DIVERTIDO EXABRUPTO por Guille

Portada de EL SALÓN ROJO

La novela apareció en 1879 y con ella el autor quiso ajustar cuentas con el Estocolmo de su época, aunque mucho de lo aquí dicho sigue estando tan vigente como entonces en cualquier parte de nuestro mundo civilizado. El primer párrafo de la novela se remata con una clara declaración de principios: “Todo era vida, todo eran disputas”.

El eje principal de la obra, aunque abandonado muchas veces para mostrarnos otros puntos de crítica, es el deseo ferviente de ser poeta de Arvid Falk, un joven idealista con una “delicadísima conciencia”, un afán de justicia, un ansia de sinceridad, que no se aviene nada bien con una sociedad que es justo lo contrario, injusta, hipócrita y corrupta, esto es, cualquier sociedad que haya existido, existe y existirá. Como bien dice Strindberg “el hombre es hombre, al fin y al cabo, y siempre será igual” y su mundo es aquel en el que “el primer y más grande deber del hombre es vivir, ¡vivir a costa de lo que sea!”, en el que “cualquier triunfo es siempre a costa de alguna otra persona”.

En torno a ese eje principal la novela se estructura en escenas que se superponen sin un orden claro y que en muchos casos constituyen historias en sí mismas, balas disparadas contra todo lo que se mueve: la clase política, la judicatura, la sociedad elitista, hipócrita y materialista, el mundo literario y pictórico lleno de autores que se arrastran bajo el gusto mayoritario y el interés de los editores y marchantes, los críticos cuyo único fin es alabar su propia obra, el mundo del teatro poblado de actores y actrices, empresarios y directores, que son arrastrados por su vanidad a interminables y mezquinas disputas, los genios artísticos que se pudren bajo su falta de voluntad y fuerza, las mujeres, siempre quejicas, frívolas, interesadas.

Todo ello dicho en un tono satírico, paródico, humorístico, un gran y corrosivo exabrupto producto de la gran frustración que el autor sentía por su inexistente carrera literaria y arrojada al mundo con la independencia de alguien que nada tenía que perder. Mucha libertad respiran estas páginas, mucha verdad triste e inamovible, bastante misoginia y mucho ingenio y mucha mala leche (“Una de sus cualidades principales como crítico de teatro, aunque muy tardíamente apreciada, era que estaba sordo.”).

Escrita hace 6 años · 5 puntos con 1 voto · @Guille le ha puesto un 8 ·

Comentarios

@Faulkneriano hace 6 años

Buena reseña, guille. Me encanta lo de la sordera del crítico.

Tras leer Banderas negras, otra novela de Strindberg, yano caigo en el error de asociar su figura solo con el teatro. Aunque, todo hay que decirlo, Banderas negras no me resultó de gran interés, quizá por su condición de roman à clef de las letras suecas finiseculares. Veo que esta también tiene que ver con el mundo de la literatura. Le daremos otro tiento al Strindberg novelista.

@Guille hace 6 años

Muchas gracias de nuevo, Faulkneriano.

La novela, en su trama, tiene que ver más con el mundo de los escritores que con la literatura en sí. Aunque según se dice por ahí fue una de esas novelas rompedoras en su momento, de esas que se dice "la primera novela moderna de...", lo que también tendrá su mérito pero que a mí no me afecta y ya lo siento. Yo, simplemente, me divertí leyéndola.

Si algún día te decides, ya me contarás.

@Faulkneriano hace 6 años

La pena es que, a mi edad, no haya visto en el teatro ni una sola obra de Strindberg y que haya tenido que conformarme con la versión cinematográfica de La señorita Julia. Con Ibsen, por lo menos, he tenido más suerte.