UN PIGMALIÓN MUY PARTICULAR por sedacala

Portada de MARTIN EDEN

Gustándome London se podía suponer que “Martin Eden” también me iba a gustar, y así fue, no hubo sorpresa; sí la hubo cuando disfruté en su momento de los “Relatos de los mares del sur”, algo un poco raro por aquello de ser muy cortos; también fue lógico que me gustara “Colmillo blanco”, que entra de lleno en el campo de la novela de aventuras, y más lógico todavía que me entusiasmara “El lobo de mar” que va de aventuras y de navegación, temas que están sin duda entre mis preferidos. Pero lo verdaderamente llamativo de “Martin Eden” es su traza, que no es de aventuras, ni de viajes, ni de acción, sino de una mezcla de contenido autobiográfico y literario; dos asuntos alejados de la temática de acción que no impidieron que, una vez más, volviera a gustarme otro libro suyo.

London empieza evocando su niñez, vivida en un ambiente popular, falto de auténtica educación, metido en pandillas de jovenzuelos rebeldes, y en peleas callejeras regidas por la ley del más fuerte. Cuando tiene la edad suficiente para ello, se enrola en un barco que hace varias rutas por el Pacífico, y parte de Oakland, su ciudad, en un viaje de dos o tres años de duración. En sus singladuras por el gran océano, conoce varios países ribereños, así como los grandes archipiélagos: Tahití, Las Marquesas, Hawái y muchos otros. Vuelto a Oakland, el texto le describe como un joven de unos veinte años, con algunos ahorros, agradable presencia y conocedor del mundo, pero rudo y poco educado; o sea, un joven seguro de sí mismo y curtido por las dificultades pero con una gran ambición por conseguir objetivos personales, que sabe que son casi imposibles con una formación tan básica como la suya.

Ese es, a grandes rasgos, el perfil del personaje cuando el autor nos lo presenta al principio del libro. A partir de ese punto se suceden los primeros vaivenes: casualmente, presencia un incidente en el que dos hermanos jóvenes de buena familia, se ven implicados en una pelea callejera, de la que salen indemnes gracias a la ayuda que él, curtido en esas lides, les presta; en agradecimiento a su ayuda, sus padres y su hermana Ruth le reciben en su casa. Acude a dicha invitación cohibido y acomplejado por el ambiente refinado propio de cualquier casa burguesa, muy consciente de que todo lo que tiene de experto en reyertas, lo tiene de inexperto en materia de educación y buenos modales. Sin embargo, su empatía con Ruth es mutua e inmediata, quedando fascinada por la fuerza que transmite Martin a pesar de su tosquedad, y quedando él fascinado por el lujo y las comodidades que ve y por la educación y la cultura que supone que hay tras aquel ambiente. Así que con la vehemencia que le caracteriza se enamora perdidamente, y para darle oxígeno a esa pulsión sentimental, decide poner en marcha, con la ayuda de ella, un plan formativo que incluye, por ejemplo, moverse con elegancia, aprender normas de comportamiento, o hablar con la debida corrección; pero sobre todo, empieza a leer sin descanso, en un intento por absorber todo lo que le puede ofrecer el mundo de la cultura, al que idealiza de forma un tanto irreflexiva. Ella a su vez, se encomienda con entusiasmo a la tarea de pulir las maneras y forjar el carácter de aquel joven tan tosco pero tan atractivo. Martin todavía no le habla de amor, porque entiende que, hasta que alcance sus objetivos, no tiene un futuro que ofrecerle, lo que le incentiva a esforzarse todavía más para alcanzar su meta.

Todo lo dicho hasta aquí, está más o menos contenido en las primeras cincuenta, de las cuatrocientas cuarenta páginas que tiene la novela, es decir, representa solamente el arranque de la historia. La trama, al contrario de la mayoría de novelas de London, se desarrolla en el medio urbano y se centra casi todo el tiempo en Oakland, haciendo, como mucho, algún desplazamiento a San Francisco, al otro lado de la bahía. Su desarrollo en el tiempo, abarca un periodo de tres o cuatro años hasta que alcanza su culminación. Con esa base de partida, arranca una novela en la que no tuvo que recurrir a viajes, ni basarse en vidas ajenas (fue acusado de plagio en varias ocasiones), sino contar solo con su propia experiencia en su propia ciudad, y eso llegando hasta donde quiso llegar con la ficción. La trama contiene algunas cosas reales, mientras que otras, o las inventa, o las deforma convenientemente partiendo de hechos auténticos. Pero uno nunca sabe bien dónde termina la realidad y donde empieza la ficción, porque visto objetivamente, “Martin Eden” es una novela y, por tanto, una buena parte de lo que aparece en ella no ocurrió en la realidad.

Quizá lo más importante sea decir que su prosa es sumamente accesible, y a la vez, tremendamente adictiva; si por ejemplo, disponemos de diez minutos libres y queremos aprovecharlos leyendo unas cuantas páginas, es muy posible que acabemos dedicando el doble de tiempo, y hayamos leído muchas más páginas de las previstas, tal es su facilidad, y tal es la adicción a que le somete a uno el texto. Esto tiene su importancia sabiendo lo densas que son las materias que aprende el protagonista, por lo que bien puede darse el caso de que el aluvión de referencias literarias y filosóficas, que va creciendo según avanza la novela, requiera un lenguaje especialmente fluido para seguirlas con facilidad y sin asperezas; y al decir esto me estoy refiriendo a cosas como su devoción por el filósofo Herbert Spencer, que le hace multiplicar citas suyas, o extractos de sus textos, o a la importancia que le da a su ya conocida simpatía por el ideario de Nietzsche. La novela da un exhaustivo repaso a una enorme cantidad de lecturas, obtenidas mediante préstamos de la biblioteca pública, o facilitadas por Ruth, adquiriendo, de paso, el hábito de leer y a la vez tomar apuntes de todo tipo, hasta que empieza por fin a escribir. Cuando lo hace, prueba con algunos ensayos, pero sobre todo con historias de ficción, cortas o largas, sacadas con frecuencia de su experiencia viajera, e incluso, se adentra en el mundo de la poesía, alentado en ese caso por su pujante impulso amoroso por Ruth.

La novela se podría condensar diciendo que describe la transformación de su propio personaje, contada por él mismo y afectando a todo orden de cosas, aunque fundamentalmente a su intelecto y a su personalidad, mostrando claramente cómo esto repercute sobre las personas que le rodean, como sus familiares, su novia, sus amigos y compañeros de todo tipo, que ven con preocupación cómo el empeño y la ilusión que pone en que su obra salga adelante y sea publicada, llegan a afectar a su salud, e incluso a su equilibrio mental. Seguramente, ni el análisis de sus lecturas, ni su batalla por publicar, son asuntos especialmente divertidos, pero es muy interesante observar cómo influyen en el comportamiento y en la personalidad del protagonista. Ahí es donde verdaderamente está —para mi gusto—, lo mejor de la novela; en el proceso que muestra la progresiva modificación de su personalidad. Es un proceso complejo, lleno de bandazos y de contradicciones, como su adscripción al partido socialista, su adicción por el trabajo extenuante, su rechazo de la burguesía, su admiración por las teorías individualistas, y sus ideas sobre el triunfo de los más dotados, que a su vez se apoyan en el amor por la naturaleza y la vida al aire libre que tanto protagonismo tuvo en sus novelas. Si a eso unimos que su éxito le convirtió en un hombre adinerado, y amante de la buena vida, se puede decir que hay un antes y un después, en su vida y el hito que marca esa transición, se podría perfectamente identificar con los años en los que transcurre la trama de “Martin Eden”, en los que se transmutó en un personaje tan peculiar, como para combinar una mentalidad idealista con ser partidario acérrimo del individualismo, o posicionarse enfrente de la burguesía, y sin embargo, vivir inmerso en una vida cotidiana de marcado carácter hedonista.

En mi opinión, su mayor interés está en contemplar cómo su trama, mezcla de ficción y realidad, describe las mutaciones que sufrió en aquella etapa en su vida y en su mente, dando lugar a transformaciones que alteraron su personalidad y que, unidas a una prosa excepcionalmente atractiva, conforman una novela completamente atípica dentro de su obra, pero no por ello menos interesante que las demás.

Escrita hace 6 años · 5 puntos con 2 votos · @sedacala le ha puesto un 9 ·

Comentarios

@Faulkneriano hace 6 años

Debe ser curioso leer un London urbano, después de tantas aventuras.

No me f´ío mucho de London cuando acomete una novela de más de 400 páginas. Su mejor baza siguen siendo los relatos. Pero esta pinta interesante, quizá por lo que tenga de autobiográfico. O será tu reseña, sedacala. Lo que me escama es la insistencia en el nefasto Herbert Spencer, que influyó poderosamente en el autor, y no para bien.

@sedacala hace 6 años

Ya había leído tu opinión sobre el mensaje con influencia de Nietzsche, que late más o menos oculto en las novelas de London. A Spencer lo desconocía como personaje y por tanto ignoraba totalmente sus ideas, pero, por lo que he leído, tuvo una gran influencia en el siglo XIX hasta que decayó posteriormente, terminando por caer en el olvido. Así que no sabía lo nefasto de su carácter aunque, no sé por qué, me lo imaginaba.

Pero, sintetizando, lo que yo he sacado como más provechoso de la lectura de esta novela, es que, al margen de la temática aventurera, su escritura es tremendamente adictiva, con una gran capacidad para enganchar al lector en el tema del que se ocupa, sean aventuras, o no lo sean. Es un gran escritor. También seguramente, como persona tenía sus defectos, y su manera de entender la vida debió estar llena de contradicciones. Pero en todo caso, era un personaje muy peculiar que partió de cero, lo que tiene su mérito. A pesar de todo puede que sea un poco largo para algunos, pero a mí me ha interesado mucho, por eso lo reseñé.

Saludos.