LA PUERTA HACIA UN MUNDO MEJOR por nikkus2008

Portada de LA PUERTA EN EL MURO

Hay algunos relatos que ya sea por la historia que cuentan, por el estilo narrativo o por una percepción propia, particular, y posiblemente única, nos produce una pasión violenta, nos remueve algo en nuestro interior, nos conmueve especialmente; "La puerta en el muro" de H.G. Wells, es uno de esos ejemplos.

Ya en "La isla del doctor Moreau" Wells manifiesta su comprensible horror hacia la maldad ejercida cobardemente por los humanos hacia los animales; torturas, vivisecciones, realizados en aras de la ciencia. La violencia y el puro horror de la putrefacta mente aniquiladora del hombre, la meta de oro sin reparar en los medios con que se llega hasta ella - cuando claramente y como bien dijo Huxley "El fin no justifica los medios, ya que los medios empleados determinan la naturaleza del fin"- son parte elemental de la preocupación de Herbert Wells.
En este relato, detrás de una puerta verde, cruzada por una enredadera carmesí, brillante por la luz ámbar del sol, se esconde un paraíso donde la vida es más liviana, más dulce, más placentera. Más allá de los paisajes maravillosos, del grupo de nubes recortadas por el límpido cielo azul, se adivina algo más profundo, más hondo, que determina y explica la sensación de felicidad, algo mágico que se siente en el aire de ese edén fantástico. Vale esta aclaración, porque la belleza y la paz de este jardín (donde las fieras son mansas, buenas y dulces - como en los primeros tiempos de la creación) no es de orden estético, visual, sino que se manifiesta desde el interior, desde las entrañas, desde la paz y bondad que como un mágico hechizo se adueña del que cruza esa puerta pintada de verde y donde se arrebuja la total y completa felicidad; donde se prescinde del tiempo, de los apuros, de la vergüenza, donde uno puede vivir, respirar sin que cueste trabajo, sin sentir ningún tipo de opresión, ni fastidio, ni cansancio. La vida como sería si no tuviéramos cuerpo, sin fuésemos solamente un alma perceptiva, sin dolores, sin angustias; viviendo como en un bello sueño, eterno (donde no se siente el peso terrible del tiempo) y genial.

Hay un marcado contraste en el relato. Por un lado, el hombre que cruza la mágica puerta - la cuál se le aparece solo tres veces en su vida y en diferentes edades de maduración - donde se esconde el jardín fabuloso; por el otro, la vida ordinaria, pletórica de las emociones naturales y comunes a todos, de beneficiosos ascensos laborales y del éxito de una carrera profesional, amistades con quién compartir charlas y cigarros y bebidas, el amor y "el calor" de la familia, en fin, todos los goces con sus inherentes penas y tristezas de la vida de la vigilia que todos conocemos.
Cada vez que leo este relato "quisiera hacerle cambiar" de decisión a Lionel Wallace; pero entiendo que este mundo repleto de bellezas pero castigado por horrores impensados (he visto cosas en internet que me perforaron el alma, cosas tan increíblemente malvadas contra los más puros seres de esta tierra - animales, insectos- que me revuelve el estómago cada vez que las recuerdo) es más atractivo que vivir en un perpetuo sueño de dorado, en jardines perfumados y musicalizados por el suave fluir de las puras aguas, donde los animales "salvajes" son tratados con dulzura y donde ellos mismos son tiernos y amables.

Tal vez el daño que me produce este cuento se deba a un sentimiento muy fuerte que crece dentro de mi, desde tan chiquito, desde que metía la cabeza dentro de la mochila y lloraba cuando una maestra me pedía "el cuaderno de comunicaciones" a los gritos - las mismas que nada decían a los revoltosos; cuando formaba fila en el patio gris, en invierno, que olía a hojas quemadas, y el viento helado me quemaba la cara y cantaba el himno nacional sin alegría y hasta con ira y rechazo, queriendo estar mejor en casa, en el calor de mi hogar, con mis padres, esperando en realidad y sin saberlo aun, encontrar la puerta verde de Wells, la ansiada puerta donde las malditas enfermedades y la maldad no existen, donde la envidia, el horror no penetra. Sólo la vida, así de simple, despojada de sus ropas sucias y malsanas, quedando en una tierna y suave y limpia piel, que revienta de felicidad, por el mero hecho de existir.

Escrita hace 12 años · 4.3 puntos con 4 votos · @nikkus2008 le ha puesto un 9 ·

Comentarios

@Faulkneriano hace 12 años

Uno de mis cuentos favoritos de H.G. Wells, un gran escritor más allá de los tópicos, junto con "El país de los ciegos". Lo leí, si no recuerdo mal, en esa colección de literatura fantástica que dirigía Jorge Luis Borges, con unas portadas muy esotéricas. A Borges, por cierto, siempre le gustó mucho, y yo creo que era una de sus muchas influencias. El cuento es absolutamente maravilloso, en todos los sentidos. Me complazco, cuando paseo por ciudades conocidas o desconocidas, en buscar puertas en el muro, pero nunca las encuentro. Y no será porque no lo intento...

@nikkus2008 hace 12 años

Tenés razón Faulk, este cuento es hermoso, muy hermoso ¡y tiene ese toque melancólico!; fatales e irreversibles se me antojan las decisiones que tomamos: yo también busco esa puerta maravillosa, como vos y como tantos. ¿Será que esa puerta pueda llegar encontrarse en algún rincón alejado, solitario, de esos que emanan belleza y melancolía al mismo tiempo? ¿Vivir en la grata compañía de algunos seres elegidos, amigos selectos, familia, animales de distintas clases - para aprender que todos "pueden ser buenas mascotas" si se los trata con dulzura - entre árboles, y flores, y algún lago escondido?. Muchas veces pensé esto. Siempre creí que el paraíso puede estar en el sur (San Martín de los Andes; Bariloche; Villa La Angostura). Es un lugar cargado de magia; ideal para leer a Tolkien, Martin, Eddison, Dunsany, etc. Los duendes, hadas y toda esa extravagante legión de seres fantásticos pareciera se agazapan en las verdes sombras de los bosques.
Tal vez, querido Faulk, busquemos en lugares equivocados. La ciudad. Humo, tráfico, choques, robos, asesinatos, violaciones, tráfico (nuevamente) de órganos, de armas, corrupción policial, corrupción política, incendios, sirenas de bomberos, de ambulancias, de la policía; disparos, trompadas, sacrificios, crímenes pasionales, crímenes por encargo, crímenes por maldad, mataderos hediondos, donde gritan los animales, vivisecciones y atroces experimentos sin anestesia para que hombres y mujeres "se pongan coquetos", con sus desodorantes, sus cremas anti-age, sus perfumes y tinturas; esto es la ciudad. ¿Se puede encontrar algo bueno?, claro que sí, pero la balanza se inclina, lamentablemente, para el lado del mal. ¡Ah!, el sur, el sur...

Muy buen relato también "El país de los ciegos"; sobrecogedor y muy ingenioso y excelentemente narrado.