OTRA DE GALDÓS por sedacala

Portada de EL AMIGO MANSO

En la producción literaria de Benito Pérez Galdós, sobresalen “Fortunata y Jacinta” y los “Episodios Nacionales”. “El amigo Manso”, en cambio, no sobresale por nada y es precisamente por eso por lo que he decidido escribir su reseña, por el simple hecho de ser una novela más, y por añadidura una muy representativa de sus maneras literarias más características, las mismas que le hubieran conducido al premio Nobel, de no haber sido por las envidias y los resentimientos que imposibilitaron el consenso en su candidatura.

La de Manso es una historia contada; Galdós utiliza ese recurso por el que el narrador, que es también el protagonista y que está ubicado en el tiempo al final, nos explica cuando empezamos la novela que prefiere contárnosla desde el principio, poniéndose a ello inmediatamente. Ni que decir tiene que ambas figuras, narrador y protagonista, se confunden en la personalidad del propio autor, lo que significa que todas las opiniones y los puntos de vista que nuestro amigo Manso expone en la novela, se corresponden con los del escritor; seguramente no es una trama rigurosamente autobiográfica, pero la filosofía que destila es exactamente la característica del novelista.

Esto en lo que se refiere al mecanismo narrativo, pero en lo referente al mensaje que quiere transmitir, el verdadero objetivo de Galdós con este libro fue hacer una crítica demoledora de la sociedad madrileña de su época (la de la restauración monárquica). En el libro, que es relativamente corto con sus poco más de doscientas páginas, repite su costumbre de introducir una multitud de personajes alrededor de los dos o tres principales. La trama desarrolla la situación personal de Máximo Manso, un catedrático de instituto soltero, y su relación con las personas que le rodean, mostrando enseguida como se modifica esa situación cuando un adinerado hermano suyo que vive en Cuba, decide trasladarse a Madrid con su familia, trastornando sus circunstancias personales hasta extremos que le acaban resultando insufribles. Dentro de la trayectoria creadora de Galdós, esta novela se encuadra en la etapa “realista”, en la que sus tramas tratan de expresar su descontento con el ambiente que se respiraba en la sociedad española en un sentido amplio, utilizando como base sociológica la pequeña burguesía madrileña de su época. Ese intento regenerador, presente en esta etapa de sus novelas, pone en evidencia su talento creador y su enorme facilidad para la creación de personajes y para desarrollar sus comportamientos sociales.

El costumbrismo finisecular que se desprende de sus personajes y sus situaciones, se percibe al principio como un poco trasnochado, como una historia de sainete de épocas y costumbres sociales ya muy lejanas, por lo que inicialmente a algunos les parecerá caduco y pasado de moda, aunque siempre habrá muchos otros a los que no les costará nada trasponer esa barrera temporal y lingüística, y disfrutarán de su estilo olvidando aquel aire de cosa anticuada. Mejoraría mucho la opinión de aquellos a los que gusta menos, si intentaran viajar en espíritu (apoyándose en su lectura) hasta las décadas finales del XIX, se sumergieran en aquel estrecho mundo, y trataran de palpar sus entresijos desde dentro para comprenderlo un poco mejor. En cualquier caso, conviene que unos y otros consigan una eficiente acomodación mental al medio decimonónico, porque ello permite apreciar mejor las razones que llevaban a don Benito (hombre tal vez un poco ramplón y falto de elegancia pero sincero y sensato) a bramar contra el machismo, el clasismo, la vulgaridad o la intolerancia, buscándoles las cosquillas a sus personajes con una ajustada mezcla de sarcasmo, ironía y buen humor.

Habrá quien puntualice, atinadamente sin duda, que muchos de aquellos argumentos progresistas que manejaba Galdós, a fecha de hoy se han quedado muy cortos en lo que a avances se refiere, y también que el lenguaje que utilizaba era engolado y tenía un exceso de afectación (el de la época); sí, todo eso es verdad, pero si se quiere establecer un juicio ecuánime, se han de situar las cosas en su contexto, y en el contexto de 1882, Galdós era un hombre de progreso, además de buen creador de tramas y aún mejor en el desarrollo de personajes y situaciones, con un estilo sobrio (para la época) que aunque, a veces, hace que sus libros se arranquen de forma algo titubeante, al poco tiempo acaba conquistando al lector en un camino hacia el final que resulta plenamente satisfactorio. El argumento de “El amigo Manso”, nos muestra cómo el entorno social y profesional del protagonista modela y configura su perfil humano, que es campechano y apacible (de ahí el doble sentido de su apellido), haciéndonos ver lo mal que casa esa personalidad suya con los comportamientos sociales al uso, hechos a base de malicias, sutilezas y convencionalismos, por personajes muy representativos de aquella decadente burguesía, y por tanto, claros receptores de su agudeza y su socarronería. Ese enfrentamiento da lugar a una trama entretenida, sorprendente y gratificante, siempre, clara está, que se tenga un mínimo interés por conocer los pormenores y las inquietudes propios de la sociedad española de finales del diecinueve.

Escrita hace 5 años · 5 puntos con 2 votos · @sedacala le ha puesto un 8 ·

Comentarios

@Faulkneriano hace 5 años

Leí la novela hace poco. El doctor Centeno me gustó menos. Manso es un personaje melancólico muy de mi gusto. Es una obra delicada, sutil, muy agradable de leer. Buena reseña.

@sedacala hace 5 años

Sí, es posible que entremezclado con tanto sarcasmo, tanta socarronería, y tanta burla contra algunos de sus personajes, sea la melancolía que le produce el desengaño, el sentimiento que más subyace en esta novela. El amigo Manso, para mi gusto está bastante por encima de algunas otras obras suyas de esa misma época.