EXCELENTE CHÉJOV; PRESCINDIBLES COMENTARIOS por Tharl

Portada de CHÉJOV COMENTADO

En cuanto vi la sobria pero cuidada edición de “Chéjov comentado” en la librería, quise hacerme con él. De los dieciséis cuentos reunidos por el 150 aniversario del autor solo había leído dos anteriormente, y no me importaba volver a encontrarme con Enemigos. Era un capricho tonto pero eran reyes, y qué diablos, se trata de Chéjov.

Ya comenté en otra reseña por qué amo a este ruso sencillo que murió demasiado joven. Su sencillez, su penetrante capacidad de observación y de comprensión del género humano, la sinceridad con que deja a sus criaturas respirar por sí mismas y presentarse al lector sin explicaciones, intermediarios o prejuicios; su habilidad al retratar la vida no vivida en sus paisajes humanos, la visión hermosa y trágica de la vida que transmiten sus textos y esa inmensa compasión con la que afronta todas las desgracias y mezquindades del hombre… Me conquistó desde el primer cuento.

No voy a repetirme, voy a hablar de los cuentos de esta colección. Ya me quedé con las ganas de hacerlo la otra vez. Como Sergi Bellver expone en su prólogo, los cuentos han sido seleccionados como un corpus complementario al canon de la obra chejoviana, como un intento de rescatar aquellas joyas olvidadas por selecciones como la de Alianza. Bellver también confiesa haber buscado cierta variedad temática y casi siempre una alta calidad en los relatos (quien ya conozca a Chéjov sabrá que esto no debió ser muy difícil). Otro criterio de la selección, este no admitido, es la duración de los cuentos. Todos ellos cortos, lejos de los relatos más largos donde el escritor divide la narración en varias estampas. Aquí, la mayoría de los cuentos son paisajes humanos en los que Chéjov plasma con humanidad escenas aparentemente banales de vidas anónimas. Ya sabéis, cuanto más cortos sean los cuentos, más llenaran el índice gastando menos páginas.

No hace falta decir que los cuentos son una delicia. “Las bellas” es un hermoso relato sobre la melancólica impresión que produce la belleza femenina en el protagonista. “El misterio”, más flojo, es un agradable cuento satírico. “Casa con Mezzanina” contiene lo mejor del ruso combinado con un discurso ético sobre su visión del compromiso social. La mezcla es algo forzada con un resultado extraño, pero es fundamental para comprender un poco mejor la visión social de Chéjov -visón que, por cierto, comparto y creo que la historia ha demostrado cierta-.

También tenemos “Quiero dormir”, uno de los cuentos con el honor de figurar en la extraña lista de los favoritos de Tolstoi (junto con “Poquita cosa”, “La corista”, “Un drama”, “En casa”, “Tristeza”, “Los fugitivos”, “En el tribunal”, “Vanka”, “Señoras”, “Los muchachos”, “Oscuridad”, “La esposa” y “Un ángel” dudo que sorprenda la ausencia del excelente “La dama y el perrito”). Es un relato brutal, en todas las acepciones del término. No os cuento más.

“El hombre enfundado” ya lo había leído. Deduzco por la repetición que debe ser uno de los más valorados, pero no figuró entre mis favoritos entonces y tampoco lo hace ahora. Para que os hagáis una idea os diré que es uno de los cuentos más largos de esta colección. El cuento es una palmada en la mesa con indignación dada por Chéjov antes de ponerse a fumar su pipa, meditabundo y sombrío. Las cosas mejoran pronto, “El violín de Rothschild” es un fascinante cuento con múltiples lecturas que en sus escasas páginas emocionas con la toma de conciencia de su protagonista, quien descubre demasiado tarde que de tanto contar sus pérdidas (reales y potenciales) ha perdido su vida y solo le queda un canto de cisne y un violín huérfano. Con “En Moscú” la calidad sigue en su cénit: un Hamlet moscovita de plena actualidad nos confiesa la trampa vital en que ha caído en un mundo de apariencias y espejos que no puede abandonar a pesar de dejarle infeliz y vacío. Tendrá mucho éxito en nuestros tiempos, donde es difícil tener una conversación en algunos círculos -sobre todo “si va” alternativo- en que no salga la palabra “postureo”. Y entran mis tres cuentos favoritos.

“Tristeza” es aún mejor que los anteriores. La estampa de un solitario cochero en la gran ciudad. Acaba de perder a su hijo y no tiene con quien desahogarse. El final, cocinado a fuego lento, donde Chéjov humaniza al caballo y animaliza al cochero, es de una ternura y tristeza que hacen honor al título.

“Enemigos” es el cuento que recomendaría a toda aquella persona resentida y con odio o desprecio al otro, o sea, a toda persona que conozco. Somos egoístas hasta con el sufrimiento, parece que solo el nuestro es importante y que el resto no tiene derecho a sufrir, sobre todo si es rico y podemos llenarnos de veneno diciendo, sin que haga falta conocer a la persona, que ha tenido una vida demasiado fácil. Botín, si lees esto, siéntete una excepción. La incomprensión es siempre ineludible, pero entre seres desgraciados, en especial si pertenecen a estratos distintos, lo ineludible es que no culmine en violencia y odio. Y a ver qué listo se atreve a condenar a alguno de los personajes.

“Desdicha” es una especie de monólogo de un desgraciado (de nuevo, en todas sus acepciones) camino a los infiernos, donde tal vez le echen una mano. Una vez más la toma de conciencia llega tarde… y qué más da, de no ser así en cuatro días al bastardo le habría pasado el efecto. Lo mejor del cuento no es el sádico final -estoy seguro que Chéjov disfrutó-, sino saber que la toma de conciencia, en parte, es falaz, aunque sincera, repleta de auto justificaciones. Me sorprendió lo radicalmente distinta de mi lectura y el comentarista.
“Incidente ocurrido a un médico” está más cerca a “Casa con Mezzanina” en forma, tema y calidad que a los tres anteriores, lo que significa que es excelente, pero menos; y que la alegre tristeza de Chéjov fija su penetrante mirada compasiva en el mundo industrial y en el futuro de una sociedad en cambio y crisis. Observado desde la distancia de los años el cuento se vuelve más triste. Sabemos cómo acabaron las cosas y en que desagüe cayeron las esperanzas de Chéjov. “Grisha” nos levanta el ánimo en sus escasas páginas sobre la primera aventura de un niño fuera de su cuna y su cuarto, aunque acabe con una cucharada de aceite de ricino.

Inmediatamente viene “Confesión” u “Olia, Zhenia, Zoia”, escogido con la más perversa de las intenciones. Es un jarro de agua fría. Chéjov no es perfecto, y al menos escribió un relato de lo más mediocre. Es un alivio: el ruso es humano. La antología está llegando a su fin y ya no volverá a la perfección de los mejores cuentos. “Pequeñeces” podría verse como una continuación de “Grisha” seis años después. Una nueva cucharada de ricino, una pequeñez que hace dar con el culo en tierra al chaval. Los adultos somos unos cretinos. “El amanuense” es el típico relato que enfrenta al intelectual charlatán que habla de la vida con el chaval sencillo que prefiere vivirla. Típico, pero de excelente factura. “Ostras” es otra versión, tal vez con menos encanto, pero seguramente más rico, de las cucharadas de ricino de “Grisha” y “Pequeñeces”, ahora el chaval, si fuera el mismo, tendría un par de años más y es pobre. Descubrirá las ostras. No es el cuento que yo habría elegido para acabar, pero mejor, así me da menos lástima haber acabado el libro y decido dejar de lado un poco los cuentos de Chéjov y lanzarme a su teatro.

Los comentarios son otro cantar. La mitad de los comentaristas tienen la decencia de dejar su ego a un lado y hablar del cuento. Con frecuencia necesitan las mismas páginas que Chéjov y no dicen ni la mitad, a alguno le basta con parafrasearle. De estos seis habrá tres que salvar de la quema.

Casi me olvido del prólogo. Es… bueno, no casi, me he olvidado por completo de qué decía. Recuerdo que era un prólogo de manual, comprobaría si lo han sacado de la Wikipedia si no fuera por la recordara la continua necesidad a lo largo del prólogo de justificar la edición.


Dudo que haga falta decirlo, pero nunca está de más. Leed a Chéjov, incluso más allá de sus cuentos más reconocidos. Nunca decepciona, ni en las peores historias.
La edición es bonita, pero podéis ahorrárosla y comprar un hermoso sujeta libros.

*Le pongo un 9 a la ficha, que aunque Chéjov merezca el 10 no quiero hacer propaganda al libro.

Escrita hace 10 años · 5 puntos con 4 votos · @Tharl le ha puesto un 8 ·

Comentarios

@lucero hace 10 años

Excelente y detallada reseña Tharl, y coincido en que los cuentos de Chéjov son de una atractiva sencillez. No he leído un corpus como el que presentás, sino cuentos aislados en antologías. Me pondré de lleno un día de estos, cuando le llegue la hora....qué dramática!
Saludos y gracias

@FAUSTO hace 10 años

Buena reseña, Tharl. No creo que te arrepientas cuando hinques el diente al teatro de Chejov. Para mí es un indiscutible maestro del drama, con una mirada crítica y ácida sobre la sociedad o la psicología de personajes o, como comentas de los cuentos, con una penetrante capacidad de observación.
Tu reseña me la tomo como un recordatorio “machacón” para retomar (espero que sea lo antes posible) los relatos chejovianos, que ya hace tiempo decidí dar otra oportunidad a esta prosa que no me impactó en su momento.

@Tharl hace 10 años

Cualquier hora es buena para Chéjov, Lucero. Y para darle una merecida segunda oportunidad. Su prosa es sencilla pero su capacidad para sugerir mucho con solo un par de pinceladas, es formidable.
Tengo ganas de leer su teatro. Y ojalá tenga la oportunidad de verlo pronto representado. Me pregunto como funcionara su habilidad en las distancias cortas en otro terreno.
Abrazos!

@Poverello hace 10 años

Como ya comentaba con fausto, creo que en alguna otra reseña, no desmerezco en absoluto el teatro de Chéjov, del que he leído tres obras y que no dejaré de recomendar, muy en esa línea de crítica despiadada hacia los cánones establecidos socialmente, y que su estilo sigue siendo de un naturalismo y simplicidad ejemplar, pero me gustan mucho más los cuentos. Que no es que me gusten, sino que me apasionan. En estas lides teatrales naturalistas y sociales prefiero por norma general a Ibsen, pero por una cabeza a lo sumo.

@FAUSTO hace 10 años

Uff, Ibsen… otro de los grandes genios del teatro, y dentro de poco (a priori, ya que nunca se sabe) será una de mis prósximas lecturas. Por ahora yo no me decanto por ninguno de ellos, quizá después.