DOS PUZLES: UNO DEMASIADO EXPLÍCITO, OTRO DEMASIADO SUTIL por Tharl

Portada de EL JUEZ Y SU VERDUGO

Me acerqué a esta novela sin conocer al autor, solo por estar en una colección de “Clásicos Contemporáneos Internacionales” que tengo por casa, una de esas colecciones de origen ignoto que acumulan polvo esperando a ser un buen día redescubiertas. Pues bien, en mi propósito de actualizarme un poco en eso de la literatura contemporánea, me encontré con este autor en el quinto libro (1950 - V; Hay 10 por cada década de la segunda mitad del XX). Mi ilusión por la posibilidad de conocer un nuevo autor desconocido -aunque fuera suizo- y de leer un buen libro sin ninguna idea de él previa, me empujaron a leerlo con entusiasmo saltándome la breve introducción de tres páginas.

El resultado ha sido una lectura increíblemente rápida y agradable, o mejor dicho, dos lecturas. En EL JUEZ Y SU VERDUGO, a lo que empieza siendo una novela negra con toques satíricos (1) se le suma desde exactamente la mitad (capítulo 11 de 21) una carga más reflexiva sobre la imposición de la propia voluntad a los demás, en concreto el estado, y la libertad. Quedan así dos puzles a resolver por el lector: uno, la trama criminal, el otro, el paulatino fondo filosófico sobre el que ésta se desarrolla. En ambas investigaciones el autor va soltando pistas paulatinamente a lo largo de los capítulos, en ocasiones incluso dedica capítulos enteros más explícitos para hacer progresar al lector (2). Sin embargo al final hay una clara diferencia entre estos dos puzles: la intriga criminal queda demasiado explicitada mediante un capítulo algo redundante, y el pensamiento de Dürrenmatt, por el contrario, excepto por algún capítulo bastante explícito, su desarrollo queda demasiado sutil e insinuado, como si solo hubiera dado unas cortas pinceladas quedando así sin desarrollar. Es probable, admito, que esta impresión se deba a mi enfrentamiento virgen a la novela, quien sabe si de haber leído la introducción al principio y no al final hubiera detectado otras pistas que me permitieran enriquecer la imagen final del relato. Claro, que también puede ser que este segundo nivel de lectura quede tan poco desarrollado como indico y el resto me lo estoy inventando.

Centrémonos ahora en la trama policial. No soy un gran amante de la literatura policiaca -he leído la trilogía Dupin, Sherlock Holmes y alguna novela de Agatha Cristi, pero no más-, tampoco soy uno de esos cinéfilos adoradores del género negro por encima de todas las cosas, no obstante, aun sin conocer bien los códigos del género (y mucho menos en la literatura), supongo que sus mejores producciones son aquellas en las que además del juego con los códigos -ese acercamiento al hogar conocido y diferenciación al mismo tiempo- se añade una interesante segunda dimensión que suele ser de crítica social, la mayoría de las veces sobre la corrupción del poder (policía, políticos, empresas y otras instituciones). Esto es lo que me anima a afirmar la superioridad de EL TUNEL (Ernesto Sabato), en caso de que pueda decirse que pertenezca al género, ante cualquier otra novela que haya leído del mismo. Lo mismo ocurre con EL JUEZ Y SU VERDUGO, solo que aquí no me cabe ninguna duda de su pertenencia.
Esta trama de la novela se desarrolla casi de forma independiente durante la primera mitad de ella. Un policía ha muerto en misteriosas circunstancias y el viejo comisario Bärlach ha de desenmascarar qué ha pasado. Para ello cuenta con la ayuda de un joven policía -remplazo del muerto- afín a los nuevos medios de la criminalística, igual que el jefe de ambos. Durante esta parte, en la que se abre el misterio, vemos dos métodos de actuación distintos -la vieja escuela basada en el olfato y la sabiduría de los años contra el frío y agresivo método de la nueva criminalística- una leve sátira social y poco más. Creo ver también cierta burla a los códigos y rituales de la novela policiaca, pero por desconocerlos no puedo decir hasta qué punto ni con qué intención. Solo me baso en la descripción del funeral del policía honrado en la que en lugar del acto solemne esperado, los compañeros asisten con desgana y absoluta frialdad bajo la lluvia, siendo “el ataúd, una caja de madera sin corona ni flores que, sin embargo, era lo único cálido y seguro en medio de aquella lluvia interminable…”. El funeral acaba cuando, tras la imposibilidad de escuchar las voces de los lacrimosos discursos de cura y compañeors, la lluvia acomete con más fuerza y los asistentes se baten en rápida retirada.
A mitad de la novela se nos descubre al protagonista de la función, Gastmann, quien suma a esta lectura policiaca la siguiente, y con su aparición se desvela en su totalidad la personalidad de Bärlach y empieza la resolución del puzle. Todo empezó ante una apuesta atrevida que fue llevada demasiado en serio enfrentando de por vida al protagonista con su némesis. Uno cree que no existe el crimen perfecto dada la imperfección del ser humano, sus relaciones y la indeterminación del azar; el otro cree que por eso mismo es posible cometer un crimen en las mismas narices de un policía sin poder ser entregado a la ley… y pretende demostrarlo. El misterio da paso así a un juego de caza entre alternantes gatos y ratones culminando en un final relativamente sorpresa pero que no llega al clímax (3).

Abordemos ahora el otro puzle, la reflexión sobre el nihilismo y la libertad que cobra forma sobre todo en los capítulos intermedios (11 y 13 de 21). Empezaré con algunas aclaraciones del autor que descubrí tras la lectura.
Nuestro escritor suizo, coetáneo de Max Frisch, al parecer es un gran escritor -más de lo que me sugiere mi lectura- que fue nombrado varias veces para el Nobel; estuvo marcado por el existencialismo de Kierkegaard, las obras de Kant, Schopenhauer, Nietzsche y sobretodo Max Stirner, quien hablaba de la voluntad de afirmación de cada individuo más allá de las reglas del Estado o cualquier sistema de pensamiento exterior a él.
De aquí surge el personaje de Gastmann, un hombre que no se limita por las normas exteriores a sus deseos, que hace el bien o el mal alternativamente, sin cuidar en la lógica de sus actos, siguiendo únicamente su santísima voluntad. Gastmann es la encarnación viva del nihilismo, solo sigue la ley de su voluntad, es la libertad más pura y más insustancial. La libertad en términos negativos de no estar ‘ligado a’, no es más que la otra cara del vacío como diría Simmel, es decir, una libertad libre de cadenas es una libertad carente de contenido. “Para esta libertad no doy ni un céntimo -respondió el viejo [protagonista]. / - Tampoco tiene por qué dar crédito alguno pro ella -replico el otro [el escritor/autor]. Pero uno podría dedicar su vida al estudio de ese hombre y de su libertad”.
Como se ve, Gastmann y Bärlach son dos caras de la misma moneda, uno el Doppelgänger del otro. Algo de lo que por cierto también se dan algunos apuntes en el capítulo del escritor. Uno representa el caos de la voluntad y la libertad, y con ella consigue el éxito; el otro, el orden de la ley, la honestidad, y con ella no logra más que una escalada dura y terribles problemas de estómago que supondrán su muerte en un año. (4)
Lo interesante es que Dürrenmatt no se queda aquí, conecta esto con el caso y con otros temas mediante otras pistas soltadas sin que nadie se dé cuenta, como una discusión sobre el estado aquí, otra sobre las relaciones internacionales por ahí o las distintas formas de criminalística por allá, y otras que sospecho haber dejado por el camino y tampoco soy capaz de ensamblar en el puzle.


Para expresar estas inquietudes, Herr Friedrich emplea un estilo sencillo que combina las interminables -y alguna vez incomprensibles- oraciones alemanas con otras más cortas para dar el ritmo adecuado a cada situación, ajustándose al contenido del capítulo con gran habilidad (5). Es un estilo bastante cinematográfico, es decir, basado en la acción antes que en la contemplación -estoy pensando en esas largas descripciones pictóricas del XIX- en la que el ambiente se funde con el drama de los personajes, siendo sobretodo la luz el elemento escénico primordial, ya sea por medio de fuentes artificiales o de la posición de la luna y el sol. Sospecho que en esta relación entre el entorno y los protagonistas puede hallarse alguna clave para el misterio, pero no logré dilucidarla.


Una buena novela policiaca, pero no una obra maestra de la literatura.



LAS SIGUIENTES ANOTACIONES CONTIENEN DETALLES CONCRETOS DE LA TRAMA. No son spoilers, pero los separo de todas formas.

(1) A destacar esa incomodidad del policía de pueblo del principio al tener que reaccionar ante el encuentro con un muerto y ‘mancharse las manos’. Posible reflejo de una Suiza neutral y parásita que mira hacia otro lado de los problemas de sus vecinos -a menudo de los que es directa culpable- de la que el autor dirá: “Suiza tiene algo grotesco en su carácter; sus intentos de constante neutralidad se parecen a los de una virgen ganándose la vida en un burdel que pretende, además, permanecer casta”.

(2) El ejemplo más claro es el capítulo en que hablan con el escritor. Una clara intromisión del autor donde esconde entre sombras su auténtico rostro y donde juega con escribir sobre sus propios personajes. Esta interesante intrusión le permite ahondar sobre el nihilismo y la libertad en el antagonista: Gastmann, y además le sirve para dar algunas pinceladas sobre el carácter fantástico (o no), de los personajes y temas de la novela, pertenecientes a nuestros sueños.

(3) Podría decirse, como es típico del género sobretodo en la televisión, que hay un final prematuro, aquel en el que conocemos el final de Gastmann y un epílogo que da una vuelta de tuerca al asunto. Pues bien, mientras que este epílogo lo considero redundante, admito que el final de Gastmann tiene un gran nervio narrativo y está excelentemente narrado con ese juego entre la implacabilidad del cazador y el sol que sube a lo alto. Aun así, no hay catarsis a la que llegar en esta tragedia.

(4) Ahora sí, SPOILER!!!!!
SPOILER!
SPOILER!
En el final,
presenciamos la derrota por un lado de uno y por otro del otro. Bärlach se convierte en juez y designa al verdugo destruyéndole con ello. Bärlach logra inculpar a su enemigo del único crimen que no cometió y saltándose así la ley y sus normas, cumplir su voluntad, su sentido de la justicia. Pero esta misma acción da la razón a Gastmann siendo el definitivo ganador de la apuesta. Y aquí también hay una vuelta de tuerca final, pues si el envidioso Tschanz (joder con los nombrecitos, casi prefiero los rusos) no se hubiera interpuesto, probablemente Bärlach sin saltarse la ley y por medio de otro policía igual de honrado que él hubiera logrado hacer justicia. Quién sabe… el azar y la imperfección del hombre hacen que la justicia sea siempre difícil, sino imposible, de alcanzar.
Penoso este personaje de Tschanz, que al principio parece de ideas tan brillantes y luego resulta ser el único que no logra imponer ni un poquito de su voluntad. Un verdugo forzado e inconsciente.

(5) Estoy pensando en concreto en dos de los momentos más trepidantes de la novela. El asalto a la casa del protagonista en plena oscuridad, donde la quietud nerviosa, la tensión y la oscuridad se pueden palpar; y el asesinato de Gastmann, donde como ya dije se siente la implacabilidad del destino tejido por Bärlach.



“No dudo de la necesidad del Estado; dudo de que nuestro Estado sea necesario”. (Friedrich Dürrenmatt hablando de Suiza)

Escrita hace 11 años · 5 puntos con 1 voto · @Tharl le ha puesto un 7 ·

Comentarios

@Poverello hace 11 años

Buena reseña una vez más, Tharl.

Pues fíjate tú que cuando yo leí esta novela de Dürrenmatt me sentí decepcionado y a pesar de estar de acuerdo con la mayor parte de tus aportaciones me quedé más con ese punto medio de tierra de nadie sin alcanzar el éxtasis en nada. Tibieza, digamos. He de decir no obstante para no conducir a engaño que me resultó una obra recomendable sin duda, muy interesante y fácil de leer y de seguir (como bien dices la prosa del suizo es de enorme sencillez), y que posiblemente mi error fue justamente el inverso al tuyo: me esperaba mucho más. Sabía de Dürrenmatt como el 'otro suizo' aparte de Frisch, del que tengo en pendientes a Stiller, y una de las películas que más me han impactado es "El cebo", de Vajda, con guión de este autor. Recuerdo que la vi de enano la primera vez y no pude ni conciliar el sueño; no sé qué estaría pensando mi madre para dejarme verla.

Por otro lado no considero "El juez y el verdugo" novela negra, sino policíaca, y tanto el inicio como el enfoque de personajes y la conclusión van más en esa línea, aunque es cierto que la ambientación y descripciones se acercan más al género negro. No recuerdo muy bien esa separación clara que dices entre la línea policial y la crítica política más allá de lo habitual del género de narrar en los primeros capítulos el hecho que servirá de nudo argumental de la novela. Y frases buenas tiene un puñado.

@Tharl hace 11 años

Pues fíjate, que si te digo la verdad, cuando escribí la reseña no se me ocurrió que la novela policiaca y la novela negra fueran dos géneros distintos, ya digo que he leído muy poco de ellos. Como ambos giran alrededor del mundo del crimen los consideré sinónimos y me quedé tan pancho, no le di más vueltas. Ni me plantee que fueran géneros o subgéneros distintos. Pero tienes toda la razón, sean géneros distintos o no, el (sub)género noir tiene una estética y unos rasgos característicos que no se puede generalizar a todo el género policiaco. Y efectivamente, la novela de Dürrenmatt tiene una estructura más de investigación policial de un crimen, pero con una estética y atmósfera cercana al género negro.

Con la línea separadora me refiero a que durante la primera mitad me parece que no hay más que una lectura típica del género: un crimen y su investigación, con las dinámicas del cuerpo de policía y un toque satírico. Es en el capítulo 11, cuando Gastmann y Bärlach se encuentran en casa de éste, cuando se expone el conflicto real de la novela, esa otra lectura de la que hablo. A partir de entonces vemos la contraposición de los personajes, comienza a hablarse del nihilismo, la imposición de la voluntad, etc. etc. Hasta ese momento no hay otro contenido que la investigación criminal.

De todas formas, yo tampoco creo que sea una novela que llegue al éxtasis en ningún momento. También dudé entre el 6 y el 7.

PD: me apunto "El Cebo" como película a ver :D. Ah! y tengo la suerte de tener a Stiller en esta misma colección :)

@Poverello hace 11 años

Creo que tú y mi madre tenéis la misma colección. Yo también tengo en la estantería el 'No soy Stiller', junto con 'El libro del desasosiego' de Pessoa y 'El túnel' de Sábato lujosamente encuadernados en esas ediciones de las que hablas :).