ALGO HUELE A PODRIDO EN… CHINA por FAUSTO

Portada de LAS BALADAS DEL AJO

Mo Yan, seudónimo que significa “no hables”, es justo lo contrario de su apodo: un bocazas de lo más irritante. Es fácil imaginar a los dirigentes chinos, rojos (me refiero al color no a la ideología) de indignación, pronunciar la archiconocida frase borbónica cuando tengan en frente al último premio Nobel, la expresión vulgar y lapidaria de ¿Por qué no te callas? Si la mayoría de sus escritos evidencian la crítica tan mordiente como esta novela, no me cabe duda que este escritor es una china (me refiero al guijarro no a la nativa) grande e hiriente metida dentro del zapato del gobierno de su país. Mo Yan es un contestario que no deja títere con cabeza, desde cualquier tipo de autoridad que masacra sin escrúpulos al pueblo hasta las actitudes de esta misma oprimida gente.

Escrita en 1988, “Las baladas del ajo” supone un retrato contemporáneo de la vida campesina que transcurre en un pueblo de una región con el irónico nombre de Condado Paraíso, un ficticio territorio literario a semejanza de sus admirados García Márquez o Faulkner. Un escenario por el cual no pasa el tiempo, al igual que no transcurre el desarrollo o los progresos de la civilización moderna. La existencia es casi ancestral, las tradiciones, las costumbres y la labor agrícola han anclado la forma de vivir; se tiene la sensación, en la mayor parte de la narración, de estar en otro tiempo más remoto, en vez de las postrimerías de la década de los 80. Unas tierras de cultivo con habitantes de vida humilde y escasos recursos que, además de la miseria, no son extrañas las personas con defectos físicos, tullidos o que arrastran su vejez.

Además del tono denunciante, citado anteriormente y que referiré otra vez, se puede definir el gran estilo del literato en varios calificativos, pero me quedo con tres que, para mí, constituye su esencia: descriptivo, lírico y cruel.
Sus descripciones son antológicas y variadas, susceptibles de dividirse en dos tipos: primero serían los paisajes y lugares, especialmente detallados, que logran captar los diferentes matices de las composiciones naturales (flora y fauna), desde la luz, colores, sonidos y, por supuesto, olores; el otro género son los detalles físicos, que juegan una baza importante en la definición de la personalidad, haciendo hincapié en manifestar el sufrimiento, el esfuerzo, la ira, la humillación o el miedo mediante las constantes referencias a los fluidos corporales: sudor, lágrimas, sangre, saliva, vómitos, orina…
El carácter poético entronca directamente con la primera clase de estas descripciones, denota belleza, y lirismo con las imágenes coloristas que evocan, sin quedarse en una mera cuestión superficial o estética. Su fuerza radica en el concepto metafórico que encierran; son participes y se funden con la identidad de protagonistas y organismos, como puede ser la pasión amorosa representada en un potro travieso o el omnipresente hedor de ajos que simboliza la putridez del poder (político, administrativo y policial); una pestilencia tan elocuente y equiparable a la célebre frase de la tragedia de Hamlet pronunciada por Horacio: “Algo huele a podrido en Dinamarca”.
A pesar de la notable calidad literaria y la hermosura de algunos pasajes, es un relato duro con escaso resquicio para la esperanza. Esta escritura se podría calificarse de “estilo visceral”, al quedar reflejados la violencia, el dolor y la degradación que es capaz de aflorar y soportar un ser humano, expuesto de una forma tan realista y descarnada que en varias ocasiones se hace “desagradable” la lectura. Algo similar me produjo el único precedente (figuradamente hablando) que he tenido de Mo Yan, y es la película dirigida por Zhang Yimou basada en su novela “Sorgo rojo”; sin evaluar el argumento, que no me convenció, el filme posee excelentes secuencias de gran primor , del mismo modo que otras manifiestan una evidente crudeza.

La estructura narrativa, bien hilvanada, detenta cierta originalidad y atracción que estimulará al lector, pues está compuesta en dos líneas argumentales diseminadas en capítulos alternativos, donde al final confluyen. Son protagonistas dos campesinos que un hecho común, la persecución policial, les hace coincidir en un mismo inicio pero, a partir de aquí, desempeñaran una historia ramificada: en los capítulos pares, Gao Ma con su huida y una trágica aventura de amor con Jinju; y en los impares, Gao Yang con su detención, y la madre de Jinju participando del mismo infortunio. Los aldeanos difieren en carácter y actitud ante situaciones comprometidas, análogas o no, que componen las dos caras (rebeldía y sometimiento) de una misma moneda: el débil ante la injusticia. Los demás personajes secundarios transitarán por ambas tramas, como puntos comunes de rectas paralelas que, poco a poco, se enlazan trazando una línea común.
Otra característica de esta configuración es el tempo narrativo, ya que no tiene una forma lineal ni cronológica, las cuatro figuras principales sufren saltos en el tiempo donde se mezclan en un continuo vaivén el presente, el pasado, los recuerdos y las visiones o fantasías. Como si fuese un puzle, y conforme avanza la historia, nos hacemos una composición global de su vida y las circunstancias que han sobrellevado hasta su situación actual.

Por último, quiero recalcar el análisis social y político que el texto “exhala” (vuelve la fetidez de los ajos). Zhang Kou, un rapsoda ciego, pasa por ser el alter ego del escritor: igualmente habla claro y no tiene pelos en la lengua. Personaje muy secundario, con un papel primordial al principio y a la conclusión, que apostilla con mordacidad, antes de empezar cada capítulo, un fragmento de sus baladas, de ahí el título del libro. Ambos, autor y creación, despliegan una ácida crítica política cargando las tintas sobre los mandos, la corrupción, la burocracia, los impuestos y el abuso. A nivel social se examina la tradición, la desunión familiar, la incomunicación entre generaciones o la falta de solidaridad. Dentro de una sociedad “sin clases e igualitaria”, la comunidad campesina es la más sufrida y vapuleada; incluso la muerte no logra equilibrar las diferencias, contradiciendo las coplas de Jorque Manrique.

Escrita hace 11 años · 5 puntos con 6 votos · @FAUSTO le ha puesto un 8 ·

Comentarios

@Poverello hace 11 años

Buena reseña, Fausto. De Yan sólo conocía también la historia de 'Sorgo Rojo' (a mí sí me gustó sin peros, como casi todo Yimou, la verdad). Apunto el libro pero ya, y no creo que tarde mucho en meterle mano cuando termine algunos pendientes.

@Faulkneriano hace 11 años

Excelente reseña, Fausto, muy informativa. Ya echaba yo en falta alguna de Mo Yan, tan de actualidad en estos días. La verdad es que los escritores chinos no lo tienen fácil. Si largan, no les publican (o no permiten exhibir sus peliculas en China, caso de los cineastas); si no largan, como Mo yan en Estocolmo, se les dice desde Occidente que no son críticos con un régimen dictatorial que no tiene en cuenta los derechos humanos. Mo Yan debe hacer juegos malabares, porque, por una parte, no parece cortarse, y, por otra, es militar de carrera y enseña literatura en una facultad que depende del Ministerio del Ejército. No he tenido el gusto de leerlo: el experto en literatura china en casa es mi hijo y no solemos prestarnos los libros. Bueno, a veces. Hace poco leí Vivir, de Yu Hua (cualquiera se aprende los nombres: a mí, al menos, me cuesta horrores) que los aficionados al cine de Zhang Yimou (otra vez, Poverello) recordarán. Una historia tan contundente como tremebunda, un auténtico carrusel de desdichas rurales como nunca he leído.

Reconozco que el cine chino es muy interesante, pero sigo sin conocer su literatura. Y con Japón me pasa lo mismo. Se agradecen por ello tu reseña, Fausto, y las que Minaith nos regala en alguna que otra ocasión.

@FAUSTO hace 11 años

Se agradecen vuestros comentarios. Espero que te guste cuando decidas leerlo, Poverello, o que tengas impresiones parecidas a las mías.
Me considero un novato en la literatura asiática, pero cuando me acerco, cada vez más frecuente, a sus autores (especialmente japoneses y el interesante Rushdie) suelo llevarme gratas sorpresas. Sobre la narrativa china, esta es mi segunda novela y he descubierto un escritor que espero seguir comprobando sus cualidades. La primera experiencia, no tan buena, fue “La montaña del alma” de Gao Xingjiang (con nacionalidad francesa) y en parecidas “circunstancias”: después de ganar el Nobel.

Muy acertada tu explicación, Faulkneriano. No en vano, otro de los personajes secundarios, pero importante en la narración, es un militar con una intachable conducta y coherente con sus ideas y valores.

En cuanto al cine asiático, aun estoy más pez. Exceptuando algunos de los clásicos japonés (Kurosawa un gran maestro) es muy poco cine que he visto de esos lares. De Zhang Yimou es la única, y me pareció una gran diferencia entre la estética, muy brillante, y la forma de narrarlo, lenta y algo fallida. Sin embargo, si puedo conseguir leer “Sorgo rojo” y me parece buena, me gustaría revisar la película. Por cierto, ya que ha comentado Faulkneriano “Vivir”, también tengo intención de leer esa novela y luego ver la adaptación de Zhang Yimou, que, curiosamente, tiene el mismo título que una obra maestra de Kurosawa.

@lucero hace 11 años

Tan ilustrativa (y olfativa...) tu reseña, que va al tope de mi Whish, me gusta la literatura oriental y realista. Gracias!

@FAUSTO hace 11 años

Pues lucero, al igual que a Poverello, te deseo lo mismo: espero que disfrutes con este escritor.

@Carolina_Galán_Roma hace 11 años

Muy buena reseña, no podía estar más de acuerdo contigo, de hecho, finalmente ha entrado de lleno entre mis libros favoritos que he leído este año. Repetiré sin duda con Mo Yan, un autor que no se corta a la hora de reflejar en sus libros la realidad mas cruda de la China comunista, pero sin dejar de traslucir la belleza que tiene ese país. Un abrazo

@FAUSTO hace 11 años

Hola y bienvenida a Sopa de Libros, Carol. Además de las buenas sensaciones sobre esta excelente novela, coincido contigo en que es una de las mejores que he leído de este año y, como comenté, es un autor que espero volver a leer dentro de poco.
Saludos.

@arspr hace 9 años

Tras acabar la lectura del libro coincido sensiblemente en tu valoración, así que no voy a repetirme con otra reseña muy similar.

No obstante quería aprovechar para indicar dos puntos que me chirrían bastante, y que en mi corta experiencia lectora de obras "orientales", me parece extrapolable a otras. Y no es simplemente el esperable choque de expresiones, lenguaje entre personajes, o de la forma de llamarse entre sí, sino temas más conceputales.

La primera de ellas es la extraña forma de relación que tienen los personajes. Con la vista de un occidental (o al menos con la mía), los personajes parecen autómatas forzados. Tan pronto existen unas faltas de empatía abismales como aparecen discusiones situaciones emotivas extremas que parecen hiperforzadas y falsas. El ejemplo más claro es evidentemente la relación de Gao Ma con la familia de Jinju, donde de repente de hablar normalmente se pasa a palizas exageradas, o de un lenguaje casi cortés de embajada a insultos aberrantes. O simplemente a llevar el cadáver de su no-suegro para aliviar al tullido hermano mayor sin que nadie proteste a ser insultado veinte párrafos más adelante.

La segunda de ellas es igualmente los extremos en las descripciones del esfuerzo o estado físico de los personajes que evidentemente son hipérboles que pretenden (supongo) narrar más bien su estado mental pero que a la postre parecen errores de redacción de colegio. Tan pronto un personaje está al borde de la muerte exhausto como es capaz de ponerse el mundo por motera. O más concretamente, y en un detalle que no destripa la novela pues es irrelevante, el estado del tobillo de Gao Yang. Es decir, ¿está roto o no? Porque si lo está, no puede andar, y no lo va a poder hacer ni esta página ni veinte más adelante. Pero si "solo" es una torcedura, ¿de dónde aparece la infección? ¿Y lo del gallo "picoteándole y arrancándole un tendón" (literal)? O también se puede mencionar la rotura de pierna de Jinju en cierta paliza a Gao Ma de la que nunca más se supo. O las medicinas milagrosas que curan las palizas a Gao Ma o los fiebrones casi mortales de Gao Yang en casi cuestión de segundos.

No sé, no sé, todo muy raro y por ello tan solo lo he votado con un 7.

@FAUSTO hace 9 años

A ver si puedo exponer mi opinión sobre tus puntos de vista, especialmente el primero, la semana que viene con más tranquilidad, estoy en la biblio y no tengo mucho tiempo. No he empezado bien el año con problemas con mi ordenador y con la conexión a internet.

@FAUSTO hace 9 años

Como decíamos ayer… En fin, son buenas e interesantes las observaciones que haces, sobre todo tu primera apreciación. Es cierto que hay una relación bastante “particular” que, a veces, se desarrollan en otras literaturas, especialmente las orientales. Seguramente, y como insinúas, sean debido a cuestiones culturales, tradicionales, de educación, etc. que posee todo país o determinado lugar; yo principalmente lo achaqué a esa singular circunstancia política-económica en que se enclava la región. El caldo cultivo compuesto de poder, corrupción, abuso y violencia es una circunstancia de lo alienante que alguien se pueda echar en cara. Muy difícil tener un comportamiento ecuánime, cabal e indiferente ante determinados hechos, que por añadidura no son pocos. Todo esto es una simple opinión, una elucubración, tampoco me considero un experto en literatura, comportamiento o psicología asiáticas, pueden tener cabida varias hipótesis.

En cuanto a tu segunda observación, la exageración en los sufrimientos y los esfuerzos de los personajes, no voy a negar que llama mucho la atención, es una de las circunstancias que recalco en la reseña; sin embargo, que ahora recuerde y admitiendo la posibilidad que tengas razón en tus ejemplos, no llegué a tu postura de dudar de la verosimilitud de ciertas acciones. Puede que sea más ingenuo o mis conocimientos anatómicos y médicos dejen mucho que desear, pero creo que nunca (repito: que ahora recuerde) fueron un impedimento para plantearme la probabilidad de las distintas hazañas y desgracias. Como digo en mi crítica, me gustaron estas descripciones crueles y viscerales, aunque varias veces la lectura se hace difícil por esta crudeza narrativa. Un recurso que, probablemente, heredó del naturalismo y nuestro tremendismo, pero que va más allá de ambos géneros.

Para mi “Las baladas del ajo” fue una de las mejores novelas del 2012 y seguramente fue la que más me impresionó de ese año.

@Poverello hace 8 años

Tras leer, por fin, la novelita de marras he de decir que el epíteto desagradable que usas en tu reseña, Fausto, creo que se queda corto con creces. El gusto que te queda en la boca después de dar la vueltecita a la última página es de lo más desolador. Aunque me siento obligado a escribir una reseña que dé rienda suelta a las múltiples idas de olla mientras le daba cumplida cuenta a la obra, hay una impresión que necesito compartir:
Como ante un accidente en la calle en el que giras la cabecita para ver si puedes ver algo más de sangre o una pierna colgando, así es la historia del señor Mo. En muchas ocasiones me planteaba si se hacía necesaria ese extremo de crueldad, de inhumanidad ¿para qué? Sigo preguntándomelo, pero ahí que seguía, pasándolas putas y con el firme convencimiento de que seguro que la cosa iba a acabar fatal. Y no es el estilo, ni la estructura... es como la necesidad moral de leer una novela así, más allá de sus vicios y virtudes.

@FAUSTO hace 8 años

Bueno, más que un calificativo de la novela, era para definir como fue mi particular lectura. Lo puse entre comillas para enfatizar lo paradójico que fue, pues si bien disfrute mucho leyendo no podía evitar que en determinados pasajes tuviera una gran dificultad de asimilar lo descrito por su extrema crudeza. Y, si tienes razón, el regusto que deja la historia es de lo más amargo, aunque sí creo que esa brutalidad no es gratuita o estéril, todo tiene su razón crítica, tanto institucional como de personajes. Supongo que si hubiera empleado un tono más suave y menos explicito hubiera sido más cómodo para un escritor de un país tan controlador y con la censura como ley.
Deseando ahora leer tus “idas de olla” y que compartas tus impresiones.