LOS GLORIOSOS DÍAS DE LA RADIOFIDUSIÓN por Ujaraq

Portada de LA TÍA JULIA Y EL ESCRIBIDOR

Hay un ingrediente del libro muy cautivador y creo que Mario Vargas Llosa lo exprime de un modo arriesgado y divertidísimo: el retrato del universo radiofónico y la presencia que éste tuvo en su momento en la sociedad peruana -y en tantas otras, un bonito ejemplo es la película de Woody Allen "Radio Days" ambientada en el Brooklyn de los años 40-. En la emisora donde trabaja el joven Mario nos encontramos con un puñado de personajes fabulosos desde los dueños (Genaro-hijo y Genaro-papá) pasando por los intérpretes de los radioteatros hasta el Gran Pablito, el factótum asmático de Mario que, entre siesta y siesta, se encarga de subirles empanadillas a los redactores.

Pero el personaje nuclear es Pedro Camacho, el extravagante escritor e intérprete boliviano de los radioteatros. El escribidor le permite a Mario Vargas Llosa hacer un ejercicio de ventrilocuismo literario. Ahí es donde reside el riesgo de la Novela. El libro, en vez de seguir un orden lineal, alterna capítulos donde se desarrolla la trama central (que, en resumidas cuentas, son las inquietudes literarias de Mario y el romance con su Tía) con las historias que todos los peruanos podían escuchar desde sus receptores narradas por Pedro Camacho y su tripulación de pintorescos actores radiofónicos. Podríamos decir que La Tía Julia y el Escribidor es, a la vez, una novela y un libro de cuentos.

Este 'salto' no se produce solamente entre los contenidos, ya de por sí curiosos porque Pedro Camacho tiene la enfermiza tendencia de escribir historias malsanas sobre incesto, estupro, parricidio, castración y una larga lista de despropósitos truculentos. Lo que resulta más curioso es que Mario Vargas usa al escribidor para redactar, dentro del mismo libro, con dos registros distintos. Las historias de Pedro Camacho son de un estilo hiperbólico hilarante que sería forzado sin la complicidad con el lector sabedor que, hipotéticamente, el narrador es el pintoresco redactor boliviano. Cito el principio de una de sus historias para dar mejor cuenta del disparatado estilo.

"La historia del Reverendo padre don Seferino Huanca Leyva, ese párroco del muladar que colinda con el futbolístico barrio de la Victoria y que se llama Mendocita, comenzó medio siglo atrás, cuando un joven de buena familia que gustaba darse baños de pueblo, estupró en un callejón del Chirimoyo a una jacarandosa lavandera: la Negra Teresita."

Y esta forma exagerada de escribir es realmente graciosa y creo que hace mucho más amena la lectura. Hasta el punto de desear que pasen los enredos amorosos del protagonista para ver cuál será la próxima insólita narración de Pedro Camacho. En cierto modo, Mario Vargas, consigue que el lector sienta la misma captación que hizo tan populares los radioteatros entre los oyentes peruanos de mediados del siglo pasado.

Por cierto, el último capítulo es terriblemente superfluo. Parece más fruto de una necesidad de autocomplacencia por desenlazar de un modo veraz la propia experiencia del autor que por cualquier tipo de interés para los lectores. La historia ya está cerrada en la página 428. El epílogo final es "huachafo".

Escrita hace 7 años · 5 puntos con 5 votos · @Ujaraq le ha puesto un 8 ·

Comentarios

@Ujaraq hace 7 años

Ups, RADIODIFUSIÓN

@Ujaraq hace 7 años

que rima con confusión

@Faulkneriano hace 7 años

La alternancia de que hablas, Ujaraq, es un riesgo considerable que Vargas Llosa soluciona solo a medias: la novela se convierte en un híbrido que se lee, a veces, con cierta incomodidad, aunque tenga momentos brillantes. Novela muy autobiográfica, sobre sus amores con su primera mujer, más descarada que autocomplaciente. Vargas Llosa puede hacerlo mejor, desde luego, pero es obra muy agradable de leer.

Bienvenido, por cierto.

@Ujaraq hace 7 años

Ya me imagino que 'de cara a la galería' lo más llamativo de la novela es ese descaro autobiográfico. No sólo no se avergüenza de casarse con familiares si no que lo airea y le saca rédito. Lo que ocurre es que, a mi, la vida de MVL me importa un bledo (perdón por la grosería). Quiero decir que si la historia del joven escritor enamorado de su tia política fuese totalmente falsa me interesaría lo mismo. Por eso el útimo capítulo donde hace un desenlace real de su vida 10 o 15 años después, para los lectores del libro como una novela más allá del autor, nos resulta desentonado y un poco punzante.

En cambio, el tema de los radioteatros sí que me interesa mucho. En ese aspecto el libro me parece bastante acertado al integrar los radioteatros dentro de la trama sin dañar su autonomía como historias propias, por eso en la reseñita me he centrado en P. Camacho y sus relatos, las joyas de la radio peruana. (La veracidad, aunque solo sea parcial y exagerada, de esa sociedad que sintonizaba cada día los radioteatros para escuchar las historias demenciales de radio panamericana, esa veracidad sí que tiene algún interés para mi, esa sí.)

Y muchas gracias por la bienvenida, intuyo que serás el mayordomo real de esta casa jaja

@Faulkneriano hace 7 años

Soy un tipo con bigote, no more.