MENOS por Tharl

Portada de LAS COÉFORAS

La grandeza de la tragedia, al menos de la tragedia antigua, no creo que esté en la acción, limitada en exceso por la rigidez de la unidad de acción, espacio y tiempo, la imposibilidad de mostrar violencia en escena y, en Esquilo, la limitación a dos personajes (aunque haya varios en escena al mismo tiempo, como el desaprovechado y mudo Pílades); sino en el ‘agón’, el conflicto que sacude al protAGONista y le hace sufrir (‘pathos’). Conflictos terribles de difícil resolución y cuya representación tenía una clara intención social dirigida al pueblo ateniense. En una democracia es necesario saber resolver angustiosos problemas de difícil solución.
En el AGAMENÓN el ‘agón’ estaba menos claro y el conflicto resuelto de antemano -Clitemnestra mataría al héroe en venganza por su hija sacrificada-, la unidad de acción se complementaba con las digresiones del coro y la obra tocaba múltiples puntos con una intensidad sorprendente (los desastres de la guerra, el adulterio, el exceso de hybris, la venganza de Clitemnestra, etc.); en las COÉFORAS (título tomado del coro: un grupo de esclavas traídas de Troya por Agamenón que portan las libaciones al difunto), no ocurre igual y el agón está bien definido: Orestes debe elegir entre faltar a la memoria de su padre ignorando su infame asesinato o asesinar a su madre por venganza.
El dilema, retomado más adelante en Hamlet, supone una desgarradora y fascinante elección para el protagonista, sobre todo si no ignoramos que aún no ha llegado ningún apologeta de la piedad y el perdón que dignifique el “poner la otra mejilla”. Si Orestes no venga a su padre le acosaran sufrimientos y castigos, así vaticina Apolo, si lo hace… si lo hace se habrá de enfrentar a las Erinis. “Es ley que las gotas de sangre vertidas por tierra exigen otra sangre”.
Al estar tan marcado el ‘agón’, que estructura en torno suyo toda la obra, ésta se vuelve mucho más sencilla. Ofreciendo mucho menos que la anterior parte. Es menos larga, menos intensa, menos densa, menos ambiciosa, menos valiente, menos todo.
No tenemos un personaje ni un monólogo tan intenso, trágico y grandioso como Casandra; no se desarrollan las problemáticas del AGAMENÓN, apenas hay rastro del antibelicismo de aquella primera parte, ni de las consecuencias de la guerra, el sufrimiento como único modo de aprendizaje y tan sólo encontramos leves ecos de la importancia de las tradiciones de hospedaje y familia y de cómo el crimen se perpetúa en el linaje. LAS COÉFORAS se ciñe, para bien o para mal, estrictamente a la acción. Y ya dije que no creo que la acción sea el punto fuerte de la tragedia griega. La segunda parte de la ORESTIADA es más sencilla en su lectura que la primera, pero menos rica.
No es de extrañar, por tanto, que a aquellos elevados monólogos y breves diálogos -a veces parece que los personajes no se escuchan entre sí, (algo similar me ocurre en ocasiones en Shakespeare)- en que se plantea y discute el conflicto/agón, aquellos en los que Orestes decide asesinar a su madre, pertenezcan los mejores versos de la tragedia. En el momento en que Electra desaparece de escena y Orestes se dirige al palacio, la tragedia en lugar de ganar en intensidad pierde fuerza y se desinfla en lo que debía ser un intenso, violento y trágico clímax. En lugar de ello tenemos un final acelerado y que se siente como forzado debido a los escasos recursos dramáticos y a su rigidez. Al contrario del AGAMENÓN, en la segunda parte de la Orestiada, debido a la necesidad de mostrar la acción, sí se resienten las limitaciones dramáticas a que se ciñe Esquilo.

Aun con todo, la obra logra cierta intensidad y profundidad. Destaca la auténtica protagonista de la Orestiada: Clitemnestra. Ella comenzó la tragedia al decidir vengar a su hija mediante engaños, padecerá el castigo en sus carnes y azuzará en forma de sombra a las Erinis para que tomen venganza. Es un personaje con muchas más aristas que Orestes. Clitemnestra se vio obligada a fingir y engañar para vengar a su hija por el simple hecho de ser más débil que su rival, por ser mujer, pero con una determinación de fuego; y una vez satisfecha su venganza, consciente de la maldición que trajo sobre su casa, no quiere más que recuperar la paz impidiendo más derramamientos de sangre entre Egisto y el coro de ciudadanos. Exilió a sus hijos sí, tanto para que no interviniesen como para ¿mantenerles a salvo? Se me quedó bien grabado ese llanto maternal al enterarse de la muerte de Orestes. Ese llanto, ¿era fingido o fue real? Aun con todo, la víbora de su hijo la acuchillará sin piedad, y Orestes saldrá indemne en LAS EUMÉNIDES, solo por ser hombre. Yo no lo dudo, Clitemnestra es el más interesante personaje de la Orestiada a reivindicar.

*Si el AGAMENÓN era un 7 casi 8, LAS COÉFORAS tiene un 7 pelao.

Escrita hace 11 años · 5 puntos con 3 votos · @Tharl le ha puesto un 7 ·

Comentarios

@Poverello hace 11 años

Buena reseña, Tharl, aunque menos expresiva que la de Agamenón. Será porque esta te gustó más.

No soy un entendido en esta (ni en ninguna casi) materia; hay gente más versada en esta web, pero aún a riesgo de equivocarme de largo por mi parte no sería capaz de definir o lastrar el género de la tragedia griega con un reduccionismo. Quiero decir que este género teatral llega casi sin cambios hasta el siglo XIX y el origen del romanticismo y desde sus orígenes cada autor a hecho hincapié en determinados aspectos con la única base común de la presencia de un 'mito' (o protagonista excesivo) y su posterior caída. Con ello y habida cuenta de que Esquilo es, según dicen, el más homérico de los dramaturgos clásicos a mí particularmente y desde la más absoluta ignorancia no me sorprende lo de la acción en sus obras. A ver si te lees la última parte y nos cuentas.

Lo que sí es que me sigue picando el gusanillo y leeré a Esquilo después de 'Odisea'.

Abrazotes.