IGNATIUS I REX por sedacala

Portada de LA CONJURA DE LOS NECIOS

Empecé a leer LA CONJURA DE LOS NECIOS, y ciertamente, al comienzo el libro no fue de mi agrado; pero, después, poco a poco, fui entrando en él para progresivamente llegar a un final que leí con bastante interés. En un balance global, diría que me he debatido constantemente entre momentos pesados y momentos agradables. Está muy extendida la opinión, que yo comparto, de que el agrado o desagrado que genera este libro, radica en la forma de pensar y en la actitud de su personaje principal, conceptos ambos, muy coherentes entre sí, al seguir el protagonista a lo largo de todo el libro, un comportamiento bastante consecuente con sus ideas.

El discurso del protagonista, se puede dividir en dos grandes apartados. En primer lugar, aquellas partes del libro en las que se pronuncia, mediante diálogos contados por el narrador. En mi opinión, son muy irregulares, interesando en algunas partes y aburriendo en otras, aunque las que aburren no son excesivamente largas, resultando un tono medio aceptablemente entretenido. Después, en segundo lugar, están aquellas otras partes en que se expresa por escrito, en transcripciones de sus memorias y en la correspondencia que mantiene con su amiga neoyorquina; estos renglones que salen de su pluma, los leí con mucho más agrado, por estar escritos con agilidad y clarividencia, compartas o no lo que dice en ellos.

No creo que nadie justifique la forma de ser de este individuo; los que dicen que les entusiasma, también son conscientes de que el tipo es un vago, un caradura, un egoísta, y otras cosas peores; pero, le adoran, adoran su talante irreverente, librepensador reaccionario, ácrata, grosero, de un mal gusto insoportable; dominado por la gula y curiosamente desafecto al sexo. Todos estos atributos, le convierten en alguien con una imagen muy original, con cierta aureola insólita de tipo autoexcluido, bien visto por muchos, entre los cuales a priori me incluyo. Todo ello viene a convertirle en un transgresor, concepto que más que perjudicarle le favorece. La diferencia con los otros personajes del libro, es que Ignatius transgrede todas las normas, mientras que los demás personajes, por más disparatados que sean, o no transgreden nada, o si lo hacen, es dentro del orden, o más bien desorden, que determina la mediocridad de sus vidas. La que de verdad me ha enamorado desde el principio del libro es su madre, que se convirtió, con diferencia, en mi personaje favorito. Pero claro, ella me parece estupenda por que representa un tipo de mujer que puede existir perfectamente en la vida real; con garra, pero dentro de una relativa vulgaridad de viuda madura, de clase baja y ausente de cualquier atisbo de cultura, que no quiere enfrentarse demasiado al esperpento que tiene por hijo y que rumia su desesperanza con la bebida; vamos, que me parece que el autor crea con ella un tipo conmovedor de mujer, aunque así, las haya a montones. Con esto lo que quiero decir, es que estos otros personajes que acompañan a Ignatius Really en la novela, pueden ser tan disparatados como él, pero son tipos corrientes, mientras que él es un espécimen irrepetible.

Y todo esto nos conduce a analizar su papel. ¿Hasta que punto, esa aureola insólita que decía yo, está basada en unos valores reales del personaje, y no se trata de una simple pose extravagante? Sus escritos y la correspondencia con su amiga apuntan a lo primero, o al menos, lo parece por estar tan bien escritos. Pero, su comportamiento es pura pose. Y además en el fondo, da lo mismo, por que tampoco creo que la actitud vital de Ignatius Reilly (alter ego de John Kennedy Toole), fuese mucho más allá de la expresión de su decepción por la vida. Al final todo conduce a lo mismo, nos gusta el libro si nos gusta la actitud de su protagonista. Y en eso, creo que estamos ante un caso similar al de EL GUARDIAN ENTRE EL CENTENO; allí pasaba lo mismo, todo dependía de la empatía con el joven Caulfield. Claro está, que no tienen nada que ver ambos personajes. Holden Caulfield, es el prototipo de joven con arrestos, que se enfrenta desinhibidamente a la vida con una mezcla de descaro, estupor y desden. Por tanto, representa una variante más dentro de las muchas posibles que cada día se lanzan a apurar la vida en la calle. Ignatius Reilly, en cambio, se sale de cualquier esquema; no hay parangón posible; es un tipo único.

Irreverente y librepensador reaccionario (¿?) decía yo; también retrogrado (quiere volver a la Edad Media y quiere tener un rey), ácrata, grosero, de un mal gusto insoportable, pantagruélico, refractario al sexo, y físicamente abominable. Falta preguntarse, ¿puede tener auténtico atractivo un tipo así? La respuesta es: si; puede tenerlo, y hablo por mí; los personajes atravesados pueden ser fascinantes y éste, con sus características podría serlo. De hecho, tenía mucha confianza antes de leer el libro, en que iba a ser así. Pero… leo el libro y no, no me termina de gustar. Y planteo todo esto así, para que el que no lo ha leído, comprenda que la aceptación o la negación de este personaje, no tiene forzosamente que ver con su filosofía, sus ideas, o su comportamiento, al menos, a mí no me desagrada por todo eso. Son razones subliminales las que influyen en mí juicio; y este tipo de razones suelen escaparse de nuestro control. Reconozco que no sé explicar por que no me gustó; su talante es a priori perfectamente compatible con mi gusto. Pero hay algo por ahí que no sé definir, que me lo echa abajo. De la misma manera, que hubo algo en Holden Caulfield que me sedujo.

Otra expresión de estas paradojas, es la constatación de que el humor funciona como correa de transmisión en LA CONJURA DE LOS NECIOS. Para mucha gente, el carácter humorístico es fundamental; algunos, dicen haberse reído en voz alta sin control; otros, valoran simplemente la sonrisa; de cualquier forma, está comúnmente aceptado que se trata de un humor con un lado amargo. Yo le encontré gracia sobre todo a su madre, aunque también a su amiga, a la dueña y a la chica de la barra del club de alterne, al negro que barre y a los dos oficinistas de la fabrica, González y la vieja; pero, en todos estos casos, tampoco sabría decir porqué. Por el contrario, Ignatius no me hizo ni la más mínima gracia; e igualmente, desconozco la razón. En fin, son misterios de los libros; y también del cine (recuerdo que con Jerry Lewis, me pasaba igual; en algunas películas me partía de risa con él, y en otras me parecía un perfecto imbécil).

Escrita hace 12 años · 5 puntos con 6 votos · @sedacala le ha puesto un 6 ·

Comentarios

@lucero hace 12 años

La lectura es un acto también irracional, a menudo no sabemos porqué no nos gusta un libro, pero siempre es legítima la opinión del lector y con más, la tuya, que diseccionas la obra al detalle. La verdad, creo que no la pongo en mi whislist (que ya está muy pesada!!),. Saludos sedacala, y gracias por tan buenas reseñas, que mucho trabajo dan hacerlas!

@Poverello hace 12 años

Me acojo a Wilde, hermano sedacala: "en literatura no existirán libros morales o inmorales, sino simplemente libros bien o mal escritos".
Del mismo modo que no habría de valorarse exclusivamente a Los Miserables por Valjean (tengo que leerloooooo) no debiera juzgarse a La Conjura tan sólo por Ignatius. De La Conjura hay seis reseñas, y creo recordar que, salvo algún que otro detalle fútil, apenas se menciona el valor literario de la obra. Con ello no estoy diciendo que sea buena ni mala novela, aunque considero a nivel personal que su planteamiento es muy original y que es una pena que Toole decidiera marcharse a un lugar mejor tan pronto, tan sólo que es tipiquísimo -como ya sucede en El Guardián entre el centeno- valorar esta obra únicamente en función de los sentimientos que despierta el personaje. Curioso, y por eso sí me gusta el final de tu enfoque, en el que simplemente señalas que, aparte de la filosofía o comportamiento del personaje, simplemente no te llegó. A mí al revés, sin tampoco ser la mejor historia que se haya escrito -ni de cerca-, pero disfruté con la estructura del relato y el cambio de lenguaje y estilo en muchos de sus tramos.

Bueno, pues que este es uno de los libros que despierta más sentimientos enfrentados... no tanto con El Aleph, claro, ja ja.

@sedacala hace 12 años

No, está claro que no tanto como EL ALEPH. Está claro que las reseñas informan sobre el impacto que la lectura ha producido, y muy difícilmente nos vamos a poder salir de ahí, a pesar del intento por diseccionar al máximo. Y yo, cuando me iba dando cuenta que no me convencía que otra cosa podía hacer sino contarlo. Lo que pasa es que cuando lo terminé me di cuenta que no era una simple lectura insatisfactoria, y ya está. Sino que tiene muchos matices, tiene personajes groseros y vulgares, tiene personajes que cuentan cosas que quieren ser trascendentes, tiene personajes tiernos, tiene humor como vía para expresar ciertas contradicciones y detrás de todo eso tiene un autor que no debía andar nada contento con su paso por la vida, por que se largó sin más. Quiero decir que no podía, influido por todas estas cosas dar una visión del libro maravillosa, por que, sencillamente no fue esa la impresión que me produjo y por otro lado tampoco podía dar de lado toda esa carga bastante significativa que conlleva. Yo lo que espero es que quién lo vaya a leer tenga mi punto de vista razonado y pueda hacerse una idea de en que consiste esto.

Lo de la calidad literaria Poverello, en este caso creo que también es subjetivo y en cualquier caso, ese tipo de crítica escapa a las capacidades de la mayoría, desde luego de la mía.

Saludos , Lucero y Poverello.

@Poverello hace 12 años

Hola de nuevo, sedacala... No sé si se me he expresado mal, porque estoy de acuerdo contigo con que, por norma general, toda reseña tiene un amplio componente subjetivo, aunque se centren en el plano puramente literario, y yo prefiero que se transmitan sensaciones, porque es más... hermoso. Solo remarcaba que en este caso, como ha sucedido estos días con los comentarios a Los miserables, o los que se hicieron en su día a El guardián, son muy centrados en los personajes. Literariamente no me refiero a la macroinfluencia universal y global en la historia de la literatura universal o "mamarrachadas" similares (perdón), aunque también me parecen muy interesantes si se logra mezclar todo como en un cocktail, sino en sensaciones no sólo referidas a los personajes, sino al goce o no de la propia lectura. El ejemplo claro en este sentido, totalmente opuesto al que estamos hablando son las reseñas de El aleph (otra vez, ja ja): "qué bien escrito, qué dominio del lenguaje... pero qué mierda de libro, ja ja".

Ciaooo. Saludos a ambos.

@lucero hace 12 años

La objetividad es.....subjetiva!!!!!!!!!!!ja ja quién dice lo que es literatura y lo que no...Harold Bloom? noooo. YO digo lo que para mí es arte. Y respeto a los que dicen que es mamarracho (qué término olvidado Poverello!!)
Le hago caso a los que saben, pero soy independiente en mis apreciaciones.
Con El Aleph, de nuestro bien mentado amigo Jorge Luis..pues no me meto.,es recién lunes de mañana como para recibir palos!! ja ja

@Faulkneriano hace 12 años

Ponderada crítica, sedacala. A veces creo que te salen mejor las reseñas de las obras que no te gustan demasiado, quizá porque analizas más profundamente las razones de tu desvío.

La novela es indisociable de su época y sus logros deben referirse a los años 60, que fue cuando se escribió y no a comienzos de los 80, que fue cuando se publicó, ya muerto el autor. En los 80 la novela humorística era ya una realidad bien visible, como prueba la serie de Wilt de Tom Sharpe o la hiperrealista La hoguera de las vanidades, de Tom Wolfe. Pero en los 60 la descripción de comportamientos tan anormales como el de nuestro amigo Ignatius (armado de sus cuadernos Gran Jefe y de su fe incombustible en Santo Tomás de Aquino: mi memoria es absolutamente caprichosa ¿por qué me acuerdo de esto treinta años después de haber leído el libro?) era más bien rara en las letras norteamericanas y debió sentar bastante peor en un panorama dominado por personajes más convencionales.

Cierto que a comienzos de los 60 comenzaron a ponerse de moda, siguiendo la estela de Salinger y su Guardián, pero también de la imposible familia Glass que protagoniza buena parte de sus cuentos, personajes más gamberros, menos heroicos, más inclasificables. Kennedy O'Toole, natural de Nueva Orleans, se parece más a la gran literatura sureña de esa época, a los cuentos de personajes monstruosos de Flannery 'Connor, a los antisociales protagonistas de Carson McCullers (la giganta y el enano de la Balada del café triste, pongo por caso) o del primer Capote, y, apurando mucho, al huidizo Harry Angstrom de Updike (Corre Conejo es de 1960). Y, sobre todo, al Cinéfilo de Walker Percy, de 1961, un antisocial refugiado en la penumbra de los cines, indiferente a todo: curiosamente, fue Percy quien movió la publicación de la novela, a instancias, como se sabe, de la madre del suicida.

Lo que diferencia a La conjura... de las novelas citadas es su regodeo en las propias miserias de Ignatius, una suicida autocontemplación de un personaje monstruoso, excesivo, que recuerda un tanto al Falstaff de Shakespeare y al Gargantúa de Rabelais: sin duda debió espantar a los editores... de los 60. En ese contexto es donde debe situarse la obra en cuestión: una obra cómica, de regusto un tanto amargo si tenemos en cuenta la circunstancia de su autor, que no desdeña el mal gusto y la caricaturización y vulnera ampliamente el "realismo" del que hacía gala la literatura norteamericana de los 60. Es, por otro lado, una obra profundamente norteamericana, como muestran personajes como el patrullero Mancuso, de feliz memoria.

@Poverello hace 12 años

Se ha acuñado una nueva frase de final de película, rememorando a Casablanca (lo siento, Faulkneriano): "siempre nos quedará Faulk". Sin palabras; yo he leído la novela dos veces y se me escapan cosas... ¿cómo te puedes acordar después de 30 años?
Y gracias por tus comentarios que le dan ese toque "literario" al que me refiero y con los que tanto aprendo y/o recuerdo.

Ciaooo, memoria de elefante.

@lucero hace 12 años

Notable e imprescindible Faulkneriano.

@_567_ hace 12 años

Intuyo cierta confusión entre personas y personajes en tu reseña, sedacala, sobretodo cuando analizas la figura protagonista de Ignatius. Por otro lado, me parece absolutamente fuera de lugar la referencia a Holden Caulfield para intentar “comparar” el porque de una actitud vital determinada, aún así supongo (yo) que este par de elementos podrían ser amigos epistolares (las personas reales en caso de que existieran como tales, que no tengo ninguna duda de que haberlos haylos) pero difícilmente convergerían sus universos como personajes en un mismo contexto u obra escrita. No puedo explicarlo mejor, lo siento.
En todo caso observo más de un elogio, rigurosamente escondido entre líneas, en tu apreciación sobre la novela. Con lo cual, esto es una conjetura mía, necia si tú quieres, creo que el 6 que le otorgas es una puntuación demasiado baja para lo que su lectura te ha proporcionado a cambio. En esto coincido con Faulk, probablemente recordarás muchos detalles de la novela, la idiosincrasia particular de cada personaje, al cabo de muchos años. Y eso es un mérito más que loable de su autor y de la grandiosa novela que nos ocupa. Le tengo un cariño muy especial a este libro, que leí hace un cuarto de siglo aprox., y de la que sigo recordando multitud de detalles, de ahí que pueda parecer que muestro cierto “ímpetu incontrolado” en su defensa. Que venga Mancuso y me detenga si me excedo en mi comment!!!
Importante el apunte de Faulk sobre el año en que se engendró y el año en que se publicó la novela. Ah! de acuerdo en que es una obra profundamente norteamericana pero no yanqui (a excepción del personaje de Myrna, que si no recuerdo mal es del Bronx- NY) sino sureña. Es un homenaje inolvidable a una ciudad y a sus gentes: Nueva Orleans.

@_567_ hace 12 años

La referencia a Caulfield, sólo tiene por objeto decir que en ambos casos la novela gusta por la actitud del protagonista. De ninguna manera pretendo comparar la actitud vital de uno y otro, por que son sencillamente incomparables y así lo digo claramente.

Lo de que he votado 6, es decir, más bajo que la sensación que percibes en la reseña, es algo muy sutil. Es cierto que he visto cosas interesantes en la novela y puede que las guarde bastante tiempo en la memoria. Pero también me acuerdo de lo que me costó leer el libro y en algunas fases fue bastante. Empecé bien, pero a la página 80 se me empezó a hacer pesadísimo, y así durante buena parte del libro, para según me acercaba al final recobrar el interés y las páginas finales las leí con gusto. Por mucha carga de prestigio y de ciertos valores significativos que tenga un libro, si me cuesta lo suyo leerlo va bien servido con un 6. Como decía Tharl el otro día, hay que leer y analizar el efecto de la lectura, todo lo que está alrededor es accesorio, sin duda muy interesante, pero accesorio. Lo importante es la propia lectura.

En lo de la confusión entre personas y personajes, alrededor de la figura de Ignatius, la verdad, es que no sé a que te refieres.

@sedacala hace 12 años

He sido yo, perdón.

@_567_ hace 12 años

Claro, pero son todos esos elementos accesorios los que producen un efecto u otro en la lectura. Aquí, por ejemplo, cuando comentas lo del agrado y el desagrado que te produce el personaje, creo que que la imagen que te has formado de Ignatius es tan vívida que parece que confundas la persona con el personaje ( y eso a mí me sucede frecuentemente, porque me gusta jugar a "traspasar personajes ficticios a la realidad" cuando son tan auténticos como Ignatius). Dices que te parece bastante consecuente con sus ideas, yo diría que es muy consecuente con su forma de ser. Piensas que nadie puede justificar a Ignatius, pero a la vez dices que es un tipo único. Claro que lo es, es un tipo íntegro y como tal traspasa el papel y se introduce en nuestra conciencia para hacernos reflexionar en consecuencia a su actitud vital.
Sí, puede que suene raro o extraño, pero el libro, su autor, y su personaje principal también lo son... por cierto, me extraña que no te llamara excesivamente la atención el personaje de la Srta. Trixie.
Ignatius me parece desternillante, lo que lo hace entrañable como personaje, en muchos episodios de la novela. Por contra, Jerry Lewis nunca me hizo la más mínima gracia, ¿porqué? pues porque siempre fue un personaje impostado.

La reseña es muy buena por cierto, aunque pueda parecerte una opinión contradictoria.

@Tharl hace 9 años

Me gusta tu reseña sedacala. Dices cosas que comparto por completo, como cuando destacas el personaje de la madre, el único que evoluciona y con tantas luces y sombras como su hijo.

Vaya por delante que me irritan las sátiras con narrador omnisciente. Un narrador autoconsciente de su propia gracia me resulta molesto por la superioridad que adopta hacia sus personajes. Comparad cuatro novelas de humor que leí recientemente: “Dinero” (Martin Amis), “Vicios ancestrales” (Tom Sharpe), “La conjura de los necios” (J. K. Toole), y “El lamento de Portnoy”. Las dos primeras no pude terminarlas. ¿Cuál es la que mejor funciona? Aquella que es un monólogo, porque el humor no parece buscado sino que es inherente a su expresión con un narrador que, sin afectación, conserva la seriedad. En ella el humor surge de la propia vida real. ¿Por qué “El lamento de Portnoy” sí y “Dinero” no? También me irritan las novelas repetitivas, excesivas y en las que sobran páginas. A todas éstas les pasa. A “La conjura…” bastante, a “Dinero” le sobra todo, a “El lamento…” un poco.

Toole tampoco me parece un escritor o novelista brillante. Decente. Disculpando el abuso exagerado de la casualidad que concede el género, y además de las repeticiones, Toole cae en explicitaciones innecesarias (véase, por ejemplo, la reflexión final de Levy en el penúltimo capítulo, arrebatada al lector que ya se había adelantado interpretándolo a su manera), repite los mismos recursos hasta la extenuación como el de identificar a cada personaje con un objeto (Jones-gafas y humo, Sra Levy-máquina de ejercicios, Ignatius-gorra, etc.) o el humor escatológico. Sobran párrafos y páginas enteras (qué es eso del profesor Tac, ¿realmente hacía falta?), y muchos elementos están ahí sin contribuir en absoluto a la novela, en una busca desesperada de hacer gracia (a menudo lo consigue) o por simple exigencia funcional. Creo que si se hubiera publicado con el escritor vivo, con consejos de un editor como el de Carver, habría quedado mucho mejor pulida.

El gran acierto es, efectivamente, el protagonista. Entra dentro de esos personajes ambiguos o irónicos como Madame Bovary, Scarface o El lobo de Wall Street. Personajes irónicos que a menudo son leídos sin ironía y provocan adoración, un inmenso merchandising con pósteres entre los más vendidos y un furor acrítico que haría horrorizarse a su autor. Parte de esa admiración surge por el loco y patético rechazo y enfrentamiento con lo establecido del protagonista. Personalmente Ignatius me parece un personaje patético, por mucho que me haya reído con él. Conozco muchos Ignatius para responder de forma distinta. La universidad los produce en cadena. Treintañeros mimados que jamás han trabajado y viven explotando a sus padres, despreciando al resto de la humanidad y creyendo que la mierda que escriben la publicarán algún día como una obra maestra. Un desprecio y una intelectualidad de brocha gorda que solo desenmascara lo que realmente sucede: que no soportan su existencia y necesitan darle un sentido como sea. Si se distinguen de Ignatius es porque en lugar de escribir a Myrna, acuden a la barra del bar a mostrar su superioridad intelectual con conversaciones que parecen la competición de un partido de futbol que hay que ganar como sea para conservar el hinchado orgullo. Son, como sabréis la millonésima resurrección de Bukowskis en 10 años. Algún día el mundo lo sabrá, cuando les publiquen -no lo hacen por lo mala que es la industria cultural, esa de las películas a tecnicolor que ve Ignatius, que no está a su altura-, a todos. Ignatius es un espejo terrible donde verse reflejado.
Una cosa que no me gusta del personaje: la exageración borra matices, carece de todo atisbo de autoconciencia que le dé mayor complejidad y no evoluciona.

Con todo, es cierto que en un mundo absurdo como el de los necios, Ignatius es el rey. Y puede que no haya mejor postura.