo que tú dices, un sinceridad 2.0, una forma de matizar él mismo su propio monólogo con el resultado de subrayar aun más esos comentarios crueles, los más crueles, con los demás y consigo mismo.

@arspr hace 9 años

Bueno, bueno, acabo de empezarlo (capítulo y medio) y de nuevo me vuelve a saltar a la cara el sarcástico y ácido humor soterrado a base de absurdas verdades como puños de Trampa-22.

Discrepo contigo Guille, pero sí que me parece similar en cuanto a estilo y planteamiento... Lo cual en este caso no me importa para nada...

(A mí también me agobiarían las miradas por el hombro para ver si los ratones están en la trampa o dejan de estarlo. A saber cual de las dos opciones es peor...)

Me parece que voy a disfrutar como un enano. Ya os contaré...

@Guille hace 9 años

Bueno, arsper, yo lo encontré muy distinto, pero quizás tengas razón. Mi lectura de Catch-22 data de hace muchos, muchos años.

Espero tus comentarios.

@Faulkneriano hace 9 años

Terminada la novela, se me ocurren las siguientes reflexiones, algo deslavazadas:

- El ambiente de la novela (ejecutivos medios, fiestas, rivalidades profesionales, martinis antes de la cena, suburbios residenciales, mujeres solas que le dan al morapio, hijos perdidos, angustia existencial, alienación) es idéntico al de los cuentos de John Cheever. Aquí, en mi opinión, gana Cheever por goleada.
- El personaje de Bob Slocum me sigue pareciendo una invención literaria de primera magnitud. Sus interminables discursos son, de lejos, lo mejor de la novela: es más, son la novela misma, toda vez que su omnipresente palabra llena todos sus recovecos.
- Me gusta, pues, la voz narradora, el uso generalizado del presente de indicativo (es curioso: son pocas las novelas escritas en presente) y el uso de paréntesis que, si bien complica la lectura, añade una curiosa dimensión a las reflexiones del protagonista, que parece desdoblarse y matizar sus propias afirmaciones.
- Pero... La estructura es algo errática. Al principio pensé que iba a ser una especie de “novela temática” al estilo de La conciencia de Zeno, donde, en vez de usar de una fácil linealidad narrativa, el autor ofrecería por bloques temáticos las andanzas y reflexiones del protagonista (sus relaciones profesionales, su actitud ante su mujer, sus relaciones con los hijos... algo que parecía sugerir el título de los capítulos) pero la cosa no funciona exactamente así, sobre todo en el tercio final.
- El suceso que parece justificar el titulo (Something happened) se anuncia en el primer tramo: el ascenso de Bob dentro de su empresa. A partir de ahí la acción narrativa se estanca: en puridad no ocurre nada (el giro es muy arriesgado: la novela tiene una materia narrativa delgada, alimentada más por digresiones acumuladas que por verdaderos acontecimientos) y el lector se interna en una larga meseta hecha a partes iguales de menudos acontecimientos del presente y recuerdos de un pasado a menudo presentado con tintes irreales (v. g., esa oficina en el que un Slocum de diecisiete años vive en una continua excitación sexual, una sección narrativa a la larga algo reiterativa, o las visitas que hace a su madre moribunda)
- En fin, que el arranque es superior a la resolución. La novedad que supone la absoluta sinceridad del protagonista se atenúa con la repetición.
- Hay logros estremecedores: la actitud que muestra hacia la hija, a la que se empeña en tratar como una adulta con quien compite encarnizadamente; la extraña relación con su mujer (mezclando el deseo sexual, la absoluta indiferencia hacia su persona y esa sensación de comodidad doméstica a la que no está dispuesto a renunciar, pese a sus aventuras) y, sobre todo, la manera en que se identifique con su hijo, viendo reproducidos en él (y compartiendo) sus más íntimos terrores: aquí es, en mi opinión, donde Heller alcanza su cota más alta como narrador.

Vamos, que no está nada mal. Ahora sí que tendré que leer, por fin, Trampa 22.

@Guille hace 9 años

Muy de acuerdo con tus comentarios Faulkneriano... excepto en un par de cosas.

Sí, la estructura es errática y además el discurso es repetitivo y obsesivo, pero creo que así es como debe ser en estas confesiones dolorosas de alguien destrozado por la tristeza y ahogado en su propia autocompasión… por algo que ha pasado.

Y aquí es donde discrepo contigo. Ese algo que ha pasado no creo que sea su ascenso en la empresa (te lo comento por mensaje privado porque es algo que en la novela se descubre en su parte final).

@Faulkneriano hace 9 años

Fe de erratas.

Ese algo que ha pasado (ahora sí tengo el libro delante) no es, evidentemente, el ascenso en el trabajo. El suceso en cuestión ocupa una página y cuarto (615-6), despachándose rápidamente para lo que acostumbra el autor (que le dedica más de 20 páginas a la entrevista de Slocum con el profesor Forgione, pongo por caso) Me lo he pasado. Como te decía, Guille, terminé la novela en el tren y debí leer distraídamente, tomándolo por un sueño (a lo mejor lo leí "en diagonal") De cualquier manera, lo "sucedido" no invalida, creo, mis conclusiones, aunque el final, como bien dices, ensombrece bastante el tono general. Mea culpa.

Como diría Antonio Orejudo, Desventajas de viajar en tren.

@Guille hace 9 años

Como te he comentado, leer en diagonal precisa su técnica. Con Los miserables yo la desarrollé bastante ;)

Y sí, es cierto, no invalida en nada tus conclusiones y con las que, como te dije, estoy muy de acuerdo.

@arspr hace 9 años

¡Madre del amor hermoso! ¡Vaya salvajada de libro! ¡Vaya manera de enfrentar al lector con su lado oscuro, gris, marrón y negro!

Temblando continúo desde esta mañana. Para que luego digan que la literatura NO es peligrosa... Vamos, que mi siguiente libro es betseller tonto (a priori) para relajar las neuronas, el corazón y el hígado...

Gracias Guille porque ha sido otro 10 particular...

Y es que ni siquiera esa repetición, que sabiamente indicáis, al final me ha parecido superflua. Es cierto que a medio libro uno llega a pensar "pero qué pesado es Slocum, ¿no?". Y esto unido a la irremediable identificación de fantasmas por mucho que uno reniegue de él, efectivamente hace extremadamente dolorosa (a la vez que placentera) su lectura. (Vamos que me debe gustar la marcha...)

Pero paradójicamente, yo al menos, he sentido una identificación plena en el "desvarío" (aunque por otra parte es de una lucidez aplastante), de Slocum. Y es que de hecho poco a poco hay un claro patrón en espiral por motivos obvios... (cada vez capítulos más largos, cada vez menos humor, cada vez más elípticos, cada vez más descarnados, cada vez más confusos). Y quizá, aunque requiere aún más un extra de voluntad, motivación, atención y blindaje emocional, el antepenúltimo capítulo ("No es verdad" en traducción literal del inglés, no sé cómo es en la traducción española), es el culmen real del libro justificado por el desenlace y desencadenante primigenio inmediatamente posterior.

Es que incluso el artificioso "suceso" en cuestión, que es de un cariz un tanto forzado y teatral, me ha resultado espectacular. No por él mismo, que ya digo que es un poco hasta peliculero, sino porque con su brevedad de exposición y desenlace, a mí me ha abierto la imaginación a, al menos, cuatro posibles "sub-finales", cuatro posibles decorados y justificaciones del hecho en sí. Y por supuesto cada cual más descarnado y extremo que el anterior.

Sin que tenga nada que ver, (o sí, ¿quién sabe?), me viene a la mente la película sueca "Déjame entrar" que me dejó un tremendo mal (buen) cuerpo porque, (en mi opinión), su final puede tener igualmente una lectura verdaderamente desgarradora y no demasiado evidente.

Como siempre digo, me encanta que los libros hablen por sí solos sin que el autor te lo tenga que explicar...

¡Ah! Por cierto. Efectivamente el libro es, y no es, parecido a Trampa 22. Es parecido en el patrón de libro humorístico o sarcástico (a priori) que evidentemente tiene mucho más fondo del inmediatamente aparente y que poco a poco, y lógicamente, se va transformando de tragicomedia a drama y de drama a bofetón a la conciencia.

Y es distinto porque este es mucho más visceral y primario. Y también con una degeneración de humor a horror mucho más rápida (aunque afortunadamente sin abandonar nunca la media sonrisa, o mueca mejor dicho). Sí, Trampa 22 es una crítica social, es una crítica de lo estúpidos (y lo maravillosos) que los hombres somos como grupo. Este en cambio es una radiografía de lo estúpidos (y lo maravillosos y lo contradictorios y lo repelentes) que los hombres somos como individuos... lo cual es causa clara de lo anterior y mucho más difícil de asumir y asimilar cuando te la arrojan a la cara.

Por último, y aunque suene contradictorio, (que lo será, pero así homenajeo al propio libro), tengo que acabar diciendo que todo esto para un libro con el que NO estoy de acuerdo ni en lo más mínimo (pese a reconocerme en él una y otra vez). Y por ello una buena muestra de incluso de manual "autoayuda", (si eres capaz de digerirlo y no te mata previamente por úlcera galopante, claro está). El problema de raíz de Slocum es simplemente el "cualquier tiempo pasado fue mejor (y ni siquiera eso)". Evidentemente la vida supone ir dejando cosas atrás, (en muchos casos heridas abiertas), por el mero hecho de que si no, no podría venir nada nuevo. Y por supuesto que la inocencia se pierde, y tus hijos pasan de infantes a adolescentes, y de adolescentes a adultos con neuras, divorcios, despidos improcedentes y depresiones, y tu mujer envejece, y tú también con ella. ¿Y qué preferirías? ¿Todo estático? ¿Parado? ¿Muerto sin haber vivido? ¿Un hijo infante inocente perpetuo? ...
(¡Anda! ahora que caigo, el libro también se responde a eso mismo con Derek, ... No, si al final, sí que voy a estar de acuerdo con él incluso en su implícita autocrítica).

@Guille hace 9 años

Celebro muchísimo que te haya gustado tanto, arspr. Y no creo que sea ningún problema que te guste la marcha, si es esta marcha.

Yo creo que el problema de Slocum es todavía más primario: simplemente es de los que no están hechos para ser felices. Sin la tragedia vivida, sería uno más de los muchísimos que sobreviven como pueden, sin felicidad (o "en el camino de", que la mayor parte del tiempo es lo más que se puede conseguir), pero tampoco sin una infelicidad que les impida continuar.