MADAME BOVARY por Guille

Portada de MADAME BOVARY

Cada vez estoy más convencido de que la forma, el estilo, es lo que marca la diferencia en un relato, mientras que lo contado no deja de ser una condición necesaria pero insuficiente y pudiera ser que ni siquiera fuera necesaria. Comprendo perfectamente a Flaubert cuando desea…

“Lo que me parece hermoso, lo que quisiera hacer, es un libro sobre nada, un libro sin atadura externa, que se mantuviese por sí mismo por la fuerza interna de su estilo, como la tierra sin ser sostenida se mantiene en el aire, un libro que casi no tuviera tema o al menos en el que el tema fuera casi invisible, si puede ser.”

Pues bien, es ese estilo, esa forma que tanto le costó al autor conseguir en su novela lo que no he sabido disfrutar como seguramente debiera. Parafraseando al autor, hay perlas, magníficas, brillantes, pero el collar no acaba de sentarme bien.

Todo lo demás funciona. La trama está perfectamente estructurada, desarrollada y bien contada, a veces espléndidamente bien contada. Los temas, interesantes, desde la crítica social (aunque ahora algunos de los personajes nos puedan parecer clichés) hasta ese, el principal, tan bien resumido en la fantástica frase,

“agostando toda dicha a fuerza de quererla demasiado grande”,

una versión de esa otra que a mí siempre me ha gustado mucho: “lo mejor es enemigo de lo bueno”.

Y tampoco soy el tipo de lector que necesite empatizar o verse reflejado en los personajes, aunque sí necesito que no me dejen frío y Emma, cuya descripción no puede ser más certera y concisa,…

“Acostumbrada a las cosas tranquilas, se inclinaba, por contraste a las accidentadas. Le gustaba sólo el mar por las tempestades, y el verde sólo salpicado entre ruinas. Necesitaba sacar de las cosas una especie de provecho personal; y rechazaba como cosa inútil todo lo que no contribuía al consumo inmediato de su corazón, pues de temperamento más sentimental que artista, buscaba emociones y no paisajes.”

… (una de esas perlas a las que me refiero) no es de los que te deja indiferente y la posición que ante ella mostramos nos califica. Habrá quien alabe su rebeldía ante todo aquello que no cumple sus elevados requisitos, quizás quiméricos; habrá quien le critique su egoísmo; habrá quien guste de su rabiosa búsqueda del goce, de la aventura excitante, ese gusto tan wildesiano por lo superfluo; habrá quien le reproche su personalidad caprichosa e irresponsable; habrá quien guste de su ingenuidad, su frescura, su inconsciencia; habrá quien rechace su cursilería, su romanticismo folletinesco… y habrá a quien todo ello le parezca la composición de un gran personaje.


Mi edición de la novela (traducción de Consuelo Bergés) viene rematada con la correspondencia del autor en la que se alude a la novela, y en la que encontré algunas cosas sorprendentes.

Lo primero es que la personalidad del autor no ayuda mucho a encariñarse con su obra, cosa de prejuicios a los que soy especialmente sensible. En este sentido, estoy absolutamente de acuerdo con Flaubert cuando dice aquello de que “los ídolos no hay que tocarlos: se queda el dorado en las manos”.

En segundo lugar, me llamó mucho la atención la posición del autor frente a sus personajes y frente al tema de la novela:

“Piensa que tengo que entrar a cada cinco minutos en pellejos que me son antipáticos.”

“A veces la vulgaridad de mi tema me da náuseas, la necesidad todavía en perspectiva de escribir bien tantas cosas vulgares me aterra.”

“Tengo que hacer grandes esfuerzos para imaginar mis personajes y después para hacerlos hablar, pues me repugnan profundamente.”

Lo cual, según su propio argumentario, suponía un punto a su favor.

“Cuanto menos se siente una cosa más apto se es para expresarla exactamente”

“No hay nada peor que poner en arte sentimientos personales (..)Tu corazón, alejado en el horizonte, lo iluminará en el fondo en lugar de deslumbrarte en el primer plano.”

Y, por último, me sorprende el sufrimiento con el que escribió la obra, el hercúleo esfuerzo que le suponía cada página, cada frase, casi cada palabra. (aunque no descarto el, como dirían mis hijos, simple postureo).

“Me da vueltas la cabeza y me arde la garganta de haber buscado, bregado, cavado, contorneado, tartamudeado y gritado, de cien mil maneras diferentes, una frase que por fin acaba de terminarse. Es buena, respondo de ello, ¡pero no ha salido sin esfuerzo!”

Un tipo de comentario que se repite hasta la saciedad en las muchas cartas que escribió durante los cuatro años que tardóe n concluir la novela, pero, cómo el propio narrador llega a decir:

“La palabra humana es como una caldera rota en la que tocamos melodías para que bailen los osos, cuando quisiéramos conmover las estrellas.”

Escrita hace 8 años · 5 puntos con 4 votos · @Guille le ha puesto un 7 ·

Comentarios

@FAUSTO hace 8 años

Buena e interesante reseña, Guille. Muy revelador los fragmentos que destacas de sus cartas donde describe a la perfección la labor agridulce de la elaboración y trabajo que supone, según mi opinión, una obra maestra. Suscribo todo lo que te ha gustado de “Madame Bovary”: trama, crítica social y protagonista. Sin embargo, yo sí que destaco más este último ingrediente y valoro más su aportación a la obra global. Emma me parece uno de los grandes personajes (con mayúsculas) de la literatura universal, su fuerza y valor reside en su carácter contradictorio pero con una gran capacidad de fascinación. Como escribí en otra reseña: “Es una persona con multitud de virtudes y defectos, más de lo último, que le confiere una personalidad bastante real y peculiar. No es un figura agradable: cruel, egoísta, madre desnaturalizada, etc. , y como contrapartida tiene bastante de Quijote (también los libros le sorben el seso): ingenua, valiente y, por momentos, atrayente.”

Resulta curioso que destaques desde el principio el estilo y la pretensión del autor de llegar a una “ficción utópica” donde el estilo sea todopoderoso y que el valor y la esencia del escrito sea supeditado a él. Para mí, después de leer 4 obras suyas (“Memorias de un loco”, “Salambó”, “Bouvard y Pécuchet” y la que nos ocupa) es un autor inclasificable en cuanto a su estilo, un “literato proteico” que, si valen las comparaciones absurdas, sería el David Bowie de las letras, todo un camaleón de la expresión. Leyendo ese sorprende primer párrafo que nos pones sobre la pretensión de Flaubert de lograr un libro sobre nada sólo sostenido por el estilo, me ha recordado inmediatamente a “Salambó” (y hablando sobre tratar de la nada, y aunque no tiene ninguna relación, también me recordó a la excelente serie “Seinfeld”), una novela con una estética impoluta y brillante que eclipsa por completo el argumento, seguramente por eso no me entusiasmo. Aunque, afortunadamente, con “Madame Bovary” hay un equilibrio más igualitario y provechoso entre ambas facetas; la forma y el contenido están armonizados en su justa medida.

@Faulkneriano hace 8 años

Me interesa lo que cuentas, Guille. Flaubert no fue nunca un escritor al uso, eso está claro. Puede que sea, con Dostoievski, el menos predecible de los autores decimonónicos (sin desdoro de los perfectos narradores que vivieron en ese siglo, que fueron muchos)

Solo la muerte, antes de los 60 años, cortó una trayectoria novelística que exploraba sin cesar nuevos rumbos. Solo hay que leer Bouvard y Pecuchet para saber hacia dónde apuntaba en sus últimos años y que tendía, como dice Fausto, a esa feliz novela sin argumento que a veces bordeaba, para desesperación de lectores convencionales. No es el caso de Madame Bovary ni tampoco de Salambó (aunque reconozco que aquí está mucho más cerca: es más "arriesgada" en ese sentido que Bovary, clásica novela de adulterio sublimada por el estilo) Mucho Flaubert.

@Guille hace 8 años

Gracias a los dos.

Estoy de acuerdo contigo, Fausto. La novela tiene en el estilo y en el personaje de Emma sus dos puntos fuertes. La crítica social y el tema del adulterio serían de gran importancia en su época pero no son lo suficientemente relevantes como para sostener una obra a lo largo del tiempo como es este el caso.

Solo he leído esta obra del autor. Quizás más adelante repita con La educación sentimental y podré hablar de su estilo con un poco más de base.