HACIA LA MUERTE por Faulkneriano

Portada de VIDA DE CHARLOTTE BRONTË

Cada estación, cada año, una lectura se impone sobre las demás y toca nuestro corazón con más fuerza que otras igualmente estimables. Este año le ha tocado el turno a esta biografía. La combinación era ganadora, de entrada: admiro a la Gaskell novelista (gracias, María) pero admiró aún más a las hermanas Bronte. Gaskell, que llegó a conocer y a tratar a Charlotte, aunque nunca comprendió del todo sus novelas, selecciona cartas, investiga, cuenta cosas de su cosecha, se entrevista con amigos y parientes pero sobre todo se rebela y se indigna cuando cuenta la vida de tres mujeres que, tras el temprano fallecimiento de su madre y de sus dos hermanas mayores, afrontaron la muerte en silencio y con dignidad, bajo la mirada impasible de un padre reticente y un tanto indiferente, con la maldición de un hermano (el genio de la familia, según el padre) pronto echado a perder de una manera lastimosa, en una casa rodeada, literalmente, de tumbas, y también de páramos desiertos y azotados por el viento. Trabajaron y se esforzaron en lo que supieron, en lo que pudieron, en lo que les dejaron: fueron institutrices y profesoras, como las heroínas de sus novelas. Fueron pobres como ratas. A Charlotte no le caían nada bien los personajes de Jane Austen, y se entiende su punto de vista: aquellas se lamentaban de lo poco que daban de sí unos cientos de libras de renta, cuando, pese a sus denodados esfuerzos, las tres hermanas se privaron de todas las comodidades materiales y nunca consiguieron reunir el dinero suficiente para crear un pequeño internado que asegurara sus parcas necesidades.

La única distracción de las hermanas eran los largos paseos y las charlas nocturnas, casi a oscuras, donde se contaban y destripaban, desde pequeñas, intrincados argumentos que luego llegarían a ser sus novelas. En un mismo año, ante la indiferencia general, se publicaron Agnes Grey, Cumbres Borrascosas y El profesor. Casi nada. Emily no escribió más, pero Anne consiguió ver publicada su segunda novela y la mayor, Charlotte, perseveró más en su carrera de novelista (porque gozo de una vida ligeramente más larga, no porque su talento fuera mayor) y hasta tuvo un pequeño éxito con Jane Eyre. Currer Bell (así se hacía llamar nuestra autora) tuvo que acudir a su editor, que le creía un hombre, con su hermana Anne, para probar que los Bell eran tres autores distintos y no alguien amante de los heterónimos, como Pessoa. Su primer viaje a Londres, vestido con sus pobres galas de paleta, temerosa de darse a conocer, es un pasaje verdaderamente antológico. Como lo son las muertes de Emily, salvaje y huraña, la más radicalmente sola de las tres (siempre que vea una mata de brezo me acordaré de ella, hasta el fin de los tiempos) y que murió como un animal, en silencio, sin permitir que se llamara a un médico hasta unos instantes antes de abandonar el mundo; o la muerte de Anne, que quiso ver el mar en su agonía, aunque no quería importunar demasiado y dio orden de ser enterrada allí donde dejara de luchar con la muerte.

Gaskell, pudorosa, victoriana al cabo, elude muchas aristas, y aún así tiene problemas con la censura: el colegio donde estudió Charlotte, cuyas asquerosas comidas y su aire insano mataron a sus dos hermanas y dejaron a otra muy enferma para los restos, el Lowood de Jane Eyre, se disfraza un tanto, pero eso no le privó de una demanda por libelo; también se calla su opinión sobre el padre, que sobrevivió a todos y le animó a escribir la biografía, pero su verdadera opinión sobre su dureza de corazón estalla abiertamente en unas cartas publicadas al final del volumen; y su discreción le impide profundizar en los extraños motivos que llevaron a la menuda Charlotte a casarse, ya cerca de los 40, a nueve meses de su muerte, con un antiguo coadjutor de su padre. Al lector moderno le gustaría saber más, pero Gaskell, cuando quiere, es una tumba. Es una biografía soberbia, donde se incluye (el modelo anglosajon de Life and letters) un abundante epistolario, escrita por una mujer sobre otras tres aún más desgraciadas que ella, en un mundo hostil, cerrado, duro, como los páramos que tanto amaba Emily.

Escrita hace 11 años · 5 puntos con 7 votos · @Faulkneriano le ha puesto un 9 ·

Comentarios

@Tharl hace 11 años

Fabulosa reseña Faulkneriano, hacía tiempo que no pasabas por aqui.

Siempre he querido leer más de las Bronte. Leí CUMBRES BORRASCOSAS en el instituto y me maravilló contra toda expectativa.
Ahora tengo nuevos motivos.

@lucero hace 11 años

Tengo que comenzar con el género biográfico. Cada vez se me hace más atractivo. Veré si consigo esta obra, pero primero tengo que leer a las hermanas Bronte, lecturas que he pasado por prejuicios y temas. A todo le llega la edad oportuna. Gracias Faulk. Saludos a ambos

@Poverello hace 11 años

Impresionante, Faulkneriano. Para mi desgracia he de decir que esta obra está en la Biblioteca Pública, por lo que no sé qué excusa inventarme para no meterla en mis Wishlist aparte de mi pereza hacia las biografías. Me excusaré también con que tengo el tocho de Jane Eyre intacto en la estantería y no está bonito comenzar la biografía sin haber leído antes nada suyo. Ejem.

Menos mal que otra de la que hablaste sobre Dickens no está...

@_567_ hace 11 años

Mi favorita entre las hermanas siempre fue Emily, dicho esto observo que esta biografía-memoria de Charlotte vía Gaskell (ni idea de su faceta novelista, no he leído nada de ella aunque asocie su nombre con la literatura inglesa de entonces) no solo versa sobre la existencia de la mayor de las Brontë sino que extiende el grueso de sus páginas hacia el resto de las hermanas, no me extraña dado el nexo de unión existente entre ellas; en cuanto a Branwell Brontë, un pintor de medio pelo, tengo entendido que acabó agarrado a la botella y delirando entre los efluvios del opio, algo que sin duda representó un infierno dentro del núcleo familiar; no sé, pero si el padre lo consideraba el genio de la familia es posible que las hermanas se revelaran ante dicha actitud y sacaran a relucir lo mejor de sí mismas, y vaya si lo hicieron…
Cuando comentas que Gaskell es una tumba supongo que te refieres, además de recursos para esquivar la censura de la época, a cosas más íntimas que normalmente en lo epistolar queda más explicito (o sea, las correspondencia cruzada real entre ellas) y puedo entender, intuir, que pueda resultar un poco “cursi” (las putas comillas, sí) para el lector de hoy en día, pero seguro que la autora, a tenor de lo que te ha gustado esta lectura, sabe esconder entre líneas esa intimidad transcrita al papel…

Aquí has estado victoriano, Faulkneriano. Salut!

@Faulkneriano hace 11 años

Gracias, Tharl y Lucero, por vuestros comentarios. Povreello, está claro que no viene mal leerse previamente algo de las hermanas: en buena medida, el interés nace de la admiración. Nunca leería la biografía de un escritor del que no conozco nada. Jane Eyre iría de perlas, claro. Y, Krust, Branwell Bronte fue una influencia nefasta sobre toda la familia. El único varón, con ínfulas de genio, mimado por su padre, que se gastó una pasta que no tenía en enviarle a estudiar a Londres, terminó, como dices, destrozado. Gaskell echa la culpa de todo a una mujer de la alta sociedad, casada y rica, que se encaprichó de él y lo destruyó (no la menciona por su nombre, porque estaba más que viva cuando el libro se publicó y además era muy conocida en Londres) pero el niño apuntaba maneras. Con todo, Gaskell no hace leña del árbol caído y presenta a las hermanas más compasivas que envidiosas ante su pobre niño malogrado, que murió entre atroces sufrimientos: una muerte más que añadir a las muchas que jalonaron la vida de Charlotte.

@Poverello hace 11 años

'Cumbres Borrascosas' sí que la leí, y me encantó, aunque no sé si es el mejor verbo a usar. Lo de Jane Eyre es pereza; magnífica y preciosista edición de principios de los 70, de unas 600 páginas con grosor de papiro egipcio. Mi espalda sufre con estos trotes. Tengo la estantería al lado justo del ordenador y parece que hasta me mira y todo.

@Faulkneriano hace 11 años

Es curioso: tengo la convicción de que Jane Eyre se disfruta; Cumbres borrascosas, en cambio, se sufre. Ambas son excelentes. A mí me gusta más Cumbres borrascosas, y, la verdad, no me gusta sufrir, así que no me lo explico muy bien. Las cosas del querer...

@FAUSTO hace 11 años

Interesante reseña, Faulkneriano. No hace mucho, en febrero, puse en un foro una noticia llamativa sobre Charlotte: mantenía una correspondencia secreta y amorosa con su profesor, un tal Heger. Esas misivas que ponen de manifiesto una relación que hasta ahora no se tenía noticia, han salido a la luz de una forma realmente muy curiosa.
Puede que debido a la discreción de Gaskell, sea una de esas aristas ocultas que aludes. Es muy probable que haya querido tapar ese idilio que no pasó de platónico.

@Faulkneriano hace 11 años

Las razones de la vuelta de Charlotte de Bruselas (un episodio bizarre en una biografía de lo más anodida: ¿qué irían a hacer dos jóvenes ingleses con un francés de libro a un internado belga? ¿Cómo llegaría a quedarse una -Charlotte- de profesora de inglés en ese mismo centro tras la partida de su hermana Emily, en medio de una soledad casi tan perfecta como la de los páramos?) son un tanto confusas: la enfermedad de un familiar, la falta de recursos, algún encontronazo con el director Heger (o, ahora, que lo pienso, con su mujer, que se hizo más desdeñosa...) Gaskell se entrevistó con Heger y consta que Charlotte y él se escribieron muchas cartas (para practicar el francés, decía Charlotte) pero... los victorianos son muy discretos. A la luz de lo que he leído, la relación sería platónica: Charlotte rechazó al menos tres peticiones de mano y, como ya dije, sólo disfrutó al final de su vida de nueve meses de matrimonio. Tímida, pobre y enferma, aunque no asexual, como a veces se pretende (en su ficción hay amor, vaya que sí; en su vida, mucho sufrimiento)