PADRE STEPHEN por sedacala

Portada de EL CARDENAL

“El cardenal” es una novela, publicada en 1950, cuya acción transcurre entre los años 1915 y 1939. Su autor, Henry Morton Robinson, escribió otras, pero aparte de un ensayo de autoría compartida con J. Campbell, sobre el Finnegans Wake de Joyce, “El cardenal” es la más conocida y aún más después de que Otto Preminger filmara en 1963 la película homónima. Ambas, novela y película, están basadas en la figura, muy conocida por entonces, del cardenal americano y arzobispo de Nueva York, F. Joseph Spellman, y narran la vida del sacerdote católico de ascendencia irlandesa, Stephen Fermoyle, desde su consagración en 1915, hasta su nombramiento como cardenal al principio de la segunda guerra mundial. En esos veinticuatro años, la novela recorre distintas etapas de la vida del padre Fermoyle, hasta la culminación de su carrera eclesiástica.
Antes de avanzar en el análisis del libro, me gustaría precisar algunas cuestiones previas. Su autor lo escribió en 1950, desde una perspectiva propicia al personaje y a la institución que representaba. Hay que considerar que cualquier libro que por aquellos años hablase de la Iglesia católica, tenía que tener un tono edificante y sin rastro de crítica y, no sólo no podían aparecer en él curas pederastas ni corruptelas económicas ni nada parecido, como ocurriría hoy, sino que tenía que dar una imagen modélica, ejemplar, e irreprochable; cualquier otro enfoque por debajo de eso, hubiera sido escandaloso y, además, no habría tenido éxito. Por tanto, no cabe esperar que “El cardenal” incluya contenidos escabrosos o polémicos como los contendría, con toda probabilidad, si se hubiese escrito hoy, y cabe preguntarse: ¿En tal caso, qué cuestiones cabía esperar que abordase una novela sobre la Iglesia, en 1950? Veamos en los dos bloques siguientes, un extracto de las cuestiones tratadas en “El cardenal”.

1.- La vida del padre Fermoyle, su familia, y su posición en la Iglesia católica.
La novela arranca con el retrato de sus padres y hermanos en la intimidad del domicilio familiar, después desaparecen, y vuelven a aparecer intermitentemente, a modo de Guadiana irlandés. Su conciencia, también entra y sale de la novela, regularmente, empeñada en un debate “ad aeternum” con su otro yo terrenal conmocionado por una señora italiana de clase alta, cuya belleza, cultura y refinamiento, no puede apartar de la mente. Esta fase en la que la trama contempla a un Stephen Fermoyle, sujeto a debilidades humanas, pero también sensible al sufrimiento de los demás, cubre aproximadamente la mitad de la trama biográfica. La otra mitad, sigue su progresión en la jerarquía de la Iglesia, desde el puesto de vicario, en varias parroquias, de párroco, secretario del obispo y otros puestos más hasta llegar al cardenalato, que da título a la novela. Es una narración que enseña las interioridades de la Iglesia católica, permitiendo conocer los derechos y obligaciones atribuidos a sus miembros, así como las funciones que han de afrontar, incidiendo mucho en la administración de los recursos y de las aportaciones de los feligreses. En fin, que la lectura de “El cardenal” conduce al lector a un mayor conocimiento de los entresijos de la Iglesia católica.

2.- La actitud de la Iglesia ante la moderna sociedad industrial y consumista.
Dejando atrás el lado más personal y privado del protagonista, la novela analiza la forma en que la Iglesia católica americana, como entidad autónoma, se relaciona e interactúa con la sociedad civil americana, tanto sea con el aparato del Estado, cómo con la opinión pública, explicando las reacciones que la Iglesia provoca en ésta última, y a la inversa, las reacciones que los nuevos modos de vida provocan en la Iglesia católica, que ha de fijar su postura y sus directrices ante ellos. Tiene una gran importancia el hecho de que el autor del libro sea americano (léase estadounidense), y que durante casi toda la novela, a excepción de los episodios romanos, hable de personajes e instituciones americanas, lo que convierte esta parte de la trama en un debate en clave estadounidense, muy alejado, por tanto, del ambiente europeo coetáneo, y no digamos nada del español, por entonces sumido en una confrontación, excesivamente radicalizada, con el Estado.

Estos, así agrupados en dos bloques, son básicamente los temas de los que trata, concluyendo que la novela es la biografía del cardenal Stephen Fermoyle contada sobre el fondo del debate que libraba la Iglesia católica americana con la administración de su propio país. El referente del protagonista en la vida real, el cardenal Spellman, vivió hasta 1964, por lo que tuvo tiempo de ver publicada la novela e incluso, de ver la película. Fue un hombre que por su encanto personal, por su habilidad como gestor, por sus relaciones, o por otras razones, fue muy popular y conocido en su época.
Entre las bazas de la novela, está la descripción de sus amplísimas relaciones personales, feligreses, otros sacerdotes, gente influyente, gente humilde, personas del mundo de la cultura, y altos dirigentes de la Iglesia, tanto en Estados Unidos como en Roma. Otra baza importante es lo que agrupo bajo el epígrafe: “diálogo interior de Stephen Fermoyle”, que es el testimonio vibrante de las dudas que, periódicamente, atenazaban al hombre, que, aun con una enorme confianza en la solidez de su fe, sabía del valor de la constancia y de saber apartarse a tiempo para no poner en riesgo la misión a que había dedicado su vida. En esa materia, el texto es muy claro, al aseverar que, aun con la fortaleza que le confiere su fe, su conciencia, la del hombre no la del sacerdote, se tambalea ante el desafío de la carne, pero, también, ante los durísimos dilemas éticos, que le reclama la Iglesia y ante las disyuntivas morales que le hacen dudar entre lo social y lo evangélico. Creo que cualquier lector que se enfrente a esta novela desde una perspectiva laica, tendrá como máximo aliciente la expectativa de adentrarse en los últimos rincones de su mente, la del ser humano, tratando de explorar sus sentimientos en busca de las motivaciones que le llevaron por la senda religiosa. En esa búsqueda, la novela no defrauda, al exponer su pensamiento e interpretarlo de forma precisa, con el abierto testimonio de sus luchas internas.
La edición sudamericana de que dispuse es lujosa pero deficiente, por estar plagada de errores, como renglones enteros sin espacios entre palabras, u otros fallos parecidos. En cuanto a la narración en sí misma, es correcta aunque tampoco especialmente brillante; son frecuentes los pasajes de emotividad superlativa, comprensibles con personajes de su familia y siendo novela biográfica, en la que el paso del tiempo actúa repetidamente sobre los personajes provocando recuerdos y añoranzas, más aún con personajes entrañables, como es el caso de sus padres y hermanos.
Dejando ya de lado la vida personal de Fermoyle/Spellman, que es el asunto central de la novela, subyace el otro asunto importante. Y lo es porque crea un debate de fondo que da valor añadido al libro, permitiendo que el lector reparta su atención entre las cuitas del padre Stephen y el debate de lo secular contra lo confesional, en los EEUU. La sociedad americana hubo de posicionarse, en aquella época, respecto a importantes cuestiones emergentes, véanse varios ejemplos: una etapa inicial de prosperidad y consumismo tras el fin de la gran guerra; el subsiguiente colapso financiero y depresión que dejó en la miseria a millones de personas; la controversia sobre el control de la natalidad; la deontología médica ante los avances de la cirugía y la medicina en general; la prohibición de consumir bebidas alcohólicas; el gansterismo y la falta de moralidad pública; el asentamiento del propio capitalismo; el racismo con el surgimiento del Ku Klux Klan, y algunos más. Son cuestiones con lecturas diferentes vistas desde la administración, o vistas desde la Iglesia católica, y los miembros de la opinión pública en general, y de la católica, en particular, tenían que escuchar a los dirigentes de ambos estamentos y actuar conforme a su conciencia, o a los mensajes que unos y otros difundían. Los posicionamientos radicalmente opuestos en muchos de estos temas, fueron una fuente frecuente de enfrentamientos entre el Estado y la Iglesia. Y como consecuencia de esos enfrentamientos aparece un último debate: la delimitación de las relaciones Iglesia/Estado, y las fronteras que impone la administración a la Iglesia en determinados asuntos. Estas cuestiones, referidas al debate entre el poder civil y la influencia del poder espiritual, alcanzaron un punto de agitación que se explica en la novela desde una óptica católica, aunque con buenas dosis de liberalidad, y aceptando —punto clave— restringir su ascendiente al ámbito de la intimidad de las conciencias. La administración, tendía a creer poco en las intenciones de la Iglesia, temiendo que ésta buscara meterse en asuntos fuera de su competencia. Por provenir de Roma, ese intervencionismo tomaba forma de injerencia extranjera, alimentando en los americanos un sentimiento nacionalista, que dificultaba mucho la buena relación con los católicos. Hasta 1929, con el Tratado de Letrán, no se cerró la “cuestión romana”, el pleito con el Estado italiano, iniciado en 1870. Oficialmente, los “Estados Pontificios” seguían vigentes de “jure”, aunque “de facto” hubieran desaparecido. Y hay que recordar que los “Estados Pontificios” representaron el poder temporal, fuerza militar incluida, que tuvo la Iglesia católica en un tiempo no tan lejano. Naturalmente, es ridículo e impensable que representantes de los Estados Unidos pudieran temer al poder temporal de unos “Estados Pontificios” extintos en la práctica desde Garibaldi, pero sí que es concebible un rechazo frontal y orgulloso a la presión que sentían por parte de una organización tan mundialmente extendida y tan influyente, como la Iglesia católica.
En fin, que todas estas cuestiones, siempre vistas desde una perspectiva absolutamente local y americana, definen una interesante música de fondo, de carácter fundamentalmente político, sobre la que se superpone la biografía del padre Stephen. Ese es, más o menos, el contenido de “El cardenal”.

Escrita hace 8 años · 5 puntos con 3 votos · @sedacala le ha puesto un 7 ·

Comentarios

@Tharl hace 8 años

Es curioso, Sedacala, que para ser alguien que afirma no ser especialmente cinéfilo, desempolves a menudo novelas como esta: productos de su tiempo que para mi generación sólo son recordadas, si lo son, por su adaptación al cine clásico.

No siento especial interés por las novelas sobre la iglesia, pero prefiero novelas como esta que comentas -complaciente con la iglesia pero inquisitiva en sus temas- que aquellas que, para tener éxito, se obligan a rebuscar en la basura sin preocuparse por el resto. Hoy en día lo escandaloso sería lo contrario. Además, la época relatada es muy importante para comprender el funcionamiento de la iglesia hoy. Por eso no debe ser demasiado inconveniente que el punto de vista sea americano, al fin y al cabo, desde el cine y la televisión y la imposición del inglés en todos los ámbitos, todos somos americanos, ¿no? Por lo menos los que nacimos tras la transición. De todas formas, seguramente, las discusiones que señalas debieron de estar muy influidas por la mayoría protestante de Estados Unidos y la importancia del pensamiento protestante en la cultura e identidad estadounidense.

Vaya que, tras esta reseña, tendré que ver la película.

@sedacala hace 8 años

Tengo que reconocer que a veces no sé qué leer. Como le decía a Faulkneriano recientemente, hay tantos géneros y tantos asuntos que no me gustan, que encuentro enseguida los límites de lo que sí me gusta, con la sensación, errónea, de que ya no me queda nada que leer, pero claro, es sólo una sensación, porque, aun limitado a lo que me gusta, hay material de sobra y nunca creo que pudiera agotarlo. Y digo esto porque, en esos momentos de desorientación, mi mente se pone a trabajar buscando referencias y en ese proceso recordé aquella película de la que oí hablar con trece o catorce años, de la que todos los mayores hablaban y de la que hablaban bien además (yo no vi la película, no tenía edad, creo que era para mayores de 18, o tal vez de 16 por aquel entonces). Obviamente, como te pasa a ti, el tema no me hacía mucha gracia, pero bueno, todo es probar. Conocí a través de Internet los datos del autor de la novela, la busqué y me decidí. Y me gustó, moderadamente digamos, pero me gustó. Es verdad que leyéndola detectas inmediatamente ese tono de novela de otra época, en la que se ponderan conceptos muy distintos a los de hoy, pero eso también pasa en el cine y nadie reniega de un clásico de la pantalla porque el tono de la narración y de los asuntos que toca, estén desfasados a día de hoy.
Lo del punto de vista americano tiene su importancia, en el sentido de que acerca mucho el discurso de la película. El punto de vista español o europeo de los años treinta, era mucho más retrógrado o anticuado que el de EEUU, lo que facilita mucho su lectura actual. No es cuestión de que todos hoy seamos más americanos, sino de que estamos mucho más evolucionados y lo americano, que en algunas cuestiones, sobre todo lo relacionado con las armas o la violencia racial, parece que se hayan quedado en el Far West, en otras supone avances cualitativos notorios.
Creo que aciertas cuando relacionas el asunto religioso en EEUU, con la influencia de las religiones protestantes. En los tira y afloja que el protagonista de la novela mantiene con la administración, el padre Stephen actúa codo con codo con los representantes de las otras iglesias, pero en esa batalla su papel es más difícil que el de los otros, porque la administración considera a las otras iglesias organizaciones americanas, mientras que a los católicos los tiene por una sucursal de Roma, quiero decir que los otros no sólo juegan con la ventaja de ser mayoritarios (que tampoco lo son tanto por estar muy divididos), sino que juega a su favor su carácter autóctono, cuando a los católicos se les considera poco menos que unos infiltrados (estoy exagerando un poco pero por ahí van los tiros).
Lo cierto es que estas cuestiones tienen un tinte fundamentalmente político e histórico, y como tal le añaden bastante interés a la novela.

@Faulkneriano hace 8 años

La pelicula se hizo famosa porque era muy larga (tres horas en los 60 era una eternidad digna de David Lean) , porque salía el Ku-Kux-Klan, que a los niños nos parecían los nazarenos de la Semana Santa y porque azotaban a Tom Tryon, lo que era una barbaridad, y más siendo un cura: la cosa era tan evidente que hasta salía en el cartel, para indignación de alguno que otro. A mi me parecio un buen tostón. Claro que yo era un adolescente.

Qué raro que no hayáis mencionado Las sandalias del pescador (de la que me pasé toda mi infancia y adolescencia huyendo como la peste, no sé muy bien por qué, supongo que por creerla otro buen tostón) Y eso que estudié en los Maristas.

La novela no me parece muy prometedora. Esta vez no me has hecho mella, sedacala.

@sedacala hace 8 años

¡Hombre claro que no! No lo conseguí con “Lo que el viento se llevó”, mucho menos con esta.

Yo no he visto la película, pero por lo que dices Otto Preminger le dio mucha importancia, por su efectismo, al tema de los latigazos de la gente del Klan, que es un episodio que en la novela tiene poco peso y que, tras leer el libro, ni siquiera te acuerdas del asunto. En cambio la novela es muy emotiva por otras razones que tienen más que ver con la bondad, la maldad y la familia cristiana, en fin cosas que no están muy de moda y que recuerdan más a Marcelino, ya sabes, el del pan y el vino.

Por todo lo que he visto en Internet, Las sandalias del pescador, encaja mejor que ésta en el clásico best-seller, con una trama que no se apoya en los hechos reales. Es una película de la que también recuerdo comentarios, pero no tan elogiosos como de esta. Como decía en la reseña, uno de los alicientes de El cardenal, es que permite conocer las circunstancias políticas del periodo de entreguerras, y los tejemanejes de la Iglesia en aquel caldo de cultivo, con Mussolini, con los papas auténticos de aquel periodo, con el cardenal español Merry del Val (Rafael) y con la situación, curiosa, de la Iglesia católica en EEUU.

@Faulkneriano hace 8 años

Robinson pinta mejor que Morris West, que cae claramente dentro del territorio best-seller. Por cierto que el autor de Las sandalias... había escrito antes la no menos exitosa El abogado del diablo.

Es interesante .lo que cuentas: ya suponía yo que lo del KKK debía estar un poco hinchado en la película. Desde luego,son más interesantes los tejemanejes del Vaticano en plena Italia mussoliniana.

@sedacala hace 8 años

Sí, en esta último frase, has señalado quizá lo más interesante de este libro.

@Faulkneriano hace 8 años

Tú eres el que mejor lo sabrá, que para eso te has leido la novela.

Una pregunta de historiador: ¿habla de los Pactos de Letrán con el estado italiano, donde se refundó el estado vaticano?

No, si al final me lo voy a leer.

@sedacala hace 8 años

Mira, extractando en dos palabras mi opinión, es una novela y no un libro de historia. Lo que yo sé sobre los pactos de Letrán, lo he leído en otros sitios y mira que es un asunto que siempre me llamó la atención. En la novela española de finales del XIX, se mencionaba mucho en boca de los sectores más conservadores, pero datos, lo que se dice datos, pocos, hay que ir a buscarlos. No recuerdo bien si se habla de ello en la novela, creo que sí, o que, al menos, se menciona. Pero el mayor interés de esas fases romanas está en la descripción del ambiente prebélico y en su conexión con los asuntos vaticanos. Creo recordar que hace dos viajes a Roma, o tres…, no me acuerdo, pero en cualquier caso son algo así como paréntesis en una novela muy americana. Yo, en la nebulosa mental que recordaba de mi niñez, creía que eran episodios con más peso en la novela, pero apenas abarcan un 25% de su extensión, el 75% restante ocurre en los EEUU. Esto me decepcionó un poco porque creía que era más. Pero lo que para mí pesa más de “El cardenal”, es ese tono arcaico del cura bondadoso y desprendido, que vive para los demás, que tiene una entereza de carácter que puede con todo, y que no se deja abatir por más que las circunstancias de la vida, a veces, muy duras, le pongan a prueba constantemente, ese tono un poco melodramático (por momentos llega a ser muy emotivo) de la novela es lo que más afecta de su lectura, recordando los efectos ultrasensibles de un Capra en “Qué bello es vivir”, o McCarey en “Siguiendo mi camino”.