¡MI PRIMER CÓMIC! (PERDÓN) por _926_

Portada de POR EL CAMINO DE SWANN, PRIMERA PARTE: COMBRAY (CÓMIC)

No podría haber comenzado mi inmersión en este nuevo mundo que tan fascinado me ha tenido desde hace algún tiempo con otro cómic que no fuera este. Ni Alan Moore ni… vale, solo conozco el nombre de un autor de cómics, yo qué sé, disculpad mi ignorancia, le pondré remedio en breve. En fin, que en cuanto supe de la existencia de una adaptación de “En busca del tiempo perdido” (este cómic corresponde a la primera parte del primer tomo, “Combray”) fue directa a mi wishlist. Mi amor por Marcel es de sobra conocido por estos lares. Pero aquí me limitaré a hablar del cómic y no de las muchísimas virtudes de “À la recherche…” a estas ya les dedicaré una reseña cuando termine de buscar el tiempo (voy por la página sesenta y tantos de “La fugitiva”, por lo que, en dos semanas, como muy tarde, terminaré la obra. Después tendré que replantearme mi vida o buscarme algún hobby o algo…

El primer acierto de Heuet es el gran respeto con el que ha realizado la adaptación. Pero no hablo de ese respeto distante mezcla de vértigo y admiración que uno sentiría ante la tarea de adaptar lo más hermoso que haya venido al mundo mediante la pluma de un escritor. Estamos ante el trabajo de un artista, no de un fan. Su amor por Marcel no le ha superado. Le ha ayudado, inspirado para realizar una obra de arte. Sí, arte. Antes de leer este cómic, me preguntaba: “¿Acaso los cómics son arte? ¿Acaso no serán lo que las series de televisión al cine, simples sucedáneos baratos de calidad variable?” Bueno, baratos no son.

Tras leer este cómic tengo clara una cosa: el cómic, si está bien hecho, puede reivindicar su lugar como un arte independiente de la literatura, con un lenguaje propio, algo así como lo que hace JLG con el cine cuando se carga el esquema narrativo tradicional-burgués-mainstream. Puede “emanciparse”, buscando un modo propio de presentar los hechos y las ideas, sin “depender” de la literatura. Esto puede sonar un poco raro tratándose de la adaptación de una obra literaria (precisamente de la mejor obra literaria, al menos que yo haya leído), pero no es imposible. Volvamos un momento a Godard: en “El desprecio”, genial adaptación del maravilloso libro de Alberto Moravia (acaso la película más hermosa que he visto), Jean-Luc adapta, sí, pero no se limita a plasmar en la pantalla la historia tal y como sucede en el libro, no la transporta simplemente a otro medio. Adapta, pero utilizando un lenguaje propio: lo que sucede cuando un artista toma la obra de otro artista para “transformarla” en una nueva obra de arte, no únicamente para “transportarla” a un medio distinto. Lógicamente, Godard se toma muchas licencias, lo cual se le permite porque “El desprecio” (película) es una obra bastante superior en su medio artístico que “El desprecio” (libro), aunque este último sea una gran obra, si es que puede establecerse esta comparación, y porque JLG es al cine muchísimo más que Moravia a la literatura, por gran escritor que sea –yo solo he leído “El desprecio”, tengo “La Romana” en la wishlist, voy con prisas- y, en fin, porque Godard es Godard y hace lo que le da la p*** gana.

Con Heuet ocurre lo contrario: me parece un gran artista, pero ni de lejos se acerca a Marcel: nadie se acerca a Marcel. Por eso, yo no hubiera tolerado ni la más mínima licencia, ni una sola pequeña variación del libro al cómic, absolutamente ningún cambio. Hubiera aprovechado cualquier desliz para escandalizarme y gritar: ¡Sacrilegio! ¡Herejía! Pero Heuet lo ha conseguido. Ha adaptado a Proust sin cambiar ni una sola coma, pero lo ha “presentado” bajo un lenguaje nuevo, al menos para mí: el del cómic (que desconozco profundamente, así que pido perdón de antemano a los lectores de cómics que lean esta reseña y que seguramente pensarán: “¿Pero qué demonios está diciendo este que si lenguaje propio ni arte independiente ni qué demonios? Se te ha ido bien la cabeza.”)

No sé cómo juzgar un dibujo de cómic porque aún no tengo criterio ni puedo comparar, pero de Marcel sé un rato, y tengo que decir que a mí me gustan los de Heuet. Muchísimo. Bueno, la duquesa de Guermantes está feísima, pero tanto el pequeño Marcel como el Marcel adulto, así como Legrandin, Swann, Francisca y el resto de los personajes están perfectos. Lamento no poder decir nada más: a mí los dibujos me han gustado.

Ahora sí que puedo hablar con criterio, me refiero a los mayores aciertos del cómic:

-Heuet ha sabido seleccionar a la perfección los pasajes clave. No quitaría ni pondría ninguno. Es decir, quisiera un cómic de 5.000.000.000 de páginas ilustrando cada frase de Marcel pero entiendo que esto es imposible. Las angustias de la hora de acostarse, el beso de la madre, la magdalena (mi favorito de todo el cómic), el encuentro con Gilberta, la tía Leontina, el tío Adolfo, mademoiselle Vinteuil y la escena vouyeur… (en mi edición de À la recherche los nombres vienen traducidos, de modo que discúlpenme los puristas por decir Albertina, Gilberta, Roberto… algunos ni siquiera los conozco en francés, o los adivino difícilmente, y además los hay que cambian según la traducción de Pedro Salinas o Consuelo Berges… ya es que me sale así, y de todos modos les he cogido cariño, algo parecido a lo que me sucedió con “Coseta” –sí, Coseta, en lugar de Cosette- de “Los Miserables.”) En fin, que están todos los episodios que tienen que estar sin falta.

-No solo ha seleccionado los pasajes a la perfección, sino también los fragmentos de Marcel (que son lo mejor del cómic, por supuesto). Las frases precisas, las justas y necesarias para no restarle demasiado protagonismo a las ilustraciones y, lo más difícil (quien haya leído a Marcel lo sabrá) para que quepan en las viñetas (aunque a veces ha sido necesario apretar un poco las letras, je, je). La prosa proustiana se sincroniza de forma maravillosa con los dibujos.

-Lo mejor: en “À la recherche…” Proust no sigue una estructura narrativa, no hay un “argumento” al uso, sino que los recuerdos del narrador se suceden en su memoria, desde que surgen de la magdalena simbólica, y fluyen como un torrente continuo durante toda la obra. Heuet ha logrado esto mismo en el cómic: parece, como en la obra de Marcel, que un recuerdo llama a otro recuerdo –utilizando una maravillosa frase aparecida en “Un amor de Swann”, aunque aplicada a los besos en este caso–. Tampoco ha caído en el error de recrearse en una especie de orgasmo artístico en el episodio de la magdalena, al que apenas dedica dos páginas (aunque yo se lo hubiera permitido). Me hubiera gustado también más dibujos para el encuentro con Gilberta, por ejemplo, pero qué se le va a hacer, lo comprendo… y ¡ah! Aunque no tenga nada que ver, pero me acuerdo ahora… ¡qué bonitos espinos blancos dibuja Heuet!

Gracias a Heuet por refrescarme la memoria y hacerme recordar, o mejor dicho, revivir, muchas de las emociones que sentí al leer por primera vez este gran libro. Y, por cierto, me recordó también que Gilberta era rubia –yo, quizás confundiendo su color de pelo con el de Albertina, pensaba que era morena, pero ahora recuerdo que era al revés.

No sé cómo valorar un cómic, ni qué tener en cuenta, ni si está “bien” darle a un cómic la misma puntuación que a un libro de Oscar Wilde –vaya, ya salió otra vez Oscar Wilde, se ve que no puedo no mencionarlo en mis reseñas, como le ocurría al marido de la tía de David Copperfield con la cabeza del rey Carlos cada vez que intentaba escribir sus memorias-. Por razones análogas no voto series de televisión en filmaffinity. Pero cómo la puntuación no es importante, y además nos encontramos ante una verdadera obra de arte, le doy un ocho, revisable.

Por último, me gustaría pedir perdón a todos los frik… aficionados a los cómics que yo veía por la tele en alguna feria de esas que salen de vez en cuando en los telediarios y que mi ignorancia me hacía calificar de frikis (excepto a los niponófilos del manga -¿niponófilos? ¿Me he inventado una palabra? ¡Viva Lewis Carroll!-, por ahí sí que no paso: Mishima es japonés, el Harakiri es japonés, la ceremonia del té es japonesa… ¡el manga es mainstream para sacarles el dinero a los occidentales que no tienen ni idea de lo que es japonés de verdad! Bueno… por dónde iba, ¡ah, sí! Pues eso, que, ante la indisponibilidad de las siguientes entregas de esta adaptación en mis tiendas habituales, me veo a mí mismo en una de esas ferias (¿disfrazado de Marcel Proust?) buscándolas junto a un montón de tíos disfrazados de Yoda… no, espera, eso es otra cosa… creo… en fin, ¡gran primera experiencia con el cómic! ¡Me he unido a la secta! Ja, ja, ja…

PD: Recomiendo este libro a todos los aficionados a Proust y/o a los cómics, pero, como amante admirador de Marcel es mi deber advertir: QUE A NADIE SE LO OCURRA LEER ESTE CÓMIC SIN HABER LEÍDO ANTES AL MENOS LA PARTE DE LA OBRA CORRESPONDIENTE A ESTA ADAPTACIÓN, porque si no se perderá algo maravilloso, acaso lo más maravilloso que ha dado jamás un hombre a la Literatura.

Escrita hace 11 años · 5 puntos con 3 votos · @_926_ no lo ha votado ·

Comentarios

@Poverello hace 11 años

Divertida reseña, Blackbird (entre otras muchas cosas). De parte de uno de esos frikies, aunque no me disfrace de Yoda.

No conocía a este señor (Heuet, no Proust, je) y viendo sus viñetas en la web parece más que claro que pertenece a la Bandes dessinées, el habitual diseño de historieta belga que hiciera archiconocido Hergé con su Tintín, Leeré primero a Proust, ji.

@Tharl hace 11 años

Me gustó tu reseña Blackbird, agradable y divertida, humilde, sincera, agradecida y repleta de admiración por Proust =).
Tengo muchas ganas de leer a éste hombre, pero me da miedo, entre otras cosas por eso de ser 7 tomos de densas páginas…

Del dibujo de Heuet, lo que google me ha permitido ver también me recuerda a Hergé =). Tal vez después de Proust…

@Tharl hace 11 años

Vale, no pude evitar comentarlo. Hay series de televisión realmente buenas que merecen verse ("Twin Peaks", "Los Soprano" (recientemente murió su protagonista), "Mad Men", "Six Feet Under" y varias más que me estoy dejando). No todas las series son como CSI o PERDIDOS, aunque es cierto que suelen estirarse demasiado y que por cuestiones de audiencia y duración temporal no pueden apostar tanto por el lenguaje cinematográfico como por el guión, la narración y el ritmo, los personajes y la historia.
Ya lo dije alguna vez por aquí, pero a mí las series de TV actuales me recurdan a las novelas de folletín decimonónico. Probablemente sea lo mejor que hacen los americanos por el septimo arte en estos años.

@_926_ hace 11 años

Gracias a ambos. Hergé derechito a mi wishlist :)

@_926_ hace 11 años

Uy, esto no lo había visto... me han hablado bien de esas series (Mad Men, Twin Peaks, The Wire...) pero con el cine la verdad es que no tengo tiempo de verlas (y además no quiero engancharme, como me ocurrió con HIMYM: perdí el hilo justo en la última temporada y ahora vivo con el miedo a tropezarme sin querer con el mayor spoiler de la historia. Tampoco era gran cosa, pero tenía sus momentos... de todos modos, prefiero mil veces una buena película.

@Faulkneriano hace 11 años

... El olor a nuevo de los comics apaisados de dos pesetas del Capitán Trueno que mi madre me compraba los martes de otro siglo es tan penetrante, fructífero y numinoso como el de un trozo de magdalena mojado en té. Con ellos, dicen, aprendí a leer: de ahí a Verne, a Kipling... a Proust. Los comics y la literatura son buques de distinto aparejo que navegan en el mismo mar, hacia los mismos horizontes. Hoy, peinando canas, me sienta fenomenal alternar a Céline y a los Cuatro Fantásticos.

@Poverello hace 11 años

Para no llevar a confusión y como ya he dicho en alguna reseña por aquí, no soy de los que le gusta Hergé, más allá de reconocer su valor en el desarrollo del tebeo (oh, me encanta esta palabra). Si no recuerdo mal creo que tampoco era de los predilectos de Tharl. Así que si te lanzas a leerlo, Blackbird (yo no te voy a quitar las ganas) que no sea porque yo te he incitado, je.

También me cuestan las series, por buenas que sean, prefiero el cine.

Por otro lado, aunque para muchos seres humanos entre los que casi me incluyo las magdalenas mojadas en té no sean una delicatessen los cómics (no todos, evidentemente) son un auténtico arte no tan fácil de abordar y crear. Por algo lo llaman el noveno arte y al igual que Faulkneriano -aunque sin canas, ya quisiera- lo mismo disfruto con Dickens que con los primeros álbumes del Flash Gordon de Raymond y no se me caen los anillos si a ambos les pongo un nueve o un diez. Eso sí, mi único 10 en cómics por el momento es para Príncipe Valiente; manías que tiene uno.

He tenido que buscar que es eso de HIMYM, y una vez hallado incluso me ha costado asociarlo, glup.

@Hamlet hace 11 años

Que grande eres Faulkneriano. Me has conmovido de buena mañana con tu comentario. Aquí otro que empezó con tebeos en la mano para luego adentrarse en las simas más profundas de la literatura. Ya sabes que últimamente estoy gozando de continuos baños por aquellas acogedoras y tibias aguas de poco calado que me vieron nacer en esto de la lectura, refrescandome y cogiendo aire para volver a las profundidades en busca de tesoros por descubrir...aunque ayyyy, que comodidad y que de maravillas tienen estas aguas en que me encuentro. Je,je

Felicidades por la reseña Blackbird. No conocía este cómic pero tomo buena nota de él. A ver si lo encuentro en próximas visitas a la librería.

@Hamlet hace 11 años

Poverello, hace poco leí lo que me quedaba por leer del Flash Gordon de Raymond y que grande que era ese hombre con un lápiz en las manos!!!!! El Miguel Ángel de los tebeos, por aquello de trazar correspondencias sacrílegas je,je. Sin duda fue, en su época, uno de esos ilustres magos que obraban viajes para los chavales que ni el de OZ. Y sin trampa ni cartón. Puro talento.

@Poverello hace 11 años

Vaya, quería comentar algo en tu reseña cuando terminara la primera parte de la obra. La evolución de las primeras tiras respecto a los siguientes álbumes es brutal.

Lo del Miguel Ángel no sé si otorgarle el calificativo a Raymond o a Burne Hogart, pero ambos, sin duda, fueron de lo mejor a nivel de dibujo; Raymond desde luego más clásico en el mejor sentido de la palabra. Puro talento, vaya, y mira que los colorines que le ponían a los tebeos en algunos casos era para echarse a temblar, jeje.

@Hamlet hace 11 años

Poverello, hace poco leí lo que me quedaba por leer del Flash Gordon de Raymond y que grande que era ese hombre con un lápiz en las manos!!!!! El Miguel Ángel de los tebeos, por aquello de trazar correspondencias sacrílegas je,je. Sin duda fue, en su época, uno de esos ilustres magos que obraban viajes para los chavales que ni el de OZ. Y sin trampa ni cartón. Puro talento.