ANNUS LXVIII PLUS MINUS por sedacala

Portada de QUO VADIS?

Como pasa siempre que se lee un libro del que existe una versión cinematográfica muy conocida, la lectura de Quo Vadis anima a comparar novela y película de la primera a la última página: ¿que... leemos los diálogos de Petronio?, allí está la cara de Leo Genn, el actor inglés que dio vida al autor del Satiricón, ¿que... nos divierten las temibles estulticias de un engreído Nerón? allá se nos aparecen en la mente las muecas teatrales de Peter Ustinóv tocando la lira.

Es casi obvio, confirmar la coincidencia de intenciones entre Henryk Sienkiewicz, autor de la novela, y Mervyn LeRoy, director del filme; ambos desean enseñarle al público la bondad y la entereza de los cristianos en claro contraste con la depravación y la crueldad de los romanos. O dicho de otra forma: es una obra con un marcado carácter propagandístico con el objetivo obvio de exaltar el Cristianismo. Su autor, católico y polaco, quiso crear una novela histórica en la que explicar cómo aquellos primitivos cristianos armados de mansedumbre y de conmovedoras palabras de amor al prójimo, fueron capaces de sembrar la semilla de su por entonces incipiente religión, en la capital del mundo antiguo. La novela data de 1.895; La Metro Goldwin Mayer, produjo la película en 1.951 con formato de superproducción y con el deseo de conseguir un film espectacular. Así que, Mervyn LeRoy simplificó el mensaje, al adaptar la novela a la duración normal de una película importante, y banalizó un poco la trama para hacerla más digerible para un publico al que los cineastas de Hollywood no querían aburrir ni por casualidad.

Naturalmente, es en la producción literaria donde se desarrollan en profundidad los conceptos fundamentales y el leitmotiv que Sienkiewicz quiso plantear en esta historia. La pugna que late entre cristianos y romanos a lo largo de toda la narración, tiene su mejor expresión en los diálogos que entablan los romanos Marco Vinicio, Petronio, y Nerón, y los cristianos Urso, Ligia, Simón Pedro, y Pablo de Tarso. Se aprecia que el autor dota a estos últimos, de un talante bondadoso y de una fe inagotable en la autenticidad de su mensaje. Parece lógico que su mensaje sea claro y bien aprendido, ellos son los activistas, los que se movilizan para tratar de subvertir el statu quo; por tanto, no deben vacilar. En cambio, los diálogos de los romanos son más imprevisibles, ellos no subvierten nada, ni siquiera defienden demasiado su statu quo, no son conscientes de lo que se juegan, son sólo personalidades aisladas que manejan sus propios intereses particulares; Marco, su amor por Ligia; Nerón su vanidosa personalidad; Petronio, su mundo culto y vulnerable. Esa es la razón por la que los diálogos de los romanos son mucho más interesantes: el no estar dictados por una ortodoxia de ninguna procedencia, su único móvil son los sentimientos de las personas que los emiten. Marco Vinicio, responde al prototipo de romano recalcitrante, altivo, violento, e incluso cruel; Petronio, representa al romano culto, sensible, razonador, epicúreo, proclive a la moderación, y sobre todo, inteligente; de Nerón se desprende una imagen de estulticia, mezclada con extravagancia, fatuidad y una caprichosa crueldad.

Sienkiewicz, construye la novela como un pulso permanente entre todos estos personajes, y en el centro de ese debate sitúa la lenta metamorfosis, que transforma al orgulloso tribuno de origen patricio Marco Vinicio, en fervoroso creyente en la fe de Cristo. Transformación descomunal, que acomete ciegamente empujado por el amor irrefrenable que siente por la virtuosa Ligia. Este tremendo desafío de construir, luego destruir, y por fin regenerar al personaje, Sienkiewicz lo saca adelante con cierta dificultad, de manera que el lector no se siente totalmente convencido con el cambio; eso si, la extensión del libro juega a su favor ya que para cambiar de signo el alma de Vinicio se necesita tiempo y mucha perseverancia. En cambio, Ligia es un personaje plano e insulso; a lo largo de la novela, sólo parece decir frases dictadas por el amor o por una ñoña beatería.

Pero ya se advertía en la película, que Petronio era el personaje verdaderamente interesante. Un lector exento de maniqueísmos, apreciará en él a un autentico gladiador de la palabra. De hecho, en la conversación que mantiene con San Pablo, su carácter y sus dotes dialécticas brillan frente a la elocuencia de inspiración divina del apóstol y hacen brotar en el lector dudas sobre quien tiene la razón de su parte, Petronio o Pablo de Tarso, sobre todo teniendo en cuenta la lógica de la sociedad romana en la que se encontraban. Luego, en los arriesgados diálogos que mantiene con Nerón, brilla el ingenio del “arbiter elegantiarum” que ridiculiza a su augusto oponente con la inteligencia y el doble sentido de sus adulaciones. Volviendo aquí a la película, es evidente en ella que su director vuelca todo su arsenal de ingenio y agudeza, en el duelo dialéctico entre Nerón y su oponente Petronio, muy por encima del amor, un tanto baboso, entre Robert Taylor y Deborah Kerr.

Película y novela, tienen enfoques acordes a lo que podría esperarse de ellas. Cuadran perfectamente con la imagen que tenemos de ver distraídamente sus reposiciones de Navidad y Semana Santa. La novela se debate constantemente entre dos aspectos: de un lado un atractivo tono épico que se agradece y que agiliza su lectura, y de otro la difícil tarea de cambiar la mentalidad de Marco Vinicio; este último aspecto se agradece mucho menos por que endurece su lectura, añade demasiadas aristas a un personaje con interminables e insípidas crisis morales, y dificulta la asunción de ese cambio por parte del lector. Para que ese proceso sea menos milagroso y más creíble, en la película suavizan la dureza inicial del personaje; “no siendo tan perverso al empezar, no precisa cambiar tanto luego”, debieron pensar los cineastas.

Parece que Sienkiewicz, además de crear la epopeya de los primitivos cristianos, tuvo otra intención subyacente. Su idea, era convertir a aquellos en símbolo del dolor y de la persecución, para inmediatamente crear el paralelismo entre los primeros cristianos y los polacos, que entre 1.772 y 1.795, vieron tres sucesivos repartos de Polonia a favor de prusianos, austriacos y rusos. Me parece que es una comparación forzada, al manejar elementos heterogéneos. Por un lado, el arranque de la religión más influyente de la Historia; por otro, la desaparición de la patria de los polacos. Religión ante política; materias distintas pero por desgracia muy ligadas a lo largo de la Historia. El nacimiento del Cristianismo parece de mayor trascendencia; los repartos de Polonia, podrían ser de una importancia más localizada. Pero es entendible que la doble condición de polaco y de cristiano de su autor, pudiera ser razón suficiente para desear aquella comparativa. Desde luego, el tono de conmiseración hacia los cristianos que adopta en su libro, ya lo hubieran querido los polacos del siglo XVIII, para la causa de la Polonia expoliada.

Así pues, la digestión del libro no es fácil. El lector, comprende enseguida que la transformación eje de la novela, por la cual, el que antes era egoísta, cruel e impío, se convierte en desprendido, clemente y piadoso, supone quizá un objetivo excesivamente ambicioso. A mi juicio, la argumentación que el autor esgrime para justificar ese cambio no tiene el peso suficiente, convirtiendo dicha mutación en un inconveniente que resta algo de emoción a su lectura y la convierte en algo más frío de lo que debería ser, a tenor de la significación religiosa de los hechos narrados. En cualquier caso, es un clásico de la novela histórica, que tenía interés en conocer y valorar, de la misma manera que ya hice con Sinuhé el egipcio, y que antes o después haré con Ben-Hur.

Escrita hace 11 años · 4.8 puntos con 8 votos · @sedacala le ha puesto un 6 ·

Comentarios

@Hamlet hace 11 años

Estupenda e interesante reseña, Sedacala. La he leído con mucho interés, además, porque has escogido uno de esos libros por el que siempre he sentido curiosidad. En primer lugar porque tengo una debilidad confesa por el "peplum", y el "Quo Vadis?" de Mervyn Le Roy, con sus deficiencias, pero también virtudes, siempre fue uno de mis predilectos ya desde niño. Y en segundo porque, también de niño, leí "Los caballeros teutones", novela de aventuras del mismo Sienkiewicz. De ella guardo un recuerdo gratísimo porque disfruté como un enano, nunca mejor dicho, con las aventuras del caballero Zbyszko en una Edad Media polaca plagada de malvados germanos.

Pues eso, que tomo nota de esta novela y de tus apreciaciones. "Ben-Hur", la novela, también lo tengo en una edición muy vieja y es de esos que también tengo pendientes desde hace ya demasiado tiempo. Si lo leyeras antes que yo, no olvides reseñarlo!!!!

Un saludo, amigo. Se agradece tu vuelta al ruedo sopero.

@sedacala hace 11 años

Saludos Hamlet, hacía mucho que no comentábamos nada.

El caso es que me interesó la discusión sobre el “peplum” surgida de tu reseña germánico-wagneriana; pero al estar yo fuera del debate no encontré fácilmente, una vía para intervenir en él. Ya sabes, es una de las razones por la que estoy un poco desconectado, que de cine se lo justo, no más. Y aunque de “Sigfrido” y de “El oro del Rhin”, he visto las óperas de Wagner, las versiones de novela gráfica no las conozco.

Bueno pues, si te gusta el género “pelis de romanos”, Quo vadis, te había de llamar la atención. No tiene, como película, comparación con Ben-Hur, que aunque no le guste a Poverello es excelente. Pero el “duetto” Nerón-Ustinov v/s Petronio-Genn, para mi gusto sigue siendo una maravilla del género. En mi opinión “Cleopatra” y “La caída del imperio romano” son grandes películas pero se salen un poco de la épica para entrar en la dialéctica. Y le doy la razón a Faulkneriano; aunque en otra categoría (segunda división), las italianas de griegos, eran estupendas.

¡Por Dios, que manía le tenéis a Gladiador! Bueno, pues ya he dicho lo que quería decir sobre este asunto.

@Hamlet hace 11 años

Pues no dudes en animarte a comentar lo que quieras cuando quieras. Tus comentarios siempre serán apreciados y agradecidos. Estoy de acuerdo en lo que comentas sobre "Cleopatra", no sé si tanto en "La caída del Imperio Romano". No cabe duda de que "Cleopatra" es la obra de un intelectual, enamorado de lo literario, y con una enorme e indisimulable formación teatral, que se sitúa en las antípodas de "Ben-Hur" o "Quo Vadis?", pienso que también de "La caída del Imperio Romano", que es obra del más intuitivo que racionalista Anthony Mann. Mankiewicz no entendía la acción física sin la progresión dramática, lo que convierte su película en el sutil y esmerado retrato de un triangulo amoroso (Cesar-Cleopatra- Marco Antonio) con un sólido y trabajado soporte histórico, bastante alejado del habitual "peplum". Sobre ella, si te interesa, te recomiendo el monográfico que le dedica Angel Comas en la colección "programa doble" de "Dirigido por" ( también el que le dedica a "Ben-Hur").

Por cierto, ayer volví a ver la entretenida "Tierra de Faraones", la curiosa aportación de Hawks al género ( aunque para el caso sean egipcios).

Tengo la mayoría de estas películas en DVD, en ediciones especiales de coleccionista las que la tienen (valen la pena), a excepción de...GLADIATOR!!!! jaja Si es que no lo puedo evitar, aunque le daré otra oportunidad algún día.

@Hamlet hace 11 años

Por cierto, y hablando de Petronio ( también encuentro estupendo a Leo Genn), aprovecho para reivindicar el "Satiricón", pese a su fragmentada conservación. Y como no, su adaptación o libre interpretación al cine, la maravillosa "Fellini Satyricon", una de mis películas favoritas, que tengo por uno de los ejercicios artísticos más memorables que he tenido el placer de conocer. Un viaje a un remoto planeta llamado romanidad, como gustaba definirla el mismo Fellini, inolvidable, añado yo.

@Poverello hace 11 años

Hola a ambos, cinéfilo y no cinéfilo.

Buena reseñsa, sedacala, pero las cosas en su justa medida. No creo que de esta boca haya salido la expresión de que no me gusta Ben-Hur, otra cosa es que piense por variopintas razones que está sobrevalorada -y mucho-. Es una buena peli, como tantas del género, incluida Quo Vadis? o La caída del Imperio Romano, pero nada más. Juraría que de hecho a todas les puse la misma nota en Filmaffinty, un siete, y con las tres he disfrutado mucho. Y para intelectual el Julio César de Shakespeare, también de Mankiewicz -quién si no- y que me gustó bastante más que todas las otras, todo sea dicho, aunque no es Peplum ni mucho menos.

Y Gladiator es peor que Ben-Hur, bastante, je je. Esta puede que esté todavía más inflada.

@Faulkneriano hace 11 años

Esta novela nunca me ha llamado mucho la atención: ya en su tiempo debía estar un poco pasada de moda, así que en el siglo XXI... Además, detesto cordialmente la película, tantas veces repuesta en la televisión española: ver al espléndido Leo Genn y al no menos eficaz Ustinov no compensaba de esa sensación plúmbea que te queda al finalizar las casi tres horas de metraje.

¿No es, sedacala, una lectura un poco "arqueológica", como Los últimos días de Pompeya y cosas similares?

Por cierto, los historiadores decimos circa 78 d.C. Lo de plus minus me suena más a científicos...

@FAUSTO hace 11 años

Buena reseña, sedecala. Esta es una novela (ya tiene sus años en mi estantería) que, sin ninguna duda, leeré acompañada con la revisión de la película. Tardaré algún tiempo, pues tengo previsto dentro del género histórico dedicado a la Roma clásica, República e Imperio, varias obras: acabar la trilogía de Escipión, la biografía novelada en dos tomos de Julio César escrita por Rex Warner, y la dos novelas de Graves sobre el emperador Claudio con el disfrute de volver a ver la excelente serie británica.

Leyendo tus interesantes comentarios (muy curiosa tu correspondencia de los cristianos y los polacos que sufrieron la partición de Polonia) no he podido evitar ver algunas semejanzas, puede que elementales y toscas, con “Espartaco”. A pesar de épocas y regímenes políticos diferentes, los que ostentan el poder adolecen de los mismos males que has expresado: desinterés y soberbia ante cualquier amenaza, donde priman los intereses personales; aunque hay una mayor preocupación e intento de comprensión en la novela de Howard Fast. El pueblo oprimido en ambas historias, los cristianos y los esclavos, tienen un “fondo” similar pero con unas formas para alcanzarlo totalmente opuestas. La libertad y el amor al prójimo guían ambas comunidades, donde el motivo es la creencia y la fe para unos, y para los otros la dignidad y la igualdad del hombre.

Ya que se habla de cine y que hace poco he alabado la filmografía y el buen hacer de Wyler, reitero el buen trabajo que realizó con Ben-Hur, más allá de los múltiples premios que recibió. Tiene unas grandiosas escenas (como en “Cleopatra”) olvidando la consabida carrera de cuadrigas. La trama, a pesar de la extensión, no decae en ningún momento.
Sin ser el péplum uno de los géneros de que más me entusiasman, ni mucho menos, debo reconocer que tiene sus excelentes obras. Entre ellas destacaría el “Espartaco” de Kubrick, tanto por su calidad como por las dificultades, enfados y rechazos que ocasionaron al director para la realización del filme, toda una odisea (alusión literaria no cinematográfica).

@sedacala hace 11 años

Hamlet, Poverello y Faulkneriano

Si; es absolutamente arqueológica, y creo que en la reseña dejo claro que contiene un exceso, de maniqueísmo y de promoción del catolicismo, mucho más que de interés literario. A mi juicio, lo que más se salva del libro es ese tono épico que reflejaban también las películas de romanos: el vestuario, aquellos airosos centuriones con su plumero, los grandes escenarios públicos, el circo, los grandes banquetes con todo el mundo tumbado de medio lado (que cosa más incómoda), el incendio de Roma; en fin, toda aquella estética tan curiosa, tan entretenida, y tan romántica; pero poco más.

Lo que yo digo, y lo hago desde mi papel de espectador de cine que no quiere ir más allá en valoraciones, pero que tiene una opinión clara de cada película; es que “Gladiator” no será muy buena, pero a mí me gustó mucho (a salvo de algunos detalles) y tiene algunas escenas, perfectamente homologables a la carrera de cuadrigas de Ben-Hur, que es toda una referencia en ese sentido. Y, ¿qué queréis que os diga? esta faceta del espectáculo llevado a su máxima expresión, me parece que fue el gran atractivo de este tipo de cine.

¿Yo qué sé como se dice: allá por el año 68, en latín? Mis estudios de latín están en la prehistoria de mi vida y ya no me acuerdo; o sea, que era broma, vamos.

@Faulkneriano hace 11 años

Quousque tandem abutere, sedacala, patientia nostra. Es broma, es broma...

@sedacala hace 11 años

FAUSTO, tenía mi comentario escrito cuando he visto entrar el tuyo, y no lo he modificado.

Con respecto a lo que indicas, algo ya decía en el comentario anterior a este. La novela está, en mi opinión, muy pasada de moda, los años no le han sentado bien. Pero así y todo, en la reseña me esforzaba yo en hacer una lectura que analizase un poco la situación planteada entre los personajes del libro.

El interés de la novela está en el triángulo Vinicio, Petronio, Nerón. Cualquier personaje cristiano, en cambio no tiene ningún interés. ¿Porqué? por lo que yo decía, el discurso de los cristianos es plano, siempre dicen aproximadamente lo mismo, y además eso que dicen está exento de interés, por que más o menos es predecible, y nos lo sabemos. En cambio los romanos, el triángulo que decía, son seres humanos (los otros cumplen papel de santos) con sus cualidades y sus debilidades. Eso, es lo que hace, como decía en la reseña, que en ese triángulo es donde se centre todo el interés de la novela. La película ya es otra cosa, ahí el espectáculo manda.

Ya que mencionas Espartaco, no lo dudo, debe ser una de las mejores películas, pero, un detalle: nunca llegué al final. Como siempre la ponían por la tarde, al terminar la peli, yo ya me había ido. Esto lo digo además, para que veáis lo poco cinéfilo que soy.

@Faulkneriano hace 11 años

Los cristianos de las pelis de romanos son unos plastas: siempre ponen los ojos en blanco, no se enfadan ni aunque les pisen un callo y sueltan las espadas como si quemaran. Hasta mi amada Deborah Kerr está horrible con esas pintas... Que se los coman los leones, a todos.

@sedacala hace 11 años

Bueno, yo no quería decirlo de esa manera tan cruda, pero si, más o menos es eso.

Faulkneriano, tradúceme por favor, eso de la impaciencia vuestra.

@Faulkneriano hace 11 años

Si era por poner algo en latín, hombre: para probarme que no se me había olvidado.

@Hamlet hace 11 años

Poverello,

el Julio Cesar de Mankiewicz es brutal. Unas interpretaciones de diez para un texto y una música también diez. Lo único que tiene es uno de los rasgos del Mankiewicz menos cinematográfico y es su enorme teatralidad narrativa. Es decir, que no tan sólo se nota que proviene de un origen teatral, en este caso del magistral Shakespeare, si no que también toda su puesta en escena remite a ello. Es una de las cosas que siempre se le achacó a Mankiewicz, incluso en sus reputadas "Eva al Desnudo" y "La huella". Aún así es uno de los grandes directores de Hollywood sin ninguna duda.

En esta versión de "Julio Cesar" se vuelve a apreciar su falta de vigor para rodar escenas de acción, cuando nos la obvia directamente. Mankiewicz se centra en lo suyo, que es el retrato de personajes y el avance dramático de la historia, y lo hace estupendamente. El discurso de Marco Antonio (interpretado por un jovencísimo Marlon Brando) es para postrarse de rodillas. Sí, es mérito de Shakespeare, porque el texto es suyo, pero Brando lo interpreta de una forma magnífica. Bueno él, y el resto de reparto. Inolvidable también el Bruto de James Mason.
De la banda sonora mejor ni hablar. Otra de mis imprescindibles que no me canso de oír. Y, por supuesto, es de mi estimado Miklos Rózsa, autor también de la música de "Ben-Hur" o "El Cid", un talento de la composición que respira grandiosidad, épica y dramatismo por los cuatros costados. De hecho no me he resistido a oírla de nuevo mientras escribo este texto. jaja José Luis Garci, que es otro fan de Rózsa, contaba que una vez, cuando el compositor estaba en un Hotel madrileño, tuvo la ocurrencia de pedirle a recepción que pusieran por megafonía la banda sonora del Cid y, por lo visto, Rózsa que no sabía nada se quedó estupefacto al oír su música en un lugar como aquel, tantos años después. Garci no le dijo nada. Un bello y anónimo homenaje a un monstruo de las bandas sonoras. Yo también tengo mi anécdota personal, jaja, aunque no haya tenido la suerte de cruzarme con el húngaro, y es que un amigo del trabajo que muchas veces gustaba de preguntarme que escuchaba con los cascos, un buen día le puse una de las marchas de "Ben-Hur" y él también se enganchó. jaja Siempre que nos veíamos tatareábamos la marcha de las legiones como un guiño de complicidad jaja Vaya par de freakis jajaja

La verdad es que la música cumple una imprescindible labor dentro de las películas que no siempre es reconocida por el espectador. No puedo imaginarme Ben-Hur o El Cid sin la música de Rozsa, como no puedo imaginármelas sin la poderosa estampa de Heston.

Y no hablemos de Bernard Hermman, Elmer Bernstein, John Williams, Nino Rota, Morricone y tantos y tantos otros...

Saludos a todos!!