PURIFICANDO A LA SOCIEDAD por FAUSTO

Portada de UN ENEMIGO DEL PUEBLO

“El hombre más poderoso del mundo es el que está más solo” es la última frase del personaje principal, el doctor Stockmann. Una sentencia lapidaria y misántropa que encierra un sinfín de injusticias, amarguras y desengaños sobrellevados en un corto lapso de tiempo.
Esta máxima, al igual que el portazo de Nora en “Casa de muñecas”, supone una ruptura con los convencionalismos y, a la vez, abre una nueva vía hacía una sociedad mejor y renovada. Si bien Ibsen azuzó conciencias con “Casa…” y ayudó a conseguir un papel más digno e “igualitario” de la mujer en la comunidad, con “Un enemigo del pueblo” sólo se cumple el primer cometido: constatar la realidad. La segunda pretensión, mejorar la sociedad, está por llegar (para los optimistas), pues en pleno siglo XXI padecemos y nos dirigen las mismas lacras y espurios intereses de finales del XIX o, siendo más preciso, desde el comienzo de la civilización.
“Un enemigo del pueblo”, un clásico que como tal con toda la vigencia, suscita una variedad asociaciones debido a la gran riqueza de temas que no pueden ser más actuales. Los conceptos filosóficos y éticos se mantienen ante el paso del tiempo y son inalterables en torno a los cambios de nacionalidad, costumbres o mentalidad.

El origen de la tragedia es una explícita alegoría: el hallazgo de aguas emponzoñadas dentro del nuevo y prometedor balneario local. Descubrimiento de la putridez que, poco a poco, se va verificando la misma fetidez en las fuerzas vivas de la comunidad; las aguas contaminadas son el reflejo de su corrompida condición.
El drama se inicia con la descripción de una eminente familia del lugar; de una parte un estimado y querido médico con esposa e hijos, y de la otra el alcalde, el hermano del galeno. En un corto diálogo entre ambos protagonistas masculinos Ibsen encuadra, por sus expresiones y ademanes, los antagónicos caracteres: dos formas opuestas de ver la vida, sentir y adoptar actitudes. El doctor Stockmann es el prototipo del hombre de ciencia, idealista, progresista y optimista con el porvenir; mientras que Pedro, su hermano y cabeza visible de la autoridad, será el reverso al estar impregnado de ideas inmovilistas, caducas y un pragmatismo dañino. Una dicotomía que llegará a transformarse en un rastrero cainismo.
El balneario, cual manzana de la discordia, es el origen de una confrontación de poder, conciencias y dignidades. Se intentará tergiversar la realidad y desacreditar sus defensores para proteger el lucro y el interés de las altas esferas. Al igual que la célebre frase marxista, un fantasma recorre todo el pueblo: el descubrimiento de la verdad y el genuino interés social. Dos bandos surgen con diferentes fuerzas, valores y, obviamente, de número. Al solitario protagonista, el “enemigo” del pueblo, le van oponiendo toda clase de trabas, desde su propia esposa (en aras del bienestar familiar), las eminentes fuerzas públicas (la política, los propietarios, la burguesía, el periodismo), y llegando hasta la animadversión de todos los habitantes. La energía que posee para sostener una lucha titánica, es su fuerza de voluntad, la integridad y el verdadero sentido del bien común.
Desde esta posición desigual, se van desgranando, poco a poco, los corruptos cimientos de la sociedad. En un intento, tan utópico como bienintencionado, de reparar el mal y cumplir con su deber al denunciar esta caótica situación, soportará menosprecios, vejaciones, chantajes, y amenazas. El cenit del drama es el memorable y revelador acto cuarto. Tomás Stockman, obviando el tema de las aguas infectadas (tiene prohibido hablar de ello), expone el verdadero problema de todo: la putrefacción de la sociedad y el sistema que la gobierna. Denuncia la estulticia y la hipocresía de quienes ejercen el poder, el gregarismo de la mayoría y la falsedad del sufragio: la razón y la verdad no están siempre con el voluble pueblo o la descerebrada muchedumbre.
El ostracismo del último acto parece una alusión a la persecución tolerada por las grandes personalidades con ideas “subversivas” que tuvieron en contra a la opinión pública a pesar de estar en posesión de la razón; o como un símil del destierro del pueblo judío que tendrá su culminación en el futuro, incluso la familia del doctor tendrá su particular “noche de cristales rotos”.

Como sucedió con Bovary de Flaubert, hay una completa identificación del personaje con el escritor. Tomás Stockman (y, por supuesto, Nora) es Ibsen. Rebeldía, libertad, independencia, inconformismo y reformismo son los valores “genéticos” y comunes entre creador y creación, la irradiación de su temperamento. El teatro ibseniano no puede dejar indiferente a quien sea sensible ante las injusticias, las desigualdades y las penurias. Impresionan las situaciones expuestas, los diálogos elocuentes y concluyentes, y, especialmente, la fuerza de carácter de sus protagonistas.
Sólo he leído dos obras del extraordinario autor noruego, no obstante ya ha entrado, con todos los honores, en mi particular “santuario” de dramaturgos, codeándose con genios como Shakespeare, Buero Vallejo, Chejov y Calderón.

Escrita hace 11 años · 5 puntos con 3 votos · @FAUSTO le ha puesto un 8 ·

Comentarios

@Poverello hace 11 años

Me gusta tu reseña, Fausto. Leer a Ibsen es ciertamente un chute de realismo que difícilmente deja indiferente. Digamos que has tenido la suerte de leer dos obras bastante esperanzadoras por esos finales a los que haces referencia y que suponen una ruptura positiva respecto a la sociedad del momento ('Casa de muñecas' estuvo hasta prohibida y en algunas representaciones se cambiaba el final para hacerlo más tragable), pero 'El pato silvestre', más que recomendable también, tiene todo lo de Ibsen de crítica social pero con menos dulzor. Más similar a otro dramaturgo alemán contemporáneo del noruego, Hauptmann, cuyo naturalismo otorga tanto o más realismo y crítica de Ibsen, pero que deja bastante más mal rollo.

Un abrazo.

@FAUSTO hace 11 años

Hola, Poverello. Recuerdo tus comentarios sobre “El pato salvaje” y su gran dureza. Será el próximo libro de Ibsen que lea y, por supuesto, no voy a cometer el error de dejar pasar tanto tiempo entre las lecturas de este escritor.
En cuanto a Gehart Hauptmann, que diste a conocer y que me interesó, es prácticamente inencontrable, tanto en internet como en las bibliotecas de Madrid, a excepción de una especie de novela-crónica.

Otro abrazo.

@Poverello hace 11 años

Hola, Fausto.

De Hauptmann puedes encontrar 'Los tejedores' en Scrib si no recuerdo mal. En Internet seguro que estaba. El resto es verdad que está chungo.