EL PERSEGUIDOR por Guille

Portada de PALINURO DE MÉXICO

Palinuro de México ha sido una gozada, de esa clase excepcional de gozada solo provocada por libros tan especiales y míticos como Rayuela. Únicamente me da rabia no ser poseedor de una cultura más amplia para haber aprovechado y gozado aun más de su lectura.

Y es que Palinuro, como bien nos dice Francisco González Crussí en el prólogo de libro, “nació bajo el signo de la desmesura: todo en él es hipérbole, exceso, colmo y demasía” o “Maravilloso torrente de metáforas deslumbrantes, de barroca imaginación y de lirismo arrebatador”. Cascadas de metáforas, ríos de erudición, océanos de ingenio por donde transitan corrientes de psicodelia y donde se bañan personajes inolvidables, tan inolvidables ya para mí como aquella pareja Horacio-Maga de Cortázar.

Y siguiendo con el paralelismo cortaciano, siempre muy presente en mi lectura, Fernando Palinuro del Paso se me presenta como un Perseguidor que pretende abolir tiempos y espacios o, en su defecto, agrandarlos hasta el infinito que viene a ser lo mismo o parecido. El perseguidor incansable de esa palabra que lo contenga todo o, en su defecto, de pléyades de ellas que converjan en el concepto perseguido, que viene a ser lo mismo o diferente. Perseguidor de otros mundos, no por escapismo de este sino por su ensanchamiento, y, por eso, también inquisidor de prejuicios y tabúes, y, por eso, también burlador de lo fijo, de lo dado, de lo establecido, y, al tiempo, verdugo de la unidad en la identidad del hombre y de las verdades absolutas, y, por eso, también abogado de borracheras y drogas, de sexo fornicador, de sexo masturbatorio, y hasta de sexo incestuoso, al que no le sobra ni le falta agujero alguno que desear, buscar, penetrar e inundar. Perseguidor del chiste y la parodia, de la piel de plátano y la corrosión de los cimientos, de la carcajada liberadora y de todas las sonrisas posibles, de la ocurrencia y la ordinariez, del ingenio y la patochada. Perseguidor de combinaciones de palabras nunca antes combinadas, de confusiones ordenadas y ordenaciones confusas, de metáforas nunca antes soñadas, de fantasías de ayer y de hoy, de imaginaciones al poder y donuts sin agujeros, de mundos patas arriba y peluches gigantes acariciándoles la panza más o menos situada a la altura y anchura de México.

Un libro con una clara ambición de inundar todos los universos habidos y por haber; de traspasar cualquier límite impuesto a la novela y al hombre, sin olvidar a la mujer; de meterse en todos los recovecos del alma y del cuerpo; de meterse y de llenarlos: el silencio está prohibido en Palinuro. Fernando del Paso nos riega de palabras, nos reboza y nos rellena de ellas, modificando significados, invirtiendo significantes, buscando movernos del sitio, alterarnos el mundo, mudarnos el pensamiento, siempre tan supeditado a la palabra.

Puede que técnicamente no sea una novela intachable, que académicamente tenga fallas, pero su frescura y su fuerza -todo da impresión de primera vez, de verdadera creación-, la desfachatez, la irreverencia, la poesía -no hay que olvidar la poesía del texto-, el anarquismo y subversión de estructuras, estilos y tramas es tan grande que la hace enorme.

Y ahora no puedo resistirme a la tentación de traer aquí dos pedacitos del libro como muestra de lo que os podéis encontrar en cada esquina de sus muchas páginas:

“un día la besé en francés. Ella se limitó a bostezar en sueco. Yo la odié un poco en inglés y le hice un además obsceno en italiano. Ella fue al baño y dio un portazo en ruso. Cuando salió, yo le guiñé un ojo en chino y ella me sacó la lengua en sánscrito. Acabamos haciendo el amor en esperanto”.

“Hacíamos el amor compulsivamente. Lo hacíamos deliberadamente. Lo hacíamos espontáneamente. Pero sobre todo, hacíamos el amor diariamente. O en otras palabras, los lunes, los martes y los miércoles, hacíamos el amor invariablemente. Los jueves, los viernes y los sábados, hacíamos el amor igualmente. Por últimos los domingos hacíamos el amor religiosamente. O bien hacíamos el amor por compatibilidad de caracteres, por favor, por supuesto, por teléfono, de primera intención y en última instancia, por no dejar y por si acaso, como primera medida y como último recurso. Hicimos también el amor por ósmosis y por simbiosis: a eso le llamábamos hacer el amor científicamente. Pero también hicimos el amor yo a ella y ella a mí: es decir, recíprocamente. Y cuando ella se quedaba a la mitad de un orgasmo y yo, con el miembro convertido en un músculo fláccido no podía llenarla, entonces hacíamos el amor lastimosamente. Lo cual no tiene nada que ver con las veces en que yo me imaginaba que no iba a poder, y no podía, y ella pensaba que no iba a sentir, y no sentía, o bien estábamos tan cansados y tan preocupados que ninguno de los dos alcanzaba el orgasmo. Decíamos, entonces, que habíamos hecho el amor aproximadamente. O bien Estefanía le daba por recordar las ardilla que el tío Esteban le trajo de Wisconsin y que daban vueltas como locas en sus jaulas olorosas a creolina, y yo por mi parte recordaba la sala de la casa de los abuelos, con sus sillas vienesas y sus macetas de rosasté esperando la eclosión de las cuatro de la tarde, y así era como hacíamos el amor nostálgicamente, viniéndonos mientras nos íbamos tras viejos recuerdos. Muchas veces hicimos el amor contra natura, a favor de natura, ignorando a natura. O de noche con la luz encendida, mientras los zancudos ejecutaban una danza cenital alrededor del foco. O de día con los ojos cerrados. O con el cuerpo limpio y la conciencia sucia. O viceversa. Contentos, felices, dolientes, amargados. Con remordimientos y sin sentido. Con sueño y con frío. Y cuando estábamos conscientes de lo absurdo de la vida, y de que un día nos olvidaríamos el uno del otro, entonces hacíamos el amor inútilmente. Para envidia de nuestros amigos y enemigos, hacíamos el amor ilimitadamente, magistralmente, legendariamente. Para honra de nuestros padres, hacíamos el amor moralmente. Para escándalo de la sociedad, hacíamos el amor ilegalmente. Para alegría de los psiquiatras, hacíamos el amor sintomáticamente. Y, sobre todo, hacíamos el amor físicamente. También lo hicimos de pie y cantando, de rodillas y rezando, acostados y soñando. Y sobre todo, y por simple razón de que yo lo quería así y ella también, hacíamos el amor voluntariamente."

Escrita hace 9 años · 5 puntos con 3 votos · @Guille le ha puesto un 9 ·

Comentarios

@Faulkneriano hace 9 años

Excelente reseña, Guille, de una novela, no digo que desconocida, pero sí poco leída, aunque son muchos sus méritos.

Y tienes razón: puede que no sea una novela intachable, pero es una gozada. Tengo un recuerdo lejano de Noticias del Imperio, tan excesiva como ésta, verdadero tour de force sobre la locura. Pero Palinuro tiene algo especial: debe ser su bonhomía, su libertad contagiosa, su gusto por la vida... Es lógico que hagas referencia a su sexualidad exuberante y gozosa, sin sombra de complejos: quizá sea lo que más se recuerda de su lectura.

Muy, muy recomendable para los que puedan aguantar el chaparrón de un discurso incesante, lleno de ingenio y juegos verbales, a la manera del Cabrera Infante de Tres tristes tigres. Cansa tanto como un marathon de baile, pero... ¿y lo bien que uno se lo pasa?

@Guille hace 9 años

Gracias, Faulkneriano.

Me alegro en que coincidamos en que es toda una gozada y por eso me resulta tan extraño que una obra tan descomunal, en castellano, sea tan desconocida, al menos a este lado del charco. Tenía pendiente, y sigo teniéndo, Noticias del imperio, pero un día encontré el segundo de los párrafos que he añadido a mi comentario y fue un amor a primera vista... y no me equivoqué. Espero no tardar mucho en leer su otra novela, que está en todas las listas como de las mejores en castellano.

@Faulkneriano hace 9 años

Da la impresión, leyendo este hilo, que es una novela sobre el goce de vivir (y lo es) pero las páginas siniestras sobre la matanza de Tlaxelolco aseguran el compromiso de Fernando del Paso y dan cuenta de uno de los episodios recientes que más sombra han arrojado sobre la historia de México.

@Guille hace 9 años

Tienes razón, es que lo tiene todo: los gozos y las sombras.

@Nastenka hace 9 años

Ale, me habéis convencido.
A la lista.

Buen trabajo, Guille.

@Guille hace 9 años

Pues me alegro de que vaya a tu lista y me alegraría aun más saber que ha salido de ella con todos los honores, pero no, ser vigilante de una playa nudista es un trabajo, director de casting de Playboy es un trabajo, incluso encargado de redactar la lista de peticiones de libros de una biblioteca es un trabajo, pero esto no, vieja, esto es todo un placer.