DESAPROVECHADA LECTURA por Tharl

Portada de EL REY LEAR

Me encanta Shakespeare. Admiro la pasión de sus personajes, la habilidad con que maneja todos los elementos de la tragedia; su magnífico estilo, sus estupendos monólogos, su ingenio a menudo mordaz, irónico y cómico; sus formidables monólogos y reflexiones, y, por supuesto, el candor y la belleza de sus personajes femeninos. No me importa que sus personajes -en especial las protagonistas- pertenezcan más a la esfera de lo ideal que de lo real, ni se me hace artificial su expresión, es más, todo esto contribuye al tono trágico de sus obras que tanto me gusta, siempre con un formidable clímax final. Y aun así, El Rey Lear pudo conmigo.

El acto I me resultó maravilloso. El monólogo de Gloucester sobre la naturaleza, en el que los astros predicen penosas desgracias, me encantó. También lo hizo el otro soliloquio de Edmund, cuando reflexiona sobre la injusticia de la naturaleza y reivindica sus derechos decidiendo rebelarse y ser primogénito por méritos y no por azar de nacimiento. Magnífico alegato contra la ley natural. El capricho de Lear, la nobleza de Kent y la honestidad y pureza de Cordelia… Creí que tenía en mis manos la mejor obra del autor (con permiso de “Hamlet”, mi favorita).

Luego vienen el acto II y el III y es una locura. Admito que me los leí del tirón en unas horas tontas que tenía que rellenar y no tenía nada que hacer, admito que los leí en un momento de agotamiento mental, pero… por Dios, qué locura. En la tormenta -momento que intuyo fundamental-, por ejemplo, se juntan tres locos entre fingidos y reales decididos a desvariar. Mi corto entendimiento apenas fue capaz de discernir qué demonios querían insinuar el bufón, y Edgar, por bien que sonaran sus delirios y por importante que conciba sus crípticas palabras. Pero a mí, me dio dolor de cabeza. A Lear le entendía a ratos, Gloucester me embotaba y cansaba y en fin… que yo quería leer a gusto para descansar y solo conseguí saturar y embotar mi mente. Por otro lado, aunque ya no recuerdo bien la lectura, recuerdo por la reseña que escribí en su momento y publico ahora, cierta genialidad en el personaje de Albany, y también recuerdo que no fui capaz de pillarlo hasta el final.

Luego llega el acto IV y sobretodo el V y recupera enormemente, aunque tras lo sucedido en la lectura de los actos anteriores, el clímax de la tragedia no logró implicarme y hacerme llegar a la deseada catarsis. Lástima.


Otro tema es el de las traducciones… qué aberraciones se comenten! Eso sí que es trágico. En mi edición todos los diálogos estaban en prosa. Al darme cuenta le pedí la suya a un amigo me prestó la de Alianza Editorial. La traducción era teatral, no literal, basada en el ritmo de la obra más que en los versos, sin preocuparse en exceso en el vocabulario, sino en el sentido de la idea… Y además sin apenas acotaciones. Yo no me enteraba de si han herido o no a alguien, ni de si luchan, quién era herido o qué ocurría. Y tampoco sabía a quién dirige quien (fundamental entre tanta locura). Vamos que dificulta la imagen visual y estropea la comprensión. Por ejemplo, hasta pasadas varías páginas y que fuera comentado por los personajes yo no me entere de que el criado hirió al marido de Regan, así como de tantas otras cosas.


Es una lástima, porque veo la fuerza de la obra, su intensidad y su genio. Y sería un placer verla representada, pero no pude disfrutar de la lectura. Ahora, un año después apenas recuerdo gran cosa, y lo que recuerdo sospecho que se debe más a la magnífica adaptación de Kurosawa (Ran, 1985) que a mi lectura. A propósito de la adaptación, su portentosa potencia visual no quita que peque de la misma confusión y locura que el texto, lo que pueden hacer algo cargantes algunos de sus elementos.

El libro va directo a mi lista de “segundas oportunidades”. Tal vez en unos años…

Escrita hace 11 años · 5 puntos con 4 votos · @Tharl le ha puesto un 6 ·

Comentarios

@Poverello hace 11 años

Lo de las traducciones es la cruz de los que no sabemos más que un idioma, el materno, y encima regular.

Yo he tenido la suerte de verlo representado. Josep Maria Pou como Rey Lear. La verdad es que aluciné. La versión fue criticada por algunos sectores por lo excesivo, pero es que Lear era excesivo a reventar -quizá esa locura de los actos intermedios-. Yo sí sufrí la catarsis, y ni siquiera al final de la obra, sino en medio, donde aparece Pou hasta el pelota picada empapado de lluvia.

Siempre tengo una duda metódica con lo de votar las obras de teatro. Si es verdad que se hizo para ser representado y yo sólo he visto la obra representada sin leer la obra... ¿la voto?

En fin.

@Tharl hace 11 años

Sí, por lo visto la tormenta es un momento clave... a mi me parce demasiado excesiva ya de por sí en el texto. Ciertos excesos y más en ciertos momentos me dan una jaqueca terrible. "Ran" también tiene unos cuentos.

Yo también me he planteado esa duda a menudo, pero me temo que voy demasiado poco al teatro como para plantearmela en serio. Además, por lo general voy a obras ya leídas o si me gustan, las acabo leyendo.
Supongo que si la adaptación es fiel al texto y buena, ¿por qué no votarla? aunque claro, no es lo mismo que leerla...

En fin. (:P)

@Faulkneriano hace 11 años

Anda, se me había pasado esta reseña. No me extraña nada lo que dices, Tharl. Conviene leerla con las pilas bien cargadas.

Gloriosamente incomprensible: todo un caos surcado de relámpagos y muertes brutales. Con Kurosawa tampoco te enteras, pero flipas. El que mejor se explica es Kozintsev, pero me gusta más Ran, aunque te pierdas (ya no, que la he visto muchas veces) Amigo, esto es como la mili: la oscuridad es un grado...

@Tharl hace 11 años

No conocía la adaptación de Kozintsev -a decir verdad no conocía ni su nombre, me llamó la atención también la de Hamlet- pero tiene buena pinta y agradeceré su claridad, pasa a mi lista de whistlist. El Rey Lear (libro) y Ran están ambos pendientes de revisión, a ver si me pierdo un poco menos. Desde luego ahora estoy sobreaviso de a lo que me enfrento: llevaré las pilas a tope.

(Oscuridad + ritmo frenético + confusión) + pilas poco cargadas = dolor de cabeza. Basta el ritmo frenético: aún recuerdo con horror la jaqueca que me dio "Un, Dos, Tres" (Wilder) después de una mañana entera de playa y encefalograma plano.