NIHILISMO, RUSIA Y OTRAS COSAS por sedacala

Portada de PADRES E HIJOS

La manera de componer sus historias, lo peculiar de su escritura, o el carácter de los asuntos que trata, son rasgos que confieren personalidad propia a Iván Turguenev; y en el caso particular de esta novela, a todo eso hay que añadir el asunto novedoso que la invade: el nihilismo.
Iván Turguenev era todo un caballero, porte distinguido, afición por la ropa inglesa, imponente presencia física…, le gustaba el estilo de vida europeo. Estudió en Berlín, vivió en Baden-Baden y mantuvo en París amistad y tertulia con Zola, Maupassant y Flaubert. Su perfil era el de un gentleman moderno, aristocrático, y muy alejado del prototipo del ruso chapado a la antigua. Ese atavío y la ideología subyacente, le llevaron a soportar los ataques de sus compatriotas antagónicos, los llamados eslavófilos, Tolstoi y Dostoyevski, entre ellos.
“Padres e hijos” no es larga, apenas necesita 230 páginas para narrar las vacaciones estivales del joven Arkadi, en la propiedad de su padre en plena llanura rusa. Al llegar, sorprende a éste al venir acompañado de su amigo Bazárov, el cual, de paso que viaja a ver a sus padres ha aceptado pasar allí unos días. Pasan no pocos sino muchos días, hasta que al fin se deciden a continuar viaje hacia la aldea de los padres de Bazarov. Por diversas circunstancias, recalan antes en una ciudad próxima en la que conocen a Anna Odintsova, dama viuda, con la que congenian, que les invita a su propiedad campestre, a la que van y en la que conocen a su joven hermana Katia. Allí permanecen agradablemente instalados aún más días hasta que deciden reanudar el viaje… pero aquí me paro porque no me gusta excederme contando el argumento de las novelas; si en esta ocasión lo he hecho, ha sido porque tratándose de “Padres e hijos” me ha parecido procedente indicar quienes son los personajes, su situación y sus desplazamientos en un espacio físico concreto; creo que en cierta medida, se debe dar a conocer lo que se ventila en la novela, como manera de permitir al lector de la reseña, elegir entre leerla o no leerla, sin que ello suponga desvelar clave alguna; su auténtica clave sólo se desvelaría leyéndola, mientras que, muy al contrario, revelar estos detalles debería ser un excelente estímulo para propiciar su lectura.
El autor maneja en su novela unos cuantos personajes que se van relacionando entre sí, en grupos de dos, o de tres. Uno de esos grupos, lo forman Arkadi y Bazarov; otro, Bazarov, el padre de su amigo, y el tío de éste; otros dos grupos más, Bazarov y Arkadi cada uno con sus respectivas damas, y por último, Bazarov con sus ancianos padres. Dentro de estos grupos, sus integrantes tienen entre si un trato en el ámbito de lo privado y con un tono muy personal; mientras que, simultáneamente, pero en otro nivel más abierto y general, todos, debaten sobre nihilismo y sobre el enfrentamiento entre las dos Rusias en un tono que, en esto, adquiere tintes de ardor y vehemencia. Este es el esquema en que está organizada la novela; se pasa continuamente de tratar asuntos privados, o personales en los “vis a vis”, a debatir sobre modernidad, o las nuevas ideas, sin que ninguno de estos escenarios prevalezca, cediendo su protagonismo a los demás en una equilibrada alternancia a lo largo de todo el libro.
Aun así, se habrá observado que en todos los agrupamientos que he mencionado, Bazárov es el denominador común, lo que le convierte en el personaje central, en el verdadero protagonista. Es un hombre que, aun siendo joven, saca algunos años a su amigo Arkadi lo que unido al nihilismo con que le ha adoctrinado, determina su preeminencia social y personal sobre él; viene descrito como un hombre joven, de fuerte personalidad, rayano en la antipatía, insolente, descarado y, sobre todo, descreído; su imagen es la arquetípica del revolucionario ruso de la época del bolchevismo, es decir, alguien muy proclive a la confrontación dialéctica; sin embargo no choca con todos, porque sólo se le enfrentan los que son arrogantes como él, los demás se inhiben ante la evidencia de su excentricidad. Uno de sus antagonistas en la novela es el tío Pavel, hermano del anfitrión de la casa; aristócrata refinado, atildado, orgulloso, que ha vivido, ha viajado, y que cree firmemente en los valores de la Rusia eterna; un eslavófilo pues, muy proclive a tocar el otro tema de discusión de la novela, el de la Rusia tradicional contra la Rusia moderna, motivo frecuente de debate a lo largo de la vida del escritor. Ambos temas, el nihilismo y el acceso a la modernidad de Rusia, se plantean en un plano dialéctico y participativo, muy de tertulia de sobremesa.
Pero la trama novelesca en sí, se ventila en lo personal con diálogos íntimos en los que las reflexiones del narrador adquieren la máxima intensidad, siendo de entre todas las relaciones la más importante, la que existe entre el protagonista y Anna Odintsova; ella es una dama viuda y —como él— también de fuerte carácter, que además es hermosa, inteligente, culta…, y rica; no creo que haya que explicar más para entender que salten chispas de ahí; porque Bazárov en lo material es humilde, pero, en todo lo demás es orgulloso e idealista, y su comportamiento ante ella queda condicionado por su situación y, como no, por su ideología. En el seno de esta relación están las reflexiones más intensas y los diálogos más sutiles y emotivos de la novela, en una enriquecedora fusión en la que, sentimientos y reflexiones, intervienen a partes iguales. En ese contexto se percibe inmediatamente cómo la sensibilidad del autor se filtra a través de unos diálogos que fluyen, expresando afectos, revelando contradicciones interiores, o definiendo estados de ánimo; sin exceso de sentimentalismo y sin amor melodramático o desmedido; al contrario, en sus encuentros, la serenidad y la mesura conjugan los sentimientos gozosos, con los aflictivos, y la facultad de discernir, con la discreción de sus maneras. Dejando a un lado los diálogos, que como ya he dicho, son tremendamente expresivos, el narrador omnisciente va sacando del interior de sus personajes afectos, aflicciones, emoción, ternura, sensaciones... En esa línea hipersensible, el caso de los padres de Bazárov es punto y aparte pese a ser personajes secundarios y de participación limitada en la historia. Igual que lo haría un escultor, Turguenev modela magníficamente al matrimonio de ancianos apegados a las tradiciones del pueblo ruso, dando lugar a una relación con su hijo que no por corta es menos digna de ser resaltada: los padres campesinos de ideas arraigadas y tradicionales, no entienden ni a su hijo, ni a sus ideas, y la manera en que él y ellos afrontan el encuentro, estruja el ánimo de un emocionado lector.
Su prosa es sencilla y fácil, leerla no cuesta nada; con ella define el entorno físico, se apoya en los diálogos para definir a los personajes, y complementa el resto con la voz del narrador. Es una escritura clara, natural, dotada —me parece a mí— de un punto de ingenuidad que le confiere carácter propio. Leí otro libro de Turguenev, “Nido de nobles”, y me produjo una sensación similar, muy grata, aun con una historia sencilla que no da al lector la impresión de estar leyendo un libro destacado. “Padres e hijos” sí me impresionó; su tamaño moderado y cierta cotidianeidad de los hechos narrados, pueden hacer pensar que la obra no es de la importancia o los quilates, que normalmente atribuimos a “Anna Karenina”, o “Los hermanos Karamazov”. Pero aunque “Padres e hijos” pueda quedarse atrás con relación a esas afamadas novelas por unas aspiraciones generales más limitadas, recupera buena parte de esa desventaja, mediante el atractivo de una lectura pulcra, inteligente y sutil, que a mí particularmente, me lleva a preferirlo a Dostoyevski, y a equipararlo a Tolstoi. Con ello no estoy haciendo una valoración de Turgueniev que lo sitúe por encima de ellos; no, lo que estoy diciendo es que a mí, como lector, de manera particular e intransferible, me agrada más leerlo que a Dostoyevski y quizá también (si hablamos concretamente de diversión) más que a Tolstoi, pero con ello no pretendo decir que sea superior, porque sus novelas son más sencillas y su estilo —me consta—, puede parecer más frío, sin que su escritura, quizá, llegue a otros como me ha llegado a mí.
Su descripción del paisaje ruso está ajustada a la vastedad de sus espacios, a la sobriedad de su vegetación, y a la intensa luminosidad de sus cielos en el verano en el que transcurre la acción. A mí me ha recordado la meseta castellana de cielos azules, herbazales a pie de tapias, choperas en los sotos, y polvo y piedras en los caminos, de la misma manera que la acción en esos espacios abiertos, me ha transportado todo el tiempo a “Almas muertas”, la inconclusa novela de Gogol. Su escritura no tiene el acusado cariz humorístico que éste tenía, pero, sustituirlo por el toque irónico y elegante de la escritura de Turguenev, constituye un trueque con el que yo, a título personal, salgo ganando.


PD. Otras lecturas de la obra de Turguenev, posteriores a esta, me han aportado un saldo irregular, “Humo” me gustó, muy en la línea de “Padres e hijos” o “Nido de nobles”, aunque con una valoración inferior a la primera de las dos. En cambio “Primer amor”, me desilusionó absolutamente. Mi conclusión es, que es un escritor de maneras muy particulares, que, en sus mejores momentos (sobre todo en “Padres e hijos”, su mejor novela) me ha gustado mucho, pese a mis dudas de que una parte de los lectores estén dispuestos a hacer suya tan favorable valoración.

Escrita hace 9 años · 5 puntos con 3 votos · @sedacala le ha puesto un 9 ·

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