ZAVALITA por sedacala

Portada de CONVERSACIÓN EN LA CATEDRAL

Voy conociendo ya al Mario Vargas Llosa escritor, y también al novelista, y separo ambos conceptos porque creo que son perfectamente disociables. Para saber como es el escritor, bastaría ya con haber visto alguna de sus entrevistas en televisión; una persona que se expresa como lo hace él, con el sentido común, la sensatez, el equilibrio, la corrección, la dicción de que hace gala, forzosamente ha de escribir bien. En ese sentido me atrevería a establecer un cierto paralelismo con Carlos Fuentes que suscitaba también una admiración similar; en algún sentido iban ambos a la cabeza de una generación de escritores latinoamericanos dotados de un estilo y una elegancia sobresalientes, véase también Octavio Paz o Julio Cortázar.

Pues bien, Vargas Llosa no engaña; se expresa con la misma excelencia con la pluma que con la palabra hablada y su lectura conlleva disfrute y asegura eficacia, iba a decir también facilidad de comprensión pero aquí habría que matizar. Sus novelas suelen estar ambientadas en el Perú y sobre todo, en Lima y combinan personajes de estratos sociales muy variados. Tanto si concede la palabra a las minorías acomodadas de Miraflores, como a las clases medias, a los militares y miembros del gobierno, o a los cholos que forman las clases populares, el problema es aproximadamente el mismo. La jerga es casi incomprensible, el vocabulario utiliza un porcentaje alto de palabras que, en algunos casos no se entienden y en otros hay que conformarse con sospechar lo que significan; los verbos, la construcción de las frases, los modismos; es un lenguaje diferente en el que nos vemos sumergidos, que sorprendentemente es castellano, y que se entiende pese a todo. Luego, tras un cierto rodaje, el lector se va adaptando y empieza a advertir que los de la clase alta, no hablan igual que los cholos sino con un lenguaje más culto y que los de la clase media están también en un estrato a mitad de camino. Bien, pues a pesar de tener que manejar esta dificultad de las distintas hablas del país, el texto de Vargas Llosa mantiene una unidad y una eficacia sorprendente que permite transmitir bien la historia y que cada personaje se exprese según su extracción social. Por todas estas razones, señalaba yo al principio su clase de escritor de categoría.

Su otra faceta, que también señalaba es la de novelista, la de constructor de historias salidas de su imaginación o de su experiencia. Y aquí también me parece bueno, y sus historias también me resultan interesantes siendo aquí sin embargo donde me he encontrado alguna cosa que no me gusta. Empezando por los personajes, me parece que están todos bastante bien construidos, tienen carácter, tienen garra y enseguida los asimilas y te identificas con ellos; sólo haré la salvedad de que algunos de sus personajes, en especial los cholos y más aún las cholas, parecen cargar con una especie de abulia vital que les hace parecer indolentes; no quiero ser injusto achacando ese carácter a una forma de ser propia de su raza o de su nivel social, pero observo que Vargas Llosa parece entenderlo así y ese es el carácter con el que habitualmente construye esos personajes; en todo caso aprecio que esa determinación no implica desdén ni animadversión, sino al revés: mucho cariño. En cuanto a la trama, es entretenida, es sorprendente y te engancha desde el principio; hay que decir aquí que está perfectamente recreado el ambiente de los despachos y los pasillos ministeriales en todo lo relacionado con la gestión de las crisis y la seguridad del Estado durante la dictadura de Odría. Se trata de un momento histórico totalmente desconocido para un lector que no sea peruano, pero a mi me parece que da igual, y que ello no merma el entendimiento de la trama; además, los lectores españoles de cierta edad, no tenemos que esforzarnos mucho para imaginar como funcionan los entresijos de una dictadura.

Lo que menos me gusta de la historia de CONVERSACION EN LA CATEDRAL es algo que no estaba en los otros libros suyos que leí; me refiero a esa primera parte de las cuatro en que se divide el libro, en la que se dedica a mezclar varias conversaciones: es, como si estuviésemos oyendo a la vez a varios interlocutores cuyas voces se van superponiendo, de manera que a una frase de la primera conversación siguiera otra frase de la segunda y a esa otra frase de una tercera. Produce en la mente del lector, un efecto de soniquete o murmullo inagotable, que va desgranando datos y pistas sobre los personajes con un tono monótono, como de ensoñación. Ese efecto, supongo yo, debe formar parte de la intención del autor de transmitir las cosas de una manera un poco vaporosa o difusa. En menor medida no me hubiera importado, pero 240 páginas de información un tanto diluida e imprecisa se me empezaron a hacer bastante cuesta arriba. Son en definitiva, esos intentos de innovación narrativa basados en jugar con las posiciones de los distintos intervinientes, esas jugadas de algunos autores que parecen pasarlo bien poniéndole las cosas difíciles a sus lectores que han de tomarse el trabajo de desentrañar el jeroglífico en que intencionadamente convierten su obra. Me parecería bien si reportase algún beneficio al relato, pero yo no observo ninguno. Dice Vargas Llosa, que es la novela que más trabajo le dio; y yo me lo creo a pies juntillas porque es larga, con muchos personajes, y con una trama muy enrevesada; y si encima, decide contarla, al menos en parte, de una manera críptica y laberíntica, no me extraña nada que le diera mucho trabajo.

Pero estas cosas que en otros autores me han dado auténticos quebraderos de cabeza y decepciones, en Mario Vargas Llosa apenas si me han estorbado un poco; poco, en comparación con el saldo global positivo extraído de la lectura de CONVERSACION EN LA CATEDRAL, que sin duda me ha gustado más que LA TÍA JULIA… y PANTALEÓN… que son las que ya había leído y que también me habían gustado bastante.


P.D. Como ya comenté en algunas líneas de esta reseña, el tema de la discriminación que sufrió y quizá sigue sufriendo la población con ascendencia indígena del Perú, aparece en esta novela con una relevancia que casi llega al protagonismo o poco le falta. Además de resaltar las dificultades económicas y de toda índole que afectan a este sector de la población, el autor incide con mucho sentido en la imagen que las clases privilegiadas tienen de la población de origen indígena. Para la madre de Zavalita (el protagonista), que su hijo se case con una chola es la mayor afrenta y el mayor disgusto que se le podía hacer a una orgullosa madre, evidentemente blanca y rica.

Escrita hace 11 años · 5 puntos con 5 votos · @sedacala le ha puesto un 8 ·

Comentarios

@Faulkneriano hace 11 años

Buena reseña, sedacala. Comparto tu respeto por Vargas Llosa, que se mete aquí en una ambiciosa novela política.

Interesante lo que apuntas: la cuestión de los indigenismos y de las hablas populares en las novelas hispanoamericanas. Con Borges, Benedetti, Rulfo, Carpentier, Bolaño, Octavio Paz y otros autores muy conocidos no suele haber problema alguno: su español es absolutamente cristalino. Tampoco con Carlos Fuentes, aunque a veces se las trae (muchos capítulos de La región más transparente son una buena prueba) ni con el mismo Vargas Llosa. Otros escritores peruanos, en cambio, optan por reproducir decididamente las hablas indígenas y entonces ahí comienza lo complicado: reconozco (y que me perdonen los peruanos, porque la novela era magnífica) que tuve que dejar Los ríos profundos, de José María Arguedas, un verdadero clásico de las letras latinoamericanas, porque no me enteraba de nada: y no es que hablaran del cholo Paredes ni que se chingaran en nadie, es que no entendía nada.

Las pruebas a que somete Conversación... al lector son de otra clase y remiten, como bien dices, a esas voces polifónicas que se entrecruzan en la urdimbre del libre, como un eco de conversaciones de café. Buen libro, sí, señor.

@Faulkneriano hace 11 años

—¡Jajayllas balitas! —gritó la chichera grande, y se abrazó más firmemente a las piernas del guardia. Don Jesús siguió cantando el himno, como si estuviera en el interior de una iglesia o entre los escombros de una aldea que fuera arrasada por alguna creciente.
El Cabo hizo callar al cantor; “Upallay, hermano” le dijo.Y fue con paso lento hacia el guardia maniatado; todos los soldados le siguieron.
—¡Deja, deja! ¡Mamitay, deja! —le dijo a la chichera grande.Ella soltó al guardia y las otras también; se retiraron unos pasos atrás.—¡Vamos, guardia! —le dijo el Cabo al huayruro.
—¡Con el arpista!
—Ya; con el arpista. ¡Marchando! —ordenó el Cabo. Los soldados arrastraron al arpista. El soldado bailarín iba detrás. Las mujeres se quedaron absortas.
—No hay nadie para mí —dijo en voz alta el Cabo—. ¡Yo, ejército! - Caminaba erguido a la cabeza del grupo.

Un ejemplo al azar de Los ríos profundos. No se trata ya de introducir algún indígenismo sino de intentar reflejar el habla de indígenas que no conocen muy bien el español. Esto sí entiendo que es una verdadera dificultad para el lector español y, me temo, para el lector en español en general.

@salakov hace 11 años

Pues justo en verano empecé este "Conversaciones en la Catedral"... y reconozco que me está costando. Vaya por delante que Vargas Llosa no es santo de mi devoción, ni personal ni literariamente, pero además del pandemonium de voces entrelazadas... en esta novela hay pasajes que realmente no mantienen el interés del lector, en este caso yo.
Y "Pantaleón y las visitadoras" lo leí de adolescente y me pareció bastante truñaco. Pero bastante, y eso que el argumento prometía otra cosa...

@lucero hace 11 años

Me gusta Vargas Llosa, y es un magnífico comentarista, así como ensayista. Sus discursos son locuaces y no por ello sin substancia, es un placer leerlo. Como novelista es un maestro pero hubieron dos obras que no disfruté : "Conversación..." y "El hablador". Sin dejar de reconocer su calidad literaria, sencilamente no logré involucrarme. El lenguaje, como bien dice Faulk, suele ser una valla, y también la intención experimental del autor.
Excelente tu reseña, sedacala, como siempre.

@Poverello hace 11 años

Qué pena que tu magnífica reseña en este caso, y sobre todo los comentarios posteriores, me echen un poco para atrás a la hora de enfrascarme en la lectura de Vargas Llosa. Me encantan los buenos escritores sean o no buenos novelistas y eso puede hacer que me lance al vacío... Los cuentos de Carpentier, por ejemplo, me encantaron, aunque en algunos párrafos perdía hasta el hilo.

Una cosa que me ha encantado de tu reseña, sedacala, tal vez por los hermosísimos recuerdos. Hace como 15 años estuve varios meses en la selva amazónica peruana, y tu descripción (mejor la de Vargas Llosa) de los cholitos se ajusta como un guante al carácter flemático de los selváticos. El cariño que llegué a sentir por su forma de relacionarse, de vivir las cosas, por ese 'ahorita' que es indefinible y tendente a infinito es inaudito, sobre todo porque ello les lleva a asumir su condición de siglos de explotación, de desesperanza... de esto es lo que hay y no avanzar hacia la dignidad y la libertad.

Tal vez por mis peruanitos haga un sobreesfuerzo con Vargas Llosa. Pero seguro que algo menos... largo.

@Faulkneriano hace 11 años

Pues si estuviste por allí, poverello, tu novela de Vargas Llosa es La casa verde, que se desarrolla casi toda ella en la zona de Iquitos. Aunque, en este caso, mejor ver que leer... por lo menos para los más aventurados, como tú.

@Poverello hace 11 años

Pues cerquita cerquita (para la distancia occidental, claro) de Iquitos estuve.
La apuntaré sin duda junto con 'La ciudad y los perros'. Además ya vi que está en la biblioteca.

Luego di que no recomiendas. Ejem...

@sedacala hace 11 años

Yo, lo que quería decir con esto del lenguaje es que, el que Vargas Llosa pone en boca de sus indiecitos, a pesar de estar lleno de localismos, sorprendentemente, se acaba leyendo y entendiendo como correctísimo castellano, a poco que uno se adentra uno en la novela. El ejemplo, que tú Faulkneriano transcribes, es otro. Está muy claro que en un país como Perú, con la intensa presencia de cultura autóctona quechúa o aymara que hay, a poco que te alejes de Lima, estos idiomas tienen mucha mayor presencia y el español que se habla en esas regiones, debe ser ya muy elemental y debe estar muy deteriorado. De ahí, el ejemplo que pones en el que efectivamente no se entiende nada.

Me parece Poverello, que tienes algunas cosas un poco idealizadas; ahorita, puede ser una desesperación, pero ¿y ahoritita?
Las distancias, ¿son occidentales en otras partes y orientales en Perú?

@Poverello hace 11 años

Sin duda, sedacala, ahorita ES una desesperación, y me pasé como cinco horas una mañana esperando a un selvático que ahorita iba a conseguir combustible para la lancha, pero te puedo asegurar que pocas experiencias en mi vida me han enseñado tanto como mi estancia en Perú entre los pobres. Y no es idealización, es puritita verdad aunque compleja de explicar.

Por supuesto que hay distancias occidentales y selváticas. 50 kilómetros aquí no es nada, pues en coche, moto o bus lo haces en un plis, pero si tienes que atravesarlos a remo o lancha, te diré si no es nada cerquita, sino más bien eterno. Hasta el tiempo es relativo.

Abrazos a ambos.