EL ESTIGMA DE LA VERGÜENZA por FAUSTO

Portada de LA LETRA ESCARLATA

Primera aproximación, y no será la última, a un magnifico escritor, que junto con Poe y Melville conforman la gran narrativa norteamericana del S. XIX. Mi ignorancia sobre Hawthorne y el conocimiento de las excelencias de los dos autores citados, hizo que considerara inferior al primero. La novela ha sido un hallazgo inesperado: un tesoro literario.

El libro empieza con un preámbulo titulado “La aduana” y escrito por el propio novelista que, si bien, es prescindible, tiene algunos datos interesantes. Detalla, con un cariz autobiográfico, el modo de vivir de una hipotética aduana (o quizá de todas) basándose en su experiencia de 3 años de trabajo en la aduana de Boston. En este extenso ensayo (45 páginas) habla siempre de una forma socarrona y burlona del trabajo, empleados, política, costumbres, etc., y además cuenta sus inicios como escritor.
Lo más destacable es la relación tan peculiar que le vincula con Salem y sus antepasados. Sostiene una atracción morbosa por su ciudad natal, donde su destino está ligado a ella, y algo parecido le sucede con sus antecesores y su intervención en la “caza de brujas”. Se avergüenza de su intolerancia y fanatismo; se siente culpable de sus actos y la falta de arrepentimiento; y además percibe una maldición originada por ellos que pasa a través de las generaciones, una culpa transmitida que se revela como un castigo.
La novela será como una expiación, en un intento de liberación del pasado y sus familiares, que protagonizaron ese suceso detestable. Conociendo un poco su biografía, su manuscrito no pudo exorcizarle completamente.

La forma de narrar la historia tiene mucha incidencia en la apreciación del conjunto de la obra, casi tanto como su argumento. En un principio, con la lectura del prólogo y su estilo un tanto farragoso, intuía que iba a ser un libro difícil, espeso y confuso. Afortunadamente, cuando empieza la novela, la composición no es tan pomposa y recargada, es más fluida, aun así, requiere concentración y calma para disfrutarla. Su prosa barroca emplea frases largas con abundantes circunloquios, metáforas e imágenes evocadoras; con una gran habilidad de análisis sobre los protagonistas, para mostrar las interioridades y sentimientos. A medida que avanzaba en la lectura, he ido cogiendo el pulso a su escritura, encontrando “perlas” y reflexiones sutiles, alternando con agudezas con sorna, unas veces de una forma directa y otras más ambiguas. El texto, dividido en cortos capítulos y escaso diálogo, se expande en la fecunda retórica de Hawthorne, trazando pormenorizadas descripciones, ya sean psicológicas, de paisajes, de objetos o atmósferas singulares, que para nada se pueden tomar como algo trivial y ajeno a la trama. Otra peculiaridad del autor, es dotar al narrador omnisciente de subjetividad, con una total libertad de opinar y comentar escenas y actitudes de los personajes.

Y ahora profundizaré en el argumento. Relato sobre la intransigencia, en un mundo donde la religión, la justica, la moral y ley son sinónimas. El pecado, el arrepentimiento, castigo y la culpa son los ejes de la narración, los “trazos” con que se escribe la grafía de la A escarlata. Símbolo del Adulterio, y también, quizá, de la América primitiva del imperio inglés.
Intentando olvidar las magnificas obras que ha dado la literatura sobre el tema de la infidelidad, la intriga puede parecer una historia vulgar y manida por lo usual de la situación: el triángulo amoroso. Pero la acción está encuadrada en una época de radical intolerancia de conducta y credo: la sociedad puritana de la Nueva Inglaterra del S. XVII; con unos personajes atractivos en varios aspectos y nada corrientes, que proporcionan al escrito un gran interés. Es un fascinante estudio sobre temas antagónicos dentro de la condición humana y social: fe y fervor, amor y moral, placer y contrición, verdad y apariencia, libertad y sumisión, perdón y castigo.

Ester (o Hester, según sea la traducción) es una mártir, o puede que sea mejor definirla como una autentica heroína, el caso es que participa de ambos conceptos. Mujer valerosa ante el rechazo, la soledad y la incomprensión de la comunidad, que responde con una fortaleza de ánimo, sacrificio y generosidad dignos de encomio, llevando con decoro su afrenta: la culpa y el amor secreto. Mujer con convicciones propias que desafía a las autoridades sociales y “divinas”, un modelo de independencia y autosuficiencia (¿feminismo?) que tendrá que pasar por sufrimientos y amarguras, tanto de una naturaleza interna como externa.

Las otras dos partes masculinas de esta relación, están subordinadas ante los valores de la figura femenina.
El amante, un ser pusilánime y sufridor, que carece de la fortaleza y resistencia de su querida, estará zozobrando en un mar de dudas y remordimientos. Este estado de incertidumbre será su particular letra escarlata. Su corazón sufre (figuradamente y literalmente) ante la fe, su amor, la hipocresía y la mentira, elementos que están enredados en su vida: alta posición y prestigio social. Se debate entre el desasosiego y la acción liberadora de la confesión.
El marido, un hombre culto e inteligente, intentará culminar su venganza pretendiendo leer (figuradamente y literalmente), gracias a su perspicacia, la letra infame en el pecho del amante encubierto. El esposo también ha sufrido una transformación dolorosa, está vagando por el tenebroso laberinto del mal al proponerse cobrar su “deuda”.

Hay otra figura femenina, que cada vez va tomando más protagonismo: Perla, la hija de la adultera. El fruto de la “vergüenza” es una criatura celestial físicamente, pero su esencia se asemeja a un duende perverso, un espíritu rebelde inmune a toda disciplina. Posee un temperamento variable y complejo, y más tratándose de una niña, que va oscilando entre el cariño y la maldad. Sus observaciones agudas sobre los personajes y su fascinación por la letra maldita, serán una tortura y penitencia para su madre, un constante recuerdo de su pecado. Un personaje enigmático, enrevesado, con un alto componente alegórico que lleva a identificarla con el bosque salvaje: la antítesis de la “civilizada” comunidad.

Con un final imprevisto, en mi opinión, y donde la conclusión era fácil que la historia cayese en decepción. Pero no, hay un giro radical cerrándose la novela con un broche de oro, donde la letra de la vergüenza puede transformar su significado.

La película de Roland Joffé no hizo justicia (ni se acercó) al libro con una versión tan chapucera del original. En ningún momento refleja la hondura psicológica de los personajes literarios. El guión es totalmente descabellado, pues amputó, trastocó y manipuló la excelente trama. ¡Menuda mamarrachada de final!

Escrita hace 12 años · 4.8 puntos con 5 votos · @FAUSTO le ha puesto un 8 ·

Comentarios

@Faulkneriano hace 12 años

Buena reseña, Fausto. Hay que reivindicar a Hawthorne, siempre. Los norteamericanos ya lo hacen, pero en España se le conoce menos que a Melville y a Poe, siendo tan bueno como los dos. Bueno, Poe, pensándolo mejor, es cosa aparte. Ya puestos, también habría que rescatar a Feminore Cooper, el Walter Scott americano, recluido en un limbo de mohicanos y etiquetado injustamente como lectura juvenil, y al encantador Washington Irving.

Aprecio mucho la prosa de Hawthorne, sus extrañas ideas literarias, sus magníficos cuentos (eso sí, de desigual ejecución, desarrollo y remate, oscilando entre la alegoría descarnada y la pura obra maestra) La casa de los siete tejados siempre me ha gustado más que ésta, de la que tengo un recuerdo, con todo muy lejano. Es curioso: en las historias de adulterio, suele interesarme más la figura del marido que la del amante, y sospecho que a los escritores también. Véase al respecto Madame Bovary, o la exquisita novelita de Dostoievski El eterno marido. En fin, cosas mías.

La película, de juzgado de guardia.

@nikkus2008 hace 12 años

Excelente reseña. Siempre estoy por empezar "La letra escarlata". Más ganas me dan ahora, después de esta reseña.

@FAUSTO hace 12 años

Hola Faulkneriano. He visto críticas sobre “La casa de los siete tejados” y muchas opiniones coinciden con la tuya, pues prefieren esta novela a su más famoso libro. Me llama mucho la atención, y me da un poco de “avidez” por comprobarlo. Espero que no pase mucho tiempo para volver a disfrutar de su prosa, ya sean las novelas, o los cuentos. Seguramente empezaré por esta novela.

Fenimore Cooper es otro autor que tengo que descubrir, y esta vez lo tengo más fácil, al tener una novela en mi biblioteca.
A Washington Irving le tengo bastante olvidado, ya hace mucho tiempo que leí sus “Cuentos de la Alhambra”, aunque tengo pendiente un recopilatorio de relatos cortos: “Los buscadores de tesoros”.

Sobre literatura del siglo XIX, según mi gusto, la norteamericana está en desventaja sobre la española o europea (rusa, francesa o inglesa), puesto que he leído y disfrutado más esta última; por supuesto sin menospreciar al genio de Poe, y los maestros Herman Melville o al recién descubierto Hawthorne.

Hola nikkus. Ojala esta reseña sirva, por lo menos, para dar a conocer un poco más a este autor, como digo, para mí ha sido un hallazgo bastante gratificante. Espero que sea el “empujoncito” para que la leas.

@Faulkneriano hace 12 años

Ingleses, franceses y rusos están a la cabeza de la novela decimonónica, sin duda. En Estados Unidos se dio un fenómeno curioso: durante muchos años, los libros publicados en Inglaterra se imprimían allí sin tener que pagar derechos de autor (Dickens, uno de los más perjudicados por las tiradas millonarias que alcanzaron sus libros al otro lado del océano, se quejó amargamente de sus pérdidas) por lo que salían más baratos que los publicados por norteamericanos, que, además, eran vistos como "provincianos" frente a la sofisticada novela británica. Este fue el prejuicio, económico y social, que debieron superar Poe, Hawthorne y compañía. Curiosamente, la mejor forma de atraer al público norteamericano era hacerse cada vez más "localista", cosa que entendió muy bien Twain, por ejemplo, al escribir sobre el Sur que tan bien conocía. En el siglo XX la novelística norteamericana creció exponencialmente hasta situarse en el puesto de honor que tiene hoy en día.