LILI MARLEN por sedacala

Portada de BERLIN ALEXANDERPLATZ

Han pasado ya varios meses, desde que leí BERLIN ALEXANDERPLATZ, y me pareció tan complejo y tan difícil, que me sentí totalmente incapaz entonces de hacer reseña alguna de semejante texto; sin embargo, detectaba que algunos perfiles de este libro me atraían solapadamente. La lectura de cualquier libro, deposita en la mente del lector sedimentos que extractados y ordenados permiten escribir su reseña; así, otros lectores dispondrán de ella para tratar de anticipar su propia apreciación del libro. Pero ese, que es el sistema habitual, no conseguí aplicarlo a un libro tan especial como BERLIN ALEXANDERPLATZ y hube de desistir. Ahora, por fin me he decidido; pero, más que una reseña al uso que informa de las características del libro, voy a hacer algo así como un boceto suelto con ciertos destellos que quedaron en mi mente. Tienen más relación con Berlín como fenómeno cultural y con el ambiente de los años veinte y treinta, que con el libro que escribió Döblin pero es a lo más que llego y quizá susciten alguna curiosidad.

Döblin, utiliza el artificio de poner juntos, conceptos tales como anotaciones de elementos literarios, localizaciones físicas, canciones populares, publicaciones, películas, y en general cualquier referente cultural que pueda tener un arraigo popular; después meterá todo en la coctelera, lo agitará y con el producto resultante adereza una historia nacida entre todas esas referencias. Döblin, la cuenta de una manera intencionadamente anárquica, que hace muy fácil perderse. Como salpica constantemente la narración con ese aderezo cultural que mencionaba, el producto obtenido es casi incomprensible (el tributo a las vanguardias) pero a la vez está cargado de resonancias, que como lejanos cantos de sirena seducen nuestros sentidos y nos recuerdan imágenes y acordes de los que no conocemos bien su procedencia exacta, aunque vanidosamente creamos intuirla entre algunos atisbos nostálgicos. Si además la historia que cuenta y que no alcanzamos a comprender del todo, está ubicada, en uno de los momentos más seductores del siglo XX, el resultado es que las resonancias son aún más cautivadoras. O al menos, lo son para los que hemos crecido en la segunda mitad de ese siglo, nutriéndonos culturalmente con los efluvios heredados de su complejísima primera mitad. He de reconocer, que a mí particularmente, me sigue conmoviendo escuchar las notas de Lilí Marlén cantadas por una ronca voz femenina en francés, en inglés y sobre todo, en alemán.

Algo de esto, está también en LAS DOS AMIGAS Y EL ENVENENAMIENTO, magnífica novela corta que Döblin escribió unos años antes de BERLIN ALEXANDERPLATZ. La lucidez, con que está escrita es espléndida, y contrasta con las tinieblas que envuelven el texto de ésta última. En puridad, su lenguaje no es difícil, más bien es popular, desgarrado, e incluso a veces zafio. La complejidad no está en las frases que son claras y directas, lo complicado es no perderse; está narrada, con saltos y distorsiones que acaban por desorientar al lector por más entusiasta que sea, hasta que al final se pierde. ADIOS A BERLIN, es otra de las obras de la época de entreguerras, que viene a cuento mencionar, cuando se trata de este asunto. Christopher Isherwood, creó en ella una especie de crónica de las andanzas de unos cuantos personajes desarraigados en el Berlín de los años treinta. Desde esa plataforma, ve la ascensión al poder del nazismo, y describe el ambiente deprimido por la crisis económica de esos años. Es sobradamente conocido, su personaje de Sally Bowles interpretado por Liza Minelli en la película de Bob Fosse, CABARET. Desde un punto de vista literario, las conexiones de Isherwood están más cerca de E. M. Foster que de Döblin, pero si lo traigo a colación es por el tino con que describe el ambiente que había en Berlín justo antes de la guerra. También en ese sentido, me llaman mucho la atención las actividades de los dos dirigentes comunistas que fueron asesinados en 1919 por las milicias nacionalistas, Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht. Cualquiera que se sitúe en el Tiegarten y cruce la puerta de Brandemburgo, enfilará Unter den linden y después Karl Liebknecht Strasse, antes de llegar a la Berlín Alexanderplatz. En la mente, no dejarán de sonar las notas del himno alemán con la solemnidad de la música de Haydn y sobre todo, con el calado premonitorio de su primera y significativa estrofa: Deutschland, Deutschland über alles (Alemania, Alemania por encima de todo). Y el tal Biberkopf, buscándose la vida por esas calles con sus actitudes cerriles, violentas y horteras. Pronto, en otros escenarios meridionales se hará popular aquel soniquete repetido: “sí me quieres escribir; ya sabes mi paradero: Tercera Brigada Mixta, primera línea de fuego”, como terrible augurio sangriento. Es muy interesante para hacerse una idea de cómo era Berlín, Alemania y los alemanes en esa época, leer el libro de Sebastián Haffner, HISTORIA DE UN ALEMAN. Este hombre nacido en 1.907 en Berlín, vivió de primera mano los acontecimientos, hasta que se vio obligado a emigrar a los EEUU poco antes de la guerra, y los plasmó en un libro que es absolutamente recomendable.

Por fin, parte del bagaje que flota en mi mente sobre aquel momento, y sobre aquel país, tiene mucho que ver con los movimientos culturales de moda por entonces. La Bauhaus, Walter Gropius, Mies van der Rohe, la Einsteinturm, pero también el expresionismo alemán, la incomprensible música atonal, los cabarets, el cine, Fritz Lang, Ernst Lubitsch, la pintura, Klee, Kandinski, Kokoschka, el teatro, Bertol Brecht... Así que adiós; adiós a Berlín; adiós a todas estas cosas que muy pronto, configurado ya el escenario de la hecatombe humana, desaparecerán para siempre.

Escrita hace 12 años · 4.3 puntos con 7 votos · @sedacala le ha puesto un 4 ·

Comentarios

@Poverello hace 12 años

... Ese Berlín del que hablas, tan odiado a partir de 1933. Supongo que eres consciente de que de todos los autores que relatas al final de tu interesantísima reseña, tanto Lang como Lubitsch, Klee, Kandinsky o Brecht acabaron sufriendo el exilio (Kokoschka no tengo la más remota idea). A Dios gracias...

@_567_ hace 12 años

"Lili Marlen", cuya letra creo recordar que se basa en un poema escrito por un soldado alemán durante la 1ª Guerra Mundial, siempre quedará en mi memoria por la soberbia versión de Marlene Dietrich...
Ya puestos a recomendar obras alemanas, recomiendo una maravillosa película para quién no la haya visto todavía o pueda interesar: "La vida de los otros" - Florian Henckel von Donnersmarck (2006). El Berlín Oriental, en particular, próximo a la desaparición de la extinta RDA y la brutal represión en forma de repugnante censura de la Stasi sobre la libertad de expresión de los intelectuales de entonces. Un atentado a la cultura en toda regla...

No sé, pero haciéndome una idea sobre lo expuesto creo que no me seduce demasiado esta lectura, aunque debo admitir que no conozco nada de su autor. Nunca se sabe por eso...

@Faulkneriano hace 12 años

Pues, Krust, te pierdes, a mi entender, una gran novela. Sedacala sitúa muy bien su contexto histórico y cultural, esa república de Weimar, tan atractiva como anárquica (muy pertinente la alusión a Isherwood que, como bien dices, cuenta bien eso mismo pero desde una estética muy diferente, mucho más reposada y clasicista) pero pasa de puntilla sobre el fibroso estilo de Doblin, verdaderamente original. Citas, sedacala, a muchos pintores, pero te olvidas del que más se parece a Doblin: George Grosz (en el Thysen hay, creo recordar alguna obra suya). El que contemple los gordos capitalistas, los hinchados militares, los inválidos sin piernas y las prostitutas de las obras de Grosz (también exiliado, claro, tras 1933) está en mejor disposición de comprender la convulsa novela de Doblin, que participa por igual de la caricatura, del collage (su mezcla de materiales resulta de lo más estimulante), del lenguaje cinematográfico (descripciones, primerísimos planos, panorámicas, close-ups, montaje alterno) de una asumida sordidez, de la brillantez expresionista, del monólogo torrencial, de una incisiva forma de penetrar en la brutalidad de las conciencias; de una novela nueva, militante, proletaria, poco complaciente con las formas clásicas. Arte degenerado, en suma: como el de Grosz, con el que compartió exilio en Estados Unidos.

Desde hace muchos años tengo la intención de verme despacio la serie televisiva que Rainer Werner Fassbinder dirigió en 1980, poco antes de su muerte. Sólo el excesivo Fassbinder, que se acercó a la sociedad alemana desde un punto de vista tan heterodoxo como estimulante, podía haber acometido semejante empresa.

@lucero hace 12 años

El rostro de Lili Marlen es para mi Hanna Schigulla, en la maravillosa obra de Fassbinder.
Tengo esta obra en la lista de deseos. Impresionante despliegue erudito de Sedacala y Faulkneriano.
Saludos a todos, y cuando la lea.....pues me callo!! que más se podrá decir!!

@Faulkneriano hace 12 años

Muchas, muchas cosas, Lucero. Todo es empezar.

No se lo digas a nadie, pero estaba enamoradito de Hanna Schygulla cuando era adolescentón. Nunca la he visto tan guapa como en Effie Briest y en El matrimonio de María Braun (por cierto, ambas de Fassbinder)

@Guille hace 8 años

Totalmente de acuerdo con Faulkneriano y su comentario acerca de esta gran novela, nada más que añadir al respecto. Solo me gustaría aclarar que para nada es una novela incomprensible. El estilo vanguardista para su época ya no lo es para la nuestra (en mi opinión, está muy lejos de la dificultad del Ulises de Joyce con la que tanto se la compara) y contribuye de forma esencial a expresar el ambiente de la época, los estados de ánimo de los personajes, al mismo tiempo que potencia y sublima la gran historia que esta novela encierra.