"¿BAJAS DEL HONDO CIELO O EMERGES DEL ABISMO, BELLEZA?" por SokraM

Portada de LAS FLORES DEL MAL

Desesperado, así te sientes cuando despiertas. No tienes ganas de moverte, apenas has empezado el día y ya quieres volver a dormir. Te revuelves en la cama, el pelo en la cabeza te molesta, sabes que el edredón te da calor, pero tienes frío. En ese ir y venir entre las sábanas, te das cuenta de que en un lateral, junto a tus zapatillas, anoche dejaste un libro. Lo miras con extrañeza, no te acuerdas, sólo el frío. La luz del nuevo día golpea tus ojos, la evitas, te das la vuelta, aplastas la cara contra la almohada. Te duele la cabeza, comienzas a recordar.

Anoche, entre semana, acto irresponsable, saliste a beber: la casa de un amigo, muchas botellas de alcohol sobre una mesa (whisky suficiente para perder la cabeza) y ella. Claro, también estaba ella, pero no sirvió de nada. El resto es confuso: cristales rotos, conversaciones fugaces, música mala, rostros de felicidad fingida y un libro en tus manos. Sí, un libro en tus manos, ella te evitaba pero un libro en tus manos, qué gloria. “Te gustará”, te dijo tu amigo, y lo arrancó de la estantería para dártelo justo antes de echarte de su casa: nadie quedaba. Farolas, frío y tiempo, el resumen del trayecto hasta tu casa. La cama te esperaba, caíste rendido, el libro en el suelo hasta mañana. Hoy despiertas desesperado.

Miras el libro en el suelo, te llama. Lo recoges y comienzas . Un poema tras otro, un verso tras otro y la cama se ha transformado en barro, pero no importa, nada importa, sigues leyendo: “J'aspire à un repos absolu et à une nuit continue”, “La Débauche et la Mort sont deux aimables filles”, “Mais l’amour n’est pour moi qu’un matelas d’aiguilles”, “Elle rit à la Mort et nargue la Débauche /Ces monstres dont la main, qui toujours gratte et fauche/ Dans ses jeux destructeurs a pourtant respecté/ De ce corps ferme et droit la rude majesté”. Te duele, la cama es barro y te hundes, te estas hundiendo y te duele, pero no paras de leer. Este dolor, casi vital, no lo puedes entender, pero no sueltas el libro, qué miseria, qué dolor, qué belleza, ya casi totalmente hundido en el barro, sólo la cabeza y los brazos quedan libres, todavía puedes seguir pasando páginas, todavía hay tiempo para leer, “Mon coeur, comme un oiseau, voltigeait tout joyeux”, “L’Amour est assis sur le crâne/ De l’Humanité”, pero te hundes sin entenderlo. Ya solo puedes respirar por la nariz, pero no importa, necesitas más dolor, más belleza, ¡qué efímera es la vida! ¿te das cuenta?, claro que te das cuenta: sigues leyendo, reblandeciéndote en el barro que está a punto de matarte y en el dolor que te produce cada verso. Ya queda menos para comprender, pero apenas puedes respirar, sólo ves las páginas que sujetas en alto. Intentas mover los pies para alzarte y respirar, pero es inútil, tu cuerpo esta trabado en esa masa de lodo que hace tiempo era tu cama, tus pies anclados en la masa, tus piernas impracticables, tu cuerpo se hunde pero hay literatura y no te importa. Abres la boca, ya sumergida en el fango, para intentar conseguir algo de aire, pero sólo consigues tierra húmeda que se abre paso hasta tu garganta. Tus ojos fijos en los poemas del libro que sostienes fuera del lodazal, el alma te duele a cada paso que das por esas páginas. “Ce voyageur ailé, comme il est gauche et veule!”, y te hundes ya sin más, asumes con desdén que ha llegado tu hora, ya nada ves, te estás ahogando, la cabeza totalmente sumergida, el libro aún en alto sujetado por tus brazos: la única parte de tu cuerpo ajena a la maldición de los elementos más cercanos, del agua y de la tierra.
Pasa el tiempo, te ahogas, lo asumes, cada vez combates menos contra el barro. Encuentras placer en el silencio de allá abajo, pero también un dolor que entiendes como atávico, algo que ha despertado el libro que luchas por mantener en el exterior ya tan lejano, sujetado fuera por tus brazos. No es el libro lo que duele, lo comprendes, eres tú, los poemas existían antes de existir, esperando a ser escritos. Comienzas a morir, qué dolor, y fluye libremente el barro en tu garganta. No te queda más remedio que soltar el libro.
…..
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El barro ha desaparecido y llenas de aire tus pulmones con la inspiración más grande que recuerdas, como un niño recién nacido pero sin llanto, no hay tiempo para el llanto. Te levantas de la cama, no sabes qué hora es, el libro en el suelo junto a tus zapatillas. Te acercas al teléfono de la mesita de noche, lo descuelgas y llamas a tu amigo. “¿Si?” pregunta una voz quebrada allá al fondo. “El libro que me dejaste casi me mata”, dices sin reconocer tu voz, “Es sólo un libro”, dice tu amigo, miserable, ajeno a todo. “Sí”, respondes, “pero lo que yo siento es real”.
Cuelgas sin despedirte, el libro en el suelo, junto a tus zapatillas.

LES FLEURS DU MAL, reza la portada. Y ya no hay barro.

Escrita hace 12 años · 4.6 puntos con 11 votos · @SokraM le ha puesto un 9 ·

Comentarios

@_567_ hace 12 años

En el estanque de lodo, donde cada noche reposan tus sueños más oscuros, te regodeas en la exigencia de un espíritu decadente. Te hundes inexorablemente hacia el abismo de la pesadilla y antes de exhalar el último suspiro redentor, extiendes la mano y diseminas un puñado de semillas entre las sábanas mojadas de fiebre.
Mañana brotarán de tu lecho unas extrañas flores salvajes: Les fleurs du mal.-

@Nastenka hace 12 años

Excepcional obra, excepcional autor de dicha obra... y excepcional reseña.

A veces, sabiendo hacerlo(ya me gustaría a mí saber), dice más de una obra si usamos las palabras para expresar lo que nos transmite, que la mejor y más completa reseña de la obra en sí..

@SokraM hace 12 años

Gracias por tus palabras Nastenka. La verdad que estoy gratamente sorprendido con cómo han valorado los usuarios esta crítica.

Te contaré un secreto (a voces, claro): a mí no me convence demasiado. La escribí de forma automática en un arrebato emocional y la envié sin revisar. Ahora que la vuelvo a leer me doy cuenta de muchos fallos de estructura, vocabulario y puntuación que si pudiera modificaría. De todos modos reconozco que, si no la hubiese escrito en el estado que lo hice, no habría quedado un texto tan sincero.