UN GIMLET HELADO Y AMARGO por FAUSTO

Portada de EL LARGO ADIÓS

Para afrontar debidamente una narración de Chandler no sólo hay que saber encajar unas intrigas siniestras, unos ambientes sórdidos o empaparse de sensaciones (acción, violencia y diálogos incisivos), olores (humo de cigarrillos, el aromático tabaco de pipa, el embriagador perfume femenino) y sabores (el amargo y fuerte del café negro, el bourbon y variopintos licores), además hay revestirse con una “segunda piel” impermeable al cinismo, escepticismo y hostilidad al género humano.

“El largo adiós” supone la sexta y penúltima entrega de la saga del detective Marlowe. Personalmente constituye una de las notables junto con las novelas pares de la serie: “Adiós, muñeca” (entre ésta y la que reseño, tengo grandes dificultades por decantarme por mi preferida) y “La dama del lago”. El relato que nos ocupa sigue los cánones de la novela negra y más concretamente con el estilo y estructura chandleriana desplegada en sus escritos predecesores; sin embargo contiene ciertas peculiaridades que le confiere una seña habitual y, a la vez, única.

La propiedad más valorada, a mi juicio, de la prosa de Chandler es su sencillez y forma directa junto con sus diálogos cortantes y mordaces, que en esta ocasión se acentúa el tono pesimista con un matiz más oscuro y haciendo énfasis en la amargura que desprende los coloquios, tanto el conversacional como el monólogo interior. El detective va dando bandazos desde el existencialismo al más acre nihilismo.
Otro atributo típico es la ácida crítica social. Siendo este volumen el más largo de todos, tiene espacio para juzgar todas las lacras sociales, políticas e institucionales ya apuntadas en sus anteriores escritos, además de recalcar ciertos matices y criticar el sistema capitalista y democrático americano, es “el lado oscuro del dinero”. Chandler, con su “afilada pluma” en ristre, se transforma en un quijote contra cualquier tipo de corrupción y depravación: política, policial, judicial, prensa, moral o de cualquier tipo de poder e influencia. En este aspecto la novela es la más completa y acertada de toda la serie. Siendo escrita en los años 50, me extraña que no tuviera problemas con el macarthismo.
La verdad, que no es sinónima de justicia, y los principios honrados y rectos del detective deben quedar incólumes, por encima de todo y sin rastro de cualquier mancha.

La trama compuesta por 2 casos con correspondencias y ramificaciones comunes, es una intriga inteligente y atractiva, compleja pero bien urdida y con final sorprendente. Esta vez es el propio detective quien inicia el argumento al hacer de “buen samaritano” ayudando a un pobre diablo: un borracho, solitario y, en apariencia, un “muerto de hambre”, una especie de trasunto del protagonista. La rudeza o dureza de Marlowe no es óbice para buscar la amistad y la consideración de cualquier persona. El segundo asunto es localizar a otro pobre diablo: un acaudalado escritor de best-seller, alcohólico y violento. Ambos sucesos y personajes tan dispares, en un principio, pero que se combinan a la perfección generando un historia sugestiva con trazas de un pasado oscuro, mujeres fascinantes, amores perdidos, infidelidades, abusos policiales, médicos sin escrúpulos, negocios de mafiosos, intereses de potentados, etc. Un cóctel bien mezclado que como el gimlet (bebida importante en el argumento con significado simbólico y que se hizo famosa a raíz de esta publicación) se sirve y se debe tomar muy frío, todo apasionamiento puede ser perjudicial.
Un rasgo menor, pero que me encanta, en toda crónica sobre Marlowe son las numerosas alusiones literarias y culturales diseminadas por todo el texto y sin olvidar su sabiduría ajedrecística (realmente sorprende la mención de Ruy López).

Al terminar la última página se tiene la satisfacción de haber saboreado una gran novela independientemente del género al cual se subscribe, una narración apreciable en sus 2 vertientes: trama y suspense por un lado y del otro por su excelente análisis social y psicológico. No hace falta prevenir que la lectura deriva hacia el regusto áspero de la amargura, ya que como reza la última frase: “No se ha inventado todavía la manera de decirles adiós definitivamente.”

Acabo citando la película homónima, eso sí, muy brevemente (no quiero ensañarme ante semejante despropósito), que versionó en 1973 Robert Altman. Ante las pocas afortunadas adaptaciones de los relatos anteriores, exceptuando la excelente “El sueño eterno” de Hawks con el genial Bogart, y las buenas calificaciones y críticas que tiene el filme de Altman, me dispuse a deleitarme ante tal ilusionante obra. No pude llevarme peor chasco. Quedé alucinado con este pastiche: un protagonista sin carisma y desdibujado, el guión descontrolado y precipitado, escenas absurdas, personajes ridículos y una conclusión imposible para la personalidad de Marlowe, además de cometer el “sacrilegio” de imitar, o parodiar, el final de "El tercer hombre".
Quien haya disfrutado de la película no tiene excusa para enfrascarse en la novela.

Escrita hace 10 años · 5 puntos con 5 votos · @FAUSTO le ha puesto un 7 ·

Comentarios

@Faulkneriano hace 10 años

Chapeau por la reseña, Fausto.

Sobre la película no estoy tan de acuerdo. A mí me parece una buena versión, con un Elliott Gould suficientemente desencantado, quizá más perplejo y despistado que el Marlowe literario. Muy setentera, eso sí.

@sedacala hace 10 años

Hola FAUSTO, veo que “El largo adiós” te he gustado y lo digo, porque así parece desprenderse de tu reseña. Sin embargo le has puesto un siete, que está bien pero que, en alguna medida, excluye el entusiasmo. ¿Acaso no es eso lo mismo que me pasó a mí cuando la leí? No lo sé, ¿qué le puse yo? ¡Caramba, también un siete! Seguramente debió ser algo parecido; yo, que no escribí reseña de este libro, en parte porque ya la había escrito de “La dama del lago”, sin embargo, fui gratamente afectado por su lectura en una medida similar a la que tú señalas, el lenguaje ácido, la amargura, la sensación de vivir en un mundo desesperanzado por mucho que alrededor veas gentes que viven, que ríen, que aman, y sin embargo Marlowe está como cauterizado por su inmersión en un nihilismo brutal. Sí, es verdad que él también hace lo que puede, el también ama, e intenta divertirse y vive y sobre todo bebe, sería impensable un Marlowe abstemio; pero vivir es inevitable, me refiero en el sentido de comer, beber o respirar, pero en el sentido de palpar la vida y sentir a las personas, es como si estuviese muerto. Esa es su actitud y ese es también el lenguaje con que describe la trama policiaca. ¿La trama policiaca? Está bien, pero ahí yo creo que es menos brillante y la verdad es que alterna momentos lúcidos con otros demasiado complicados. Tengo el recuerdo de leer y entender hasta un punto en el que repentinamente la trama se lía, para después volver a hacerse comprensible, pero por poco, o al menos tal es la sensación confusa a que te lleva su tremenda complejidad. Ahí hubo momentos en que leí con cierta sensación de esfuerzo por salir del laberinto y alcanzar una visión con perspectiva aérea. Quizá en ese aspecto me gustó más “La dama del lago”, aunque en el de la acidez y la desesperanza me gustó más “El largo adiós”. En mi opinión, Chandler crea un tipo de novela que es el reflejo fidedigno de una época, de una época y de una sociedad que antes fue diferente y que después ha cambiado de forma irreversible; fuera de ese momento histórico no entiendo bien sus novelas, pero en ese momento histórico están perfectamente arraigadas. Para mí, más que novelas de género son novelas de época. La época de la novela negra.

@Guille hace 10 años

Le tenía muchas ganas a este autor, y mira tú por donde que RBA publica toda la serie del detective Marlowe en un solo volumen: para casa que se vino inmediatamente.

Opino como tú, Fausto (gran reseña): esta es la más completa y acertada de toda la serie... aunque yo generalizaría y diría que en todos los aspectos, pero bueno solo soy un lector veraniego de este tipo de literatura.

Pero aun siendo así, debo expresar mi desacuerdo con el retrato que nos haces de Marlowe, sedacala, al menos con el retrato que yo me hice de él. Marlowe está muy alejado del nihilismo, entendido como falta de principios. Todo lo contrario, Marlowe es un idealista; eso sí, un idealista realista, esto es, tremendamente pesimista. Su moral es estricta, aunque no sea ortodoxa.

Tampoco me parece que “no sienta a las personas”, es todo un sentimental y así lo podemos constatar en bastantes ocasiones de la saga. Pero ese pesimismo respecto del género humano lo convierte en una especie de misántropo; eso sí, un misántropo adorable.

P.D. No sé por qué no había estampado mis votos en esta novela ni en La venta alta. Pero ya está subsanada la doble omisión.

@sedacala hace 10 años

¿Nihilismo, falta de principios? No, yo no lo entiendo así, yo lo entiendo como pesimismo, eso sí, porque significa la negación del sentido de la vida. Precisamente cualquier día colgaré la reseña que escribí sobre “Padres e hijos” que es, creo, el primer sitio en el que se maneja ese concepto. El caso es que FAUSTO recoge el término en su reseña y yo lo repito porque estoy completamente de acuerdo con su aplicación a este caso.

Me parece que mis palabras, escritas con una cierta rapidez y cogidas en su sentido más literal, no reflejan exactamente lo que yo he querido decir. Mi intención era muy clara, yo quería expresar que lo más significativo de esta novela, para mí, es el estado de ánimo del protagonista durante todo su transcurso. Llámese amargura y desesperanza, llámese lenguaje ácido, mordaz y sarcástico, llámese lo que se quiera, el caso es que es un tío que está jodido, y que desconfía de todo bicho viviente, en ese sentido dije lo de que no sentía al prójimo. Ese es, para mí, claro, el aspecto más notable de sus novelas. Repito, para mí.

El que haya tenido otra visión más lúdica, pues mejor, porque al fin y al cabo leer cosas impregnadas de pesimismo no es una actividad “divertida”, en sentido estricto, aunque luego convengas en que es lo que más te ha impactado de sus novelas.

@FAUSTO hace 10 años

Pues sí, setentera por los cuatro costados. Para mí las décadas de los 60 y 70 no son de las mejores cosechas del cine americano (si hay cosas interesantes en la cinematografía europea) y menos aún cuando se trata del cine negro, aunque hay honrosas excepciones.
La verdad es que acabé muy “engañado” con el filme de Altman. Hay varias escenas que rozan el esperpento, desde las vecinas hippies en top-less, los mafiosos en paños menores (je, con un papelito de de Schwarzenegger “posando” y dejando en ridículo a los demás), las payasadas del detective en el hospital o ese final imposible para el personaje literario. Lo único salvable fue la actuación de Sterling Hayden, uno de los grandes que en sus tiempos de juventud y madurez (años 40 y 50, la época dorada del cine negro) hubiera podido ser un gran Marlowe en la gran pantalla, aunque, para mí, el perfecto es Bogart.
Viendo tu nota de la novela, sospecho que, por lo menos, coincidimos más en que hay diferencia palpable y notoria entre ambos títulos.

En cuanto a las valoraciones, sedacala, siempre es algo personal y subjetivo. Siendo puntilloso ese 7 tiene varías decimas, muy cerca del notable alto, tanto para esta novela como para “Adiós, muñeca”. Como explico en aquella reseña, la parte final se enreda cortando el ritmo ágil que hasta ahora tenía. Algo parecido me sucedió con esta historia, no de una forma tan amplia pero si en varias y determinadas fases de la trama que se explaya innecesariamente en detalles o acciones. Uno de sus grandes aciertos es la excelente crítica, en este sentido, vuelvo a repetir, creo que es el texto más conseguido y ambicioso de Chandler. Y si, tienes razón que la intriga peca también en algunos momentos de ser un tanto confusa, aunque no en demasía, enseguida se le consigue tomar el pulso; nada que ver con la trama liosa y con cabos sueltos de “El sueño eterno”. Comparando las novelas “Adiós, muñeca” y “El largo adiós” con “La dama del lago”, que disfrute mucho, ésta la considero algo inferior. Su lectura es más fácil y su trama muy entretenida, pero la veo con menor calidad literaria y en asuntos desarrollados. Se podría decir que es una narración más convencional.

Y, bueno, sobre encuadrar una lectura en su época es algo necesario para comprender la obra, no obstante no creo que todo se deba circunscribir a un determinado tiempo y espacio. Si vamos a generalidades: los temas de corrupción, el poder, el dinero, la política, la delincuencia, etc. tienen bastante de actualidad y vigencia. Por supuesto llevas razón sobre el cambio y la evolución de la sociedad, sin embargo nos enfrentamos a similares problemas y lacras. Siguiendo tu pensamiento y sin contradecirme, la novela negra refleja a la perfección el tiempo y la situación del momento en que se escriben; no hay más que echar un vistazo, por poner un ejemplo, a la obra de Henning Mankell. La forma y las circunstancias exteriores se han transformado, pero el fondo es muy semejante a cualquier novela negra clásica, tratan los mismos temas.

Hola, Guille, Con respecto al carácter de Marlowe, tanto tú como sedacala tenéis razón, es más, yo mismo he plasmado esa dicotomía en la reseña. Es evidente que sigue unos determinados principios estrictos, le he denominado un quijote y “buen samaritano” (en un principio iba a titular así la reseña), y, a la vez, en varias fases llega a caer en un cierto nihilismo en un sentido crítico y acusador. En esta novela el detective tiene ya 42 años y se nota el paso del tiempo por él, está más cansado, desesperanzado y sobre todo pesimista sobre el género humano que nunca, aunque, afortunadamente, siempre conserva un halo “romántico”.

Un saludo para todos.

@FAUSTO hace 10 años

Vaya, he escrito mi comentario sin leer el último, de todas formas mi último párrafo puede servir igual.

@Guille hace 10 años

OK, sedacala, aclarado el tema de los sentimientos hacia las personas. Sí, Marlowe es un tipo que da la impresión de estar muy jodido.

En el otro tema parece que estamos ante un problema terminológico e incluso filosófico. Un nihilista no tiene por qué ser pesimista y, de hecho, no lo utilizó en ese sentido Turguénev en la obra que citas. Los nihilistas que nos retrata el autor ruso eran unos revolucionarios, y los revolucionarios tienen que ser, casi por definición, optimistas.

Estrictamente hablando, sería el sentido que FAUSTO da al término el más adecuado: como alguien que no acepta la moral o las costumbres imperantes. Lo que no quiere decir que sean sustituidas por el vacío, todo lo contrario en este caso.

Mi interpretación de la palabra al comentar fue la, llamémosla así, popular, aunque sea un sentido degenerado de su auténtico significado.

Pero dejando al lado el problema terminológico, también estamos de acuerdo en esto, como bien dice FAUSTO. En mi comentario ya digo que Marlowe en un idealista pesimista y que tiene muy poca confianza en el género humano. Así que, como ves, mi visión no es más lúdica en el sentido que tú dices, pero sí fue muy, pero que muy lúdica en otros sentidos.

@Poverello hace 10 años

Marlowe sea probablemente el detective de novela negra al que más cariño le tengo, por su cinismo descarnado, su cabreo vital, pero la asombrosa honradez con la que se mueve en los odiosos círculos con los que tiene que codearse. Particularmente en esta novela de la serie se aprecia mejor que en ninguna otra de las que he leído lo 'buena persona' que es. El enfoque curioso pero firme de la lealtad en la amistad me parece una maravilla.

Acerca de que Chandler es ágil (o mejor sencillo para usar tus propias palabras, Fausto) en estilo lo considero bastante más denso y barroco que, por ejemplo, Hammett o Thompson en determinados momentos. Sus descripciones suelen ser puntillosamente precisas y oscuras en buena medida.

Muy buena reseña.

@FAUSTO hace 10 años

Ya se echaban de menos tus comentarios, Poverello. Espero que hayas solucionado tus problemas y “cabreos” tecnológicos.
También, no cabe duda, que Marlowe está entre mis detectives preferidos (en novela negra), y en esta línea se encuentra Lew Archer, un personaje con muchas similitudes aunque con un matiz más “humano” y no tan amargado; no en vano una de las motivaciones de Ross MacDonald para escribir fue la profunda admiración que sentía por el estilo chandleriano, una admiración que parece que no era recíproca.

Volviendo a la novela, es crucial el sentimiento de amistad y lealtad que mencionas, pero siempre pasando por el tamiz de sus principios honrados y justos (este calificativo tiene varias acepciones en Marlowe), y como ocurre en todos sus casos siempre deja un poso de resentimiento y soledad.
Sobre la sencillez de Chandler, es verdad que en el texto contiene varias descripciones minuciosas, pero dentro de la serie es lo que menos me ha llamado la atención, nada parecido a lo que aprecie en sus primeras novelas, sobre todo con la presentación del personaje en “El sueño eterno” con numerosos detalles de todo tipo. Como apunto en la reseña, lo que me pareció más denso y de mayor calado de “El largo adiós” fue el magnífico y prolijo análisis social y psicológico.
Una saga que, a falta del último libro, me está dejando bastante satisfecho y con notables aportaciones en varios aspectos: estilo, tramas, personajes y especialmente en los diálogos.