Según parece este libro, (y su continuación que es más de lo mismo), tiene dos grupos: aquellos a los que el viaje onírico les ha resultado un sueño de ángeles y aquellos para los que roza el bodrio, (desgraciadamente ni siquiera la pesadilla).
Y yo me encuentro en este último grupo. Y el problema es...
Lo dijo Oscar Wilde: "sólo podemos dar una opinión imparcial sobre las cosas que no nos interesan, sin duda por eso mismo las opiniones imparciales carecen de valor". Así que yo, un don nadie, no he de atreverme a llevarle la contraria al magno novelista. Es decir, recomiendo a quién precise...