ACEPTARSE por Guille

Portada de EMPIRE FALLS

Disfruto mucho leyendo a Richard Russo, tanto como he llegado a disfrutar de Yates o con alguna de las novelas de Oates. Mis felicitaciones al jurado que le concedió el Pulitzer en 2002 por esta novela.

Me atrae todo lo que es capaz de sacar de vidas anónimas, carentes aparentemente de interés alguno, la forma en la que indaga en el mundo que esas personas configuran con sus padres e hijos, amigos y menos amigos, con sus amores, sean correspondidos, platónicos o poco más que erótico-festivos. Me gustan sus maravillosos diálogos, su humor, su agudeza. Me gusta cómo nos va poco a poco desvelando los secretos de sus protagonistas y en particular ese hecho trascendental en sus vidas que les llevará a descubrir aspectos de sí mismos que desconocían o se negaban a admitir.

Todo ello está presente en esta novela que se lee con la misma facilidad con la que uno se siente equivocadamente tentado de calificar su escritura. Una escritura que atrapa con la suavidad de sus buenas maneras, con su elegante e irónico tono de comedia triste, con el cariño hacia sus personajes que el autor consigue trasmitir de forma tan fabulosa, con la inteligencia y el ritmo con la que va destejiendo los hilos de la colorida trama de relaciones que forman esta pequeña comunidad en la que cada individuo añade a sus conflictos personales los heredadas de padres y abuelos.

Aunque no es el único, ni mucho menos, el tema fundamental de esta novela de perdedores, enmarcada en Empire Falls, una pequeña población de Maine que vivió tiempos mejores y que representa una forma de vida en franca decadencia, se encuentra en el mismo prólogo: alguien empeñado en la inútil tarea de cambiar el curso de un río.

¿Se puede cambiar? ¿Hasta qué punto nos determinan la herencia, la educación, el pasado propio y familiar, las acciones de los demás? ¿Puede uno sentirse virtuoso o solo afortunado? ¿Se puede estar a salvo del autoengaño o por el contrario “La verdad no sirve como sustituto de una buena respuesta”, por mucho que la realidad la niegue una y otra vez? La respuesta a estas preguntas es lo que parece querer contestar el relato de la vida de Miles Roby, un tipo aburrido, un Jimmy Stewart fondón, incapaz de sentirse a gusto consigo mismo a pesar de ser la persona más agradable y buena de todo Empire Falls, algo de lo que se aprovechan todos, incluido el padre que tanto recuerda al inefable Frank Gallagher de la fantástica serie de Shameless y encargado de mostrarnos, además de posiblemente los mejores momentos humorísticos de la novela y algunas cositas no tan didácticas, la importancia que tiene aceptarse a uno mismo aunque sea en la derrota. O su mujer Janine que, harta de la tristeza de su vida con Miles, piensa que podrá cambiar el curso de su vida al lado del hombre que le descubrió el paraíso del orgasmo y que tendrá que hacer frente a unas cuantas sorpresas no muy agradables.

Muy, muy recomendable.

Escrita hace 6 años · 5 puntos con 2 votos · @Guille le ha puesto un 9 ·

Comentarios

@Faulkneriano hace 6 años

Por fin leiste Empire Falls, a la que le tenías ganas desde hace tiempo, y nos regalas una magnífica reseña. Es, desde luego, lectura recomendable. Recuerdo el punto de tristeza de la que hablas, que es lo que le da su tono. Se lee pero que muy bien... Yo le ponía algún pero (no recuerdo muy bien cual: quizá el desarrollo final de una idea muy brillante) pero suscribo todo lo que dices (aunque cada vez me acuerde de menos cosas, cuando me mencionan una novela que leí hace años)

@Guille hace 6 años

Gracias, Faulkneriano. Sí, por fin la encontré -una mina los mercados de segunda mano- y por fin la leí y esta vez las expectativas no me han jugado una mala pasada.

No te preocupes por esa mala memoria, es un mal muy común en los que ya tenemos una edad y que nos permitirá sentir algo de ese cosquilleo de la primera vez con algunas de las novelas leídas hace un tiempo.