REFORMA Y CONTRARREFORMA por sedacala

Portada de Q

Hoy por hoy, no se puede rebuscar en las estanterías de las bibliotecas públicas, por eso, yo rebusco en las de mi casa y en ello estaba cuando me fijé en Q, libro que estuvo ahí durante años y al que, quizá por su aparente dificultad, no le habíamos hecho el menor caso. Fue así como pude comprobar que su autor es un tal Luther Blissett y la sorpresa es que Luther Blissett no es uno, sino cuatro, sí, sí, cuatro escritores, italianos todos ellos. Yo ya conocía los experimentos de Charles Dickens con Wilkie Collins, y de Ford Madox Ford con Joseph Conrad, pero con cuatro autores la cosa va mucho más allá de lo concebible como obra individual, yo diría que entra en la obra colectiva, que es cosa diferente. Así que enseguida me pregunté si esto es posible, o al menos, si lo es sin que se note manifiestamente ese origen múltiple. Y después de haberlo leído, mi respuesta es que no se nota, lo he leído como si el autor fuera uno.

EL CONTENIDO DE Q, se inserta de lleno en el género novela histórica, en un escenario europeo muy extenso (Alemania, Italia, Países Bajos…) y en un periodo de tiempo de unos treinta años, los que van desde los veinte, hasta los cincuenta del siglo XVI, periodo que muchos reconoceremos como aquel en el que Carlos I recorre Europa, es coronado emperador en Bolonia, saquea Roma…, y abdica a los cincuenta y seis años cuando decide irse a Yuste; eso es lo poco que la mayoría sabemos del emperador y su época. Y por eso, todos los hechos que contiene la novela son absolutamente desconocidos, sobre todo, para los lectores españoles. Y para comprobarlo, véase la lista: las guerras campesinas en Alemania; el intento de instauración de un régimen “protosocialista” en la ciudad alemana de Munster; la extensión de la doctrina anabaptista en Amberes y en los Países Bajos; los intentos del cardenal inglés Reginald Pole por devolver la Iglesia de Inglaterra al catolicismo; la participación de las ciudades estado italianas en la tensión que produjo la Reforma y la Contrarreforma; y por fin, la instauración de la Congregación del Santo Oficio en Roma; temas prácticamente desconocidos para la gran mayoría de lectores. En cuanto a los personajes, participan en mayor o menor medida en los acontecimientos, en una especie de desafío entre bandos que, aunque fluctúa con el paso del tiempo, tiene una clara identificación maniquea presente en toda la novela. Hay personajes que se mencionan en la trama pero que no participan en ella, cómo Lutero, Melanchthon, o los papas de esos años, el propio emperador Carlos, y algunos príncipes alemanes o italianos del momento. Otros también son rigurosamente históricos pero además participan, como el cardenal Carafa (luego papa Paulo IV), cómo Thomas Münzter, o cómo Jan Matthys, ambos líderes de la doctrina anabaptista muy popular en Países Bajos y Alemania. Y otros son totalmente inventados e inscritos libremente en aquellos acontecimientos.

¿CÓMO ES SU ESCRITURA?: Q. es una novela caracterizada por una trama peculiar y muy compleja que está narrada de manera muy poco convencional. Es cierto, que su estructura se organiza en capítulos cortos encabezados por el lugar y la fecha en que ocurren, pero no hay una precisa correspondencia cronológica entre ellos, actuando más como golpes de flash encajonados en compartimentos estancos, sin una obligada continuidad entre ellos. La novela tiene un narrador omnisciente de actitud escueta, de los que no facilitan datos referentes al dónde, cuándo, cómo, ni al porqué, y de los que además de ser narrador es también protagonista, lo que quiere decir que participa en los hechos y los transcribe, en un relato tenso y estresado, con aires de diario, y con una escritura apresurada, un tanto seca, y por ello, carente de esos datos que él da por sabidos y que el lector tiene que captar entre líneas, para ubicarlos luego en tiempo y espacio. A esto hay que añadir que su estructura contiene también una sucesión de incisos epistolares, escritos por un narrador diferente que contrapuntean periódicamente la perspectiva del protagonista, vinculándolo a otro contexto distinto. Ese es el formato con que se transmiten los hechos narrados. Otra cosa distinta es el estilo literario utilizado, y éste tiene dos caras casi opuestas, en la primera, muestra una escritura personal, vivaz y enérgica que, en conjunto, le confiere sensación de modernidad; en la segunda, destaca la gran facilidad con que se lee, sin necesidad de pausas ni de vueltas atrás. El resultado es que su escritura combina calidad con una gran capacidad de enganche y eso, a pesar de lo complejo de su trama, de la sequedad y concisión que utiliza, y de que su estilo es personal y vigoroso pero, por momentos, complicado. Así, no será extraño que, al menos, durante el primer tercio de sus páginas, al lector le asalte cierto desaliento puntual, hasta que la susodicha facilidad de lectura, le saque del apuro y le lleva a rastras hasta el meollo del libro, terreno en el que ya es un poco más fácil desenvolverse.

LA RAZÓN DE EXISTIR DE Q. sería analizar las repercusiones que provoca la reforma de Lutero en Europa; son repercusiones que adoptan la forma de tensiones políticas, sociales y económicas, además de las obvias que serían las religiosas. Toda la peculiaridad de la novela, que es mucha, reside en su estructura compleja, con dos niveles claramente identificables y un tercero algo más sutil. En el primer nivel, se describen las revueltas o levantamientos sangrientos de las clases populares contra los representantes de los viejos poderes, ya sean príncipes de la nobleza, o de la Iglesia, que detenten el poder y la propiedad de la tierra, y vistos desde la perspectiva de los mismos individuos que intervienen en dichas rebeliones, o que conspiran para que se produzcan. El segundo nivel analiza esos hechos o sus consecuencias, pero vistos desde otra perspectiva más elevada, la de los dirigentes de las revueltas, que además de ejercer el control sobre los revoltosos, entran de lleno en el terreno de la lucha ideológica, con connotaciones políticas, sociales y económicas, además de las religiosas que están en el origen del conflicto. En esta compleja estructura hay un tercer nivel, que establece una vinculación epistolar paralela, entre los sucesos que se cuentan en la novela y el otro bando beligerante en esta confrontación político-religiosa, completándose así el contrapunto entre Reforma y Contrarreforma, con la plena participación de todos los poderes fácticos de la época. Lo dicho hasta aquí, puede llevar a pensar que estos hechos históricos, por sí mismos, atraerán poco o nada a quienes los desconocen, lo que reduciría su interés al seguimiento del argumento en aquello relacionado con la acción, y no niego que esto pueda gustar a algunos, pero tengo muy claro que esa materia no es lo mejor del libro. En la práctica, cuesta identificarse y empatizar con unos personajes que son muy numerosos y cambiantes. En general, la parte de la trama que narra la acción es más documental que novelesca, lo que dificulta su evolución hacia un tipo de novela que atraiga por ser de acción y aventuras, además de histórica. Por tanto, insisto, su aliciente no está en las barricadas, ni en las luchas, ni en los asedios que figuran en ese primer nivel que he descrito, su mejor aliciente está en el segundo y en el tercer nivel, en los se describe la enmarañada relación de los protagonistas con un entorno de intereses laberínticos, pero apasionantes; ahí intervienen los personajes fundamentales de la novela en una dimensión política, religiosa, social y económica, convirtiendo la obra en un ejercicio de confrontación ideológica en el que los protagonistas luchan contra la injusticia social y contra los abusos de los agentes que tratan de perpetuarse en el poder y se resisten a ceder un ápice del terreno que ocupan. Y todo esto ocurre en la medida en que una confrontación así, entre el poder efectivo y el pueblo, era concebible en la Europa de la época; obviamente faltaba mucho para que triunfase una revolución al estilo de la de 1789, pero sorprende constatar como muy significativo el alcance de algunos de estos acontecimientos en una época tan temprana como el siglo XVI. Esta es la materia que constituye la esencia del libro y esto es lo que facilita el ejercicio de revelación en que se convierte su lectura, un ejercicio que nos acercará a la auténtica naturaleza de la batalla que se libra en esos momentos, mostrada con una lucidez solo vista en novelas históricas de auténtico calado. Así, más que terminar de leer con impaciencia por conocer el final, que también, se termina con la sensación, mucho mejor aún, de que, según avanzamos por sus páginas, crece nuestra comprensión de ese “statu quo” complejísimo, comprensión que te ayuda a colarte por los resquicios del poder efectivo, en aquel ámbito geográfico que era conocido como Sacro Imperio Romano Germánico, mientras era emperador nuestro conocidísimo Carlos I, desde el Báltico por el Norte, hasta la punta de la península italiana por el Sur.

Escrita hace 3 años · 5 puntos con 2 votos · @sedacala le ha puesto un 8 ·

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