IMPRESIONES DE UN VIAJE FRAGMENTADO por Tharl

Portada de MANHATTAN TRANSFER

Soy un lector sencillo, acostumbrado a la vida fácil, como la del campo; a esa narración decimonónica que fluye como un largo río tranquilo, surcado por torrentes de emoción; de ritmo y fuerza variable pero siempre firme y directo, aun manejando aguas profundas; arrastrando personajes inolvidables y siempre, con hermosos meandros donde florece el lirismo. Es una lectura agradable, tranquila y rica, como la vida en el campo. Pero llevaba tiempo oyendo hablar de las maravillas de la ciudad moderna, los milagros de la modernidad, ¡las vanguardias! Me apetecía hacer un viaje a uno de estas locas ciudades.


Así, llego el 23 de Abril de éste año (2013), día del libro, y mira por donde, me encontré un puesto en el campus de mi facultad, eché un ojo y ahí estaba BERLIN ALEXANDER PLATZ, ¿me atreveré?, me sentí valiente como lector, con ánimo suficiente para ir al Berlín de los años 20. Mi bolsillo no lo fue tanto y se rebeló ante esa edición en tapa dura. El librero me recomendó un tal libro que desconocía, “MANHATTAN TRANSFER”, decía que influyó a Döblin y que era similar pero en referencia a Nueva York. “El más grande novelista de nuestro tiempo” (Jean-Paul Sartre) venía en la contraportada. Un buen libro desconocido por mí y recomendado por un librero el día del libro. ¡Denme un billete a Manhattan! Ahí comenzó el viaje de este palurdo de campo a la gran ciudad.

Embarqué en Manhattan con ilusión, deseando llegar al centro de todo, con ánimo para cualquier trabajo que Dos Passos quisiera ofrecerme. Nada más llegar desfilaron ante mí gentes de lo más variadas, y a través de sus ojos conocí New York. Una buena forma de, desde la polifonía, conocer la ciudad protagonista. Algo desconcertante.
La metrópolis consistía en una serie de colores en continuo movimiento; luces brillantes, eléctricas y naturales enciendo y apagándose alocadamente; albas, crepúsculos, hirientes mediodías y una pálida luna alternándose a un ritmo antinatural; gentes que van y vienen, que vienen y van, a veces no les vuelves a ver y otras te los encuentra en cada esquina; edificios, grandes rascacielos construidos sobre ruinas, calles y más calles imposibles de recordar y reconocer al volver a pasar por ellas (excepto Broadway, claro); purificadoras lluvias, rayos, relámpagos eléctricos, truenos y tormentas; algún incendio y peste a petróleo; extractos de canciones y periódicos alternadas, sin saber el referente. Un collage de impresiones al que no lograba dar sentido. Estaba perdido en la gran ciudad. Sé que tenía las claves para orientarme, para reconocer lugares comunes, elementos que se repetían de continuo, pero no logré dar sentido a las calles de la Gran Manzana. Alternaba de trabajo en trabajo, embriagándome en cualquier párrafo y olvidándolo después durante la resaca. Llegado un momento, ni si quiera los titulares de prensa y entradillas lirico-realistas que compraba cada mañana lograban orientar del todo mi experiencia fragmentada. La Manhattan de Dos Passos funciona como una máquina, como una moviola que plasma una impresión detrás de otra en un formidable montaje cuyas yuxtaposiciones se me escapan, pero no el ritmo.

Decidí hacer un alto en mi viaje y adquirir un mapa en google que me ayudar a orientarme en la gran manzana. Manhattan Transfer fue importantísima para las letras españolas, igual que Martín Santos trató de acercarnos a Joyce y Benet a Faulkner, Cela quiso aproximarnos esta obra de Dos Passos en su Colmena. Resultó que yo no estaba tan perdido, pero ni aun con el mapa lograba adquirir la necesaria ‘Gestalt’ de mis impresiones.
Aquellas personas con que me cruzaban solo tenían dos motivaciones, el dinero y con él el éxito fugaz y tramposo, la furcia fortuna; y el deseo de escapar, de huir de la pesadilla de la vida urbana capitalista.El destino de las personas con que me cruzaba estaba marcado por el ritmo y los edificios de esta ciudad capitalista que a todos sus habitantes condenaba a una vida solitaria -lonely crowd…- y engañosa. El viaje al Manhattan de principios de siglo que me había proporcionado Dos Passos estaba pasado un poco de rosca. Dos Passos tiene tantas ganas de criticar la ciudad y el capitalismo salvaje que condena por adelantado a todos sus personajes a una desgracia colectiva que mueve los hilos de sus destinos como una terrible -y artificial- fatalidad. Capitalismo, el amor en una sociedad que solo cree en el dinero -un amigo, Baldwin, se entrega con fervor a los negocios y prospera en ellos (a cambio de su vida sentimental) gracias al empujón de una ruptura-, la guerra y la condena de quienes regresan, la prensa puesta a disposición del poder y el consumo, la muerte, la hipocresía y el fingimiento (Broadway), la mediocridad, el éxito fugaz, el tiempo y la Ciudad, eso es Manhattan.
Pero aun sabiendo mirar bien el número de las calles, aun teniendo un mapa, no lograba conectar del todo una cosa con la otra. Debo estar demasiado acostumbrado al campo.

Por suerte, a la mitad de mi viaje, conocí y cogí confianza con un par de interesantes amigos. Él, Jimmy, era un idealista, el único que no está en New York para hacer dinero, que rechaza la cómoda vida del capital y trata de encontrar otras salidas, el único que reclama un aprendizaje personal, ama y es capaz de renunciar a la vida fácil en busca de autenticidad y libertad; ella, Ellen, era una fascinante personaje triste, una preciosa muñeca rota. Con ellos me orienté un poco mejor por la ciudad, empecé a seguir el hilo de sus pensamientos, de su interioridad, y a constatar que contemplaba la ciudad a través de sus ojos, convirtiéndose ésta en el reflejo de mis acompañantes. Así, llego el fin de mi viaje.

Miro atrás, pues ya hace algún mes de esto, y me doy cuenta de que pretendí sumergirme en ese especial cronotopos que fue Manhattan a principios de siglo, pero me perdí tanto por sus calles que seguro que me quedaron cientos de atracciones por visitar. Y mejor no hablemos de las que ya estoy olvidando… Embarqué en Manhattan buscando trabajo y con fe en un gratificante éxito que gastarme en placer, alcohol, enriquecimiento y entretenimiento. Encontré trabajo, sí, pero no el éxito. Quise ir al centro de la gran ciudad de Dos Passos, al centro de todo, y me quedé en intensos y gratificantes paseos fragmentados y dos interesantes amigos que ya empiezo a olvidar.

Soy un poco torpe, pero veo que, por mis motivos u otros, no soy el único que no ha disfrutado el viaje tanto como esperaba, incluso soy afortunado de llevarme un grato recuerdo de esta tragedia colectiva que es el Manhattan de Dos Passos. Luego no me tiraré al Hudson, ni me exiliaré de vuelta al campo, eso sí, me marcho de New York. Dicen que en París, al final de la noche, hay un viaje inolvidable.

Escrita hace 11 años · 5 puntos con 8 votos · @Tharl le ha puesto un 7 ·

Comentarios

@Faulkneriano hace 11 años

Te ha salido una reseña de lo más inspirada, Tharl, aunque no me creo que seas tan de campo como una amapola. Muy, muy bien escrita y ejecutada.

Dicen las malas lenguas que Dos Passos es, de la generación perdida, el que peor ha envejecido, sobre todo si se piensa que sus compañeros de viaje eran, entre otros, Faulkner, Hemingway, Scott Fitzgerald o Steinbeck, por citar solo a los novelistas. Al hijo de portugueses se le ha leído poco por estos pagos. Yo he leído una novela suya, hace mil años, pero no recuerdo cúal. Mala señal.

@sedacala hace 11 años

Veo que se te ha atragantado el trasbordador. A mi se me atragantó completamente y tuve sensaciones similares a esas que tan sutilmente utilizas tu en tu reseña. Me pasa —si es que he identificado bien lo que pareces querer decir— lo mismo que a ti; que este maremágnum de idas y venidas por Nueva York y por la vida no es de mi gusto. No se por qué lo relacioné mentalmente con Celine y casualmente, vas y lo mencionas tú en la última frase.

Lo de Döblin, para mí fue aún más difícil.

@Tharl hace 11 años

Hola,
gracias por las flores y comentarios. Me sorprendió, tras enterarme de la relevancia de Dos Passos, el poco impacto que tenía en la web. Solo hemos leído este libro 5 usuarios, el resto de obras suyas ni uno. Yo, de no ser por el librero, ni lo conocería. Creo que es inmerecido este olvido, me preguntó a qué se deberá.

En efecto Sedacala, me ha pasado como a ti. Hay un algarabía de elementos que se repiten y que pasadas unas cuantas páginas, ya tarde, comencé a detectar; pero aun así, muchas de las veces, sobre todo los dichosos colores, no sabía interpretarlos. A veces sí, pero sin conectarlo con la totalidad de la novela.
Hay un mérito innegable en Dos Passos aunque a mí me hay estado vedado su disfrute. Dos Passos logra cierto barroquismo personal, muy sensorial, con efectos como de sinestesia, pero que a mí me supera. Una vez que empecé a cogerle el gusto, por desgracia ya por el final, empecé a disfrutar enormemente de las descripciones subjetivas de la ciudad que hace el narrador. Logra, estupendamente, fundir el pensamiento de los personajes con su percepción de la ciudad y sin que se pueda distinguir bien el uno del otro, relatar de forma más o menos sutil e indirecta, todo un proceso mental. Hay un momento -la cita es larga y no la encuentro en internet- cuando Jimmy almuerza con su padrastro y de aceptar la oferta de éste de un puesto fijo que le garantizaría el futuro pasa a rechazarla al mirar a su alrededor, que es realmente maravillosa. De nuevo, un fragmento.
El problema que he tenido, más que el disfrute de sus páginas, que ha sido bastante satisfactorio (recuerda que puse un 7), es esa imposibilidad de conectar los fragmentos con el argumento del autor, con lo que pretende decir. Ese ha sido mi problema, que aun logrando tener una visión de conjunto (probablemente superficial y algo fragmentada), disfrutando los fragmentos y detectando los elementos claves, no he logrado ese fenómeno que podríamos denominar de insight en el que todo cuadra, y establece una entidad con un sentido riquísimo llamada Manhattan.

No puedo compararlo con Celine, aunque estoy seguro de que las comparaciones son fecundas. Mi ex tuvo una asignatura de literatura comparada en la que comparaban ALEXANDER PLATZ, VIAJE AL FIN DE LA NOCHE y otra que no recuerdo, y para las tres mencionaron MANHATTAN TRANSFER.
Probablemente en los próximos meses caiga Celine. Döblin, después de esta me da más miedo. Tal vez me vea antes la, seguramente maravillosa, adaptación de Fassbinder.

@_567_ hace 11 años

No he leído nada de este autor, pero si algún día me decidiera por alguna de sus novelas seguramente escogería esta. Estuve en esa gran urbe, paradigma urbano de todo lo que el ser humano ha sido capaz de crear en toda la historia de su evolución, en 2009. Por extraño que pueda parecer (cada esquina, cada barrio con su particular idiosincrasia, te recuerda a una película o a un fragmento de lectura…) Nueva York no deja de sorprenderte nunca, a cada paso que das, por sus cosas y sus gentes (muchas de ‘campo’, por increíble que pueda parecerte). La hice a pie (salvo la imprescindible excursión en metro por su subsuelo), para conocer o vivir esta ciudad hay que patear sus calles sin perder detalle de cuanto acontece a tu alrededor, y no me supuso ningún esfuerzo deslizarme por esas kilométricas avenidas sin apenas echar un vistazo a la guía (es muy fácil la orientación). De punta a punta, una media de 20 km. diarios en plan camino de Santiago asfáltico urbanita. Podría contar mil maravillas, de hecho creo que todo el mundo debería visitar Manhattan una vez en su vida, pero si tuviera que quedarme a vivir diría que…. ¡NOOOOOO!!!!, y el por qué ya sería mucho más largo de explicar.

Muy buena reseña, Tharl.-

@arspr hace 11 años

Curiosa y metafórica reseña. Lo malo es que a pesar del 7 de tu nota, la negatividad que permea por ella a mí me espanta del libro...

@FAUSTO hace 11 años

Gran reseña, Tharl. Me han gustado tus imágenes visuales y sensoriales que has descrito con esta novela. Éste es uno de los libros que tengo y que por tanto leeré algún día, pero pertenece a una “clase” de libros propios que siento cierto “temor”. Los otros son: “Orlando” (he dejado de leer cualquier crítica o referencia a esta novela), “Ulises” (en mi primer intento casi lo conseguí), “Bajo el volcán” o, como indicas en la reseña, “Viaje al fin de la noche”, aunque en esta novela mis prejuicios nada tiene que ver con la literatura.
Digamos que tus impresiones de ese viaje no han conseguido animarme más por esa lectura, aunque ahora sé perfectamente lo que puedo encontrarme. Ojalá mi periplo por Manhattan se convierta en una odisea: la de Homero, no la de Joyce; aunque creo que será una quimera.

@Faulkneriano hace 11 años

Fausto, te estás perdiendo buenas cosas. Para tu conocimiento te ordeno tu lista de "temores" de mayor a menor dificultad: Ulysses, Bajo el volcán, Orlando, Viaje al fin de la noche. Ulysses muuuy en cabeza. Por supuesto que los cuatro son, más que recomendables, imprescindibles: el que menos, Orlando, que no deja de ser una curiosidad de la Woolf (y, para mi gusto, muy inferior a Las olas, Al faro o Mrs. Dalloway)

@Tharl hace 11 años

Comprendo tus temores, Fausto, yo soy otro cobardica. Salir del siglo XIX (el campo :P), hacia delante y hacia atrás, me da mucho respeto. No dejo de postergar lecturas (Dante, Cervantes, Martín Fierro; Faulkner, Joyce, Cortazar, etc.), pero eso, supongo, se supera leyendo. No he leído ninguno de los libros que mencionas, tampoco me he sentido valiente como para acometerlos (con Celine lo haré pronto, es al que menos temo jaja), pero creo que MANHATTAN TRANSFER, es, al fin y al cabo, una lectura que se disfruta en sus fragmentos con facilidad; aunque, como yo, no disfrutes tanto la totalidad.
Abrazos!

En mi lecho de muerte, tal vez coja el Ulysses

@Poverello hace 11 años

Fausto creo recordar que había leído a Céline y le gusto poco menos que regular. El Ulises lo he intentado dos veces y lo aparqué también, ejem...

A mí también me cuesta salir de mitad del XX. Avanzo al menos un poco más.

@FAUSTO hace 11 años

Faulkneriano, seguro que leo las cuatro novelas, bueno las cinco contando con “Manhattan Transfer”. “Viaje al fin de la noche” será la primera, mi recelo (tabú absurdo, lo admito) viene por la biografía e ideología del autor mas que por el texto. “Ulises” lo conozco y supongo que el segundo “tanteo” será mejor al tener más experiencia, y también será de gran ayuda las notas explicativas que acompañan al libro. De las otras dos restantes tengo más curiosidad por “Bajo el volcán” y me choca un poco que hayas puesto en un nivel de dificultad superior esta novela a “Orlando”, ya que la he leído muchos comentarios negativos que echaban pestes sobre la obra de Wolfe.
En cualquier caso, más tarde o temprano las leeré y quizá me lleve más de alguna sorpresa, ya sea positiva o negativa.

La verdad es que sobre la dificultad de leer determinadas obras hay en todos los siglos y épocas. Para mí ha sido toda una “bendición” degustar clásicos que tienen esa vitola de libros oscuros, sesudos o aburridos como “La divina comedia”, “Fausto”, “El Quijote”, “Crimen y castigo” y un largo etcétera, pero también he sabido encontrar excelentes novelas en las vanguardias del siglo XX: “El lobo estepario”, “El siglo de las luces”, “Versos satánicos”… y, por supuesto, obras inmortales clásicas o actuales que he detestado, de las cuales no voy a poner ningún ejemplo, no sea que…

En definitiva, que este tipo de obras pueden gustar o no según sean las características del lector, y si bien me es más fácil para mí tratar con determinados géneros clásicos, he pescado buena literatura en ambas épocas. Como ya hemos comentado en otras reseñas, yo animo a leer cualquier tipo de literatura independientemente de su antigüedad.

@Faulkneriano hace 11 años

Céline no fue, seguramente, el mejor de los amigos posibles, pero fue indudablemente un gran escritor. En Orlando lo más complicado es la mezcla de tiempos, pero sigo pensando que su nivel de dificultad es menor que el que plante la desatada y etílica prosa de Lowry, autor quizá de una sola novela, ¡pero qué novela!

El aficionado a la novela no puede prescindir de la gran novela del siglo XX: sería como el aficionado al cine que sólo viera películas mudas. El acervo técnico de los escritores del siglo XX es mucho más completo y perfeccionado que el de los escritores del siglo XIX, aunque sea por simple acumulación. Ya quisiera Pérez Galdós o Zola haber leído a Proust o a Faulkner, pongo por caso. ¡Tate!, dirían, ¡aquí hay tomate! La superioridad "técnica" de los autores modernos (por lo menos de los que se tomaban en serio la técnica) es incontestable. es como decir que los cazas de la primera guerra mundial eran más hermosos, con sus alas dobles y sus pilotos con bufanda y grandes gafas; los de la Segunda eran más letales, sin duda, que era lo que importaba. El ejemplo, pensándolo bien, me ha salido un poco extravagante, pero es que hoy no he dormido la siesta.

@sedacala hace 11 años

Bueno, bueno, veo que al final “Manhatan Transfer” ha conducido a hablar de libros “difíciles”. ¡Pero cuidado! hay muchos matices en esto. Tharl, no creo que tu actitud de respeto primero y de cobardía después, esté en absoluto justificada. Mi teoría es que hay que acometerlo todo, que después ya habrá tiempo para decir: esto me gusta y esto no. Hago en ello algunas excepciones, ya que mencionas el Martín Fierro comentado recientemente por nuestros amigos del otro hemisferio, o El Dante, ambos me parecen lecturas demasiado excesivas para los tiempos que corren, no digo que no haya que leerlas, pero sería algo así como un alarde de “paleo-literatura”( La Divina Comedía). Pero todos los demás, por supuesto que creo que hay que leerlos, y yo diría además que a no mucho tardar. Y desde luego no todos son tan “difíciles”. La inclusión de Cervantes en esa lista me parece injusta, por que, es un autor que se lee maravillosamente bien a pesar de pertenecer, nada menos, que al siglo XVII. No hablemos de Faulkner, de quien ya hemos hablado bastante (bien lo merece), pero Joyce, Cortazar, McLowry, o Wolf, son nombres imprescindibles, aunque sean difíciles y para mí, desde luego, lo han sido. Pero quizás sea mejor empezar por el “Retrato del artista adolescente” antes que por el Ulysses, ahí yo encontré las páginas que más me han gustado del irlandés. O quizás sea mejor leer La señora Dalloway, antes que Orlando o, desde luego, que “Las olas”. “Oscuro como la tumba donde yace mi amigo”, sí que se me hizo casi imposible y supongo que “Bajo el volcán” será parecido. Y Celine no me parece difícil en absoluto, realmente no sé por qué le habéis incluido en esta categoría (otra cosa distinta es que no le vea nada de especial). Y no hablo de “A la busca del tiempo perdido”, por que sabéis que le tengo debilidad, como a T. Mann o a H. James. Así que, como conclusión, yo te animo a perder el miedo (cobardía) de que hablas y a leer todo lo que haga falta. Por cierto Tharl, como te decía el otro día, ¿Qué miedo te puede inspirar Dickens?