LAS LUCES DE MIHURA por Tharl

Portada de TRES SOMBREROS DE COPA

Miguel Mihura desdeñaba el matrimonio, las costumbres burguesas, el humor regional, la ironía (“de mala educación”) y la sátira (“antipática”); no soportaba los melodramas, la “alta comedia”, ni clásicos españoles como Lope, Valle-Inclan y Benavente; incluso llegó afirmar que no le gustaba escribir ni tan siquiera asistir al teatro. Solo respetaba al “maestro” Muñoz Seca y a Simenon. Lo único que parece importarle a este “autor” es el espectáculo, el éxito. Mihura era un “hombre de teatro”, nació y creció en él, y de él quería subsistir para dedicarse a lo que más le gustaba -lo único si hemos de creer sus palabras-: las mujeres. Sus aspiraciones no podían distar más de las de un autor intelectual comprometido con su trabajo, la sociedad y/o la cultura.


En la que dicen que fue su única obra maestra -no leí nada más suyo aunque por lo visto el mismo admitió haberse prostituido a cambio de éxito, sin que parezca que eso le preocupara demasiado- Miguel Mihura me desconcierta. TRES SOMBREROS DE COPA demuestra una inmensa facilidad para todos los elementos del teatro (p.e. el uso de las puertas: una para cada “mundo”), un penetrante sentido del drama, del ritmo, un conocimiento formidable del lenguaje y una habilidad extraordinaria.
Al igual que otros autores de la “otra generación del 27” como Poncela, Mihura defendía un humor renovador basado en el disparate, con la evasión como mayor legado cultural y el éxito como ambición. Disfrutaba ridiculizando las convenciones burguesas se interesó por el cine y aceptó el régimen franquista (Mihura no solo lo aceptó sino que lo apoyó) aunque llegan a decir que no llegó a sentirse completamente a sus anchas en él, como tantos otros.


Teatro de evasión sí, pero no por ello vacuo, ha de tener un contenido y ese contenido es la mencionada burla a la sociedad burguesa. Llegados a este punto ¿cuál es la diferencia entre la burla y la sátira? Pues no lo tengo muy claro, pero probablemente el compromiso, la profundidad y los tintes de amargura y mala leche de la segunda y el desenfado, superficialidad e irreverencia de la primera. Tal vez sea gracias a esto que la burla pueda ser en ocasiones mucho más subversiva, aun sin ser consciente de ello.

Aun con esta superficialidad, aunque sea solo por amor a la parodia, y aunque -y esta es mi gran duda- sea con una absoluta inconsciencia, TRES SOMBREROS DE COPA, en su absoluta sencillez, es enormemente coherente y redonda. Trata de la confluencia de dos universos absolutamente opuestos. Por un lado, el mundo burgués de “una capital de provincia de segundo orden” caracterizada por “el odioso señor” (rico, vulgar, vanidoso y repulsivo), “el anciano militar” (quien al perder todas sus medallas recobra el nombre escapando de la antonomasia), “el cazador astuto” (genial los conejos con precio), “el romántico enamorado”, un “guapo muchacho”, un “alegre explorador”, y dos representantes de la “putrefacta” sociedad burguesa: el hilarante Don Rosario, quien canta coplas populares con una trompetilla para dormir a sus huéspedes antes de darles un beso en la frente de buenas noches; y Don Sacramento, el acomodado padre de la novia. Por otro, el mundo “bohemio” del vodevil: tres muchachas frescas, ligeras, divertidas y “estúpidas” (el calificativo no es mío, sino de una de las sutiles acotaciones del señor Mihura), una mujer barbuda (Madame Olga), una experta cazafortunas (Sagra)y el “chulo”/director negro (Bobby), personaje ruin, cínico, alcohólico y desagradable que evidencia un molesto racismo (lo digo por el personaje en sí, no por episodios hilarantes respecto al blues, cultura negra y “color”). Entre estos dos mundos: los protagonistas y tres sombreros de copa.

Dionisio y Paula están insertos cada uno en un mundo, pero sueñan con escapar de él. Dionisio lo hará al salir -por una noche, como si de un sueño se tratara, y como tal quedará- de la mediocridad de su vida y conocer una forma de vivir distinta a la única que concebía; Paula creerá posible una estabilidad burguesa con un novio que no está casado, que no desea aprovecharse de ella ni comprarla y que se le antoja como alternativa al aburrido mundo del que huyó y al futuro degradante que le ofrece aquel en el que vive. Dionisio es aburrido, débil, carece de voluntad por temor a estar fuera de lugar, es un camaleón que se acopla al lenguaje, discurso y maneras de aquel a quien se dirija, como si careciera de uno propio; Paula es valiente, caprichosa, soñadora, inocente y ligera al mismo tiempo, es lo suficientemente ingenua y tiene la necesaria picardía pero con una chispa de inteligencia más que sus compañeras: es, en resumen, el sueño de mujer de la época, algo patente en cualquier film de Hollywood de mediados del XX, como Billy Wilder, por algo los hombres las prefieren rubias... Aquí están unos de los mayores aciertos de la obra: el atractivo de Paula, el manejo del lenguaje (escrito y escénico) evidenciado en Dionisio y un cierto desequilibrio entre ambos que rompe con la simetría, saliendo él bastante peor parado y siendo ella la única que se salva, si es que eso es posible ante el irreverente autor…

Cada mundo viene reflejado en sus personajes y motivaciones, pero también en su habla (fantástica la escena del baile donde confluyen ambas sociedades en rocambolescas situaciones), y otros elementos, como la música [detalle que de no ser por la edición de instituto jamás habría localizado]. La música caracteriza los personajes, su correspondiente orientación en un mundo y otro, el juego y la indecisión de Dionisio entre ambos (recordemos las tonadas tradicionales de Don Rosario cada vez que le visita, como si de su conciencia se tratara), lo que sirve de paso al autor para burlarse ahora de ciertos gustos musicales. Pero de todos los elementos probablemente el más importante y significativo sea, como no, el sombrero de copa: símbolo de la solemnidad burguesa y de la bohemia (el charlestón, la prestidigitación) al mismo tiempo. El protagonista dudará cual ponerse en la boda ante unos personajes, y hará malabares con ellos ante otros. El final no podía ser más audaz, tras tomar la decisión de una vida mediocre de huevos fritos por la mañana por culpa de su ausencia total de voluntad y del silencio resignado de Paula, Dionisio acudirá al altar con un cuarto sombrero de copa, ahora de vodevil. No sabemos si como recuerdo de lo que pudo ser y no fue, como reflejo de un cambio operado en él que no desaparecerá en su matrimonio, o como simple “mariposilla de putón” de inicios de siglo.


Pero todo esto es demasiado serio, y no hace justicia a la hilarante comedia, pues eso es TRES SOMBREROS DE COPA, sin ninguna duda la comedia más hilarante que he tenido el placer de conocer (tampoco han sido demasiadas). El autor maneja varias formas de humor, una escénica que se pierde un poco con la lectura, y otra verbal con gusto por los razonamientos disparatados, los malentendidos, los erróneos sobrentendidos, etc. En general es el gusto y deleite por lo absurdo lo que hace a esta obra de 1932 tan pionera, fresca y excepcional. Aquí hay que admitir el adelanto de Mihura a su época, algo que a él más bien le perjudicó (su obra no se estrenaría y sería comprendida hasta 1952), pero que no le impidió reconocer con orgullo haber encontrado un estilo auténticamente personal y original, algo absolutamente carente de influencias. O eso afirmaba él, como tantas otras cosas... Yo me temo que genios de la comedia slapstick como Keaton o Chaplin, unos incipientes hermanos Marx y en especial los lectores de una novela titulada LOS CABALLEROS LAS PREFIEREN RUBIAS (pero se casan con las morenas) no estarían tan de acuerdo.

Pero toda reseña es inútil, la mejor manera de descubrir la diversión que ofrece esta breve lectura de una tarde es con ella misma. Quise insertar uno de los mejores fragmentos, uno de los más cómicos. En mi opinión a este respecto gana por goleada el primer acto, los otros dos profundizan el drama sin perder la comicidad pero no son igual de hilarantes. Entre cualquier aparición de Don Rosario, la presentación de la habitación de hotel, el momento de la pulga, razonamientos sobre las barbas de las mujeres y conejos cazados, me he decantado por la siguiente escena que no es mejor ni peor que las demás

[Tras una pelea entre dos desconocidos: Buby (negro) y Paula, su novia, quienes de repente irrumpieron en el cuarto de Dionisio]
(Se sientan en la cama, uno a cada lado de DIONISIO, que también se sienta y que cada vez está más azorado. BUBY empieza a silbar una canción americana, acompañándose de su ukelele, PAULA le sigue, y también DIONISIO. Acaban la pieza. Pausa incómoda)
DIONISIO (Para romper, galante, el violento silencio.) ¿Y hace mucho tiempo que es usted negro?
BUBY. No sé. Yo siempre me he visto así en la luna de los espejitos…
DIONISIO. ¡Vaya por Dios! ¡Cuando viene una desgracia nunca viene sola! ¿Y de qué se quedó usted así? ¿De alguna caída?...
BUBY. Debió ser eso, señor…
DIONISIO. ¿De una bicicleta?
BUBY. De eso, señor…
DINOISIO. ¡Como que los niños no se les debe comprar bicicletas! ¿Verdad, señorita? Un señor que yo conocía…


Personalmente no sé si Mihura era un imbécil habilidoso al que le sonó la campana o si el autor que escribió el “Semanario de los soldados [franquistas]” tenía muchas más luces de las que aparenta y de las que él estaba dispuesto a admitir(se). Dicen, que si miras atentamente a su obra se ven por lo menos tres. Incluso alguno afirma que una de ellas es “roja”. Yo para estas cosas tengo poca vista, pero por si acaso recomiendo a quien entre por estos lares que se asome, no vaya a ser que realmente haya algo que perderse. Pero en fin, tampoco nos pongamos reflexivos o dramáticos, que es de mal gusto…


....................................................................................... Hoop!


*Recomiendo si surge la ocasión ver la obra representada (ojalá yo tenga esa suerte), se nota enormemente que está hecha para ello, y así se apreciaría mucho mejor el formidable ritmo, el fluir casi poético, y de paso, el espectador se ahorrá las poco sutiles y pragmáticas acotaciones.
Nota: 7.5

Escrita hace 11 años · 5 puntos con 6 votos · @Tharl le ha puesto un 7 ·

Comentarios

@Poverello hace 11 años

Justo hace unos días decidí releer más pronto que tarde esta obra de Mihura por ese sentimiento de desmemoria de que pasó demasiado tiempo desde la primera vez como para valorarla en lo que realmente representa dentro de la historia del teatro a nivel global. Entonces me pareció más que notable, con esa sensación, no ya de adelantarse a su tiempo, si no que en realidad escondía una profunda crítica no del todo velada al sistema social y político y que esa podría ser otra razón, aparte de su rareza, de tardar tanto en ser estrenada. En ambos sentidos (rareza y crítica bruta) recuerdo irremediablemente a Arrabal, que no sé cuál me gusta más.

Cuando la relea hablaré con más rigor, por ahora me callo.

@sedacala hace 11 años

Hola de nuevo Tharl. A mí me pasa también que esta obra la leí hace muchísimo y no me acuerdo de nada. Esto de no acordarse, en principio, es mala señal, querría decir que tiene poco calado. Pero recuerdo bien su estilo humorístico, por otras obras que sí leí, como Ninette y un señor de Murcia, o Melocotón en almíbar, y tengo la impresión de que se parece mucho a Jardiel; en mi opinión, y ahora hablo más bien de éste último, es un tipo de teatro que tuvo su momento dulce, pero que una vez pasado éste, su influjo cayó bajo mínimos. A mí, particularmente nunca me gustó demasiado cuando lo vi representado; en mi opinión, esto quiere decir que tiene, quizás, una excesiva carga intelectual (estética, social, o del tipo que sea). No sé, si es una interpretación correcta, solo sé que cuando leo este tipo de teatro, me gusta mucho más que cuando lo veo a través de caras, voces o expresiones que nunca me parece que atinen con el tono que yo había imaginado leyéndolo. También se puede uno pegar un empacho de ese tipo de humor en las dos o tres novelas de Enrique Jardiel Poncela que hay publicadas. Es un humor, incluyo aquí el de Mihura, que me gustó muchísimo, pero que el tiempo me lo ha ido devaluando poco a poco.
Me alegro que sigas por aquí, Tharl.

@Tharl hace 11 años

Estoy de acuerdo con los dos en el efecto que tiene la obra en la memoria. Esta ha sido mi segunda lectura y de la anterior (allá cuando tenía 14 años) solo recordaba habérmelo pasado en grande. Veo que eso sí que nos queda a todos como recuerdo y creo que es lo que más agradaría a Mihura.

Creo -desde mi ignorancia, claro está- que los problemas que tuvo TRES SOMBREROS DE COPA para ser acogida no se puede achacar a su contenido crítico. El contraejemplo serían por ejemplo las primeras películas de Buñuel (UN PERRO ANDALUZ y LA EDAD DE ORO) mucho más vanguardistas en forma y provocativas y despiadadas al criticar la sociedad burguesa que la obra de Mihura y que creo que gozaron de relativa buena acogida. Claro que se estrenaron en Paris…
Aun así, intuyo que a Mihura lo que le perjudicó fue combinar la visión lúdica de su arte con un ansia renovadora tan rompedora. Se dirigía a un público menos cultivado, se relacionaba con círculos intencionadamente menos “intelectuales”, y aun así se adelantó bastante en el tipo de humor. Craso error.

En cuanto a lo que comentas tú, Sedacala, de que es un humor caído bajo mínimos no sé hasta qué punto compartirlo. Creo que la diferencia entre Mihura y los Monty Phythons, o algunos ramalazos de Woody Allen (estoy pensando en Bananas por haberla visto recientemente) y otros autores de humor absurdo es ante todo de grado. Por supuesto que digo esto sin haber leído nada más del autor (creo que abandonó el absurdo en su siguiente etapa) y sin conocer casi nada de Poncela (no sé hasta qué punto cultivaba el mismo tipo de humor que esta obra).
Por cierto que de Poncela estoy a la espera de echar el guante a “Amor se escribe sin hache”

Lo que comentas de verlo representado es curioso, aunque no veo este tipo de teatro como muy intelectual ni social. De todas formas no podré dar mi opinión hasta que lo compruebe pro mí mismo, ya te contaré =)

Un abrazo a los dos!!

@Poverello hace 11 años

Como bien dije, hago mutis por el foro respecto al contenido y si está o no pasado de moda hasta que lo relea, aunque a mí me sigue atrayendo igual el absurdo por mucho tiempo que pase si está bien escrito o filmado.

Igual que vosotros creo que el problema fundamental de Tres sombreros de copa fue que a la gente que se lo enseñó (actores, directores...) no les gustó y punto, porque era mu' rarito. Creo que él mismo comentaba algo al respecto en las introducciones que hizo a su obra. Aparte de los otros temas trasversales (en los primeros 20 años de dictadura no pasaba la censura ni Bambi) y Mihura parece ser que supo 'quedar bien' con todo el mundo (supongo que excepto consigo mismo por ende).

Ya fuera de la obra, lo que comentas de Buñuel sobre la crítica a la religión, las clases, etc... podría aplicarse igualmente a su rareza, pero se estrenaron el Francia, como dices, aquí no se hubiera comido un colín. Un perro andaluz apenas tiene sentido en su conjunto (aunque a mí me encanta), como bien reconocieron el propio director y Dalí.

Bueno, si al final no me callo. Esparadrapo. A ver cuando lo relea.

Saludos a los dos.

@sedacala hace 11 años

No, creo que no has interpretado bien lo de la memoria, al menos en mi caso. Tengo buen recuerdo de este libro, pero no me acuerdo de nada más, y eso, razonaba hace poco con Faulkneriano, no suele ser buen indicio, por que sólo se olvida aquello que no ha emocionado. Y me parece, que el razonamiento de Poverello es parecido a esto que digo. Yo creo que a pocos autores les gustaría que sus lectores olvidasen sus obras, a pesar de haberse quedado con un buen recuerdo de su lectura.

No es que yo lo tenga muy claro, hablo desde unas simples nociones de teatro sacadas del colegio. Jardiel (1.901) y Mihura (1.905) están en una línea similar en cuanto al tipo de humor que utilizan; crean situaciones inverosímiles o absurdas, y con eso juegan en sus comedias. No cabe duda de que su humor tiene paralelismos en su época, Beckett es de 1.906, aunque su obra sea posterior a la guerra, los hermanos Marx, hicieron su cine entre 1.935 y 1.957, aunque Groucho sea de 1.890. ¿Está pasado de moda el tipo de humor de aquella época? Yo creo que sí, a pesar de que Woody Allen hiciera cosas de alguna similitud, y “Bananas” tampoco creo que se parezca mucho al humor de que aquí hablamos, y Monty Pyton menos. Aquel tipo de teatro tuvo sus problemas para ser acogido, no olvidemos que representaba a las vanguardias, y estas siempre empiezan con dificultades. ¿Alguien concibe a los admiradores de Muñoz Seca dando una buena acogida a “Tres sombreros de copa”?. Pues no; y en todo caso, cuando este teatro terminó de cuajar fue después de la guerra en los años cuarenta y cincuenta.

Lo que yo quería decir antes, es que estas obras, en las que las situaciones hacen reír más por lo sorprendente o lo esperpéntico que por lo rigurosamente humorístico, admiten ser perfectamente leídas y asumidas por mí mente; ésta, al leer, se forma una imagen de la escena que visualizo como creíble; pero en cambio, cuando se ven en un escenario representadas por actores, difícilmente lo que se representa puede ser ni parecido a lo que mi mente imaginó; de manera que la acción teatral me parece ridícula o grotesca, cosa que no ocurriría con un tipo de teatro más serio. Atribuía yo esto en mi anterior comentario, a la carga intelectual de este teatro, pero es obvio que me estaba refiriendo a una carga estética que era lo que entonces se quería transmitir: la estética del absurdo. A mí me gustó mucho ese estilo, pero era cuando tenía diecisiete años y mal que bien aun coleteaba aquella moda.

Naturalmente Poverello, no me refiero a Beckett, que ahí sabes ya lo que opino; pero las cosas de los hermanos Marx, Mihura y casi todo Jardiel, sí que me gustaban. Hoy ya no, “Amor se escribe sin hache”, la volví a leer hace poco y se me cayeron los palos del sombrajo. Ya no me pareció lo mismo. Pero a pesar de todo, Tharl, te recomiendo que la leas, entre otras cosas para conocer y poder situar bien al autor y también por que si eres capaz de situarte un poco en su tiempo, la verdad es que tenía su gracia.

Os devuelvo el abrazo.

@Faulkneriano hace 11 años

Buena reseña, Tharl, y buen debate sobre Mihura, que, en mi opinión tuvo la desgracia de empezar por lo más alto y de dedicarse a la comedia. Pero ahí quedan sus Sombreros, irreductibles al tiempo, asombrosamente frescos a sus ochenta años. Ayer, viendo Una pistola en cada mano (ya sé que no tiene mucho que ver) me di cuenta de la extrema dificultad de la comedia para ser no solo brillante sino también profunda en su análisis de la sociedad. Es su sino. Del teatro clásico griego hoy sólo se representan las tragedias; las comedias son, en su mayor parte, ininteligibles (cualquiera que haya visto Las nubes o Los caballeros en el teatro me dará la razón, si son versiones fieles, que no suelen serlo) Lo mismo pasa en nuestro siglo XX: Lorca está muchos codos por encima de Mihura, dónde va a parar, bla, bla, bla. Y sin embargo Tres sombreros demuestra un dominio asombroso del lenguaje teatral, mucho mayor que el esgrimido por el dilettante Lorca, tan poético él. Pero, claro, es una comedia...

En una cosa no estoy de acuerdo contigo, Tharl: la obra no es racista porque uno de los personajes más desagradables de la obra, Buby, sea un negro. El chulo de Buby es un falso negro, un negro "de teatro" al estilo de Al Johnson en El cantante de jazz, lo que era muy común en los años 30 en las compañías de variedades como la que él dirige. Que sea tan abiertamente cínico y cruel muestra que ese otro mundo del teatro no es, en el fondo, mucho mejor que el de la respetabilidad burguesa.

La obra genera una comicidad total, brutal, sin fisuras, abracadabrante y triste a su vez, como toda nuestra gran tradición cómica, de Valle-Inclán a las películas guionizadas por Rafael Azcona. El "me caso, pero poco" de Dionisio es un hallazgo por el que Woody Allen hubiera asesinado; uno entre mil, por otra parte.

Y otro día hablamos de Jardiel, al que menciona muy atinadamente sedacala....

@Tharl hace 11 años

Interesante lo que comentas sobre el humor Faulkneriano, me llama la atención porque justo estuve pensándolo hace poco, en parte a raíz de la obra de Mihura. Coincido en parte con lo que comentas, pero ahí están Chaplin, Keaton, los hermanos Marx, Woody Allen, Berlanga, Lubitch y Wilder para demostrar lo contrario. En mi opinión lo que pasa es que todo drama se presupone que tiene detrás un cierto fondo, un contenido más allá de la técnica. Con el humor no pasa esto. Puede haber comedias técnicamente perfectas que sean absolutamente superficiales e incluso apenas tengan conciencia artística, o que esta dimensión pase desapercibida. Las películas de humor que pasan a la Historia son entonces, no las que muestran mayor conocimiento del lenguaje -en este caso teatral- sino las que van más allá de él. Es por esto que Chaplin es más conocido y valorado (generalmente) que Buster Keaton, por mucho que el segundo muestre una habilidad, una expresividad y una comicidad que más quisiera el primero. Por esto mismo imagino que Ionesco (hablo de oídas y puede que esté metiendo la gamba) es, sino mejor, al menos más valorado que Mihura.

Me pareció brillante por parte de Mihura no caer en la idealización del mundo del teatro frente al burgués, y para ello el personaje de Buby, como indicas, es fundamental. Lo que me resultaba algo racista era tener que encarnar este personaje en un negro. Claro que si como comentas era común que en la época fueran los negros quienes dirigieran los espectáculos de variedades, entonces, retiro lo dicho.

Saludos!

@Faulkneriano hace 11 años

Quizá no me he explicado bien: Buby es blanco, no negro, y se tiñe la cara y las manos de negro. Los falsos negros eran comunes en los teatros de variedades de Europa, aunque no tenían por qué dirigir las troupes, cosa que sí pasa en la obra.

Y tienes mucha razón: las grandes comedias, donde tanto la forma como el fondo son interesantes, abundan... pero no en el presente. Todos los nombres que citas son de difuntos, menos Woody Allen, que, me temo, anda algo errático (por decir algo suave)

@Tharl hace 11 años

Efectivamente, habia interpretado mal tus palabras. Gracias por la aclaracion ;)