AGOTADORA por Faulkneriano

Portada de LA BROMA INFINITA

A propósito de esta novela ambiciosa, agotadora, exuberante, imperfecta y enciclopédica (añádanse los adjetivos que se quieran) se han invocado muchas (quizá demasiadas) influencias y un exorbitado número de paralelismos. Unos y otros son quizá producto de un entusiasmo desmedido. Vamos por partes. Se ha citado, como precedente, en el ámbito norteamericano, la prosa barroca y experimental de William Gaddis, pero éste, en mi opinión, es bastante mejor escritor que Wallace en lo que se refiere al estilo y más conectado con la gran novelística europea: léase Los reconocimientos. También a John Bart, pero éste demuestra un sentido del humor bien distinto (menos helado, menos negro) y sus preocupaciones metaliterarias (La ópera flotante) son bien distintas. De Thomas Pynchon, otra personalidad conectada repetidas veces con Wallace, no puedo hablar porque no lo he leído (aún). Jonathan Franzen, el brillante compañero de generación de Wallace, me parece mucho más clasicista, más apegado a los ideales de la gran novela americana (Las correcciones) Don de Lillo está en otra onda, para mi gusto, bien distinta. Y, aunque en ocasiones La broma... pueda recordar algunos excesos de los hiperrealistas como el aburrido Bret Easton Ellis (interminables listas, marcas, ciertas descripciones...) o el más entonado Nicholson Baker, demuestra ser bastante más original y con una prosa más entonada. Las referencias a escritores europeos ya difuntos, como Proust, me parecen irrelevantes y hasta fuera de lugar: Wallace es un escritor profundamente norteamericano y así debe ser entendido.

Queda, pues, claro, que es un escritor original. Ahora tendría que meterle el diente a las muchas novelas que están incrustadas, unas con otras, en esta obra de 1200 páginas. Y, la verdad, me faltan fuerzas: bastante tuve con leerla. Me limito a apuntar varias cosas:

- Es, como muchas otras obras norteamericanas recientes, una novela sobre la crisis de la familia tradicional, sólo que aquí Wallace tiende a la hipérbole. No recuerdo otra novela que presente familias más extrañas: parece un concurso de monstruos, empezando por los Incandenza y seguidos por el padre abusador de la hija vegetal (me escalofrío al recordarlo), el marine maltratador o el compulsivo padre colgado con MASH.
- Por cierto, la familia Incandenza se compara una y otra vez con la familia real de Hamlet. La componente shakesperiana se ha exagerado, no obstante, aunque es cierto que el mismo título parte de Hamlet y Hal es un “buen príncipe” corroído por la duda.
- Es, también, una novela de ciencia ficción, con cierta tendencia a lo distópico: la ONAN, la Interdependencia, la Concavidad y sus extraños monstruos, la superación de los partidos tradicionales y el éxito inesperado de un crooner obsesionado por la limpieza, el terrorismo canadiense, el desplome de la televisión tradicional, Interlace y el entretenimiento. Especialmente interesante es la tendencia creciente a la alineación: el trabajo desde el domicilio, la compra por correo, el encerramiento, el voyeurismo, la depresión, la anhedonia, la escalada de adicciones.
- La novela es una especie de cinta de Moebius y muchos elementos de la trama apuntan en esa dirección: la idea de fisión anular, la alimentación de la Concavidad, el seminzdat de James Incandenza, la descripción de los procesos de adicción. La misma estructura de la obra está íntimamente conectada a esta idea: la novela empieza por el final (atención a ese dato) y la alternancia de escenarios, tramas y personajes es, si no caprichosa, sí del todo sinuosa: no hay proceso de convergencia ni final cerrado. La obra es, en sí, infinita.
- Es una novela del exceso: léanse las descripciones del juego del Escatón, del video de Mario Incandenza (especie de versión infantil para títeres (sic) de la ONANtiada filmada por su padre), de la rutina interminable de una escuela profesional de tenis (lo más aburrido, para mi gusto, por mucho que Wallace conociera bien el tema) Es excesiva, también, en el sentido de incluir, sin limitación, bromas macabras, incontinencia verbal, detalles desagradables, arrobadas descripciones hiperestésicas de estados de ánimo y sueños...
- Es, finalmente, el intento más claro y elaborado que he visto de distanciarse del lector, de ponerle las cosas difíciles. Se trata de una estrategia consciente por parte del autor: pasa por interrumpir la lectura con un abrumador número de notas (la queja más común de los que leen la Broma es la necesidad de tener dos marcadores distintos a la vez: las notas remiten a la noción de texto, no de ficción, como si se tratara de un ensayo) que a su vez tienen notas; al menos en dos ocasiones aparecen en el texto principal dos llamadas sueltas, no vinculadas a éste, sino que remiten directa y gratuitamente al lector al final, para que lea allí pasajes que podían haber ido perfectamente en la novela misma (como si el autor quisiera arrogarse el supremo poder de manejar a su antojo al lector: en este sentido, las notas no están “justificadas” como en un ensayo tradicional, e incorporan largos segmentos narrativos que no sólo complementan sino que hacen avanzar la acción) El alejamiento del lector se completa de otras formas: empezando por el final (y obligándole, una vez que acaba la obra, a empezar de nuevo a leer, por lo menos, la secuencia del año de GLAD, cosa que, a mi pesar, he tenido que hacer para ver cuál fue el destino final de los Incandenza que ya había semiolvidado), no ofreciendo relaciones de causa-efecto entre los bloques narrativos más que en contadas ocasiones y, sobre todo, dinamitando la cronología: ésta es la verdadera finalidad (aparte de dotar a la obra de cierto aire “futurista”) del Tiempo subsidiado, esa manera de nombrar los años por patrocinadores, tan original (quizá sea lo que más se recuerde de La broma...) y a la vez tan confusa.

Es la reseña más larga que he escrito, pero, teniendo en cuenta que la lectura de la Broma me ha llevado cinco semanas, me parece que es lo mínimo que puedo decir. Agradeceré infinitamente a los demás lectores de SDL a que se animen a reseñar este empeño bigger than life de Foster Wallace. Descanse en paz.

Escrita hace 12 años · 4.8 puntos con 10 votos · @Faulkneriano le ha puesto un 8 ·

Comentarios

@lucero hace 12 años

Más que animarse a reseñar hay que animarse a leerla, y tu reseña obliga a armarse hasta los dientes para hacerlo.

@Kodama hace 12 años

Gran reseña tanto en su contenido como en su continente.
Sobre buscar influencias y paralelismos te doy la razón, quizá su buscan demasiadas y puede que la razón a la creación de este hombre puede estar en, como él mismo dijo, todos los antidepresivos que tomó al largo de su vida, los cuales le otorgaban su creatividad, vamos, cómo si su inspiración dependira de ellos. Es más, cuando cambió y redujo la medicación dice que perdió toda creatividad productiva, lo cual le sumió es una depresión todavía mayor de la cual ya no saldría y de ahí su trágico final.

@Faulkneriano hace 12 años

Desde luego, su conocimiento de toda clase de drogas es infinito. También en la obra hay numerosos suicidios, como han apuntado la mayoría de sus comentadores, algunos tan atroces como el de James Incandenza y sus juegos con el microondas. Es curioso lo que apuntas: este personaje se mató dos meses después de superar su extrema adicción al alcohol, como si se sintiera desnudo (como Wallace sin sus antidepresivos)

@Tylercito hace 11 años

Respecto al comentario de Kodama, creo que no ha podido estar menos acertado. La decisión de reducir su dosis de antidepresivos se debió al hecho de que David Foster Wallace se sentía bloqueado al tomarlos. Por tanto, y creo que es importante aclararlo, pasamos del escritor drogata a lo Hunter S. Thompson que tú planteas a un autor tan comprometido con su trabajo que llegó a arriesgar su vida (y de hecho, la perdió -ya que cuando intentó volver a su medicación al verse superado por su depresión ésta ya no le hacía efecto y la historia acabó como todos sabemos-) por la creación literaria.

@SokraM hace 9 años

Cuando me marché de SdL, hablamos mucho de La Broma Infinita entre nosotros porque estábamos leyéndola a la vez. Hace ya un par de años o tres de eso. No llegué a comentarte qué me pareció cuando la acabé. Ahora me la estoy leyendo otra vez (sí), y voy más o menos por la mitad.

Me cuesta entender a la gente que dice que se ve expulsada por esta novela cuando a mí me atrapa en un vórtice del que me es imposible salir. Sí, es neurótica e histérica, pero para mí es un vicio. Tal vez por mi personalidad, no lo sé.

Faulkneriano, sé que es mucho pedir, pero te reto a leer "El arco iris de gravedad". Esa novela sí que hace todo lo posible por echarte a patadas de sus páginas, una y otra vez, pero, de repente, si te mantienes luchando, encuentras algo de una belleza inusitada que te calma la mente (y el corazón) y no eres capaz de entender cómo Thomas Pynchon es tan sumamente bueno. Y entonces te das cuenta del verdadero poder de la literatura.

@Kodama hace 9 años

Siento no haber contestado en su momento @Tylercito pero se me pasó por alto tu comentario (mea culpa). La información que relacionaba la creatividad/productividad con los antidepresivos que tomaba la saqué de la Wikipedia:

"Wallace se suicidó ahorcándose el 12 de septiembre de 2008. En una entrevista con The New York Times, el padre de Wallace informó que Wallace sufría de depresión desde hacía más de 20 años y que la medicación antidepresiva le había permitido ser productivo. Cuando experimentó graves efectos secundarios a raíz de los medicamentos, Wallace intentó abandonar su antidepresivo principal, la fenelzina. Siguiendo el consejo de su médico, Wallace dejó de tomar el medicamento en junio de 2007, y la depresión regresó. Wallace recibió otros tratamientos, incluyendo la terapia electroconvulsiva. Cuando regresó a la fenelzina, se encontró con que había perdido su eficacia y la depresión se agravó meses antes de su muerte"

Obviamente no seré yo quién defienda la total veracidad de la Wikipedia y puede que no fuera así.

@Faulkneriano hace 9 años

SokraM, bien sé que terminaré leyendo todo Pynchon de arriba abajo. Dame un poco de respiro, que ando con un novelón chino de 2200 páginas que me va a llevar unas semanas. Reconozco que el tal Pynchon me echó de las páginas de Maxon y Dixon y desde entonces le cogí un poco de manía, que superé con La subasta del lote 49 y V, que me gustaron mucho. No tanto Vicio propio, que anda ahora por las salas de cine. Tiempo al tiempo.

@Tylercito hace 9 años

@Kodama "Le perseguía [a Wallace] la idea recurrente de que él había dejado de ser el tipo de persona que podía escribir la novela que él quería escribir [...]. Wallace nunca había llegado a estar seguro de que el tratamiento de Nardil fuera lo más acertado, y cada vez que tenía dificultades para escribir se preguntaba si el Nardil tenía algo que ver". Tras esto, el escritor sufre una crisis con el Nardil y "vio en ello una oportunidad" [...] "El plan inicial había sido cambiar el Nardil por otro antidepresivo, pero después decidió que debía intentar librarse por completo de los fármacos". En primavera de 2008 no pudo aguantar y probó con una nueva combinación de antidepresivos, y posteriormente volvió al Nardil, pero fue ya demasiado tarde.

Los fragmentos entrecomillados pertenecen a la biografía del escritor titulada Todas las historias de amor son historias de fantasmas, de D. T. Max, publicada en España por Debate.