EL DIOS DE UNA COMUNIDAD por Guille

Portada de EL TREN CERO

Cien páginas de gran literatura. Una de esas historias llena de ternura, de amor, de tristeza, de dolor, de rabia, de miedo y de locura que solo pueden surgir de mundos tan intolerantes e intolerables como la Rusia de Stalin.

Pero no es la única historia que encierra este breve relato. Como las grandes novelas, esta pequeñita guarda en su interior otras lecturas y en cada una de ellas es capaz de mostrarnos un trocito grande de lo que somos, no siempre un trozo agradable, y de aquello que es capaz de destrozarnos, de vaciarnos, pero no de acabar con nosotros porque…

"El hombre no es como una planta, arraiga en cualquier sitio."

El tren cero, el dios de una comunidad que solo vive para que el diario paso del tren transcurra sin incidentes; un tren tan misterioso como cualquier otro dios del que nada se sabe: ni de donde parte ni a donde se dirige ni con qué objeto, el cero, la nada, el infinito. Un dios ante el que unos se postran, al que otros muestran una indiferencia resignada, al que algunos cuestionan, al que hay quien le sirve sin preguntar ni preguntarse y con el que otros sueñan; un dios frente al que algunos se desesperan hasta el suicidio o el asesinato.

José María Muñoz Rovira, uno de los traductores, en su epílogo, relaciona el texto con la espera godotiana o con el coronel de García Marquez, incluso con Kafka, el escribiente melvilliano, Connrad o Cervantes, pero a mí esta bellíiiiiiiiiiiiiisima novela me ha hecho rememorar los sentimientos y la impresión que me causó El informe Brodeck, de Philippe Claudel, aunque no sabría explicaros por qué.

Escrita hace 9 años · 5 puntos con 1 voto · @Guille le ha puesto un 8 ·

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