CÓMO DECIRLO TODO CON ELEGANCIA, SUTILIDAD Y TRANSPARENCIA por Tharl

Portada de BOLA DE SEBO Y OTROS RELATOS

Acabo de cerrar esta pequeña joya que adquirí por casualidad en un mercadillo. Mi edición de “BOLA DE SEBO y otros relatos” no llega a las cien páginas con letra grande y no quitaba ni una sola de ellas. A la excelente “Bola de sebo”, que no me extraña que abriera paso a Maupassant por las letras francesas, la acompañan la exquisita “Un día en el campo” y “El collar”.
Estos tres relatos comparten el genio descriptivo del admirador y amigo de Flaubert, cierto deleite en recorrer con sorna o delicadeza figuras rollizas con su pluma, y cierto gusto por una clase media incipiente -pequeña burguesía o funcionarios- que vive en la mediocridad. Probablemente el más ambicioso de todos, por longitud probablemente, sea el que cede el título a la colección.

Con “Bola de Sebo” Maupassant realiza un breve pero brillante análisis de la sociedad francesa, crea un personaje entrañable y lanza una feroz crítica antibélica.
En el marco de la guerra franco-prusiana diez personajes se unen en una diligencia para salvar sus vidas y sobretodo sus riquezas de las garras del enemigo. Tenemos tres parejas unidas por los inamovible lazos del dinero: una pareja de lo que hoy diríamos “nuevos ricos” -ambos de ingenio vulgar y astutos; la mujer tacaña y calculadora-, una pareja de “industriales capitalistas” -la peor caracterizada, con una mujer que “era consuelo de los militares distinguidos”-, y una pareja de viejos aristócratas -de afectada elegancia y énfasis en su linaje-; dos monjas movidas por una caridad a los soldados ciega para el resto de criaturas y que, por cierto, en lugar de ir a iglesia se quedaran atendiendo silenciosas a la conspiración; un revolucionario acomodado, de fachada patriótica e igual de afectado, cobarde, condescendiente que el resto; y Bola de sebo. Bola de sebo es un personaje enternecedor que es descrito magníficamente por Maupassant en un alarde de sensibilidad capaz de conjugar como el mejor de los franceses de su época lo bello y lo feo. Mejor que sea él quien describa a su protagonista “La mujer que iba a su lado era una de las que llaman galantes, famosa por su abultamiento prematuro, que le valió el sobrenombre de Bola de Sebo; de menos que mediana estatura, mantecosa, con las manos abotagadas y los dedos estrangulados en las falanges -como rosarios de salchichas gordas y enanas-, con una piel suave y lustrosa, con un pecho enorme, rebosante, de tal modo complacía su frescura, que muchos la deseaban porque les parecía su carne apetitosa. Su rostro era como manzanita colorada, como un capullo de amapola en el momento de reventar; eran sus ojos negros, magníficos, velados por grandes pestañas, y su boca provocativa, pequeña, húmeda, palpitante de besos, con unos dientecitos apretados, resplandecientes de blancura”. Aunque lo parezca no es un contemplativo bodegón, sino un retrato; si bien, la deliciosa “bola de sebo”, alimenta toda la sociedad francesa y será “vendida” para ser devorada carnalmente.
Estos diez personajes espléndidamente caracterizados representan todos los estratos de la sociedad acomodada de la época. Bola de sebo es aquel elemento extraño que sirve para invitar al contraste y mover la crítica. Todos huyen de su ciudad para salvar sus fortunas -excepto Cornudet, el revolucionario, que lo hace movido por evitar la lucha sin ser incoherente con sus elevadas ideas- pero el capullo de amapola a punto de reventar se embarca en la diligencia por salvar realmente su vida, puesta en peligro por su sentir patrio.

La trama no es más que una excusa para la crítica social y antibélica. Muestra la modesta generosidad de la prostituta, de mayor dignidad que todas las damas que la acompañan y que se ve obligada a sacrificarla para luego ser rechazada como una leprosa. La hipocresía, lascivia y morbosidad de la élite social se pone de manifiesto cuando un general prusiano chantajea con detener su viaje si no goza de la rellena cortesana. La conspiración que las tres parejas tejen para vencer la resistencia de Bola de sebo es magnífica -importante destacar aquí a la monja como peso que termina de vencer la balanza y las semejanzas con una reunión del estado mayor-, como también lo fue su acercamiento inicial a ella en la que vencen la altivez de su clase a cambio de comida. La rabia y frustración que produce después de esto el rechazo al estar de vuelta en la diligencia es inevitable.
También sirve para la crítica antimilitarista. Maupassant lo tiene claro, y lo mostrará a las claras en boca de la tabernera: la guerra es un horror absurdo, un desperdicio de hombres que deberían estar trabajando por la comunidad como tantos otros y cuyos abusos no deberían ser más permitidos que los de un vulgar asesino o violador. En este sentido brilla -hay poco que no brille en esta pequeña joya- el derrotista inicio del cuento. Pero que se oponga a la guerra no significa, como creo que decía alguien en una crítica, que demonice a los prusianos. Arremete, sí, contra los abusos del poder -el comandante prusiano-, pero admite también la humanidad de algunos de los soldados -la escena de la plaza donde el ejército invasor colabora con la comunidad.

Si todo esto funciona tan bien es por el estilo elegante, sutil e insinuador de Maupassant común a los tres relatos; un estilo donde cada palabra está ahí por una razón, y cuando no está, es por algo. Tan importante es lo que se dice, como lo que se insinúa y calla; eso es lo que me ha fascinado y tanto hecho disfrutar. Su crítica es feroz pero envuelta en un lenguaje extremadamente descriptivo que no cae jamás en lo mordaz a pesar de momentos de un cinismo apabullante y un humor socarrón. Lo que no quita que haya momentos irónicos o que el cuentista se recree con las consecuencias de la obesidad, una silueta que por lo visto le gustaba para sus relatos.
Una excelente muestra es cuando Loiseau -el “nuevo rico”- termina de mirar por la mirilla de su cuarto a Bola de sebo: “Loiseau, bastante excitado, abandonó su observatorio, hizo una cabriola y, al meterse de nuevo en la cama, despertó a su antigua y correosa compañera, la besó y dijo al oído:
-¿Me quieres mucho, vida mía?
Reinó el silencio en toda la casa. Y al poco rato se alzó, resonando en todas partes, un ronquido.” A lo que sigue una burlona descripción de los efectos nocturnos de la gordura excesiva en el obeso posadero.

En cuanto a la adaptación del gran John Ford, LA DILIGENCIA, es otra muestra de cómo las mejores adaptaciones de obras literarias de calidad son aquellas que se quedan con el espíritu de la obra para rehacer el resto y a veces subvertirlo. Es curioso además constatar de qué personaje “original” parte cada uno de los de Ford.


El siguiente cuento, “Un día en el campo”, relata con el mismo estilo y elegancia la jornada de estío de una familia pequeño burguesa que huye de la suciedad de la ciudad para, los embrutecidos hombres emborracharse y las soñadoras mujeres vivir un idilio en el campo, tras el cual han de volver a la vida normal y el embrutecimiento urbano, con solo los recuerdos de una caliente tarde estival. Maupassant no pone reparos a tratar cualquier tema, por tabú que pueda ser, pero siempre desde la elegancia y sensibilidad. Especialmente explícito y delicado es el canto de amor de un ruiseñor.
“La voz del pajarillo, exaltándose poco a poco, a cada momento era más viva, como una llama que se extiende o una pasión que se desborda, y acompañaba debajo del árbol a un chisporroteo de besos. Después, el delirio de su garganta se desencadenó locamente. Hubo espasmos prolongados en un trino, grandes espasmos melodiosos.
A veces descansaba un poco, emitiendo solamente dos o tres notas ligeras, que terminaba de pronto en una aguda. O bien se lanzaba desatinado en escalas briosas, en estremecimientos locos, en sacudidas violentas, como un canto de amor furioso al que seguían gritos.
Pero calló, escuchando a sus pies un gemido tan profundo que parecía la despedida de un alma; un gemido prolongado que acabó en un sollozo”.
Como en el resto de su escritura, cada palabra está cuidadosamente escogida.

El último y breve relato, “El collar”, vuelve a tratar la mediocridad urbana, ahora de manos de un funcionario y su soñadora esposa que fantasea con pertenecer a una clase más elevada completamente idealizada. Ensueño que la hará convertirse de mujer hermosa y delicada a fuerte mujer trabajadora, y todo en vano, por no haber entrado en sus fantasías la hipocresía y falsedad de las élites.

Termino recogiendo yo también la acertada descripción de Lucero del sutil estilo de Maupassant, pero para aplicárselo a los tres relatos que he tenido la suerte de leer. Los cuentos de Guy de Maupassant tienen una estructura redonda, no sobra nada, no falta nada, el clima es justo y las descripciones acertadas.

Escrita hace 11 años · 4.8 puntos con 6 votos · @Tharl le ha puesto un 8 ·

Comentarios

@Faulkneriano hace 11 años

Buena reseña, Tharl. Como aperitivo no está nada mal: Bola de Sebo es uno de los mejores cuentos de un autor prolífico. Es conocida la anécdota sobre esta obra: Maupassant, que había cumplido los 30, no había publicado ningún cuento con su nombre verdadero, sino con un alias, por pensar que todavía no merecían la pena, y fue Flaubert, su maestro y mentor, quien le "autorizó" a publicar Bola de sebo con su nombre, convirtiéndose de la noche a la mañana en uno de los autores más conocidos de Francia.

El estilo de Maupassant es inimitable, ligero y preciso, evocador, galante, a veces bastante subido de tono; eso cuando no le da por ponerse naturalista y escribir cuentos crueles, sombríos y hasta verdaderamente atroces. Osciló toda su corta vida entre sus dos maestros, Flaubert y Zola (buenos maestros) pero sin parecerse a ninguno de los dos.

La sensualidad de Un día en el campo es evidente. Este relato también se ha llevado al cine, y nada menos que por Jean Renoir, en un magnífico mediometraje: Une partie de campagne. Los cuentos de Maupassant son tan populares que la televisión francesa ha adaptado muchos para ese medio, incluso en años muy recientes, con audiencias millonarias. Aviso: sus cuentos son verdaderamente adictivos. Lo digo porque estoy terminando el primer tomo de sus cuentos completos, en traducción de Mario Armiño (unas 1200 páginas más o menos) y quiero más: Maupassant, todo un maestro, tira de tus emociones en todas direcciones y te deja hecho un guiñapo, y así 300 veces, pero merece la pena.

@Poverello hace 11 años

De Maupassant tuve la suerte de leer (gracias a una excelente reseña de Fausto) los magníficos relatos contenidos en 'Mademoiselle Fifi y otros cuentos de guerra'. Ciertamente adictivo e incluí en mis pendientes otra colección de cuentos de terror, que algunos dicen que son mejores (sorprendente).

El antimilitarismo de Maupassant desborda, incluso en sus cuentos menos serios, digamos, la acidez de su discurso son como bofetones a manos llenas.

@Tharl hace 11 años

Antes de leerme estos cuentos había oído de Maupassant que se encuentra en el punto de unión del realismo de Flaubert, del naturalismo de Zola y del positivismo de Comte. No soporto el positivismo -la psicología se aferra ciegamente a él y me saca de quicio- y a Flaubert y Zola no los he leído, pero admito que hasta hace poco no me empezó a atraer Zola, y aun así no demasiado. Sin embargo, creo que los tres relatos que he leído se acercan más a realismo de Flaubert que al naturalismo de Zola. Una amante de Flaubert me ha dicho que su pluma es aún más insinuante, toma más importancia lo que no se dice y, eso sí, es mucho más criptica, al menos para nuestra época. Salvo por este último punto estoy deseando leerlo; ahí tengo esperándome a Madame Bovary en una hermosa edición pero sin notas.
Me apunto el film de Renoir, de este hombre solo vi “El sureño” y me muero por ver la que comentas y “La gran ilusión”.

Me apunto lo de los cuentos de guerra y terror de Maupassant, poverello, aunque creo que lo próximo que lea del autor -cuando consiga el libro- será BEL AMI.
Gracias por los comentarios!
=)

@sedacala hace 11 años

Tharl, cuando te decidas a leer algo de Flaubert, te aconsejo mucho más La educación sentimental, que Madame Bovary. En cuanto a Zola, creo que dejarlo de lado es prescindir de algo fundamental; no hay porqué. Ahí mi recomendación es tajante: Germinal.

@Tharl hace 11 años

Gracias por tu recomendación de Flaubert. Es curioso, la otra persona con la que traté con qué acercarme a él me recomendó sin dudarlo MADAME BOVARY sobre la EDUCACIÓN SENTIMENTAL, argumentando que esta última es más flaubertiana y que puede dar la impresión de que no ocurre absolutamente nada (creo que esa era la intención del autor, escribir una preciosa nada). Por lo visto MADAME BOVARY es una maravilla y más digerible.

Con Zola tienes toda la razón, pero el determinismo y sobretodo positivismo y cientificidad que caracterizan su naturalismo no podían atraerme menos. Prejuicio que me ha costado vencer. Ahora solo es cuestión de decidirme a leerle. En mi casa tengo en una vieja edición heredada de EL VIENTRE DE PARÍS. Pero me da reparo eso de leerme un libro de mitad de una saga (Les Rougon-Macquart).

Abrazos

@sedacala hace 11 años

Te propongo, en este asunto de Flaubert, que consultes con Faulkneriano a ver que dice. Para mí no hay ninguna duda, y ya verás que Bovary, es una novela un tanto especial con una protagonista rarita (por decir algo); en cambio, La educación sentimental se parece más, salvando todas las distancias, a Los Miserables. Y con Zola, déjate de prejuicios en forma de "ismos" y saborea una lectura fuerte y dura (Germinal), como habrás visto pocas.

@FAUSTO hace 11 años

Parece que has elegido bien el botón de muestra, Tharl; aunque yo sólo puedo opinar de las excelencias de “Bola de sebo”. El caso es que las virtudes de Maupassant quedan patentes en “cualquier” escrito suyo. Personalmente (vuelvo a repetirme) fue un hallazgo y una satisfacción dar otra oportunidad a este escritor tras unas lecturas de juventud y bastante desaprovechadas que le condenaron al “ostracismo”. Bueno, poco más se puede añadir a lo expuesto aquí y en las otras reseñas sobre los relatos del francés.
Después de los cuentos bélicos continúe con la notable “Bel Ami” (abstenerse de los filmes, sólo destacable la versión protagonizada por George Sanders, y eso que traiciona la esencia del argumento; mientras que la última adaptación sólo se salvan las interpretaciones femeninas y la escenografía) que posee varios aspectos interesantes, sobre todo los evidentes psicológicos y sociales, pero no me pareció tan redonda como la sensación global que tuve con los cuentos. Más tarde volveré a disfrutar del género corto con una amplia selección contenida en el volumen “Cuentos esenciales”. En definitiva, como ya se ha mencionado, estas narraciones pueden llegar a crear adicción.

En cuanto a los otros autores que se mencionan, para mi Flaubert es inclasificable por su estilo tan mudable. En mi opinión “Madame Bovary” es una obra magistral y el principal encanto es su protagonista femenina. Es cierto, como dice sedacala, que es “rarita” pero ahí radica su fascinación. Es una persona con multitud de virtudes y defectos, más de lo último, que le confiere una personalidad bastante real y peculiar. No es un figura agradable: cruel, egoísta, madre desnaturalizada, etc. , y como contrapartida tiene bastante de Quijote (también los libros le sorben el seso): ingenua, valiente y, por momentos, atrayente. En fin, para mí una de las grandes figuras literarias, además de una excelente novela.
Respecto a los otros libros que he leído tengo diferentes valoraciones. Desde el interesante “Diario de un loco”, la excelente estética y poco brillante historia de “Salambó”, hasta la decepcionante Bouvard y Pécuchet”. La próxima será “La educación sentimental” que por tantos comentarios tan elogiosos tengo bastantes ganas y esperanzas.
Y sobre Zola bien poco puedo decir, sólo he leído “El vientre de París” y me gustó bastante, hay que tener en cuenta la ideología del naturalismo (que en este caso no me parece muy acentuada) pero no es óbice para disfrutar de un buen argumento aunque posean personajes estereotipados, no siempre son negativos para una narración.

Saludos para todos.

@Faulkneriano hace 11 años

Maupassant es más calido que Flaubert y escribe mejor que Zola (que Flaubert no: es imposible) Es un maestro de las distancias cortas: hay que irse a Chejov, por lo menos, para encontrar un autor tan brillante. No he leído sus novelas, así que no sé qué tal se maneja en ese formato. Por ahí tengo, Fausto, Bel Ami, esperando su oportunidad, así que ya contaré.

Leer a los autores franceses del siglo XIX es imprescindible: sólo los rusos y los ingleses pueden competir con ellos en potencia creadora, y cada uno tendrá sus favoritos. El trinomio Flaubert-Maupassant-Zola es, pues, muy de recibo si queremos penetrar en los misterios de la prosa moderna, aunque, claro está, hay más autoresinteresantes. Nikkus se sabe muchos.

Y tienes razón, Fausto: Flaubert es bastante inclasificable. Si empiezas por Salambó y te crees que el resto es igual, cometerías un grave error, lo mismo que si empiezas por Bouvard y Pecuchet. La puerta natural es, sin duda, Madame Bovary, su novela más popular y yo diría que más sencilla de leer. Ahí no estamos de acuerdo, sedacala: sé que a tí te gusta mucho La educación sentimental (a mí también; y tiene más de un punto de contacto con Los miserables, por eso de la descripción de las barricadas revolucionarias) pero el amigo de Tharl quizá tenga algo de razón: es, de entrada, menos digerible (lo mismo que Bouvard... es incomprensible si no se conoce bien a Flaubert) aunque, desde luego, muy hermosa.

En cuanto a Zola, debo reconocer que lo he leído hace poco, porque tenía yo cierta prevención contra sus ideas estéticas (los apriorismos no son nunca recomendables) y me ha gustado mucho: es un novelista de raza. Las dos primeras del ciclo de los Rougon-Macquart son excelentes. Por lo que sé, muchas de ese ciclo son bastante independientes y pueden leerse separadamente.

Tú mismo, Tharl: te veo como un chiquillo a la puerta de una pastelería... de calidad.

@sedacala hace 11 años

Eh bien, je retire tout ce que dit.
Donc, je suis touché.

@Tharl hace 11 años

Agradezco y tomo nota de todos vuestros comentarios y recomendaciones.
Aunque no lo parezca (Poe, Galdós, Twain, Maupassant...), me propuse leer este año menos literatura decimonónica (y menos aún francesa) y más contemporánea (al ser posible fuera de la narrativa tradicional) y clásicos de antes del XIX. No me tentéis...
Aun así, este año Flaubert -Bovary- caerá. Espero que se gane un hueco entre Hugo y Stendhal. Las promesas de mi amiga* y vuestros comentarios así lo sugieren.

Me hizo gracia lo del chiquillo ante la pastelería; esa sensación al entrar en una librería sería motivo más que suficiente para apoyar la lectura tradicional en papel. Contrarresta de sobra a la inevitable modestia/frustración de no poder leerlo todo.
Aun permanece en mi boca el exquisito sabor de Maupassant.