Notas sobre 'Zumalacárregui' por Tharl

Portada de ZUMALACARREGUI

Veinte años después de acabar la segunda serie, Galdós mantiene intacto su acercamiento a los Episodios Nacionales: recopilar una abundante documentación de hechos históricos y tipos sociales para escribir la crónica del siglo XIX, pero entramándola en una ficción que revela su sentido histórico. Un sentido visto en perspectiva; en 1898 la serie ‘Cristinos y carlistas’ lleva en la mochila dos guerras carlistas, el fracaso del sexenio democrático y el desastre del 98.

‘Zumalacárregui’ es la crónica de este primer general carlista que en la ficción se desdobla en el capellán y militar José Fago. Galdós se muestra fascinado por Zumalacárregui como después lo hará por Espartero; valora por encima de las ideas la existencia de “grandes hombres”, del triunfo de la voluntad; Fago, casi un catatónico bipolar, oscila en el plano terrestre entre fases de pasividad y una voluntad arrolladora. Dice mi introducción que se debe a las lecturas de Schopenhauer y Nietzsche, a las tesis regeneracionistas, etc.; a mí me pesa ese culto a los grandes hombres, la creencia de que solo la voluntad de un líder fuerte podía sacar a España del desastre en que se encontraba.

Es un episodio militar, más preocupado en la campaña y en la estrategia que en los padecimientos de esos soldados que en ‘La batalla de los Arapiles’ se morían de sed. Galdós, que es hábil como el demonio en articular los hechos, muestra sucesivamente la guerra pueblo a pueblo y su barbarie (el primer capítulo es de lo mejorcito), pequeñas gestas decisivas como la de hacerse con un cañón, las batallas de Mendaza y la batalla de Arquijas desde el bando carlista, el espionaje de guerra, el desastre de Artaza desde el bando liberal y el definitivo desenlace de la campaña con el sitio de Bilbao.

Lo que Galdós realmente está haciendo es arrebatar al autoproclamado bando legítimo y de la fe su Dios. Por un lado, el azar de la guerra y la nefasta decisión de tomar Bilbao sería, quizás, voluntad de Dios que no combatiría, como creían, en el bando de los facciosos. Por otro, y mucho más interesante, está el conflicto de Fago, dividido por sus dudas sobre la violencia, sobre su condición bicéfala de sacerdote y guerrero: ¿es posible ser religioso y soldado? ¿cómo puede apoyar Dios ninguna masacre?, etc. etc.

Me quito el sombrero ante cómo Galdós les roba a los facciosos su supuesta legitimidad, pero lo que a mí más me interesa de la novela es el juego de desdoblamientos entre Fago y su antigua amante Saloma. 'Zumalacárregui' es una novela de fantasmas y de espejos. No solo se desdobla Fago entre la fe y la guerra, no solo se reconoce en Zumalacárregui (esa misma identificación estaba mejor desarrollada con Carlos Garrote y el General en ‘Un faccioso más y algunos frailes menos’), sino que a medida que persigue al fantasma de Saloma escucha hablar de otro capellán, otro Fago, que la acompaña. La misma Saloma se muestra también bajo dos rostros, una baturra que auxilia a Fago y a la que este no sabe prestar atención y aquella otra de los rumores que no aparecerá hasta el final.

Son ecos y fantasmas que salpican las hazañas bélicas y que a mí me habría gustado que centrarán más la novela. Sucede además que el estilo de Galdós, irónico, distanciado y basado antes en la narración y el diálogo que en la construcción de escenas no parece el más adecuado para mostrar la barbarie de nuestras sublevaciones militares y ha de conformarse con denunciarla. Tal vez haya envejecido también mal su insistencia en la raza española, llena de talento pero mal destinada a las luchas fratricidas pero también capaces de resistir incluso a ellas.

Escrita hace 6 meses · 5 puntos con 1 voto · @Tharl le ha puesto un 6 ·

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