NO LO PASAMOS MAL por Guille

Portada de JAZZ

Dicen los que saben ligar que la primera frase es fundamental, que la forma de entrar a la chica (o al chico) marcará el éxito o el fracaso de la empresa. Aunque no creo ser el primero con el que lo consigue, esta novela me hizo tilín desde su primer párrafo:

“Sssst… yo conozco a esa mujer. Vivía rodeada de pájaros en la avenida Lenox. También conozco a su marido. Se encaprichó de una chiquilla de 18 años y le dio uno de esos arrebatos que te calan hasta lo más hondo y que a él le metió dentro tanta pena y tanta felicidad que mató a la muchacha de un tiro solo para que aquel sentimiento no acabara nunca. Cuando la mujer, que se llama Violet, fue al entierro para ver a la chica y acuchillarle la cara sin vida, la derribaron al suelo y la expulsaron de la iglesia. Entonces echó a correr, en medio de toda aquella nieve, y en cuanto estuvo de vuelta en su apartamento sacó a los pájaros de las jaulas y les abrió las ventanas para que emprendiesen el vuelo o para que se helaran, incluido el loro, que decía: “Te quiero”.”

(Leí por ahí que ese sssst que da inicio al texto es el ruido que hace la aguja en el disco antes de empezar a sonar la música.)

Tampoco su conversación posterior le va muy a la zaga. Desde el primer momento noté que a la novela le debía de estar cayendo muy bien porque era digno de encomio el esfuerzo que estaba realizando por gustarme y mantenerme a su lado. Yo me dejaba querer intentando que no se me notara mucho lo encantado que estaba de haberla conocido, no fuera a ser que bajara su solicitud hacia mi persona.

Paseamos mucho por esa ciudad suya; me presentó a negros y a negras de interesantes a muy interesantes; me contó muchas historias tristes, alguna alegre y también brutales; me dejó entrever otras vidas, como cuando al pasar cerca de una ventana abierta oíamos voces, risas, lamentos, súplicas (pégame pero no me dejes) y música, mucha música de esa que me contó que la volvía consciente de la vida que tenía más abajo de la cintura, así como del rojo de sus labios...y estas cosas que me decía a veces me hacían pensar si no sería solo sexo lo que buscaba en mí (pero hasta esto le perdonaba cuando me susurraba al oído que era ridículo, delicioso y terrible).

En definitiva, qué os voy a decir, como otras parejas, tuvimos historias de celos, historias de gritos y besos, de azúcar y sal, pero el resultado global podemos calificarlo de satisfactorio... aunque no sé qué dirá ella, porque, la verdad, yo nunca he sido un amante ideal.

Escrita hace 9 años · 0 votos · @Guille le ha puesto un 7 ·

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